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De: cubanet201 (Mensaje original) |
Enviado: 08/10/2017 22:18 |
Aunque existen diversas teorías sobre el origen del bolero, alguna de las cuales señala a Europa y México como la cuna del género, parece que Cuba es la indudable madre de este género musical que más tarde se extendió por Latino América. El bolero Tristezas, del cubano Pepe Sánchez, compuesta en 1883 es la primera partitura que muchos aseguran que con ella nació el género.
Bolero, amor y olvido ... La canción del sastre
Estaba agotado porque había terminado de cortar y coser un traje de dril cien para un cliente, pero el sastre José, Pepe, Sánchez, un mulato de 25 años, tenía la ilusión de estrenar, en la tertulia que se reunía en su casa, una canción diferente. Una pieza cadenciosa, más lenta que la trova tradicional, con un ritmo pausado que era casi como declamar sobre la música de la guitarra. La había titulado "Tristezas" y, cuando la cantó esa tarde del verano de 1883, en Santiago de Cuba, dejó en el aire la armonía y la emoción del primer bolero.
Así, entre unas guitarras y un grupo de amantes de la música animados por la frescura del atardecer y el buen ron, comenzó la historia de un género musical que se difundió después gracias a los viajeros y a la radio a lo largo de todo el país y, a través de Yucatán, llegó a México y se esparció por toda Hispanoamérica y otras zonas del mundo. En España, de donde de alguna forma había salido, lo asentó Antonio Machín en los años 40 con "Bésame mucho" de la mexicana Consuelo Velázquez y "Dos gardenias", de su compatriota Isolina Carrillo.
Pepe Sánchez (1857-1918) nació y murió en Santiago de Cuba. Su residencia santiaguera fue, durante muchos años, el centro de la vida musical de la ciudad.
Los boleros suelen ser himnos privados para el amor de las parejas en Latinoamérica, entre otras cosas, porque los de verdad son poemas que se cantan y se pueden bailar. Se cantan, se dicen en voz baja y a la hora del baile los cuerpos se pegan, los pies apenas se mueven sobre una sola losa y lo que se produce es una especie de abrazo musicalizado.
No hay arista del amor y el desamor que no se haya cantado en un bolero. Así como una pieza puede hacer que aparezca el recuerdo de un romance perdido, el fracaso o la celebración, en los bares y cantinas de aquella región los bolerones que se ponen en las victrolas o que entonan tríos con guitarras desvencijadas, güiros opacos y claves agudas, son la banda sonora de una tropa invencible de borrachos que rabia de celos, sufre por abandonos y llora con disimulo por la mujer que se fue.
Con el bolero, México le hizo justicia a un verso sustancial de su famosa canción "El rey". Dice aquella pieza que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar. Eso fue lo que hicieron los autores mexicanos porque renovaron, le dieron fuerzas y enriquecieron aquel género que les llegó del Caribe por Yucatán. Con el talento de Agustín Lara, por ejemplo, consiguieron una reinvención ampliada de aquel modo de cantar.
En Cuba, a mediados del siglo XX, un grupo de compositores le dio otra dimensión al bolero con la ayuda del jazz. Cesar Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Frank Domínguez y Aida Diestro, entre otros, crearon una nueva manera asumir el invento de Pepe Sánchez y dieron a conocer el filin.
Algunas de las piezas de Portillo de la Luz como "Contigo en la distancia" y "Tu mi delirio" la han interpretado Nat King Cole, Tito Rodríguez, Olga Guillot, Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés, Pedro Infante, Lucho Gatica, Luis Miguel, Placido Domingo, Christina Aguilera, Caetano Veloso, María Bethania y la Orquesta Sinfónica de Londres.
Para ver el origen de ese viaje universal comparto con los lectores algunos versos de Tristezas, el primer bolero: "Tristezas me dan tus penas mujer,/ profundo dolor; no dudes de mí./ No hay prueba de amor que deje entrever/ Cuanto sufro y padezco por ti./ La suerte es adversa conmino,/ no deja ensanchar mi pasión."
La principal representante del bolero por siempre la Eterna Olga Guillot … Olga de Cuba
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LAS «TRISTEZAS» DEL PRIMER BOLERO El tema con el que nació el género del bolero, fue compuesto en 1883 por el cubano Pepe Sánchez
Eduardo García
Se llamaba José Bibiano Sánchez, pero su nombre de guerra artística siempre fue el de Pepe Sánchez. Un músico genial, nada menos que el padre del bolero. Pocos conocen la biografía de este cubano nacido en 1857 y fallecido en 1918, que componía como los ángeles y que sin embargo vivió de una profesión más convencional, la de sastre.
Aunque existen diversas teorías sobre el origen del bolero, alguna de las cuales señala a Europa como la cuna del género, parece que Cuba es la indudable madre de este género musical que más tarde se extendió por Latino América.
Sobre la paternidad del bolero sobrevuela un contencioso internacional. Cuba y México se la disputan, pero Pepe Sánchez, natural de Santiago de Cuba, está unido a una partitura que muchos aseguran que con ella nació el género. Es una canción titulada «Tristezas» que no pocos veteranos -pongamos por encima de los 50 años- les sonará de forma inmediata si escuchan sus primeros sones: «Tristezas me dan tus penas, mujer. Profundo dolor, no dudes de mí...».
Pepe Sánchez no tenía grandes estudios musicales, pero tocaba muy bien la guitarra, su instrumento preferido, y cantaba más que aceptablemente con su voz de barítono, aunque no ejerciera de primera voz en el quinteto que consolidó su fama.
Sobre «Tristezas» hay variadas teorías. Se dice que Pepe Sánchez quiso registrar la melodía con ese título pero se encontró con una canción ajena anterior que respondía a «Tristezas», por lo que sobre la marcha buscó un título alternativo y, dicho sea de paso, nada comercial: «Me entristeces, mujer». Al final la lógica acabó imponiéndose.
Sánchez, cuya vida y obra fue estudiada por el asturianista Efraín Canella, andaba por Santiago de Cuba dando serenatas nocturnas, en horas en que la profesión de sastre le dejaba respiro. Fundó y dirigió el «Quinteto de Trovadores Santiagueses», un conjunto mítico en el que predominaba el sonido de las guitarras.
A Pepe Sánchez la economía le traía más bien sin cuidado. Entre telas y sones gozaba de una posición acomodada. Estaba casado con Elvira Calleja y tuvo varios hijos, algunos de los cuales también se dedicaron a la música. Su hogar se convirtió en un centro artístico de primer orden y solía ser parada y fonda de músicos de renombre, entre ellos el compositor habanero Jorge Ankerman, veinte años más joven que Sánchez, y sobre todo Claudio José Brindis de Salas, un cubano que pasaba por ser el mejor violinista del momento, al menos en el ámbito latinoamericano, y cuyas capacidades artísticas no le impidieron morir en la miseria y casi olvidado lejos de su tierra natal, en Buenos Aires.
El padre del bolero no dejó de componer a lo largo de toda su vida. Muchos boleros, claro, pero también sones, pasacalles, polkas o guarachas, que era un género íntimamente cubano, de ritmo rápido, vocación costumbrista y letras llamativas y en ocasiones burlonas. En este palo también funcionaba a la perfección Pepe Sánchez, así como los músicos que le siguieron durante años en el «Quinteto de Trovadores»: Luis Felipe Portés, Emiliano Blez Garbey, Bernabé Ferrer y Pepe Figarola.
«Tristezas» (así, en plural, que también en esto hay cierta confusión histórica) fue compuesta en 1883 y es por tanto una obra de juventud. Pepe Sánchez tenía entonces 26 años y ya era un personaje conocido y querido en los ambientes musicales de Santiago de Cuba, en un país donde todavía ondeaba la bandera española. Era gobernador de la isla el general español Ignacio María del Castillo, militar de gran prestigio desde que unos años antes había logrado defender con éxito la plaza fuerte de Bilbao del asedio de los carlistas. Hay incluso teorías musicales que apuntan a España como escenario de lo que podría ser un antecedente del bolero, en forma de danza ligera.
De cualquier forma en aquel 1883 el bolero comenzó a hacerse universal. Género de amor y desamor, han pasado desde entonces 128 años de canciones para cantar despacio y con letras prendidas en la memoria colectiva de los hispanohablantes: «Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez». O «Júrame, que aunque pase mucho tiempo, no olvidarás el momento en que yo te conocí». O esa otra de Chavela que ayudó a inmortalizar Luz Casal en «Tacones lejanos»: «Piensa en mí, cuando sufras. Cuando llores también, piensa en mí...». «Toda una vida», «El reloj», «Aquellos ojos verdes», «Y qué hiciste del amor que me juraste». Pero antes que todas ellas, las «Tristezas» de Pepe Sánchez.
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