Josephine Baker, ‘La diosa de ébano’
La bailarina, cantante y actriz fue la mujer más fotografiada en los años 20, y una estrella que rompió estereotipos en su época
Freda Josephine Baker Carson nació en Saint Louis, Missouri (Estados Unidos) el 3 de junio de 1906. Su padre, Eddie Carson, era percusionista de vaudeville, mientras que su madre, Carrie McDonald, era una humilde lavandera. El padre abandonó a su familia cuando Joséphine era muy pequeña y su madre se casó de nuevo con un hombre desempleado y con pocos recursos que no mejoró la precaria situación familiar.
Por este motivo, Joséphine se vio obligada a trabajar desde los 8 años y tuvo que abandonar la escuela a los 13. Para ayudar a la subsistencia familiar trabajó como como empleada de hogar en la casa de una mujer que no tuvo reparos en maltratarla.
A los 13 años Joséphine Baker ya trabajaba como camarera en The Old Chauffeur's Club, donde conoció a quien sería su primer marido por un corto tiempo, Willie Wells.
Vagabundeando por las calles de la ciudad soñaba con convertirse algún día en bailarina y sus bailes callejeros llamaron la atención desde el primer momento, hasta que un día, a los 15 años, consiguió su primer trabajo como bailarina. Ya entonces se había divorciado de su primer marido y casado de nuevo con Willie Baker, un guitarrista de blues de quien se divorció también poco después, aunque conservó su apellido.
Al cumplir 16 años se fue a Broadway a probar suerte y hasta llegó a trabajar en el mítico Cotton Club. Pero fue después de participar en algunos musicales cuando a la joven Joséphine se le planteó la oportunidad de su vida, iniciar una gira de espectáculos en Francia. Sin embargo, lo que Joséphine no sabía al embarcarse en el Berengaria el 25 de septiembre de 1925 era que debería bailar demasiado ligera de ropa, aunque fueron precisamente su baile exótico y su atuendo, que no eran considerados escandalosos como en Estados Unidos, los que hicieron de Joséphine Baker una auténtica estrella del espectáculo parisino.
Baker asombró literalmente al mundo con su danza mitad comedia, mitad feminismo, con su torso desnudo y su faldita de 16 bananas en octubre del año 1925, cuando se presentó como estrella en La revue negree, en el Music Hall de los Campos Elíseos. Ese fue el gran despegue en su carrera, gracias a su modernidad y, por su puesto a su atrevimiento.
Fue la mujer más fotografiada del año 1926 y se convirtió en el símbolo de una década. Inspiró a escritores como Ernest Hemingway y a artistas como Pablo Picasso. Apareció en una película llamada Zou-Zou y se convirtió en la primera mujer negra en tener un papel protagonista en un largometraje. La apodaron La venus de bronce, La perla negra y La diosa de ébano.
En 1927 era la artista del espectáculo mejor pagada de toda Europa y rivalizaba con Gloria Swanson y Mary Pickford por ser la mujer más fotografiada de todo el mundo.
A Josephine Baker se atribuye el éxito del charleston en Europa, ya que fue su introductura en el viejo continente. Su influencia fue tal que las mujeres parisinas de característica tez blanca se aplicaban cremas de nueces para oscurecer su piel y parecerse a la imponente bailarina Baker.
En 1936 regresó a Estados Unidos, donde se encontró con la hostilidad de un público que no estaba dispuesto a aceptar sus espectáculos tildados de escandalosos. Para sus oponentes, “bailaba como un mono”; en cambio, para sus grandes admiradores, era “la gran Nefertiti negra del jazz”. Josephine Bakerno tardó en desarmar a sus detractores con su carismática personalidad, su talento, su simplicidad, su absoluta libertad para la expresión corporal y su espiritual sobre los escenarios. Era algo más que un alma libre con su característica voz, su atuendo y su danza.
En 1937, agradecida con el público francés por la aceptación que le daban, adquiere la nacionalidad francesa al casarse por tercera vez, esta vez con Jean Lion, de quien también se divorciará más tarde.
Luego, en 1947 se casó con el director de orquesta Joe Bouillon, con quien decidió adoptar a 12 niños. Ella los llamaba “la tribu del arcoíris” porque los niños eran de etnias diferentes, ya que ella quería demostrar que la diferencia étnica no impedía que las personas se vieran como hermanos. Los llevó de gira por todo Estados Unidos y Francia para que todos vieran qué felices eran a pesar de las diferencias.
Su talla internacional como artista solo es comparable con su humanidad y prueba de ello es el aspecto más desconocido de su vida a partir de 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, ya que Josephine Baker se integró primero en el voluntariado y más tarde en la resistencia francesa, hechos que la hicieron acreedora de la Legión de Honor y de la Cruz de Guerra, dos importantes condecoraciones del país galo.
Baker también regresó a Estados Unidos con la intención de luchar por la integración y contra ladiscriminación racial. En 1963 participó en la Marcha de Washington como la única oradora femenina para dirigirse oficialmente a la multitud, a la que ella describió como algo parecido a “la sal y la pimienta, justo lo que debía ser”. Exigía que en sus actuaciones el público estuviera mezclado para apoyar la integración y luchar contra la segregación, y cuando el Strok Club de Nueva York rechazó esta medida, Joséphine inició una batalla en los medios de comunicación que llevaron a la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP) a elegir el 20 de mayo como día de Joséphine Baker en reconocimiento a sus esfuerzos. Precisamente Coretta Scott King le ofreció el liderazgo no oficial del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos en 1968 tras el asesinato de su esposo, Martin Luther King, pero lo rechazó por ayudar a la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial.
Al final de su vida, la artista realizó una actuación especial en el Teatro Bobino en París para celebrar los cincuenta años de su carrera. Entre el público que abarrotaba la sala se encontraban personalidades como la princesa Grace de Mónaco y Sophia Loren.
Algunos días después, y antes de otra actuación, Josephine entró en coma y murió el 12 de abril de 1975 por una hemorragia cerebral. El cortejo fúnebre que desfiló por las calles de París fue muy llamativo, y no en vano Josephine Bakerfue la primera mujer americana a la que le otorgaron honores militares en Francia.
Los restos mortales de la persona a quien Ernest Hemingway una vez llamó “la mujer más sensacional que nadie haya visto jamás -o nunca lo hará-”, reposan en Mónaco.
Sus visitas a Cuba
Josephine Baker, estrella indiscutible de la revista musical de Francia, estuvo en Cuba en noviembre de 1950, e implantó récord de actuaciones consecutivas en el teatro América, situado en la calle Galiano, en el corazón de la ciudad. .
En el período comprendido de 1950 a 1966 Josephine Baker visitó cinco veces a Cuba. En su primera visita en diciembre de 1950 actúa en el teatro América con muchísimo éxito. La acompañan en el programa la orquesta Havana Cuban Boys, el chanssonier Roland Gerbau, y los bailarines Ana Gloria y Rolando. Los espectadores la reciben de pie. Tanto es su triunfo que la gran Rita Montaner imita a la incomparable vedette norteamericano-francesa desde el escenario del Teatro Martí, lo cual constituye todo un suceso artístico que mucho da que hablar.
Dos años más tarde Josephine regresa a La Habana, donde sufre nuevamente la humillación de ser rechazada en un hotel por el color de su piel. La administración del lujoso Hotel Nacional se niega a acogerla con el burdo pretexto de que no disponían de una sola habitación. El escándalo no se hace esperar. En pocas horas la artista congrega a un grupo de cubanos, “gente de color como yo”, y encuentra a un abogado y a un testigo para dar fe de lo ocurrido.
No obstante, en 1953 la Baker padece otra agresión similar en la Isla cuando Goar Mestre le cancela el contrato de la emisora radial CMQ, alegando que había llegado tarde para cumplir con sus obligaciones. Realmente por un problema político, la Embajada de los Estados Unidos había declarado persona non grata a la vedette. Paradójicamente, a este sentimiento discriminatorio oficial, el público cubano siempre la acoge con admiración y cariño.
En enero de 1968 llega a La Habana para participar en la Conferencia Tricontinental. “Vengo a Cuba porque quiero a este país y ya no hay nada que me humille como ser humano. Estoy fascinada y no puedo sino mirar ese azul que tengo delante, esta Habana tan distinta que me recibe. Vengo a actuar para todos ustedes, a entregarles todo lo que tengo .”Esta vez es recibida con honores de estilo en el Hotel Nacional; había cambiado el sistema social en el país.
En medio de la animación y el contento general, se presenta a teatro lleno con Bola de Nieve en el García Lorca, y declara tener tres veces 20 años para justificar los generosos escotes de algunos de sus vestidos.
Viaja a Camagüey, donde tres mil personas la aplauden a rabiar, visita la Sierra Maestra, escala montañas y disfruta del olor de los viejos cafetales franceses de La Gran Piedra, pero sobre todo, entra en contacto con los cubanos que no solo admiran su arte, sino también su permanente rechazo a la injusticia.
Visiblemente conmovida retorna ese verano a la Isla por última vez. La acompañan sus hijos adoptivos para disfrutar de una estancia de pocos días en una casa situada en una playa cercana a la capital. En Cuba se le recuerda como uno de sus visitantes más queridos.
En 1975 debe volver a los escenarios para conseguir dinero para sus hijos adoptivos, le celebran su medio siglo en el mundo del espectáculo en el teatro Bobino. Su corazón ya no resiste las fatigas de tanta lucha y fallece por una congestión cerebral.
Con ella murió toda una época, un mito que nació en el Harlem nocturno y misterioso, lleno de mitos y leyendas. De esta manera se apagaba por un instante el cielo de París. La Baker seguía brillando en el firmamento.
“Nadie va a agujerearme el corazón; lucharé mañana, pasado, lucharé”.
Josephine Baker, como regalo para el pueblo de Cuba, grabó un disco de larga duración, acompañada por la Orqueta del Teatro Musical de La Habana.
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