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General: Jonh F. Kennedy a 100 años de su nacimiento: ¿héroe o traido?
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 29/05/2017 21:03
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John Kennedy con el jefe civil de la Brigada 2506, Manuel Artime, y otros miembros de la brigada, en el Orange Bowl, en Miami, el 29 de diciembre de 1962
 Jonh F. Kennedy a 100 años de su nacimiento:  ¿heroe o traidor? Gif de estados unidos
      Alfonso Chardy - El Nuevo Herald
Mientras Estados Unidos se prepara para celebrar el centenario del nacimiento de John F. Kennedy el lunes 29 de mayo, se espera que muchos lo alaben como héroe nacional, destacando sus logros, incluyendo su ampliamente reconocida hazaña durante la Crisis de Octubre en 1962 cuando obligó a Moscú a retirar sus ojivas nucleares de Cuba, salvando al mundo de la guerra atómica.
 
Pero no todos los estadounidenses están dispuestos a honrar el legado de Kennedy, al menos en cuanto a Cuba. Algunos cubanoamericanos en Miami sostienen que Kennedy traicionó a los exiliados un año antes de la Crisis de Octubre al no apoyar adecuadamente a los miembros de la Brigada de Asalto 2506 que, entrenados y financiados por la CIA, invadieron la isla por Bahía de Cochinos, siendo derrotados por las fuerzas de Fidel Castro en abril de 1961.
 
Ese acontecimiento, dicen estos exiliados, manchó para siempre el legado de Kennedy porque aseguró para Cuba y sus habitantes décadas de gobierno dictatorial que continúa hasta el presente. Por ende, dicen, Kennedy no debe ser recordado como líder visionario, sino, más bien, como un vendido al enemigo.
 
El aniversario provocará recuerdos de las acciones y decisiones políticas de Kennedy, así como de su asesinato en Dallas el 22 de noviembre de 1963, que irónicamente también tuvo vínculos a Cuba.
 
Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy, pertenecía a un grupo que apoyaba un cambió de política hacia Cuba. Y semanas antes de que matara a Kennedy, Oswald viajó a la Ciudad de México y visitó la embajada de Cuba donde exigió una visa para ir a la isla, solicitud que los diplomáticos cubanos rechazaron.
 
Durante años, los investigadores han debatido si los exiliados cubanos jugaron un papel en el asesinato de Kennedy dado su descontento por la debacle de Bahía de Cochinos. Hasta ahora no ha surgido ninguna evidencia concreta que vincule a los exiliados con el asesinato, mientras que sí hay evidencia circunstancial sobre la posible participación de Fidel Castro.
 
De cualquier manera, la falta de apoyo en Bahía de Cochinos es la fuente de la ira contra Kennedy entre muchos exiliados.
 
“Grayston Lynch, quien estuvo involucrado en la operación, lo dijo él mismo: ‘El culpable es el presidente’ ”, dijo Humberto Díaz Argüelles, el actual presidente de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos Brigada 2506 en una entrevista reciente. “Kennedy nunca tuvo el liderazgo ni el coraje para respaldar algo que sabía que estaba en ciernes cuando asumió el cargo de presidente porque fue informado de eso y lo autorizó a seguir adelante y luego se echó para atrás”.
 
Lynch fue uno de dos estadounidenses que llegaron con los cubanos a Bahía de Cochinos. El otro fue William “Rip” Robertson. Ambos sobrevivieron y se retiraron rápidamente por órdenes de Washington antes de que la mayoría de los miembros de la Brigada fuesen capturados.
 
Kennedy profundizó sus esfuerzos para derrocar a Castro
 
Pero hay algunos veteranos de la Brigada 2506 que no están de acuerdo con el análisis de que el único culpable fue Kennedy.
 
Félix Rodríguez, un veterano de la Brigada 2506 que más tarde trabajó para la CIA y desempeñó un papel clave en la captura en Bolivia del líder guerrillero cubanoargentino Ernesto “Che” Guevara, dijo que si bien Bahía de Cochinos había sido un fracaso que erosionó la confianza del exilio en Kennedy, el presidente y su hermano Robert profundizaron sus esfuerzos por derrocar o asesinar a Fidel Castro después del colapso de la invasión. Esos esfuerzos, encabezados mayormente por Bobby Kennedy, continuaron incluso después de que su hermano fuera asesinado.
 
El mismo día en que Oswald apretó el gatillo, un agente de la CIA se encontraba en París entregando un bolígrafo envenenado a un exiliado cubano que había accedido a usarlo para matar a Castro, una trama que en última instancia fracasó.
 
“Si le preguntan a los brigadistas, unos te dicen que es un traidor”, dijo Rodríguez en una reciente entrevista. “Yo no lo considero un traidor, considero traidor a una persona que lo hace a propósito, y no creo que el fracaso de nosotros fue por algo a propósito. Considero que era un presidente joven, inexperto y con muy malos asesores respecto al tema”.
 
Un informe secreto de la CIA sobre Bahía de Cochinos, desclasificado y publicado en septiembre del 2016, dice que los planificadores militares y algunos funcionarios de la CIA fueron en gran parte los responsables del fracaso de la invasión, principalmente porque se negaron a permitir que los exiliados cubanos de la Brigada 2506 ayudaran en la planificación del operativo.
 
Después del fracaso, Kennedy y su hermano Bobby, entonces el secretario de Justicia, continuaron apoyando y financiando las incursiones del exilio contra el régimen de Fidel Castro desde Nicaragua y Costa Rica, dijo Rodríguez, que pertenecía a los equipos de infiltración.
 
“Lo que está claro es que Kennedy y su hermano, tomaron la iniciativa de eliminar a Fidel Castro”, agregó Rodríguez. “Si el presidente no hubiese sido asesinado, no estaríamos aquí”.
 
Cuando se le preguntó cómo sabía que los hermanos Kennedy respaldaron personalmente las operaciones anticastristas después de Bahía de Cochinos, Rodríguez dijo que las órdenes venían a través de Manuel Artime, el líder de la Brigada 2506, que tenía contacto con Bobby Kennedy.
 
Las incursiones anticastristas apoyadas por Kennedy después de Bahía de Cochinos continuaron posteriormente de que Kennedy fuera asesinado el 22 de noviembre de 1963, porque Bobby Kennedy siguió con la campaña, dijo Rodríguez. El programa comenzó a disminuir en fuerza después del asesinato y finalizó en 1965.
 
Mientras algunos investigadores han culpado a los exiliados por el asesinato de Kennedy, evidencia significativa ha emergido en los últimos años apuntando a Fidel Castro. Rodríguez dijo que cuando Artime regresó de Washington, adonde viajó para darle el pésame de la brigada a Bobby Kennedy, este culpó a Fidel Castro del asesinato.
 
“Las primeras palabras de Bobby Kennedy fueron: ‘Mi hermano tenía dos grandes enemigos, la mafia y Fidel Castro, y yo creo que fue el último el que lo asesinó’”.
 
Hoy día, Rodríguez está ocupado impartiendo conferencias en bases e instalaciones militares estadounidenses.
 
Hasta ahora ha dado 19 en la Universidad Conjunta de Operaciones Especiales de la Base de la Fuerza Aérea McDill en Tampa; como miembro adjunto de la facultad en Camp LeJeune, Carolina del Norte; y en la base de la fuerza aérea Eglin en la Florida al séptimo grupo de las fuerzas especiales y otros.
 
El giro hacia el Partido Republicano
 
Muchos exiliados que huyeron de la isla hace décadas señalan lo que consideran una traición en Bahía de Cochinos como la razón por la que dieron la espalda al Partido Demócrata y se volcaron al Partido Republicano.
 
Pero un líder veterano del Partido Demócrata en el sur de la Florida tiene una visión diferente.
 
Raúl Martínez, ex alcalde de Hialeah y líder demócrata del sur de la Florida por largo tiempo, dice que esa percepción es errónea.
 
“La gente dice que a causa de Bahía de Cochinos, los cubanos se volvieron contra el Partido Demócrata, pero eso no es así”, dijo Martínez en una entrevista. “Si nos fijamos en el historial de algunos individuos, estos permanecieron dentro del Partido Demócrata hasta que se dieron cuenta de que era muy difícil ganar como demócrata si eran cubanos porque los votantes demócratas mayormente votaban por los demócratas judíos y afroamericanos”.
 
Lo que sí hizo el fracaso de Bahía de Cochinos, agregó Martínez, fue motivar al Partido Republicano a acercarse a los votantes y políticos cubanos.
 
En cuanto al legado de Kennedy entre los cubanoamericanos, Martínez dijo que la historia “ha sido buena para él, con la excepción de Bahía de Cochinos”.
 
Sin embargo, para Argüelles el presidente de la Brigada 2506 –Kennedy fue a fin de cuentas un “desastre”, no solo por Bahía de Cochinos sino también por su conducta personal hacia su mujer, hacia las mujeres en general y su política exterior que llevó a Estados Unidos a la guerra de Vietnam.
 
“Los medios de comunicación han sido los responsables de crear la imagen de Kennedy, pero en realidad no dijo la verdad y no sólo traicionó a los cubanos sino a su esposa, Jackie, con otras mujeres. La vida personal de Kennedy fue un escándalo y como presidente fue un desastre”.
 
                 ALFONSO CHARDY
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John Kennedy  y el cubano Manuel Artime, jefe civil de la Brigada 2506
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 29/05/2017 21:09
Los 100 años de John F. Kennedy
John Fitzgerald Kennedy nació en Brookline, Massachusetts, 29 de mayo de 1917
Muere en Dallas Texas, 22 de noviembre de 1963,  fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos.  
 
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Fue conocido como John F. Kennedy, Jack Kennedy por sus amigos, y popularmente como JFK.
Gif de estados unidosPersonaje fascinante y contradictorio, John F. Kennedy es uno de los políticos estadounidenses más recordados de la segunda mitad del siglo XX. Tras convertirse en el primer católico que accedía a la presidencia de Estados Unidos, impulsó una política de reformas destinadas a recuperar para su país la primacía mundial, puesta en duda por los éxitos espaciales soviéticos. Sus proyectos políticos quedaron truncados por su asesinato en 1963, un magnicidio cuyos móviles nunca han quedado del todo esclarecidos y que ha dado lugar a múltiples conjeturas. La prematura muerte del presidente (cuya familia ha estado rodeada de un aura de fatalidad, pues diversos de sus miembros fallecieron en circunstancias trágicas) contribuyó a otorgar a su figura un carácter mítico.
  
La historia norteamericana del clan Kennedy se remonta a 1848, cuando un irlandés llamado Patrick Kennedy llegó a la prometedora tierra de los Estados Unidos y se estableció como tonelero. Uno de sus nietos, Joseph Patrick Kennedy, se hizo cargo más de medio siglo después del discreto patrimonio reunido por su abuelo y por su padre y construyó con él una de las mayores fortunas de Norteamérica.
 
Un clan poderoso
Joseph Patrick Kennedy, llamado familiarmente Joe, mostró desde la infancia una gran aptitud para los negocios y un decidido deseo de medrar. Casado con Rose, una emprendedora joven hija de John Fitzgerald, ex alcalde de Boston, comenzó a amasar su patrimonio en esta ciudad, cimentándolo en la administración de viviendas, la especulación en bolsa y la industria cinematográfica. Joe era astuto, frío y en extremo inteligente para los asuntos de dinero; como había ayudado a Roosevelt durante su campaña presidencial, consiguió durante el período de Ley Seca un permiso especial de importación de licores para "fines terapéuticos"; cuando sus bodegas estaban repletas, la ley fue derogada y Joe pudo despachar todo el licor comprado a bajo precio como si fuera oro. Al desatarse la crisis económica de 1929, fue de los pocos que salió a flote, e incluso pudo conseguir algunas ganancias.
 
Uno de sus hijos, llamado John Fitzgerald como su abuelo materno, había nacido el 29 de mayo de 1917 en Brookline (Massachusetts). John era el segundo hermano de una larga prole compuesta por Joe, Rosemary, Kathleen, Eunice, Pat, Jean, Bobby y Teddy. Con el fin de prepararlos desde la más tierna infancia para convertirse en verdaderos Kennedy, el padre se encargó de fomentar en todos ellos una firme disciplina y un sano espíritu de competencia: "No me importa lo que hagáis en la vida, pero hagáis lo que hagáis, sed los mejores del mundo. Si habéis de picar piedra, sed los mejores picapedreros del mundo."
 
Para John, pronto estuvo claro que no tenía nada que hacer frente a su hermano Joe, un muchachote musculoso, inteligente, de brillante verbo y gran magnetismo personal. Por el contrario, él era más bien debilucho, tímido e introvertido. Mientras estudiaba en la Canterbury School de Connecticut y luego en la Universidad de Harvard, la sombra de Joe, "el preferido", planeó continuamente sobre la conciencia de John Fitzgerald Kennedy. Al mismo tiempo que su hermano cosechaba triunfos académicos en Gran Bretaña, él contrajo la hepatitis y se vio obligado a interrumpir sus estudios durante largas temporadas. Acabó por reponerse, pero a pesar de sus esfuerzos por destacar, nunca consiguió demasiados éxitos en las aulas. En Harvard sólo obtuvo calificaciones destacables en la etapa final de su carrera y únicamente en economía y ciencias políticas. El deporte conseguía interesarle más que estas disciplinas intelectuales y en ningún momento se sintió atraído por la carrera política, para la cual parecía estar destinado su hermano mayor.
 
En 1932, cuando Franklin D. Roosevelt se presentó a las elecciones presidenciales, su padre solventó su campaña decidido a probar fortuna en la carrera política. Consiguió ser presidente de la comisión federal de la marina mercante, y más tarde, en 1937, fue nombrado embajador en Gran Bretaña. Aquel descendiente de inmigrantes, ferviente católico y siempre ambicioso, había hecho una enorme fortuna y ahora triunfaba también en el ámbito de la política. Sus dos hijos mayores lo acompañaron a Europa en calidad de ayudantes y John pudo viajar a la URSS, Turquía, Polonia, América del Sur y otras regiones, de cuya situación informó puntualmente al patriarca de la familia.
 
Fue a raíz de esta gira cuando John empezó a interesarse seriamente por la política. De regreso a los Estados Unidos se volcó en sus estudios y logró que sus calificaciones académicas mejoraran considerablemente. Se interesó por los distintos conflictos que desembocarían en la Segunda Guerra Mundial, y especialmente por la actitud de Gran Bretaña respecto a Europa. De todos esos apuntes surgió el tema de su tesis, Why England slept (Por qué dormía Inglaterra), título tomado de los discursos de Churchill y que le valió una graduación magna cum laude en junio de 1940. Más adelante publicó el libro que resumía esta investigación, y llegó a vender ochenta mil ejemplares.
 
Comandante en la Segunda Guerra Mundial
La vida optimista de los Kennedy sufrió, a partir de la Segunda Guerra Mundial, un fuerte viraje. La postura aislacionista de Joseph Patrick Kennedy y su falta de colaboración con el gobierno británico le obligaron a abandonar la embajada. Eran bien conocidas sus simpatías por el general Franco, y de regreso a Boston se ganó una merecida fama de antisemita por su animadversión hacia los numerosos judíos europeos refugiados en su tierra.
 
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, su hermano Joe se alistó en la aviación y él quiso ingresar en la marina, para lo que hubo de vencer los obstáculos médicos derivados de una lesión en la espalda que había sufrido de niño. Tenía veinticinco años cuando recibió el nombramiento de comandante de una lancha torpedera que actuaba en el Pacífico.
 
Los dos oficiales y diez soldados a sus órdenes compartieron con él numerosos éxitos combatiendo contra los japoneses. Pero el día 2 de agosto de 1943, mientras cumplía una misión para la que se había ofrecido voluntario, un destructor japonés los abordó en medio de la noche y partió la patrullera por la mitad. Varios tripulantes murieron en el choque. Los supervivientes permanecieron a la deriva durante quince horas y John se comportó encomiablemente al arrastrar hasta la costa a uno de sus soldados herido en las piernas. Aunque hay quien ha atribuido el percance a una imprudencia de John, lo cierto es que el joven comandante Kennedy fue considerado un héroe de guerra.
 
La convalecencia fue larga. Su lesión dorsal se había agravado y John pensó que su maltrecho físico no estaba para demasiados sueños de gloria política. Sin embargo, el destino salió a su encuentro: su hermano Joe murió el 12 de agosto de 1944 en un accidente aéreo, cuando intentaba destruir las bases alemanas de las bombas volantes V-1 y V-2. El patriarca volvió sus ojos hacia él y decidió que ocupase la vacante de Joe en la lucha por conquistar la presidencia de los Estados Unidos.
 
En 1945, cuando John trabajaba como corresponsal en el «imperio» Hearst y había cubierto ya varias conferencias internacionales, Joseph Patrick Kennedy le expresó su deseo de que ocupase el puesto que Joe y se dedicase a la política. John tuvo que aprender a dominar su timidez y su retraimiento para convertirse en un político profesional. Estrechar las manos de desconocidos, sonreír ante los periodistas y tener siempre en los labios una frase más o menos ingeniosa para ellos comenzó a ser su pan de cada día. Su amplia sonrisa, su aspecto de niño y sus ojos melancólicos pronto encontraron adeptos en el seno del Partido Demócrata y entre los electores, fascinados por su juventud y por su imagen de brillante y honrado universitario. Después de una exhaustiva campaña en la que estuvo siempre apoyado económica y doctrinalmente por su familia, John Kennedy logró convertirse en 1946 en diputado del Partido Demócrata por Boston en la Cámara de Representantes y mantuvo su escaño en las elecciones de 1948 y 1950.
 
Una fulgurante carrera política
John ocupó rápidamente un lugar descollante en la escena política estadounidense. Su acción legislativa, sin embargo, fue discreta. Se caracterizó, primero, por una retroactiva desaprobación al gobierno Roosevelt y por la presentación de varios proyectos de contenido social, rechazados en la mayoría de los casos. Lo más destacable de esta primera etapa de su vida política fue su franco apoyo a todas las ayudas internacionales: el préstamo otorgado a Gran Bretaña, la ayuda a Grecia y Turquía, el Plan Marshall y otras medidas afines. En 1949 sorprendió con un discurso hostil a la política estadounidense llevada a cabo en China, a causa de la cual, afirmó, los Estados Unidos habían perdido la posibilidad de conseguir una China no comunista. El tono crítico a la política oficial y el encarnizamiento anticomunista que mostró se asemejaban al que, a partir de un año más tarde, emplearía el senador por Wisconsin Joseph McCarthy.
 
En abril de 1952, a sus treinta y cinco años, su padre lo instó a presentarse a senador por el estado de Massachusetts. De nuevo el clan se lanzó a una frenética actividad: se trataba de disputar el puesto a Henry Cabot Lodge, quien lo mantenía desde 1935. Corrieron ríos de tinta y dólares. Sus imágenes forraron el estado. La televisión emitía cada noche «El café en la casa de los Kennedy», donde se mostraba la unión y la fuerza del clan, la paz y la elegancia del hogar. Se celebraron banquetes en Palm Beach y Hyannis Port, sus dos fortalezas de Florida; millones de tarjetas navideñas personalizadas saturaban los correos; y sus obras de beneficencia (en especial, ayudas a centros de deficientes mentales, en uno de los cuales estaba internada su hermana Rosemary) no dejaban de destacar en los periódicos.
 
A uno de esos banquetes invitó a la reportera de un diario de Washington que había conocido un año antes: Jacqueline Lee Bouvier. Jacqueline no tardó en enamorar al aspirante a senador y a su familia, pues combinaba a la perfección su belleza con sus conocimientos idiomáticos (hablaba varias lenguas), y el encanto de su origen francés con la dote de su padre, célebre financiero neoyorquino. La boda se celebró en Boston el 12 de septiembre de 1953; asistieron mil doscientos invitados, que formaron en cola para saludar a Jack y Jackie. Jacqueline Kennedy se convirtió desde ese día en una de las mejores bazas del futuro presidente.
 
En octubre de 1954, John Kennedy se vio obligado a alejarse de la vida política. La antigua dolencia de espalda, por la que ya había sido intervenido, se agravó, y el uso de muletas (ocultas en el coche durante sus campañas) se hizo cada vez más necesario. Tuvo que ser operado para unir sus vértebras descolocadas. Tras la operación, se recluyó en Hyannis Port con cuantiosa documentación histórica de los archivos del Senado y dedicó su tiempo a escribir un nuevo libro, Perfiles de coraje. La obra contenía ocho retratos de personajes políticos estadounidenses del siglo XIX y fue publicada un año después con éxito de crítica y público. En 1957 obtendría por esta obra el Premio Pulitzer. Pero su enfermedad no remitía y, en febrero de 1955, debió someterse a una nueva intervención, tras la cual logró recuperarse. Volvió a la vida pública dispuesto a presentar su candidatura para la vicepresidencia del Partido Demócrata. Sin embargo, fue vencido por Estes Kefauver.
 
La abrumadora victoria de Eisenhower no amedrentó a los demócratas, que veían en Kennedy el candidato idóneo para las elecciones presidenciales de 1960. Su ausencia de Washington lo benefició en cierto sentido, ya que en diciembre de 1954, cuando el Senado condenó a McCarthy, no se vio obligado a manifestarse ante los censores. Según su posterior colaborador Robert Sorensen, Kennedy no aprobaba la mentalidad maccarthista, pero tampoco se adhería a los liberales. Su hermano Bob había formado parte de la comisión presidida por McCarthy como consejero jurídico, y él mismo la había integrado. A pesar de ello, nadie pareció oír a Eleanor Roosevelt cuando se preguntó de viva voz si los liberales podrían dar su voto a un hombre que ni siquiera había condenado a McCarthy.
 
Pero los liberales, e incluso los no liberales, se lo dieron. En 1960 el clan intensificó su actividad, pero el triunfo final fue una conquista personal de Kennedy. En los últimos años había hecho nuevas e influyentes amistades y estaba rodeado de eficaces colaboradores, recuperados en su mayoría de Harvard. Acababa de publicar su tercer libro, La estrategia de la paz, y había tenido tiempo de profundizar en todos los temas de preocupante actualidad de su país susceptibles de reforma. El núcleo de su campaña electoral cristalizó en torno a la idea de una nueva época que había de iniciar América, la denominada "Nueva Frontera", que evocaba el espíritu pionero de la conquista del Oeste. Con su sola presencia, Kennedy empezó a infundir esperanzas de renovación a un país cansado de una administración anquilosada desde el New Deal de Roosevelt. Pulcro, levemente despeinado, paseó su joven imagen por el mundo, junto a una Jackie en estado y con su hija de tres años, Caroline. Con su lema «Kennedy está en el cambio», arrasó en las elecciones primarias y, aunque por escasísimo margen, el 8 de noviembre logró la victoria sobre Nixon.
 
En la presidencia
Cuando el 21 de enero de 1961 tomó posesión de su cargo, ya nadie dudaba que Kennedy haría realidad su lema. Una de sus primeras medidas fue recomendar la puesta en libertad del líder negro Martin Luther King, que cumplía una condena a trabajos forzados en Georgia. Más tarde, su actuación en favor de la integración racial fue tildada de vacilante, pero pese al rechazo de que fue objeto su proyecto de ley de derechos civiles en el Congreso (en general todo proyecto suyo encontró en el Congreso una fuerte oposición), dejó su huella entre los negros, que llegaron a compararlo con el mítico presidente Abraham Lincoln.
 
En los mil treinta y siete días que gobernó, Kennedy dejó la impronta del cambio. Apenas instalado en el despacho oval, escoltado por Dean Rusk como secretario de Estado y de su hermano Bob como fiscal general, sus medidas renovadoras se sucedieron. La ayuda federal al sistema educativo, el impulso que dio a la cultura y a las artes y, sobre todo, el relanzamiento de la economía, que condujo a un marcado crecimiento del consumo y de las inversiones privadas (lo que, a su vez, permitió recuperar el retraso aerospacial del país respecto a la Unión Soviética) fueron sólo algunas de sus más célebres innovaciones.
 
Su programa, de corte liberal, se basó fundamentalmente en la recuperación económica, la mejora de la Administración, la diversificación de los medios de defensa y el establecimiento de una alianza para el desarrollo integral del continente americano. Este último objetivo se plasmó en la formación de un frente común con los países de Centro y Sudamérica, la llamada Alianza para el Progreso, cimentada en los siguientes puntos: 1) apoyo a las democracias contra las dictaduras; 2) concesiones de créditos a largo plazo; 3) estabilización de precios en la exportación; 4) programas de reforma agraria; 5) estímulos a la inversión privada; 6) ayuda técnica e intercambio de información y estudiantes; 7) control de armas, y 8) fortalecimiento de la Organización de Estados Americanos. Para llevar adelante esta política, Kennedy convocó a los dirigentes del hemisferio invitándoles a unirse formalmente a la Alianza. Todos quedaron deslumbrados por aquel joven cargado de ilusiones y de ideas de regeneración y reforma. Pero uno no acudió a la cita: Fidel Castro, que desde 1959 era jefe del gobierno cubano.
 
Con Eisenhower como presidente, la CIA ya había preparado un plan de invasión de la isla de Cuba, al tiempo que se adiestraban en Guatemala guerrillas anticomunistas. La ineptitud de los gobernantes norteamericanos había cerrado las puertas al dirigente cubano, empujándolo a radicalizar su revolución. Los Estados Unidos no habían hecho nada para ayudar a Cuba en su necesidad de progreso económico, y cuando Kennedy llegó al poder era ya demasiado tarde.
 
El presidente se resistió a aceptar el plan de ataque de la CIA en varias ocasiones, pero acabó cediendo ante las presiones de los militares. En abril de 1961 comenzó la operación, pero la resistencia de las tropas castristas y del pueblo cubano convirtieron el desembarco en la Bahía de Cochinos en un estrepitoso fracaso. Kennedy y su administración sufrieron un duro golpe y Castro anunció que Cuba se había convertido en una república socialista; la invasión tuvo, pues, un efecto completamente opuesto al deseado.
 
Respecto a la URSS, Kennedy intentó un cierto acercamiento que se visualizó en junio de 1961 en la entrevista con Nikita Kruschev que tuvo lugar en Viena. Pero la invasión abortada de la Bahía de Cochinos, la erección del muro de Berlín y, sobre todo, el descubrimiento de una base de misiles con carga nuclear en Cuba instalada por los soviéticos interrumpieron las negociaciones.
 
El temple de Kennedy se puso de manifiesto cuando exigió al dirigente soviético el desmantelamiento de aquellas bases; durante varios meses angustiosos se temió que el conflicto desencadenara una guerra nuclear, pero Kruschev terminó por ceder y la llamada crisis de los misiles acabó constituyendo un éxito indudable para el presidente norteamericano.
 
A pesar de todo, posteriormente se produciría un entendimiento definitivo entre las dos superpotencias, plasmado en 1963 con la firma del Tratado de Moscú sobre el control y disminución de las pruebas nucleares en la atmósfera. En cuanto a la Alianza para el Progreso, destinada en principio a favorecer el surgimiento y consolidación de regímenes democráticos en el hemisferio americano, no impidió la extensión del militarismo ni el apoyo de los Estados Unidos a los gobiernos dictatoriales que respaldaron las posiciones de Washington. No hay que olvidar que la primera incursión de la CIA en Vietnam se llevó a cabo bajo su mandato. Si sus fines eran indudablemente democráticos, no lo eran tanto los medios de lograrlos. El principal artífice del hombre político había sido alguien tan poco digno de crédito como su padre. A este respecto Truman, dirigiéndose a un temeroso del catolicismo de Kennedy, dijo: «Yo no temo al papa, sino al papá».
 
En 1963, Kennedy comenzó a preparar el terreno para las siguientes elecciones e inició una gira por diversas ciudades del país. El 22 de noviembre de 1963 John Kennedy y su esposa, seguidos del vicepresidente Lyndon Johnson, entraron en Dallas. Era parte de su campaña en la zona más reacia del país con vistas a su reelección de 1964. Cuando recorría sus calles en un coche descubierto, unos disparos sonaron por encima de los vítores y segaron su vida. Poco después moría en el hospital, desatando la consternación del mundo entero.
 
Según el informe Warren, el autor del magnicidio fue Lee Harvey Oswald, que desde lo alto de un edificio disparó con un fusil de repetición con mira telescópica. Sin embargo, subsistieron serias dudas sobre la exactitud de esta versión, y desde entonces han sido señalados como culpables desde la mafia hasta la sociedad racista Ku Klux Klan, pasando por los trust petrolíferos y armamentistas y la propia CIA. El enigma sigue abierto y probablemente nunca llegará a resolverse.

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 29/05/2017 21:14
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Marilyn Monroe y Robert F. Kennedy
La inquietante trastienda del 'Happy birthday' que Marilyn le cantó a Kennedy
      Por Núria Marrón- El Periódico
Aquel día, Marilyn Monroe no se presentó en el rodaje de 'Something got to give', la película de George Cukor que debía devolverla a la cartelera tras un año en el que la angustia, el alcohol y el abuso de sedantes la habían llevado hasta un psiquiátrico en el que, en lugar de afecto y tranquilidad, encontró una habitación de aislamiento. Tras la pausa, sin embargo, las cosas no habían cambiado en exceso. La actriz, sumida en un torbellino autodestructivo y rehén del deseo y la aprobación ajena, se seguía comportando como alguien irritante e ingobernable. Y aquella velada, una vez más, se prestó a ejercer de 'sex symbol', a ser el jadeo susurrante de aquel 'Happy birthday, Mr presiden't que le ofreció a John F. Kennedy por su 45º aniversario. La fiesta, cabe decir, se había adelantado 10 días a la fecha porque, en realidad, lo que aquel día se oficiaba en el Madison Square Garden de Nueva York no era el cumpleaños presidencial, sino una superrecaudación de fondos del partido demócrata a la que habían acudido 15.000 personas. ¿Qué podía dar más morbo, debían de felicitarse los publicistas, de la escuela 'Mad Men', que la mujer más deseada del planeta le cantara, enfundada en un vestido que parecía pintado, al hombre más poderoso del mundo, más aun cuando se rumoreaba que eran amantes?
 
«Ahora ya me puedo retirar de la política, tras haber escuchado un 'Cumpleaños feliz' cantado para mí de forma tan dulce», dijo el presidente. Convendrán que 'dulce' no es la palabra que mejor se ajusta a una escena que rezumaba sexualidad y que, en realidad, tuvo una tramoya inquietante, como se encargaron luego de señalar los biógrafos de él y los diarios íntimos y la poesía de ella.
 
El día de autos, por ejemplo, Monroe fue despedida del rodaje. Primero le habían dado permiso para viajar a Nueva York, pero luego se lo negaron y la actriz, que por lo visto quería verse con el presidente, se largó. Y aunque en sus escritos aquella mujer ultrasensible, culta y con un cociente intelectual superior al de Einstein aspiraba a interpretar a Chéjov y a O'Neill, aquel día llegó al Madison Square Garden dispuesta a llevar hasta el final su papel de Marilyn. Ensalzada y a la vez devorada por el sofocante machismo de la época, se enfundó en un vestido de gasa y seda con 2.500 incrustaciones de cristal que, de tan ajustado, le obligó a cosérselo por detrás y a prescindir de la ropa interior. El traje, que costó 12.000 dolares, era de Jean-Louis Berthault, el mismo que exprimía aquella moda, tan en boga tras la segunda guerra mundial, de jugar a imaginar a las actrices desnudas, con diseños como el que lucía Rita Hayworth cuando encajó la bofetada en 'Gilda' o el bañador de Deborah Kerr en 'De aquí a la eternidad'.
 
Por supuesto que cuando se abrió paso, cual ofrenda, en la oscuridad del Madison Square Garden, Monroe no parecía infeliz, sino relajada y anhelante. Y por supuesto que nadie adivinó que la actriz, cuyos gritos de auxilio ni los estudios ni sus amantes supieron o quisieron escuchar, se iba sumiendo en su último verano. El 5 de agosto apareció muerta en su casa de Los Ángeles junto a un frasco vacío de barbitúricos, cinco días después de pasar un oscuro fin de semana en Cal-Neva Lodge, guarida de la mafia, con hombres poderosos.
 
El galán del evento tampoco era en absoluto el hombre saludable e irresistible que proyectaba su imagen, ni el mito que empezó a nacer en aquel fatídico desfile en Dallas, apenas un año y medio después. El día de su fiesta de cumpleaños, el entonces presidente aún no había cerrado el incendio de Bahía Cochinos -en el que murieron centenares de hombres y más de mil fueron apresados-, ni su manejo en la crisis de los misiles, declarada el octubre siguiente, lo había convertido aún en el paradigma de la resolución de conflictos. De hecho, es muy posible que Kennedy, con un abultado historial médico, hubiera acudido a aquella velada tras recibir las ocho inyecciones con sedantes que requería para aguantar los actos públicos. JFK sufría osteoporosis, colitis ulcerosa y dolores desgarradores de espalda que le impedían calzarse sin ayuda. Y aquel inflamable y crítico 1962 dependía de pastillas y medicación para dormir, despertarse, mantenerse en pie o estar medianamente consciente en los momentos decisivos. Realmente, las escenas icónicas y los mitos arrojan pies de foto terroríficos.
 
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Marilyn Monroe, entre Robert y John Kennedy, de los que fue amante, aquella icónica noche de mayo de 1962
 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: ciudadano del mundo Enviado: 29/05/2017 21:18

 
   


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