Trump se acerca a líderes autoritarios que no respetan los derechos humanos
Lucía Leal — Washington
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece sentir un cierto respeto por los líderes autoritarios, a los que se ha acercado desde que llegó al poder sin dejar que las preocupaciones sobre derechos humanos, un pilar tradicional de la política exterior de su país, empañen esas relaciones.
La atracción de Trump hacia los líderes con tendencias autócratas quedó patente con sus constantes halagos durante la campaña electoral del año pasado al presidente ruso, Vladímir Putin.
Pero desde que llegó al poder, Trump ha ampliado esa lista con su acercamiento al presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi; al turco, Recep Tayyip Erdogan; y al mandatario filipino, Rodrigo Duterte; todos ellos criticados por organismos de derechos humanos y tratados con cierta frialdad por el anterior Gobierno de Estados Unidos.
A Duterte lo invitó el pasado fin de semana a la Casa Blanca en una llamada telefónica en la que Trump destacó que su homólogo filipino "está luchando muy duramente para liberar a su país de las drogas", omitiendo cualquier mención a los más de 7.000 asesinatos que ha dejado esa "guerra antidroga" en Filipinas desde junio.
Trump se reunió en abril con Al Sisi, al que su predecesor Barack Obama no había invitado a la Casa Blanca debido a las preocupaciones sobre la represión de opositores y periodistas en Egipto.
Y a mediados de este mes, el nuevo presidente estadounidense planea recibir a Erdogan, al que hace poco felicitó por su victoria en el referéndum para ampliar su poder, mientras los observadores internacionales advertían de irregularidades en el proceso.
Esos gestos, sumados a su anuncio de que estaría dispuesto a reunirse con el líder norcoreano, Kim Jong-un, bajo las "circunstancias apropiadas", han alarmado a legisladores, activistas de derechos humanos y exdiplomáticos, que detectan en esa actitud la ruptura de un principio clave en la política exterior de Estados Unidos.
"Estados Unidos es único en el mundo porque nuestros valores -el respeto a los derechos humanos, el respeto a la legalidad- son nuestros intereses. Ignorar los derechos humanos no mejorará esos intereses", dijo el senador demócrata Ben Cardin en un comunicado este lunes, en respuesta a la llamada entre Trump y Duterte.
Trump no es el primer presidente de Estados Unidos que deja las preocupaciones sobre derechos humanos en un segundo plano frente a sus intereses políticos o económicos en un determinado país, pero sí se ha diferenciado de sus predecesores por sus escasas menciones a la defensa de la democracia y las libertades en el mundo.
"En primer lugar, considera que (las violaciones a derechos humanos en otros países) no son asunto suyo. En segundo lugar, no le importan. No hay nada en su discurso o acciones que muestre un interés" por ello, dijo a Efe un profesor de política exterior en la Universidad George Washington, Nathan Brown.
Para un presidente con mentalidad de empresario, que a menudo piensa en las relaciones en términos de transacciones de negocios, dejar de lado los derechos humanos parece ser además una concesión pragmática, un mal menor para avanzar en objetivos prioritarios como la lucha contra el terrorismo, según otro experto, Thomas Carothens.
"Claramente hay un elemento de cálculo realista, la sensación de que estos líderes pueden serle útiles", opinó Carothens, director del programa sobre democracia y derechos humanos en el centro de estudios Carnegie Endowment for International Peace.
"Pero hay algo más. Simplemente, no parecen preocuparle las violaciones de derechos humanos que están cometiendo estos líderes", añadió ese experto en declaraciones a Efe.
La Casa Blanca defiende que Trump está tratando de "equilibrar" distintos intereses, y que es mejor relacionarse con países con los cuales se tiene diferencias que condenarlos al ostracismo.
"No podemos forzar a estos países a comportarse de un cierto modo. Solo podemos aplicar presión, pero si abandonamos esas relaciones, no podemos hacer ningún progreso" en derechos humanos, apuntó el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Michael Anton, al diario The Washington Post.
Durante su mandato, Obama también fue criticado por dialogar con violadores de derechos humanos, en particular Cuba e Irán, pero su Casa Blanca expresó reiteradamente su preocupación por la situación de las libertades en esos países, algo que no ha ocurrido bajo la actual Administración, al menos en el caso de Filipinas.
Para algunos, el problema tiene una raíz más grave, y la afinidad de Trump con varios líderes autoritarios refleja sus propias reticencias respecto al sistema de Gobierno de Estados Unidos, cuyos tribunales y Congreso han entorpecido varias de sus iniciativas.
"Lo que está claro es que Trump tiene tendencias autoritarias y por eso siente aprecio por otros líderes que, como él, se enervan ante los mecanismos de control del Gobierno, como los tribunales", indicó el diario The New York Times en un editorial este martes.