Después de 23 días cerrado, el Malecón de La Habana ha vuelto a abrir al paso de transeúntes y vehículos. Todavía a media máquina, en el litoral reabren algunos restaurantes privados y vuelven los negocios informales. Hasta que se seque el Malecón, el estribillo resulta un tanto sarcástico, porque en lugar de retirarse el mar lo que ocurrió a principios de septiembre fue la invasión de la ciudad por las aguas.
El Malecón de La Habana vuelve a la vida
El tráfico se ha reactivado con intensidad, como si cada vehículo de La Habana hubiera estado esperando este día para pasear por el Malecón
Después de 23 días cerrado, el Malecón de La Habana ha vuelto a abrir al paso de transeúntes y vehículos. El "banco más largo del mundo" se llenó este domingo de cientos de personas deseosas de recuperar una rutina que el huracán Irma interrumpió. Todavía a media máquina, en el litoral reabren algunos restaurantes privados y vuelven los negocios informales.
A Richard Consuegra, músico ambulante, le ha regresado "el alma al cuerpo". Se acerca al muro con su guitarra e improvisa todo tipo de canciones, desde el clásico Dos Gardenias de Isolina Carrillo, hasta algunas baladas más ligeras de Roberto Carlos. Pero esta noche el tema musical que todos quieren oír va por otros cauces.
"Ah ah ah ah hasta que se seque el Malecón", canta a coro un grupo de jóvenes cerca de la esquina que forma el paseo marítimo con la calle 23. El estribillo resulta un tanto sarcástico, porque en lugar de retirarse el mar lo que ocurrió a principios de septiembre fue la invasión de la ciudad por las aguas, pero eso no hace que desistan de repetir el tema de Jacob Forever.
La gran mayoría de los que llegan tras el atardecer recibe la reapertura de la zona como el reencuentro con un viejo amigo y celebran poder aliviar el calor con la brisa fresca que viene del mar. Abundan los tragos, los abanicos, las familias completas y los vendedores de chucherías.
"Maní y rositas de maíz", pregona una señora con un carrito de supermercado atiborrado de cucuruchos y bolsas. Las ruedas del improvisado vehículo comercial se van atascando en algunas irregularidades que todavía quedan en la acera. "Ojalá que no se hayan robado el cemento", ironiza la mujer en alusión al desvío de recursos que afecta a muchas obras constructivas estatales.
Afortunadamente, sentarse en el muro sigue siendo gratis en una ciudad donde cada día los precios para divertirse se alejan más de los salarios. "La gente decía que ahora que lo repararon no iban a permitir que nadie se sentara, pero ya veo que es mentira", grita un joven con un vaso de ron en la mano y toda la pinta de planear quedarse hasta la madrugada frente a las olas.
Los turistas también han regresado y tras ellos todo un entramado de negocios. " Do you want to eat in a good restaurant?", pregunta a una pareja europea un hombre que lleva tarjetas de presentación de un sitio cercano, uno de los pocos restaurantes privados del litoral que ha logrado recomponerse después de los destrozos del huracán.
El insistente promotor le enseña unas hojas con imágenes de los platos, anuncia precios de señuelo y se va con la pareja para cruzar la avenida rumbo al local. El tráfico se ha reactivado con intensidad, como si cada vehículo de La Habana hubiera estado esperando este día para pasear por el Malecón, y obliga al grupo a esperar varios minutos para llegar al otro lado.
La calle San Lázaro, que hasta la tarde de este domingo era un continúo atasco de automóviles, vuelve a verse más tranquila. "Aquí no podíamos vivir ni de madrugada", cuenta aliviada una vecina que reside en la cuadra entre Belascoaín y Gervasio. "No había quien cruzara esta calle porque todo el tráfico de Malecón vino a parar aquí".
No solo se queja de los días de embotellamientos. Teme que la celeridad en reparar la avenida costera y su muro no se repita en la reconstrucción de las casas particulares afectadas por las inundaciones. "En el noticiero dijeron que el calendario inicial era de dos meses pero lo redujeron a 23 días", cuenta.
"Ahora hay que ver si con los que hemos perdido hasta el suelo van a actuar con tanta eficiencia", advierte mientras camina hacia el interior de una casa donde las huellas del agua en las paredes todavía recuerdan el drama vivido y las lozas del piso faltan en varios lugares.
En la cuadra de la calle Primera entre C y D del Vedado el panorama no se diferencia mucho del que ha dejado Irma en Centro Habana. En los últimos años florecieron allí varios restaurantes y clubes particulares que gozaban del privilegio de estar situados frente al emblemático muro: El Tablazo, El 3D de Robertico y Las Chucherías.
Ahora, con sus toldos desaparecidos, sus ventanas rotas y sufriendo las secuelas de la invasión del mar tratan de recuperarse en medio de este "tiempo muerto" sin clientes. "Lo más difícil es conseguir los materiales", se lamenta uno de los empleados que ha pasado de camarero a carpintero y albañil.
Al doblar, el restaurante Mar Adentro es uno de los pocos que pudo abrir tras 19 días de cierre por reparaciones. "Perdimos unos cuadros que estaban en la pared cuando el agua subió hasta metro y medio", cuenta el empleado que da la bienvenida a los clientes en la puerta. "Todavía no hemos sacado las cuentas de lo que dejamos de recaudar, pero aquí estamos, luchando".
A pocas cuadras de esa zona, el Estado ha improvisado unos quioscos con alimentos ligeros y a bajo precio. Pan con jamón y queso o con lechón asado, unas cajitas con pollo, además de caldosa y arroz con salchicha. Las colas se mueven con rapidez.
Cándido, de 78 años, aguarda por comprar algo de comida. "Estoy tirando los últimos pesitos que me quedan en esto", cuenta a 14ymedio. "En mi casa seguimos sin poder cocinar porque se nos dañó toda la cocina y llevamos todo este tiempo comprando comida preparada", afirma.
El jubilado siente como una luz que se ha abierto en el tunel de sus angustias. "Ya el Malecón está abierto y esa es mi principal fuente de sustento", aclara. "Mañana, en cuanto amanezca, me voy con mi vara de pescar y algo atraparé, seguro". El muro que a unos proveé de clientes y a otros de esparcimiento, le brinda a Cándido comida.