El precio y la mala suerte de ser negro y homosexual en la Cuba de hoy
Ana León y Augusto César San Martín
La sociedad actual muestra nuevas formas de segregaciónEn Cuba, sobre todo para los medios oficiales, el racismo constituye un tema tabú. Hablar de ello es complicado, no tanto por que pueda tocar alguna fibra sensible como por el hecho de que los cubanos no son conscientes de sus prejuicios raciales. Cuando se les pregunta si existe racismo en Cuba, se remiten a las expresiones “mediáticas” de la discriminación racial: “¿Racismo en Cuba? ¡Qué va! Eso que se ve en la televisión aquí no sucede. Aquí todos somos iguales”.
Ciertamente, en la sociedad cubana no se registran episodios de violencia relacionados con el tema racial; pero tampoco puede afirmarse que el problema fue erradicado. CubaNet conversó con ciudadanos de distintas razas que reconocen el uso de expresiones discriminatorias de blancos hacia negros, e incluso entre personas de la raza negra.
Algunas frases frecuentemente utilizadas en el ámbito popular delatan el racismo enquistado en la sociedad cubana, y es preocupante que muchos las consideren inofensivas o jocosas. Decir que “el negro, si no la hace a la entrada, la hace a la salida”, o llamar a un hombre “negro de mierda”, son fórmulas comunes que se gritan en plena calle, revelando un conflicto personal que no se traduce en agresión física pero deja ver, en nuestros días, su impacto en el orden social.
Cuba es un país mestizo, de manera que el racismo se expresa, en la casi totalidad de los casos, hacia personas con rasgos obviamente afroides. Podría hablarse incluso de un sistema de racismo escalonado, donde pesan criterios -desde el punto de vista fenotípico- como qué tan negro es, si tiene facciones finas y “pelo bueno”.
Además de los prejuicios heredados de un pasado esclavista, la tendencia de la sociedad actual apunta a una nueva forma de segregación. En el sector privado, por ejemplo, hay pocos emprendedores de raza negra, y en los negocios de gastronomía casi todo el personal de servicio al cliente es blanco o mestizo; mientras los individuos de raza negra se ocupan de recoger, limpiar y botar la basura.
A pesar de que “todos tenemos las mismas oportunidades”, el historial de bajos ingresos y la procedencia de entornos marginales pesa más sobre las personas negras, que se insertan desde la adolescencia en los oficios de obrero calificado, mientras un número atendible de blancos y mestizos perseveran en la superación técnica y profesional.
No es aleatorio que en una brigada de albañiles la inmensa mayoría sean hombres negros; mientras en las cátedras universitarias el fenómeno se muestra favorable a los blancos. Tales diferencias consolidan la errónea percepción de que éstos son más proclives a prosperar y adquirir reconocimiento.
Por otro lado, el índice de criminalidad está muy ligado a la incidencia de personas negras, lo cual contribuye a que dueños de negocios o contratistas en entidades estatales, se dejen influir por prejuicios raciales a la hora de determinar la idoneidad y confiabilidad con vistas a una plaza laboral. Esta realidad que hoy se percibe en la Isla, no es muy distinta de la de otros países con facciones populares y sectores empresariales abiertamente racistas.
La diferencia es que en Cuba el racismo, como la oposición al gobierno, cada quien lo guarda para sí. Una de las entrevistadas por CubaNet considera que la discriminación es menos dañina cuando se mantiene en casa. Si esta mujer manejara un negocio, ¿contrataría a trabajadores negros? El prejuicio obra de manera subjetiva, y así como los cubanos blancos o mestizos no están siempre conscientes de su actitud discriminatoria, hay personas negras que, negando la existencia de prejuicios raciales, los refrendan de modo tajante.
La persistencia de una forma de pensar que se creía desterrada, está justificada, en parte, por el hecho de que la esclavitud en Cuba fue abolida hace apenas 130 años, y algunas formas de segregación eliminadas hace poco más de cincuenta. Todo ese tiempo, en la subjetividad colectiva, es apenas un aleteo; y como el asunto no se debate en la luz pública -por temor a que se convierta en un problema político-, las personas consideran que no es grave; por ende, no hay razón para preocuparse.
Es un error creer que el racismo fue eliminado después de 1959. La práctica diaria de la hipocresía y la mentira han mantenido el problema a raya; pero a medida que cae el manto glorioso del socialismo, emergen los rezagos de un trauma histórico y cultural. Los criterios de los entrevistados y la configuración de la sociedad cubana hacen dudar del impacto de la Revolución en los prejuicios raciales. Peor aún: si se revisa concienzudamente la historia de Cuba anterior a 1959, es posible comprobar que, al contrario de lo que se cree, no fue gracias a la Revolución que los negros recobraron su dignidad.
El precio de ser negro y homosexual en Cuba: Entre racismo y homofobia.
Iván García - A pesar del nuevo escenario, donde Mariela Castro, hija del gobernante Raúl Castro, lidera una ofensiva estatal en favor del reconocimiento homosexual, la homofobia en Cuba sigue latente en un segmento amplio de la población
De día, Marcelo es maestro en una escuela. “Todos se burlan de mí. El director del colegio, el claustro de profesores y los alumnos. Ser negro y homosexual es demasiado. Un dirigente sindical me dijo que debía disimular mi mariconería porque es un mal ejemplo para el alumnado“, cuenta entristecido.
Por su biotipo, Marcelo tiene pinta de base de la NBA. De noche, se siente un hombre libre. Tras dos horas de maquillaje, una peluca de cabellos castaños, saya ajustada al cuerpo y una cartera Louis Vuitton de imitación, sale a la caza de clientes.
“Cobro 40 pesos por sexo oral y 80 por la completa. Pero si el cliente me gusta, me voy gratis. Me encanta el travestismo. Mi sueño es cantar o bailar en un cabaret gay. O desfilar en una carroza en el carnaval de Río de Janeiro“, confiesa.
Cuba ha cambiado. Hace 15 años, Marcelo hubiera sido condenado a dos años de cárcel por “conducta impropia, exhibicionismo y prostitución”. En los años duros de Fidel Castro, las autoridades prohibían las conductas homosexuales.
Orlando, un peluquero mestizo, vivió en carne propia las arbitrariedades del régimen. “Estuve preso tres veces solo por ser maricón. Ya perdí la cuenta de las veces que fui forzado a practicar el sexo con guardias de la prisión”.
Nació en un barrio pobre de la Habana Vieja. “Pero luego nos mudamos para la Víbora. He tenido muchísimas broncas con guapos del barrio que intentaban menoscabarme. Mi familia es un caos. Mi difunta madre coleccionaba maridos como si fueran barajas. Tengo hermanos negros, mulatos y blancos. Desde niño me gustan los hombres. No me prostituyo, soy gay por vocación, no por necesidad“, subraya Orlando con su pelo teñido de rubio.
Humberto, un negro descomunal, estuvo “en el clóset” hasta los 28 años. “Me inicié en la cárcel. En la calle tenía una ‘jeva’. Hasta un día. No aguanté más y me dechavé [destapé]. El escándalo familiar fue tremendo. ‘Negro y pájaro no liga’, dijeron. Me cuesta encontrar pareja. Por mi tamaño, los extranjeros me miran con cierto temor. Cuando ligo, quieren que yo sea el activo. Pero a mí sólo me gusta que me den”, dice mientras se come una pizza.
A pesar del nuevo escenario, donde Mariela Castro, hija del gobernante Raúl Castro, lidera una ofensiva estatal en favor del reconocimiento homosexual, la homofobia en Cuba sigue latente en un segmento amplio de la población.
“Varias décadas de narrativas y políticas gubernamentales contra los homosexuales ahora están pasando factura. Si eres gay y negro, entonces abundan las humillaciones raciales entre los cubanos de a pie. En el bajo mundo los ‘pingueros’ [hombres que se prostituyen], que también pueden ser gays, no suelen ser tan mal vistos, pues se supone que venden el sexo a los extranjeros a cambio de dinero”, opina Carlos, sociólogo.
Un botón de muestra de la intolerancia lo cuenta Yobal, enfermero de un hospital. “En el sector de la Medicina abunda el homosexualismo. No hay graves conflictos por eso. Pero he tenido altercados con pacientes hombres que no se dejan inyectar por mí. Hace poco debía practicar una colonoscopía a un señor. El tipo se puso frenético, me dijo que a él un negro pájaro no le tocaba el ano”, recuerda.
Casi al amanecer, cuando Humberto va a la cama luego de sus rondas nocturnas en las que intenta ligar en una avenida habanera, Alfredo, mulato y carpintero, se dirige a su trabajo. “Con el tamaño que tiene, yo enviaría al negro ese a cortar caña o a estibar en el puerto. Qué desperdicio”, dice con odio contenido al ver pasar a Humberto.
En la Cuba profunda aún cuesta aceptar a los homosexuales. Peor se les juzga si son negros. Muchos creen que están presos en una raza y un cuerpo equivocados.