|
De: CUBA ETERNA (Mensaje original) |
Enviado: 29/05/2017 20:43 |
Por qué una comunidad punk decidió infectarse con VIH en la Cuba de Castro
ABDULLAH SAEED Tras ser perseguidos por el gobierno cubano, el grupo de Los Frikis se inyectó con el virus para tener una mejor vida en los sanatorios.
Por lo general, el punk rock es una herramienta para mostrar la inconformidad de quienes están en los peldaños más bajos de la sociedad. Y en ningún otra parte era más reaccionaria esta inconformidad que en la Cuba de Fidel Castro.
El socialismo genera homogeneidad, y en una nación socialista, los punks no tienen más opción que volverse extremadamente visibles. Pero más que visibles, Los Frikis —una comunidad de punks cubanos que se juntaron a finales de los ochenta y principios de los noventa, parecidos en estilo y gusto a los punks de otras naciones— fueron conocidos por todos como parias.
En esa época, el gobierno de Castro buscaba mantener el orden por medio de la fuerza, y la policía le hacía la vida imposible a los vagabundos y marginados sociales. Los Frikis hacían parte de ese objetivo: se veían diferentes, evadían las normas del socialismo castrista y pasaban su tiempo en las calles más calientes y problemáticas de la ciudad. Frecuentemente los acosaban, los arrestaban, los encarcelaban o los forzaban a hacer trabajos manuales. Como resultado, algunos Frikis decidieron protestar de una manera que todavía genera impacto: se infectaron ellos mismos con VIH, inyectándose la sangre de sus amigos Frikis enfermos.
Hoy suena como algo impensable, pero fue necesaria toda una serie de factores para crear las condiciones sociales que obligaron a estos Frikis a infectarse. La Unión Soviética apoyó por mucho tiempo la economía cubana, pero a medida que esa potencia mundial se fue disolviendo a finales de los ochenta, ese apoyo desapareció, y Cuba quedó sola. Lo que vino después fue llamado por Castro como el "periodo especial", un eufemismo irónico para una fuerte escasez de comida y gasolina y un racionamiento drástico que terminó alterando físicamente a los cubanos.
Por esa misma época, la crisis del SIDA comenzó a empeorar, y países alrededor de todo el mundo luchaban para controlar la propagación del virus. Las polémicas medidas de Cuba involucraron una serie de exámenes agresivas a la población cubana adulta y sexualmente activa, así como mandar a los infectados de VIH a sanatorios en cuarentena. Bajo esa política, algunos Frikis vieron un posible escape de una sociedad dedicada a joderle la vida a disidentes como ellos.
"Él sabía que si se infectaba, sería enviado a un sanatorio", me contó Niurka Fuentes sobre su difunto esposo, un Friki llamado Papo La Bala. "Sabía que allá conocería a otra gente como él, la policía lo dejaría de molestar y podría vivir su vida en paz".
En vez de seguir viviendo en las calles y zonas donde eran acosados y perseguidos, estos Frikis encontraron un lugar donde les darían comida, techo y medicina. Y una vez que varios de ellos fueran enviados allá, los sanatorios se convertirían en el paraíso punk y ellos lo sabían.
"Podías escuchar rock 'n' roll y metal saliendo de cada casa", dice Yoandra Cardoso, una friki que continúa viviendo en un exsanatorio. "Cuando se abrieron las puertas del sanatorio, el 100% de la gente ya era Friki... estábamos todos juntos".
En 1989, los militares le cedieron el control de los sanatorios a el Ministerio de Salud Pública y bajo una metodología progresista, los pacientes podían escuchar y tocar música, vestirse como quisieran y socializar tanto adentro como afuera del sanatorio. Estaban más cómodos que un cubano promedio y, sobre todo, mejor que un Friki. "Creamos nuestro propio mundo ahí adentro", me dijo Fuentes.
Un sanatorio en Pinar del Río, donde Fuentes y Cardoso estuvieron internados desde principios de los noventa, cerró en 2006. Hoy en día solo queda un sanatorio abierto en Cuba, el cual queda en Santiago de Las Vegas y opera como una facilidad para pacientes. Aunque muchos de los pacientes originales murieron por el virus —Cardoso me dijo que solo tres de los que estaban en su sanatorio siguen vivos— los sobrevivientes se mantuvieron con vida debido a una medicina casera que se distribuyó por medio de un programa de salud social. Cuba continúa siendo uno de los países con un menor índice de VIH en el mundo, e incluso lograron eliminar la transmisión madre-hijo el año pasado (aunque los índices de VIH en el país se han incrementado en la última década).
Si se puede decir, los Frikis terminaron estando en una posición comprometedora para una comunidad punk. Aunque la situación no pareciera justificar el hecho de haberse infectado ellos mismos, en ese momento particular de la historia, en un lugar donde la ideología punk estaba siendo perseguida, los Frikis igual decidieron comprometerse con un acto que para muchos resulta impensable.
Nota:
Significado de Frikis en español, (extravagante, raro, estrafalario.
Conoce a los punks cubanos que se infectaron con VIH como protesta
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 2 de 2
Siguiente
Último
|
|
PUNK Y SIDA:
Así sobrevive el último friki que se inoculó VIH en Cuba
El hombre de 42 ños se inyectó con sangre contaminada para evitar el acoso de la policía e irse a vivir al sanatorio. Hoy confiesa que quiere llegar a los 50.
Gerson Govea el último friki (raro) que se inoculó VIH en Cuba
Héctor Velasco — Pinar del Río, Cuba Gerson Govea había visto morir a amigos que lo hicieron, pero aun así se inyectó el VIH. Sobrevivió. Es el último de los frikis cubanos que practicó un singular credo de rebeldía en el mundo: punk y sida.
Han pasado 17 años desde que se inoculó el virus para evitar el acoso policial. “Conseguí un amigo que me dio la sangre, yo mismo se la extraje y me la puse”.
El pelo largo, los aretes y tatuajes amortiguan sus 42 años. Gerson vive en lo que queda del sanatorio de Pinar del Río, en el oeste de Cuba, donde fue internado.
Aunque nunca se arrepintió, confiesa a la AFP que quiere llegar a los 50. En la modesta casa, lo acompaña Yohandra Cardoso, su esposa de 44 años, enferma de sida y a quien le amputaron las piernas en 2005.
Frenética, empuja la silla de ruedas en el espacio decorado con afiches de Sex Pistols y Ramones. El día para ambos comienza con un coctel de antirretrovirales.
Gerson se inició en el metal y después abrazó el punk; a Yohandra siempre la sedujo el rock. Antes de conocerse en 2000, en el sanatorio, los hermanaba la discriminación por sus gustos. “Nos veían como indeseables”, evoca Yohandra. “A los hombres los acusaban de peligro social”.
Son una pareja de “frikis”, una suerte de hippies a la cubana: rebeldes, amantes del ron, el sexo libre y el rock, la música del enemigo de la Guerra Fría. Una hostilidad de 54 años que Cuba y Estados Unidos terminaron diplomáticamente en 2015.
Nadie supo cuántos eran, pero algunos frikis venían de familias rotas, deambulaban sin trabajar, dormían en parques y consumían fármacos sicotrópicos, comportamientos censurados por la Revolución.
“Compartían todo: las mujeres, los hombres, la comida y las pastillas, por lo tanto estaban de una manera compartiendo la sangre”, explica el médico Jorge Pérez, exdirector del sanatorio de La Habana.
Entonces explotó el sida en Cuba y comenzaba la escasez de los 90 por el desplome del protector soviético.
“No les interesaba ningún tipo de ideología, solamente lo que hacían era oír música”, relata Dionisio Arce, líder de la banda Zeus y un friki moderado de La Habana.
Gerson era uno de los radicales. Cuando decidió inocularse ya se sentía excluido socialmente y muchos de sus amigos habían muerto en el sanatorio. Tenía 25 años. Yohandra se había contagiado antes por contacto sexual.
Hubo unos que incluso se inocularon por amor, “para poder estar con la gente que les gustaba”, suelta Gerson.
Cuba detectó el primer caso de sida en 1985 en un combatiente que regresó de África. El virus se propagó, y el gobierno dispuso que todos los enfermos y portadores de VIH fueran puestos en cuarentena para evitar una epidemia mayor.
Aun cuando solo podían salir con autorización y un acompañante, los sanatorios terminaron siendo un lugar feliz en medio de la crisis.
“Allí se les garantizaba todo: medicamentos, alimentación extraordinaria, atención”, recuerda María Gattorno, directora de la estatal Agencia Cubana del Rock.
Gattorno apadrinó a los roqueros cuando el Estado no los quería, les consiguió un sitio donde tocar, impulsó la exitosa campaña Rock contra Sida y llevó a bandas a tocar en los sanatorios.
Los frikis veían las clínicas “como el mejor de los mundos posibles”, según Gattorno, pero “sacaron mal la cuenta”, creían que la cura llegaría pronto. Se autocontagiaron y “fueron a vivir allá (…), pero lógicamente todos murieron muy rápido”.
Entre 1986 y 2015, 3,809 enfermos de sida fallecieron. Poco más de 20,000 personas vivían con el virus en este país de 11 millones de habitantes, según datos oficiales.
Antes de inocularse, Gerson armó en el sanatorio una banda de punk que no pudo tocar en público. Los músicos “tenían problemas de salud, cuando uno se sentía bien, el otro caía en cama, y cuando caía, era para morirse”.
La enfermedad dejó de ser una sentencia de muerte gracias a los antirretrovirales, y la costosa y forzosa internación llegó a su fin en 1994.
Pero el 80% de pacientes decidió no salir. “Estaban viviendo mejor en el sanatorio, además tenían miedo” a los prejuicios, sostiene Pérez, autor del libro “Sida: confesiones a un médico”.
De los 13 sanatorios quedan tres. El de Pinar del Río cerró en 2010. “Nos quedamos aquí prácticamente como okupas”, dice Yohandra. Al final el Estado les dio la casa, y les garantiza el tratamiento gratis y seis dólares al mes.
Para subsistir, Gerson hoy vende productos para manicura. Cuando puede, sale a “frikear” con Yohandra cerca del antiguo sanatorio.
“Somos los abuelos, la especie en extinción”, afirma. Mientras cantaba en tarima, Yohandra agitaba la cabeza rodeada de jóvenes roqueros.
AZÚCAR AMARGO PELÍCULA CUBANA
|
|
|
|
|