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General: Entre cubanos: “Yo soy el tipo que vino de la Yuma”
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: BuscandoLibertad  (Mensaje original) Enviado: 22/05/2017 15:51
Michel se ha “repatriado”
El testimonio de Michel no es excepcional. Es muy similar al de cualquier otro “repatriado” que ha calculado las “ventajas” que lleva el tuerto en el país de los ciegos.
 
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“Yo soy el tipo que vino de la Yuma”
Ha calculado las “ventajas” que lleva el tuerto en el país de los ciegos
    Ernesto Pérez Chang | La Habana | Cubanet
Durante más de un lustro el principal trabajo de Michel consistió en comprar ropa barata en Miami para, una vez al año, traerla a La Habana como equipaje personal y revenderla en el mercado negro por hasta más de diez veces el valor original.

En ese tiempo también se ganó la vida cortando césped, limpiando autos y haciendo algunos trabajos menores de fontanería, con lo cual podía pagar un modesto cuarto en casa de un amigo de Pinecrest (un barrio al sur de Miami), un lugar del cual jamás pudo alejarse demasiado para conocer un poco más esa “Yuma” con la que tanto soñó mientras vivía en Cuba, antes de emigrar.

Nunca tuvo el dinero que imaginó tener pero tampoco se esforzó demasiado para obtenerlo. El propio Michel lo reconoce, mientras conversa conmigo, y cuenta que, acostumbrado a ganarse la vida de manera fácil en las calles de La Habana, los cinco años que vivió en los Estados Unidos le parecieron un infierno.

“Demasiadas leyes, y todo hay que pagarlo”, comenta Michel, que hace apenas un año decidió “repatriarse”, y agrega más adelante: “Con lo de la ropa reuní un dinero y de eso es que vivo. Para la gente del barrio yo soy el tipo que vino de la Yuma y que tiene dinero para alquilar un carro e irse para la playa con diez jevitas (mujeres), pero eso jamás yo pude hacerlo en Miami”.

El testimonio de Michel, que actualmente ejerce como “garrotero” (prestamista), no es excepcional. Es muy similar al de cualquier otro “repatriado” que ha calculado las “ventajas” que lleva el tuerto en el país de los ciegos.

Se pudiera afirmar que, con algunas excepciones, casi el ciento por ciento ha regresado no con la idea de una “reintegración” a ese mismo sistema político adverso que los condujo a emigrar años atrás, sino con la certeza de que solo un poco de dinero acumulado, el suficiente para esquivar la necesidad de un empleo estatal, les asegura un lugar de privilegio en la sociedad cubana.

Han aprendido que los mayores obstáculos pueden ser salvados con el dinero suficiente y que las cantidades necesarias para los sobornos, en Cuba, son simple calderilla si se las compara con el mundo de la corrupción en otras latitudes.

Doray, repatriada que aspira a montar un negocio gastronómico, reconoce que el dinero que habrá de invertir, apenas le hubiera alcanzado para sobrevivir dos o tres meses en Miami:

“Abrir un restaurante allá no es tan fácil ni tan barato. Por cualquier bobería te pueden cerrar. Aquí con cuatro pesos uno le paga al inspector y no pasó nada. Cumples con pagarle a la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria) lo que declaraste y el resto va para tu bolsillo sin ningún problema. Con el dinero que voy a invertir no me hubiera alcanzado allá ni para sobrevivir dos o tres meses”, opina Doray quien además afirma no importarle la falta de garantías sólidas para que su negocio prospere frente a la competencia estatal.

“Ya veremos qué pasa. Pienso que en un par de años ya recuperé mi dinero e incluso que ganaré lo suficiente para sentarme en mi casa sin preocupaciones. No me importa lo que pase con los demás. Si me enfermo, voy al hospital, y por mucho que tenga que pagar será más barato que en Miami. Tengo 42 años y ya me cansé de trabajar. Es hora de que otros lo hagan por mí, ¿tú no crees?”, responde Doray.

Retornar no para ingresar en un mercado laboral mucho más prometedor que el que han dejado atrás ni porque el panorama socio-económico se haya vuelto más atractivo para los cubanos –quienes jamás han sido convocados por las carteras de oportunidades emitidas por el gobierno–, sino para aprovechar las miles de fisuras legales que permiten al pícaro una vida acomodada, es lo que se intuye en la conversación con otros repatriados.

Arturo cumplirá 51 años este 2017 y, a pesar de ser un hombre relativamente joven y no padecer dolencia alguna, ha regresado a Cuba para “disfrutar”  de su “retiro”.

Al igual que Michel y Doray, Arturo trabajó en los Estados Unidos en empleos menores durante más de diez años y, habiendo reunido unos pocos miles de dólares ahora ha retornado a “disfrutar de lo mejor del socialismo”:

Arturo compró un apartamento en Centro Habana, cerca del Boulevard de San Rafael, y ahora alquila habitaciones por horas a servidores sexuales, lo cual le deja una renta mensual de unos 600 dólares, cantidad que encuentra suficiente para “vivir a todo tren” en un país donde el salario mensual promedio rara vez supera los 30 dólares:

Socio de  Michel, los últimos años, antes de repatriarse, los dedicó a la compra, importación y reventa de ropas en Cuba, negocio ilegal que le ayudó a acumular el capital que invirtió en la casa de alquiler:

“Compré el apartamento en 15 mil dólares, lo reparé y ahora alquilo una habitación por horas. En esta zona es un negocio muy rentable. Tengo una gente que me cambia las sábanas, limpia la casa y me hace las compras y yo le pago al mes 30 dólares, por hacerlo todo, incluso a veces me cocina. Yo no tengo que ocuparme de nada, ni tengo nada que ver con los clientes. Lo mío es hacer lo que no pude durante años. (En Miami) tuve que trabajar muy duro, así que ahora me toca vivir a todo tren y disfrutar de lo mejor del socialismo”, opina Arturo.

Aunque “repatriado” es un término de uso universal y describe la misma acción de retorno de una persona a su terruño, ya sea porque alcanzó el éxito o porque asumió la derrota, tal vez sea solo en Cuba que adquiere esa connotación de marca social positiva.

Marinay participa de esa idea. Es una joven de 28 años que espera ser reclamada por sus padres. Piensa establecerse en Miami y vivir modestamente los años suficientes para reunir dinero y poder retornar a Cuba. En su plan de vida no cuenta con que ocurran cambios positivos en la isla que la transformen en una plaza atractiva para que los jóvenes proyecten su futuro y descarten la vía migratoria como opción fundamental, sino, todo lo contrario, que la situación permanezca como tal para ella poder regresar y “hacer milagros con unos pocos dólares”:

“Si las cosas cambian demasiado, entonces sí la tengo bien difícil. Lo bueno es lo que pasa ahora, que se puede hacer milagros con unos pocos dólares. Lo ideal es que no cambien demasiado las cosas. Yo nunca he trabajado, siempre he vivido de lo que manda mi mamá. Ella ya no puede estar mandando mucho, por eso quiero irme para reunir y después regresar. ¿Trabajarle al Estado? Ni loca. Allá, por muy mal que me vaya, voy a reunir más que trabajándole aquí al Estado hasta que me jubile. En este país para vivir bien hay que irse y después regresar”, dice Marinay quien no considera el término “repatriado” como peyorativo:

“No creo que sea malo. Hasta puede significar que uno regresa porque aprendió que aquí se vive mejor que allá. Incluso la gente te ve de otra forma, porque si viviste afuera mucho tiempo es porque trajiste dinero. Eso tiene su cosa, es como decir que eres extranjero. Bueno, de hecho, fueron ciudadanos extranjeros, dejaron de ser cubanos por un tiempo, ¿no es así?”, piensa Marinay tal vez sin tener en cuenta que nadie, ya sea mexicano, español, chino o angolano, se considera un “repatriado” al decidir volver a la tierra que lo vio nacer, ni se llama como tal en público al no tener motivos para cuestionar su derecho pleno a marcharse y volver al país natal las veces que lo desee.

Pero en Cuba no sucede igual y llamarse repatriado puede connotar “rectificación de errores”, y hasta puede colocar al individuo en esa escala social donde el sujeto que jamás ha salido de la isla y gana su salario en moneda nacional, ocupa el grado menor de la escala, muy por debajo del ciudadano de doble nacionalidad, el cubano-americano, el repatriado, el extranjero, los únicos capaces de asegurar, junto a la clase dirigente, que ocurren cambios en Cuba.

 NOTA ACERCA “YUMA”
Para el cubano el vocablo “yuma” tiene varios significados. Lo usamos para referirnos a un extranjero, o para hablar de otro país que no es el nuestro o, la más común, para referirnos de manera específica a los Estados Unidos.
 
Aunque con el paso de los años esta palabra se ha mantenido en la jerga popular cubana, con el decursar del tiempo lo que han cambiado son las versiones en relación con su origen.
 
Buscando en Internet encontramos datos muy curiosos que pueden ser perfectas explicaciones al surgimiento de “yuma”. Unas tesis defienden la idea de que el término deriva del filme “3:10 to Yuma”, conocido en español como “El tren de las 3.10 a Yuma”, el clásico de vaqueros basado en el cuento de Elmore Leonard que llegó a esta nación caribeña tras debutar en las salas de cine de Estados Unidos en el año 1957.
 
Otras dicen que proviene de la pronunciación cubana de la palabra United (United States of America). Yunai es la deformación que sufre de la palabra United en los hispanoparlantes. En los años 60 y 70 se escuchaba con frecuencia en Cuba la voz “la yunai” o la “yumai” para referirse a los Estados Unidos.
 
 
ACERCA DEL AUTOR
Ernesto Pérez Chang (El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David de Cuento, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su primera convocatoria en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión (2008-2011).
 
CUBA EE.UU. (960×631)
 Joven cubano posa con una camiseta con la bandera de Estados Unidos en La Habana
Fuente Cubanet


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