Habana Biltmore y Country Club, ahora Club Habana, pero estaba también vacío y era Semana Santa. Cortesía Olga Connor
Tres mundos de Cuba, el capitalismo controlado, el oficialista y el de los olvidados
Recién llegada de La Habana, después de 19 años sin verla, he escrito impresiones de mi estancia, citando de modo anónimo, aunque nadie me pidió anonimato. Parece haber mucha libertad al hablar, mientras no se mencionen nombres de la política cubana.
Y aunque algunos me avisan que puedo estar vigilada en la habitación del hotel, no he hablado nada diferente de lo que escribo. Y algunas de mis críticas hasta son iguales que las que aparecen en periódicos oficiales, lo que asombra a gente profesional o de la cultura que vive en Cuba y que aparentemente no los lee.
Esto es lo que dice el periódico Juventud Rebelde de la famosa heladería Coppelia, recién remodelada, adonde fuimos a comer dos desmayadas bolas de helado, supuestamente de plátano y piña, que se confundían en el sabor. “Engañosas bolas aún en Coppelia”, es el título del artículo de José Alejandro Rodríguez, del domingo 16 de abril, quien reseña cartas de los lectores. En la que se refiere a la famosa heladería, el problema es que ofrecen multitud de sabores, pero solo encontró uno el cliente, y además acusa a los dependientes de cobrar de más. Y luego ve un extraño “trapicheo”, el robo de “jabas de tinas” a la vista de todo el mundo.
Nos informó un guarda a la entrada del parque que si éramos extranjeros que fuéramos al piso de arriba y no esperásemos en la cola que había abajo para los nacionales. Nos cobraron 4 CUC, que son los pesos convertibles por euros, pero la chica parece que no se dio cuenta al oírnos hablar de que no éramos de allí, y nos devolvió tres CUC. Coppelia es uno de los mundos alternativos de La Habana, símbolo de las relaciones sociales y de negocios.
El dinero de GAESA
Los funcionarios, llamados los “ex” por la calle en La Habana, refiriéndose a antiguos militares, que sin embargo siguen siéndolo, dirigen los grandes negocios. Y también lo informan los investigadores. Mientras que los paladares y las viviendas son de las nuevas clases medias. Pero un europeo, que vive en Cuba parte del año, opina que algunas de esas viviendas, las que tienen demasiados lujos, son probablemente también propiedad de algún organismo del Estado.
Son dos mundos alternativos. Los que tienen una posibilidad de ejercer un capitalismo controlado de inversiones pequeñas y los que funcionan bajo las reglas oficialistas. Los estudiosos apuntan hacia el Grupo de Administración Empresarial (GAESA) perteneciente a las Fuerzas Armadas, que hasta se ha hecho cargo de las empresas de la Oficina del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, quien fue el que renovó el casco antiguo. “Así incorporó una nueva perla a un collar de adquisiciones que los militares enhebraron en los últimos años y que los llevó a convertirse en una de las instituciones más poderosas de la economía cubana”, dice una información de la Associated Press, en el Orlando Sentinel, de septiembre de 2016.
Centro Gallego, donde se ubica el Gran Teatro Nacional Alicia Alonso .
GAESA está a cargo de la empresa Gaviota que está al frente de hoteles en toda la isla, cuya joya más reciente es el Hotel Manzana Kempinski, en lo que fue la Manzana de Gómez. Ese sector turístico es actualmente el impulsor económico de Cuba, que en 2015 recibió unos 3.5 millones de visitantes. Habaguanex (unos 20 hoteles, más de 25 restaurantes y unas 30 tiendas), es el nombre del grupo que tenía Leal, y que ha sido adjudicado a la esfera militar. Por cierto, a ese grupo le pertenece el hotel Ambos Mundos en el centro antiguo, con el referente de Ernest Hemingway como antiguo cliente. GAESA representa entre el 50 por ciento y el 80 por ciento de los ingresos generados en Cuba, según el grupo informativo Bloomberg. Son propietarios de casi todas las cadenas de comercios minoristas en la isla y 57 de los hoteles regenteados por empresas extranjeras, desde La Habana hasta las mejores playas del país.
Y está el tercer mundo alternativo de la isla, el del que se ha quedado atrás, opina un visitante de Cuba desde hace años, que ha observado cómo hay gente muy pobre que no tiene acceso a casi nada, a menos que les envíen “remesas” de afuera.
Cafés y paladares
Curiosamente, la gente prefiere ir a los restaurantes particulares frente a los oficiales. Es decir a los paladares. Saben muy bien las diferencias, aunque las del Estado cobran en pesos cubanos CUP, o menos CUC, por tanto son más baratos, y tienen todas las herramientas para ganar. Pero algunos temen que no sean tan limpios, o cuidadosos con la comida. Quizás haya un resentimiento, un deseo de protestar de alguna manera. Alguna gente de La Habana no confía en ellos, prefiere ir a los particulares, aunque estos cuestan el doble o más.
En un espacio apartado para cafés, del legendario restaurante Castillo de Jagua en el Vedado, nos aceptan moneda nacional, unos cuantos centavos de dólar por el café, dos pesos cubanos. Porque el ratio oficial es un euro o 87 centavos de dólar cada CUC que son 25 pesos cubanos. Pero en el restaurante del mismo nombre, que me han dicho está manejado por el estado, hay que pagar con pesos convertibles. Está vacío.
En la Loma del Ángel, de la famosa novela ‘Cecilia Valdés’, han puesto estatua de la heroína .
Fuimos a un café nocturno y nos quedamos sorprendidos de que por 10 CUC por persona comimos carne de res a la bourguignon, o pollo enrollado con camarones, o pescado grillé, y cervezas. También estaba amenizado con música de jazz, y estábamos frente al hotel Cohíba de Meliá, se llama el Jazz Café. Muy sabroso, y muy divertido. Ese sí estaba lleno, y había de todo. El jazz era por unos músicos notables, César López y Emilio Martini, en un grupo llamado Havana Ensemble, que aún no hemos oído en Miami. ¿Cuánto les pagarán a ellos?
Mientras que en el Café Cine de La Rampa, solo había bocaditos de tuna con mayonesa y cebolla, cobrados en CUC, aunque la entrada al cine solo costaba dos pesos cubanos. Es todo un “desbarajuste organizado”, analiza un extranjero. Ya que no había forma que aceptaran CUC, y tuvimos que pedir prestado. La primera vez una niña de 12 o 13 años regaló dos entradas. Luego un pariente nos regaló dos euros, 50 pesos cubanos, o CUP.
Fuimos a ver películas extranjeras: una noche, Sing Street, irlandesa, y otra noche, Mohenjo Daro, una producción estilo Bollywood, de la India, aventura épico romántica dirigida por Ashutosh Gowariker, que nos impresionó, ya que el referente es la antigua civilización del valle del Indus y el comienzo de la civilización del Ganges. Ambas tenían subtítulos, como les gusta a los cubanos que no quieren ver filmes doblados, se acostumbraron hace tiempo a leer los letreritos al pie de la cinta. Casi no había nadie en el Cine Rampa.
Comimos el primer día en el paladar El Litoral, un restaurante frente al Malecón, decorado con exquisito gusto, en una casa antigua con terraza y salones interiores y bar, donde me sirvieron un pescado grillé llamado perro en Cuba (boquinete). La guarnición muy sabrosa, y un vino chileno fantástico. Para tres personas costó unos $90 CUC.
Al otro día quise probar uno nuevo en la Loma del Ángel, donde han remozado la iglesia famosa de la novela Cecilia Valdés, y aunque nos atascamos con el auto en las estrechas calles, allí también disfrutamos de una decoración espectacular, como si estuviéramos en una casa de antigüedades, en el paladar Al Carbón y unas comidas muy ricas, entre ellas, conejo asado.
Otro día fuimos a un sitio con barbacoa, al parecer en un antiguo caserón o almacén llamado O’Reilly 304. Ahí nos dijeron: “Tienen una hora para comer, porque no han hecho reservaciones”. Pero nunca nos echaron del lugar. Todo muy sabroso.
En El Cocinero, que está en el edificio del antiguo aceite de esa marca y al lado de la Fábrica de Arte, cenamos justo al lado del Rey de Marruecos, Mohamed VI, que acababa de llegar a la isla, una semana antes del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas desde 1980 por la cuestión del Sahara Occidental. Allí nos atendió el dueño, Rafael, y nos invitó Pepe Horta, que es, cuando reside en La Habana, como cuando estaba en Miami, todo un personaje de los negocios y está construyendo unas cabañas en el Valle de Viñales, que administrará quizás el grupo de Airbnb. Él nos recomendó unos blinis rellenos de pato en confitura, unas langostas sin carapacho, y de postre, tremendo dulce de chocolate, todo al aire libre, con vista al mar.
En Habana Blues, también en el Vedado, se destacan unos artistas que caminan por el sitio, todos disfrazados como mimos, hay acuarios con peces tropicales y se oyen los ritmos de música cubana jazeada al piano. Aunque parezca mentira, aquí y en otros paladares nos invitaron personas que ahora en Cuba manejan pesos convertibles porque salen a ganarlos en el exterior, o porque trabajan en negocios del exterior dentro de la isla.
También probamos restaurantes considerados del estado, aunque son de una cadena hotelera, como por ejemplo el antiguo Polinesio, en La Rampa, donde comimos arroz frito a la oriental, y en El Barracón, dentro del Hotel, donde comí pierna de lechón. Ambos estaban casi vacíos, pero con muy sabrosa comida a buen precio. En la cafetería del Hotel Sevilla, fuimos a buscar helados, aunque hay un solo sabor, pero había mucha música y varias turistas bailando.
En la antigua Acera del Louvre, en el Hotel Inglaterra, frente al Parque Central, gustamos de unos bocaditos de jamón y queso. En otra ocasión fuimos a beber cerveza en copas, y a comer tapas de mariscos en el antiguo Habana Biltmore y Country Club, que ahora está abierto para socios del cuerpo diplomático y extranjeros, bajo el nombre Club Habana, pero estaba también vacío, aunque era durante la Semana Santa, con miles de turistas en Cuba. Me pregunto el porqué. Por otra parte sería difícil que alguien con sueldos del país pudiera disfrutar de un sitio que es ahora más caro y más exclusivo que nunca antes.
Hotel Inglaterra, frente al Parque Central
Gran Hotel Manzana Kempinski