Díaz Villar, historia de una fortuna y un compromiso con O Valadouro Oriundo de Vilacampa fue una de las grandes fortunas en Cuba gracias a su paso por los Almacenes El Encanto
Martín Fernández ― La Voz de Galicia
Llegó a la cima del éxito, esa escalera que nadie puede subir con las manos en los bolsillos. Pero antes, en 1901, había arribado a La Habana con 15 años y una maleta con todas sus pertenencias (además de la luna y el sol) y todos sus sueños. Primero fue recadero en una tienda de víveres y luego presidente de Almacenes El Encanto, socio de una compañía de seguros y copropietario de la inmobiliaria que urbanizó el exclusivo barrio de Alamar.
Hizo fortuna y nunca olvidó de donde venía. En su Vilacampa natal (O Valadouro), los vecinos el erigieron un busto en 1956 para reconocer y agradecer tanta ayuda, tanta generosidad como les brindó Joaquín Díaz Villar.
Tras un fugaz paso como aprendiz en la tienda de sedas La Época, en 1905 entró a trabajar en El Encanto. Eran los almacenes que habían fundado en 1888 los asturianos José y Bernardo Solís y Aquilino Entrialgo en la confluencia de las calles Galiano y San Rafael. Tenían sucursales en Camagüey, Santiago, Varadero, Cienfuegos, Holguín y Santa Clara y estaban considerados como los más importantes de la isla y del continente.
Díaz Villar trabajó en ellos 50 años y, tras pasar por todas sus dependencias y niveles laborales, fue socio y presidente en 1948, reelegido en varias ocasiones hasta que Fidel Castro confiscó la empresa en 1959.
Inmobiliaria y seguros Como tantos emigrantes, no puso todos los huevos en la misma cesta. Y con José Ignacio Cámara y Humberto Solís Alió, hijo de un fundador de los famosos almacenes, formó la sociedad Residencial Alamar. La firma tenía un capital de 1,2 millones de dólares y urbanizaba y vendía parcelas y edificios de su propiedad en esa zona de expansión, próxima a las playas, de la capital cubana.
Su actividad abarcó otros campos pues fue socio y directivo de La Unión y el Fénix de Cuba, compañía nacional de seguros fundada por el asturiano José Gasch Prieto que, años más tarde, fundó en España La Unión y el Fénix de Madrid y fue consejero y accionista del Banco Atlántico.
En una entrevista en el Diario de la Marina del 29 de mayo de 1955, al cumplir 50 años de trabajo en El Encanto, decía Díaz Villar refiriéndose a sus primeros e ingratos trabajos al llegar a Cuba: «No hice un viaje tan largo para tan poca aventura». Tal vez por eso se dedicó a trabajar, a emprender iniciativas, a asociarse, a luchar...
Y fue presidente de la Asociación de Comerciantes del centro de La Habana; directivo del Centro de Dependientes, de Hijos del Valle de Oro y del Centro Gallego de Cuba; tesorero de la Corporación Nacional del Turismo; miembro del Instituto Cubano de Cultura Hispánica, etc...
En 1958, aquel muchacho que llegara con lo puesto y era recadero, figuraba en el censo «Los propietarios de Cuba» como una de las grandes fortunas del país con un patrimonio estimado en 10 millones de dólares.
El Corte Inglés imitó un modelo de negocio que él llevó a la cima en 1952 al conseguir la exclusiva de Dior
Joaquín Díaz Villar tocó la cima en los años 50 cuando el gobierno cubano le concedió la Orden del Mérito Comercial, el Ayuntamiento de La Habana su Medalla de Oro y Franco la Cruz de Isabel II la Católica. Premiaban su gestión en El Encanto, un gran almacén y un modelo de negocio muy innovador.
El establecimiento tenía 7 plantas y 65 departamentos. Era pionero en ofrecer tarjetas de crédito, escaparatismo, escaleras mecánicas. Tenía artículos exclusivos. Se organizaban por secciones (jóvenes, mujeres, hogar, textil, etc.) y ofrecía incentivos y participación en la empresa a sus mil empleados que eran fervientes militantes de su causa...
Los tres más grandes comerciantes de España -los tres asturianos- trabajaron en El Encanto años, se enriquecieron y al regreso de la emigración montaron, a su imagen y semejanza, El Corte Inglés (César Rodríguez y su sobrino Ramón Areces) y Sederías Carretas y Galerías Preciados (Pepín Fernández).
Con los tres trabajó Díaz Villar que llevó al cénit a la empresa en 1952 tras lograr la exclusiva de Dior en América, lo que convirtió a la tienda en un referente. John Wayne, María Félix, César Romero o Tyrone Power eran clientes habituales y protagonistas de sus anuncios.
En 1959, el castrismo confiscó y cerró lo que fue el símbolo más reluciente e influyente de la Cuba republicana. Y dos años después un incendio provocado -que Castro atribuyó a la CIA- derribó el edificio. Hoy en su solar hay un parque.
Díaz Villar marchó con su familia al exilio en Miami donde murió en 1974. Pero, antes, volvió a su Vilacampa en 1970 con su nieta María Fe Pérez-Stable Díaz.
Tuvo tres hijas y recibió dos homenajes en Ferreira Díaz Villar nació en Vilacampa en 1886, hijo de Francisco Díaz y de Ramona Villar. Se casó en La Habana en 1921 con Caridad (Beba) Moya Varona con la que tuvo tres hijas. La mayor, Florinda (Nenita), se casó con el doctor Eliseo Pérez Stable, uno de los nueve hijos del capitán del Ejército Libertador de Cuba (ELC), Nicolás Pérez Stable, y de Felicia Carreño Sardina, copropietaria de la Compañía Azucarera del Sur de Cuba que tenía 2.800 trabajadores y muchas fincas en Aguada de Pasajeros (Cienfuegos). La segunda, Cristina, contrajo matrimonio con el doctor Luis Arias. Y la tercera, Ignacia, con el también doctor Rosendo Collazo Mestre, hijo del doctor Aurelio Collazo Gutiérrez y nieto del coronel del ELC Rosendo Collazo García, senador.
Don Joaquín desarrolló a lo largo de su vida una intensa labor benéfica y social. En la isla, aportó dinero para el club social y para el fondo de Socorros Mutuos de los empleados de El Encanto y ayudó a emigrantes como su sobrino José Ramón -lo llevó con 9 años, luego emigró a USA y al final volvió a Ourense- su hermano Manuel y otros valadourenses.
En Vilacampa, financió la restauración de la iglesia cuyas obras inauguró en el año 1949 con el Obispo de Mondoñedo -luego Arzobispo de Santiago- Quiroga Palacios. En ese viaje acordó costear los estudios de un niño en el Seminario. Años después, en 1954, encabezó -con emigrantes como Chantres, Saladino Reigosa, Eduardo Pernas, J. Manuel Lamelas, etc...- una comisión para construir la torre e instalar un reloj en la iglesia de Ferreira.
Por su solidaridad fue homenajeado en el Hotel Asturias durante O Oito de 1956. En el acto, según la revista Juventud de Alaje, participaron el alcalde Manuel Lorenzo; el notario J. Manuel Orol; el jefe provincial de Sanidad, Pérez-Mel; el mayordomo Edmundo Díaz Cabarcos; Ramón Canoura y el párroco, entre otros. Por esas fechas, se inauguró el busto con su efigie, levantado por suscripción popular, que aún hoy preside el adrio de la iglesia de Vilacampa.
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