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General: Lo bueno y lo malo del discurso de Trump en la ONU
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet20  (Mensaje original) Enviado: 20/09/2017 15:57
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 Trumpito en la sesión de la ONU
     Lo bueno y lo malo del discurso de Trump en la Asamblea General de las Naciones Unidas
        Andrés Oppenheimer -  El Nuevo Herald
El presidente Trump merece un elogio por haber denunciado a los regímenes represivos de Venezuela y Cuba en su primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, aunque su discurso en general haya sido música para los oídos de los dictadores de todo el mundo.
  
A diferencia del ex presidente Obama, que no mencionó la palabra “Venezuela” en sus dos últimos discursos anuales a la Asamblea General de la ONU, Trump criticó las restricciones a las libertades básicas en los dos países latinoamericanos en su discurso ante la ONU el martes.
 
Sin repetir su desastroso error del 11 de agosto, cuando dijo que Estados Unidos estaba considerando una “opción militar” en Venezuela y causó que muchos países se alejaran de los esfuerzos diplomáticos estadounidenses para aislar al régimen venezolano, Trump dijo que seguirá aplicando “sanciones calibradas” al régimen de Venezuela.
 
Traducción: amenazó con escalar gradualmente las sanciones financieras a los miembros de la élite revolucionaria de Venezuela y a instituciones gubernamentales, y pidió a otros países que hicieran lo mismo.
 
“La dictadura socialista” del presidente venezolano Nicolás Maduro “es completamente inaceptable”, dijo Trump. Agregó que la meta de la comunidad internacional debería ser "recuperar la libertad, restaurar el país, regresar a la democracia".
 
Sobre Cuba, Trump calificó al régimen cubano de “corrupto” y “desestabilizador”. Pero sus palabras fueron en gran medida simbólicas: no anunció el cierre de la embajada de Estados Unidos en La Habana, ni una reducción drástica de los vuelos y cruceros de Estados Unidos a la isla, ni nada de eso.
 
Para poner las cosas en contexto, el discurso de Trump confirmó que Cuba, Venezuela y el resto de América Latina son la última de las prioridades internacionales de Trump. Trump habló –en este orden– sobre la crisis con Corea del Norte, Irán, el terrorismo radical islámico radical, la "migración descontrolada" en todo el mundo, Sudán, Somalia, Yemen, Cuba y Venezuela.
 
Anteriormente, el Departamento de Estado nos había enviado a los periodistas un comunicado de prensa según el cual las "prioridades" de Trump en su primer discurso ante la ONU serían Corea del Norte, Irán y el terrorismo. El comunicado no mencionaba a Venezuela ni a Cuba.
 
De todos modos, las referencias de Trump a la falta de libertades fundamentales en Venezuela y Cuba fueron algo positivo. Considerando la falta de atención del gobierno de Trump a Latinoamerica –y, peor aún, la hostilidad de Trump hacia México y su vision obtusa sobre el comercio, la inmigración, el medio ambiente y otros temas que preocupan a la region– fue sorprendente el espacio que le dedicó a estos dos países.
 
Entonces, ¿por qué deberíamos estar preocupados por el discurso de Trump? Porque fue una flagrante contradicción: empezó señalando que la democracia y los derechos humanos ya no estarán entre los pilares de la política exterior de Estados Unidos, y terminó pidiendo la "libertad" en Venezuela.
 
La nueva "doctrina de Trump" le da la espalda a una larga tradición bipartidista de los presidentes de Estados Unidos de defender la democracia y los derechos humanos como principios fundamentales. Trump dijo que, a partir de ahora, la política exterior estadounidense se guiará por la soberanía, la seguridad y la fuerza militar.
 
Esta contradicción plantea preguntas inquietantes. ¿Significa que Trump se olvidará de los abusos de Venezuela y Cuba en el instante en que pueda llegar a un acuerdo con Rusia o China sobre prioridades de mayor rango, como Corea del Norte?
 
¿Envía una señal a otros aspirantes a dictadores en todo el mundo que Washington aceptará a los autócratas, siempre y cuando no molesten al tío Sam?
 
Estados Unidos ha tomado este camino antes, y fue contraproducente. El presidente Franklin D. Roosevelt dijo en 1939 que el dictador nicaragüense Anastasio Somoza “puede ser un h.d.p., pero es nuestro h.d.p”. El resultado del apoyo de Roosevelt a Somoza y su desdén por la democracia y los derechos humanos en Nicaragua llevó al surgimiento de guerrillas marxistas y a regímenes antiamericanos como el que está en el poder en ese país hoy.
 
Si la nueva “doctrina Trump” continúa desenfatizando la defensa de la democracia y los derechos humanos en todas partes, las declaraciones de Trump sobre Venezuela y Cuba solo pueden ser vistas como contradictorias, oportunistas y no tan importantes como debieran ser.
 
“OPPENHEIMER PRESENTA”
No se pierdan el programa “Oppenheimer Presenta”, los domingos a las 9 p.m. en CNN en Español.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: BuscandoLibertad Enviado: 21/09/2017 15:54
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Trump vs. Castro: sin pelos en la lengua
Ninguna negociación puede ofrecer resultados positivos mientras una de las partes adopte una posición de inflexibilidad
         Roberto Jesús Quiñones Haces  | Cuba
Al presidente norteamericano se le podrá acusar de  impulsivo, irreverente, que no es un político de carrera, que solo defiende los intereses de la élite del poder y muchas cosas más, pero lo que sí ha quedado claro desde su campaña por la presidencia de los EE.UU. es que expresa lo que siente.

En su primera intervención ante la Asamblea General de la ONU, calificó al gobierno cubano de corrupto y desestabilizador y afirmó que no levantará las sanciones contra Cuba hasta que el castrismo no emprenda reformas fundamentales, entiéndase por ello que se respeten todos y cada uno de los derechos humanos y que estos sean incorporados a la legislación cubana, un propósito incumplido por la legislatura que pronto terminará su mandato, la cual también se comprometió públicamente a reformar la Constitución, la Ley Electoral, la Ley de Procedimiento Penal y el Código Penal entre otros importantes instrumentos jurídicos.

Como se esperaba, ha habido una respuesta inmediata del gobierno raulista y no hay que ser muy inteligente para notar que han retornado las turbulencias en el ambiente político de ambos países. En medio de esta circunstancia se encuentra el políticamente heterogéneo  pueblo cubano, el que más sufre las consecuencias del enfrentamiento y que lleva seis décadas soñando con una vida digna, de real respeto a la institucionalidad, de progreso y paz.

El discurso del presidente Donald Trump, que ya algunos califican como uno de los más duros pronunciados en ese escenario, se une a los rumores que recientemente han circulado en las redes sociales y que apuntan a un posible cierre de la embajada norteamericana en La Habana, sobre todo debido al ataque sónico sufrido por más de una decena de diplomáticos norteños el pasado mes de abril y al que los medios oficialistas cubanos —tan apegados al periodismo objetivo como dicen que son— no han dedicado atención alguna, pues se limitaron a reproducir una nota oficial divulgada recientemente.

El presidente Trump ha retomado la línea dura contra el castrismo y sus adláteres venezolanos, quienes, como bien dijo, han sumido en la pobreza y el caos total a la riquísima nación sudamericana. Esta posición  constituye una clara ruptura con la línea mantenida por el presidente Barack Obama, augura un retorno a las hostilidades y tiende a cortar el sostén de la única ubre que le queda al castrismo.

Soy partidario del diálogo para resolver civilizadamente las diferencias y estoy convencido de que la supremacía de los EE.UU.  no radica en sus extraordinarios logros científicos, económicos, culturales , sociales y militares, sino en su probada historia democrática y en las grandes reservas morales de su pueblo, las que han inspirado en los últimos 241 años a ciudadanos de todas partes del mundo para luchar por una vida digna en un ambiente de tolerancia. Pero ningún proceso de acercamiento o de solución de diferencias puede ofrecer resultados positivos mientras una de las partes adopte una posición de inflexibilidad y atrincheramiento.

Eso es lo que ha hecho el gobierno cubano. Cada vez que los representantes de los EE.UU.  y de  Europa Occidental le han pedido que respete los derechos civiles, sociales, económicos, políticos y culturales tal y como aparecen en los documentos jurídicos internacionales y son interpretados por la comunidad de naciones a la que pertenecemos, los  castristas responden que tienen una visión diferente de tales derechos y que tratar de imponerles otro punto de vista menoscaba nuestra soberanía.

Se trata de un argumento que distorsiona la tradición histórica cubana. La interpretación que el castrismo le da hoy a los derechos humanos fue asumida luego de incorporarse a la geopolítica de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ella no se corresponde con la historia del constitucionalismo cubano desde la manigua mambisa, ni con los objetivos plasmados en los documentos fundacionales de la revolución anti batistiana, ni con la común interpretación que todos los países del hemisferio occidental dan a esos documentos. Por otra  parte, la soberanía reside siempre en el pueblo, no en una clase privilegiada que dice representarlo sin haber sido elegida por él para ocupar importantes puestos gubernamentales.

En Cuba ni el presidente del Consejo de Estado (CE) ni este importante órgano de gobierno son elegidos por el pueblo sino por los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) previa propuesta de la Comisión de Candidatura (CC), designada a su vez por la élite del poder. Todo cubano serio sabe que a ese nivel ningún diputado tiene el valor de cuestionar la presencia de alguno de los propuestos para formar parte del CE, mucho menos para presidirlo. Estos diputados tampoco son elegidos por el pueblo, sino por la misma CC. Los diputados a la ANPP son alrededor de 615 personas. Suponiendo que la población con derecho al voto en Cuba fuera de seis millones, estos diputados representan sólo el 0.01025 % de esa población. ¡Y aun así los representantes del castrismo tienen la desvergüenza de mencionar la palabra soberanía cuando el 99.8975% de la población con derecho al voto no puede elegir a sus gobernantes, ni participar activamente en la toma de decisiones sobre aspectos medulares de nuestra actualidad!

Tales decisiones son tomadas por un grupito de privilegiados, discriminadores de quienes no piensan igual que ellos, a quienes  reprimen con todos los medios a su alcance cuando intentan exponer pública y pacíficamente sus proyectos. Esos privilegiados están agrupados en un partido comunista que jamás fue elegido por el pueblo y que se le impuso a este cuando los principales dirigentes de la revolución que alguna vez fue esperanzadora optaron por traicionar los ideales democráticos consignados en La historia me absolverá, El Pacto de México y El Pacto de la Sierra.

Estamos ante un nuevo capítulo de incertidumbres en cuanto a las relaciones entre Cuba y los EE.UU. Lo que sí sé es que Donald Trump no tiene pelos en la lengua.
 
 
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Fuente Cubanet


 
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