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General: La historia es muy vieja, Trump, Cuba y Miami: la farsa y la piedra
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 17/06/2017 18:12
Lo peor es que vivimos uno de esos tantos momentos, en lo que respecta a Cuba y EEUU, donde oportunistas, revanchistas y reaccionarios de ambas orillas compiten a ver quién cae más bajo.

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Trump, Cuba y Miami: la farsa y la piedra
      Por Alejandro Armengol | Miami | Cuba Encuentro
La historia es vieja, muy vieja; la ilusión infinita. Lo que no deja de producir sorpresa es esa capacidad del exilio miamense, de volver una y otra a tropezar con la misma piedra, y cuando no la encuentra buscarla y colocarla en la vía.
  
Donald Trump y el exilio, donde los papeles de seductor-seducido se han venido intercambiando desde que el actual mandatario se dio cuenta que no era una mala aritmética contar con votos de cubanoamericanos, y que tampoco era muy difícil ganárselos.
 
A partir de ese momento, las cifras han importado poco para repetir viejos mitos con nuevos nombres; acelerar mentiras que reafirmen, más o menos, que sin la “little help” de los cubanos de Miami, Trump no habría salido nunca de su penthouse en Manhattan; y también que, sin la participación del actual inquilino de la Casa Blanca, el fin del castrismo resultaría imposible.
 
Lo peor es que vivimos uno de esos tantos momentos, en lo que respecta a Cuba y Estados Unidos, donde oportunistas, revanchistas y reaccionarios de ambas orillas compiten a ver quién cae más bajo.
 
Ni el régimen de La Habana merece defensa alguna, ni tampoco el desfile de los que se titulan opositores inspira confianza, y mucho menos el tardío reverdecimiento de La Pequeña Habana. Al final todo se resume a una pérdida de tiempo enorme para el avance de la democracia en ambas costas, y lo que se escucha es simplemente un coro de idiotas aprovechados o de aprovechados idiotas.
 
“Estoy tratando de revertir la dinámica; estoy tratando de crear un sector empresarial cubano que vaya a donde está el gobierno cubano y lo presione para que haga cambios. También estoy tratando de crear una clase floreciente de empresarios privados independiente del gobierno”, ha expresado el senador Marco Rubio, que de pronto se ha atribuido —¿realmente se lo ha dado Trump?— el papel de “Zar” de Cuba dentro de la Administración y el Congreso.
 
Sin embargo, esa creación de un “sector empresarial cubano” era precisamente lo que estaba tratando de hacer Obama, con resultados pobres. Porque si bien el régimen de La Habana acepta al trabajador por cuenta propia y una pequeña empresa privada con limitada contratación, lo que ha dejado bien claro que no permitirá es lo que considera “concentración de propiedad y riqueza”. O sea, la creación de verdaderos empresarios. Así que lo que se demuestra de nuevo es que ni demócratas ni republicanos tienen la más puta idea de cómo tratar con Cuba, y no me refiero solo al gobierno sino a la población en general.
 
Puro disparate pretender crear desde fuera una “clase floreciente” de empresarios “buenos”, frente a otros empresarios “malos” (los militares), cuando desde hace varias décadas el país está bajo el mando de una dictadura militar. Como si fuera necesaria GAESA para que una parte de cada dólar enviado a Cuba —sea para un disidente a la espera del providencial pasaje al exterior o aquel destinado a un familiar— no acabe en el Gobierno o en el bolsillo de Castro, que en última instancia es lo mismo.
 
El empeño entonces en limitar los recursos económicos a los militares no sirve más que para alimentar requiebros locales, dulces esperanzas de desfondamiento, resarcimientos incumplidos por el paso de los años.
 
Desconocer la existencia de una estructura de sistema totalitario en Cuba —matizada en los últimos años por cierto repliegue al simple autoritarismo en algunos renglones de permisividad cultural y de limitado discurso social y crítico—, que permea todo el país y en lo económico solo permite resultados marginales a los independientes —que no lo son desde la esfera de cerrazón política—, así como el buscar arrancar espacios empresariales independientes desde las costas de la Florida, no es más que colocarse en un obamismo sin Obama como estrategia de liberación democrática para Cuba.
 
El colocar al Grupo de Administración Empresarial, S.A. (GAESA) en el centro de las nuevas medidas demuestra no solo una falta de visión política, al tratar con el Gobierno de La Habana (porque en resumidas cuentas la administración Trump no renuncia a la negociación), sino una táctica desafortunada (que no rendirá frutos) y una estrategia sin posibilidades de triunfo.
 
Dejar fuera a los militares, como potenciales agentes de cambio en Cuba, podrá sonar “glorioso” en La Pequeña Habana, pero tiene en su contra siglos de historia, las geografías más amplias y los resultados políticos más notorios. Las transiciones no suelen ocurrir al gusto y la medida de los ineptos. Y los aptos no siempre son los intachables.
 
La ausencia en el panorama cubano de posibilidades reales en el presente para una transformación social y política desde la población, obliga a intentar la vía de una transición “desde arriba”. Agotado el camino del desgaste económico —porque pese a la perenne crisis económica el sistema imperante en la Isla no muestra signos de una implosión futura— el incierto destino de un cambio post-raulista solo deja abierta la puerta de una evolución dentro la elite gobernante, en la cual los militares no solo son una pieza clave sino un factor imprescindible. Con su firma del viernes en Miami, Trump acaba de garantizarle a Raúl Castro una permanencia al mando sin tentaciones externas al círculo de poder, por al menos cuatro años o más, y sin la voluntad y la biología lo acompañan. En la Plaza de la Revolución deben estar celebrando; no importa las declaraciones, de momento sospechosamente tibias.
 
En última instancia lo firmado por Trump y repetido con entusiasmo por los verdaderos tontos inútiles de Miami solo redundará en ganancias adicionales esas agencias de viajes tan vituperadas —no sin razón en muchos casos— por ese mismo hardcore exiliado; interminables disputas y reclamos en ambas costas y alimento cotidiano para la lipidia, ese ejercicio cotidiano al gusto tanto de La Habana como de Miami. Además de—por supuesto— propiciar líneas interminables a potenciales diálogos y monólogos al estilo de Gila, el gran histrión español y su teléfono: “Aló, es el enemigo. Que se ponga”.
 
De momento en Miami, donde los histriónicos se disfrazan de históricos, los cómicos de la lengua de la radio ya han iniciado temporada, con llamadas a los militares para que dejen de ser militares y se conviertan en empresarios —como ya si ya no fueran ambas cosas— y transiten el oportuno camino de Damasco.
 
La tan anunciada política de Trump hacia Cuba se reduce a un acto de malabarismo. Más o menos como lanzar unos cuantos cohetes sobre un aeropuerto militar sirio propiamente avisado. Mucho para gritar y poco para defender. Un nuevo capítulo de la farsa.

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Fuente  Cuba Encuentro
Una versión de este artículo también aparece en El Nuevo Herald


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 17/06/2017 18:14
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Trump revierte el deshielo con Cuba y frustra las esperanzas de los isleños
 
Por Hannah Berkeley Cohen y Azam Ahmed - La Habana - Read in English
Para Yasser González, un desarrollador de software que ahora trabaja como guía turístico en bicicleta, la llegada del turismo estadounidense ha sido una situación casi revolucionaria.
  
Puede ganar hasta 700 dólares por un tour de nueve horas de duración que promociona en Airbnb, una cifra enorme en un país en el que el salario promedio ronda los 20 dólares al mes.
 
“La mayoría de mis clientes son estadounidenses”, dijo González. “Con Airbnb soy independiente. Puedo promocionar y vender mi propio producto, sobre el cual tengo un control completo”.
 
Esos sueños emprendedores eran justamente lo que muchos tenían en mente después del anuncio de la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, hecho por Barack Obama y Raúl Castro en 2014.
 
Y ahora los cubanos temen que esa transformación económica se vea amenazada por otro anuncio, hecho por el presidente Donald Trump el 16 de junio durante un discurso en Miami, que promete revertir varias de las medidas implementadas por Obama.
 
Entre los cambios anunciados por Trump y los funcionarios de la Casa Blanca está la reinstauración de restricciones a los viajes de estadounidenses a la isla y a las transacciones que pueden tener con empresas controladas por las fuerzas armadas cubanas, que presiden la mayor parte de la industria turística.
 
Trump declaró que las restricciones ejercerían presión sobre el gobierno cubano para mejorar la situación democrática y de derechos humanos en la isla, al cortarles el acceso a los dólares que son una de sus mayores fuentes de ingresos.
 
“Por casi seis décadas, la gente de Cuba ha sufrido por el dominio comunista”, dijo Trump en Miami el viernes. “El levantamiento de restricciones a los viajes y al comercio por parte del gobierno anterior no ayudan a los cubanos. Solo enriquecen al régimen de Cuba”.
 
Sin embargo, desde el punto de vista de muchos cubanos, el Estado no será la principal víctima de los cambios. Esto afectará al grupo pequeño, pero que va en aumento, de los llamados cuentapropistas –pequeños empresarios–, que han logrado una prosperidad impensable hace unos años gracias al turismo estadounidense.
 
“Quieren regresar a una política fallida”, dijo Carlos Alzugaray, exdiplomático cubano que vive en La Habana. “La política fallida es creer que al castigar a Cuba y a su pueblo van a producir un cambio de régimen. Ese era el viejo modo de pensar y no funcionó”.
 
Con las nuevas medidas de Trump, los estadounidenses ya no podrán invertir en empresas controladas por, o con participación, de las fuerzas armadas cubanas. Eso incluye a restaurantes y hoteles.
 
Eso probablemente represente una caída importante de los ingresos del gobierno. Pero también para el naciente sector privado en Cuba.
 
La mayoría de los turistas comen en paladares, restaurantes privados, y se quedan en casas particulares, residencias que son rentadas por medio de plataformas como Airbnb, en vez de los hoteles controlados por el Estado.
 
Es decir, muchos cubanos creen que las nuevas políticas del gobierno estadounidense lastimarán a quienes presuntamente quiere ayudar: a los ciudadanos promedio que han padecido durante décadas una economía afectada por, entre otras cosas, el embargo estadounidense.
 
“No solo se trata de la gente que arrienda casas o que tiene negocios privados enfocados en un público estadounidense, como yo”, dijo Marla Recio, organizadora de eventos que ayuda a estadounidenses que quieren planear celebraciones especiales en la isla. “También están los que tienen cafeterías o salones de belleza con clientela principalmente cubana que es, a su vez, estimulada por el dinero que trae a la isla el mayor flujo de personas”.
 
Uno de los mayores cambios implementados por Obama es que los estadounidenses pudieran viajar por su cuenta para fines culturales o educativos, sin tener un permiso especial del gobierno de Estados Unidos y sin el respaldo de una empresa turística con licencia.
 
Ahora volverán a ser necesarias las compañías turísticas para hacer esos viajes –llamados intercambios “de persona a persona”–, lo que se prevé que aumente los costos de la visita y reduzca la cantidad de viajeros.
 
Los analistas políticos y los ciudadanos cubanos temen que los estadounidenses que probablemente planeaban quedarse en casas particulares y comer en paladares simplemente no viajarán a la isla por temor a romper la ley.
 
“¿Acaso el Departamento de Estado va a imprimir un mapa en el que diga adónde sí y adónde no pueden ir los estadounidenses?”, cuestionó John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial EE. UU. Cuba.
 
En total, 614.443 estadounidenses visitaron Cuba en 2016, incluidos 329.496 cubanoestadounidenses, según el gobierno isleño.
 
Las aerolíneas con sede en Estados Unidos que recientemente inauguraron sus viajes directos a Cuba también se verán afectadas, así como las empresas hoteleras que ya habían establecido alianzas para renovar y gestionar hoteles en La Habana. Airbnb, que incursionó el año pasado en el país caribeño y ya tiene listados más de 22.000 hogares, quizá tenga que dejar de ofrecer servicios ahí.
 
“Trump dice ser un empresario, entonces debería entender que revertir las políticas es un mal negocio”, dijo Rafaelito Fiterre, 22 años, quien estudia turismo en la Universidad de La Habana. “Eso es lo que debería interesarle a Trump”.

Aunque los cubanos muy probablemente se verán afectados por los cambios en la política, de cierto modo son personas que ya están acostumbradas a adaptarse. Las dificultades son el pan de cada día para muchos que ya han vivido momentos como el llamado “periodo especial” a principios de los noventa, después del desmoronamiento de la Unión Soviética.
 
Alberto González, un ingeniero químico de 38 años que ahora trabaja como taxista, se ha beneficiado por el mayor ingreso de turistas, pero dice que también entiende la naturaleza cambiante de la política internacional con Cuba.
 
“Antes manejaba una ruta estándar, sobre todo para cubanos, y les cobraba lo establecido por ley, 50 centavos por cliente”, dijo. “Ahora como hay más turistas, muchos estadounidenses, puedo manejar rutas directas y cobrar más. Pero nunca me he confiado de un mercado inflado; nunca me acostumbré al confort. Si el día después de mañana de repente desaparecen los estadounidenses, estaremos bien”, añadió.
 
“Nosotros los cubanos siempre estamos bien”.
 
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Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 19/06/2017 16:40
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