El escultor cubano Luis Otero y su arte con sentido social
A la edad de 27 años, experimento la primera salida de su Cuba natal, visitando la Capital de Paraguay, Asunción, eso fue en el 2015, donde participo en la Bienal Internacional de Arte realizada del 1 al 31 de octubre en varios espacios de la capital Asunción.
Proveniente de uno de los barrios más populares de La Habana, está seguro de que estos motivos geo-sociales marcaron profundamente a su obra y a él mismo.Su formación de deportista le desarrolló una disciplina, un ímpetu y una energía que ahora favorece su empírica trayectoria artística.
Autodidacta, oriundo de un barrio popular de La Habana (1987) , Luis Manuel Otero propone un arte con sentido social. En tanto parodia muchas situaciones de la vida, pretende contribuir a mejorar la calidad humana. Apela a elementos reciclados para crear obras que van desde las miniaturas hasta gigantescas imágenes de varios metros de alto. Pero Luis Manuel Otero Alcántara, no solo hace esculturas, sus preocupaciones se materializan en distintas expresiones como el performance, el net art, el dibujo, la intervención urbana y otras más asociadas al gesto arte, donde los límites genéricos se transgreden.
Cuando una lo ve trabajar en sus esculturas de palo y trapo, se queda asombrada de la rapidez con que realiza cada pieza; ya sea una de pocos centímetros u otra de mayores dimensiones.
Machete en mano, como un mambí, desmenuza, corta, divide maderos encontrados en esquinas y basureros, y levanta de los desechos con tiras de ropa vieja, un animal, un ícono pop internacional, o cualquier otro tipo de objeto.
Su carácter de autodidactica también aportó rasgos particulares a su creación. Sus obras, en muchas ocasiones, hacen una sátira de la realidad, en tanto que cuestiona fuertemente el snobismo en el mundo del arte. Se define como un luchador por el respeto a la diversidad.
“Yo soy autodidacta, no soy de ninguna de las academias de arte en Cuba. No es porque no lo quisiera. En la Habana hay una sola academia de nivel medio, y de nivel superior también hay una sola en Artes Visuales. Y no se puede comenzar el nivel superior en Arte si no se egresó de Arte en el nivel medio. Yo no había hecho eso porque en ese momento era deportista, practicaba atletismo. Mi primer camino fue el deporte pero yo siempre hice escultura, desde niño”, comentó.
Pese a su fuerte relación con las formas que consigue parir desde la madera, Luis Manuel no recuerda con precisión el cómo se inició aquella historia: “Desde niño yo tallaba madera, y no recuerdo cómo comencé. Mi tía era podóloga, los bisturís llegaban a mis manos y los usaba para tallar madera, que yo recogía de la basura. Comencé a hacer cuerpitos, también con los lápices de la escuela. Hacía caras, cuerpos, no sé. También tenía facilidad para dibujar. Yo tenía 7 u 8 años”, señaló.
Sus obras, en muchas ocasiones, hacen una sátira de la realidad, en tanto que cuestiona fuertemente el snobismo en el mundo del arte. La marginalidad, la racialidad, la violencia, la sexualidad humana, así como la propia religiosidad son solo espacios que me permiten, más allá de sus especificidades, cuestionarlo todo.
“Las cuchillas de los bisturís son desechables y ella cuando ya no los usaba me los daba para sacarle puntas. Crecí y todo eso también creció, de forma muy simple. Entonces, yo empiezo de rebote con esto de forma profesional. Soy una persona muy excéntrica. Yo quería ser muy famoso, y tener mucho dinero, y que la gente estuviera en función mía. Eso es lo que quería y pensaba que el deporte era como el mundo más inmediato”.
“El arte yo lo tenía como un entretenimiento o una necesidad como respirar. No sabía qué cosa era el mundo del arte. Leía libros, tenía mucha fantasía, y hablaba solo, tenía mucha historia dentro de mi cabeza. Gracias a eso me atropellaron como dos vehículos de adolescente. Yo practicaba atletismo y hacía carreras de fondo y estaba entre los tres mejores de Cuba, teniendo 15 o 16 años”, relató.
“Cuando tenía 15 o 16 años me fui a una competencia en Santiago de Cuba, y me sancionaron porque me peleé con un chico. Cuando regresé a La Habana, mi mamá le había prestado unas obras a una tía, y ella las llevó a un taller de escultura comunitario. El profesor vio las esculturas y me llamó, me mandó buscar”, introdujo.
“Cuando llegué al taller comencé a escuchar todas estas palabras raras, que impresionismo, expresionismo, y comencé a leer y a encontrarme con ese mundo con el cual yo me sentí identificado: había fama, dinero, la gente lo conocía y de paso también era un mundo intelectual y tenía como una responsabilidad social también. Encontré como mi verdadero yo. Comencé a estudiar como autodidacta y a formarme, a conocer a teóricos, críticos. Sentí que eso llenaba cada rincón de mi ser”, recordó.
Luis Manuel se inició haciendo tallas de madera de 15 hasta 20 centímetros, figuras artesanales y ornamentales. “Cuando comencé a escuchar a los profesores, a los alumnos y todos los movimientos dentro del mundo del arte, comencé a leer literatura, la música, todo desde la conciencia de lo que es arte, y también comencé a consultar a artistas, maestros, porque en Cuba es muy fácil acercarse a los artistas de primer nivel y pedirles que te ayuden. Hay mucha actividad cultural y todo el mundo se mete dentro de esos espacios. Hay talleres también y a las clases académicas se puede asistir como oyente. Y así llevo como doce años”, expresó en una suerte de recuento.
Vivir de la suerte
“¿Si vivo de mi arte? Esa una pregunta muy loca, porque en Cuba decir que sí, es loco, y decir que no, también es muy loco. Yo vivo de la suerte, que a la vez la suerte se remite al arte, y yo vivo del arte”, afirmó con contundencia.
“En Cuba no se paga renta, no se paga un montón de cosas, es como una situación especial para ser artista. Yo creo que Cuba es un país muy favorable para el artista, aunque esta es la primera vez que yo salgo. Estoy sorprendido de que todo haya sido tan fácil. La gente aquí es muy hospitalaria y te brinda mucho amor, eso me gusta mucho”, destacó.
Su filosofía del arte pretende ser algo más que conceptos o metáforas, el arte debe sentirse en la piel y en la realidad del mundo que rodea al artista. “A mí me interesa mucho el arte de relación interpersonal y en especial un tipo de arte que realmente sea más que la metáfora y la reflexión, que se transforme en algo concreto, algo real: la ayuda concreta.
“Es curioso que un cubano use iconografía norteamericana, pero en Cuba el 80 por ciento del tiempo se habla de los Estados Unidos y el consumo en un gran porcentaje es de productos norteamericanos, el cine y todo. Lo que busco con mis obras es sacar el prejuicio ese de que todos los americanos son malos. Llevamos una pila de años diciendo que ellos son malos, pero qué vamos a hacer al respecto. Es como intentar negociar. Mira, estos son íconos muy fuertes que nos impusieron y nadie se puede escapar de eso, entonces vamos a mezclarlo y sacar un producto nuevo. Incluso sacarle un provecho económico”, explicó.
Le preocupa la gente en el sentido social que intenta impregnar a su obra. “Dentro de mi trabajo, yo siempre estuve seguro del sentido social. Busco dar una solución a los males que aquejan a la calidad de la vida humana. Es como mi motivo de vida. Me interesa no maltratar a nadie, así como crear una armonía entre mi necesidad y otras. Siempre soy sincero, me preocupa la gente”, afirmó.
Sobre la utilización que hace Luis Manuel Otero, de los íconos norteamericanos, la curadora cubana Dannys Montes de Oca lo explicó en los siguientes términos: “Occidente normalmente se ha apropiado de muchos recursos simbólicos, culturales y materiales de nuestros países y los hace suyos. Entonces, nosotros también tenemos un derecho de hacer nuestros, productos que en algún momento se nos impusieron pero nosotros vamos a interpretarlos desde nuestra propia materialidad y necesidades. Ese derecho también habla creo yo de una herencia lingüística o semiótica, o comunicacional que es universal. Una vez que se establece en un contexto ya es de todos. Es muy difícil para las personas que no forman parte del mundo del arte hacerle ver que ese producto cultural es una industria cultural, porque esas personas hacen un consumo diferente de esas figuras”.
“La obra de él es muy particular por ser un artista que tiene una formación autodidacta, y por ser una persona que proviene de barrios muy populares en La Habana, un sector muy popular de la sociedad cubana. Tiene una sensibilidad muy particular hacia materiales y recursos muy pobres. Ese tipo de estética, vamos a llamarle así, no es lo que más agrada en un grupo de artistas o de una comunidad artística que tiene una formación muy sofisticada, en términos intelectuales y de preparación técnica”, aclaró.
“Él hizo un recorrido desde obras que son muy artesanales, muy simples en su construcción, tan simples que puede enseñar en un día a las personas a hacerlas, le introduce reflexiones y conceptos y problemáticas de su propio contexto y la obra da un salto más allá de la artesanía, y se dimensiona en un contexto de arte contemporáneo. Por ejemplo, él ha hecho una serie de objetos que reproducen otros objetos”, prosiguió.
“Él puede reproducir obras que son muy costosas, con nada más que unos palos de madera. Hizo otro proyecto en donde él donaba a la embajada americana una Estatua de la Libertad, en nombre del pueblo de Cuba. Era una estatua como de cinco o seis metros. La Estatua de la Libertad de Nueva York fue donada por el pueblo de Francia a los Estados Unidos en nombre de la libertad, y él hace como una parodia de ese gesto a la embajada y la embajada le responde que ellos no tienen colecciones y por eso no pueden guardar esa obra”, se extendió.
“En la Bienal de La Habana expusimos su obra. Son gestos de esa naturaleza que él hace réplicas, parodias de cosas, y les da un nuevo carácter o sentido. Introduce desde una estética muy pobre, casi naif, aspectos que son controversiales o problemáticos de la propia realidad en Cuba”, agregó Dannys Montes.
Cerca del individuo, uno se vuelve más universal
Luis Manuel Otero siente con fuerza sus raíces populares: “Mi barrio humilde marca mi obra y mi postura ante la vida, el arte y ante el snobismo del arte, porque el arte en Cuba y me imagino que en muchos lugares, es muy de élite y realmente el arte, lo que es el mundo del arte, tiene que traspasar más allá”, inició.
“Puede encontrarse desde el fango hasta el material más exquisito, y cuando entré al mundo del arte, es una resistencia y cada día más consciente hacia estos materiales súper snob, esta filosofía súper snob que está bueno que exista, como decíamos ahora, a mí la dictadura no me interesa, a mí me interesa que coexista todo y es por eso que me mantengo desde esta trinchera de los materiales, la psicología popular, la defensa de la relación popular, y eso creo que cala también mucho más arriba porque todos somos seres humanos; y cuanto más te acercas al individuo, más universal creo que eres. De hecho nací en un lugar popular y sí, marcó las amistades mías, la relación en el barrio, la violencia que hay en el barrio también, los intereses”, señaló.
La violencia fue otra de sus preocupaciones como artista: “Tengo una obra en donde yo compré armas artesanales que hacen los adolescentes, en Cuba están prohibidas las armas, y se las doné a la embajada de Palestina en mi país, en el último conflicto que hubo Israel-Palestina. La violencia es un estado del ser humano. Cualquier cosa puede ser violenta. La obra intentaba mostrar que nos fijamos en los macro-eventos de la violencia pero al lado de nosotros también puede haber mucha violencia”.
Luis Manuel también resaltó el carácter de educador que tiene el artista. “Como artista yo soy como un ícono, soy como una figura que todo el mundo me mira, me saluda, me protegen y me miran como el muchachito que salió del fango y ahora es un artista visible. Eso lo respetan mucho y toman como un referente. Por eso es que es una responsabilidad muy grande de los artistas en cada postura que asuman, en cada palabra que digan. Y yo particularmente siempre voy a defender la diversidad. Yo me pongo una sábana, y luego me visto de travesti y luego de Buda y constantemente estoy como dinamitando algunos espacios. Mi preocupación es atentar contra lo mal hecho, atentar contra lo que yo creo que está mal. Que tú me aceptes como soy y yo te acepte como eres y que podamos coexistir. Y que esa palabra aceptación desaparezca que sea cómo un hecho natural”, finalizó.
Fecha de publicación Julio, 2015