Absurdo Trump
Carlos Cabrera Perez
Donald Trump ha decidido castigar a los cubanos que aspiran a emigrar a USA, a los que quieren ir a ver a sus familias y volver con unos dólares que alivien su pobreza; pero ha premiado a los altos cargos y funcionarios tardocastristas que viajen por temas oficiales, que seguirán tramitando sus visados en La Habana.
Los juegos políticos bilaterales siempre tienen como víctimas a los ciudadanos. Cuba es un país empobrecido y los emigrantes cubanos en USA, que soportan económicamente la reagrupación familiar, son –en su mayoría- asalariados y con deudas como hipotecas y créditos al consumo.
Por tanto, la acción de Trump va contra los ciudadanos cubanos en la Isla y en USA y no contra la dictadura que ha provocado uno de los mayores fenómenos migratorios del siglo XX en la región, y que ahora se recrudece por el miedo del tardocastrismo ha introducir reformas estructurales que propicien libertad, renta y bienestar; y por la devastación del huracán Irma, que desnudó la ruina gestada durante años.
Algunos analistas apuestan primero por la reforma económica como paso previo a la libertad política, pero el problema cubano –básicamente- es un problema político porque el Buró Político del Partido Comunista carece de un programa que apuesta por la prosperidad de la gente.
De hecho, mientras Trump exige a los cubanos que tramiten sus visados en embajadas norteamericanas en el resto del mundo; la dictadura ha reprimido aquellas asambleas de nominación de candidatos a Delegados (concejal de barrio) del Poder Popular, donde han intentado presentarse opositores, aún violando sus propias leyes.
La paradójica alianza entre tardocastristas y trumpistas para seguir jodiendo a los cubanos, puede generar una tensión mayor de la que aún se vive en la Isla, pues se cierra una tradicional vía de escape que es la emigración cubana, tildada de “económica” por el Partido Comunista, es decir, la revolución es un fracaso económico.
Normalmente, los fuegos no pueden apagarse con gasolina y Trump no estaría a salvo de una oleada de balseros, tolerada por Cuba, cuando los cubanos de uno y otro lado comprueben –por enésima vez- que están condenados a cien años de soledad.
Y ya puede quejarse todo lo que quiera el General – Presidente de lo enrarecida que será su jubilación política, pero es que los errores de gestión se pagan muy caros y su miedo ha sido mayor que su capacidad para aprovechar el impulso Obama y evitar nombrar a fieles incapaces en responsabilidades estratégicas.
USA posee la tecnología adecuada para detectar cualquier ataque contra sus diplomáticos en suelo extranjero y más en una plaza singular como Cuba, donde aún coletea la Guerra Fría y donde todo el que tiene una cuenta pendiente con USA apuesta a clavar una pica.
Cuba tampoco puede evadir su responsabilidad en este tema porque ha ocurrido en su suelo y ni se ha enterado. Ahora vuelven las oscuras golondrinas a recordarnos lo malo que son los americanos, los rusos, los iraníes y norcoreanos. Pero lo que necesitamos es saber lo bueno que son los dirigentes cubanos, los trumpistas y por qué ese empeño en castigar a un pueblo empobrecido en contra de su voluntad.
Donald Trump y Raúl Castro pueden haber pactado incluso la sucesión de febrero, actuando como los peores enemigos del pueblo cubano; en definitiva a quién le importa lo que cuesta a un cubano ir y volver de Bogotá para poder largarse a USA, una vez que supere el vía crucis burocrático, solo a él, su familia y amigos.
Y tal desinterés revela otro problema grave, la incapacidad del exilio cubano para unirse y movilizarse para reclamar derechos, incluido el voto en los comicios cubanos, y no dejarse usar en las campañas oficiales contra el embargo, que debía levantarse hoy mismo, y usar su poder económico conjunto para influir en su país.
Al gobierno cubano lo que conviene es que salga un Marco Rubio protestando, pero teme que sus exiliados, digan, oigan yo pago un alto precio por vivir fuera de Cuba y me opongo al terrorismo y a una salida violenta, pero también me opongo a que ustedes se eternicen en el poder, mientras mis hermanos padecen pobreza.
¿Cuántos diputados a la Asamblea Nacional podría tener el exilio cubano si se organizara y creara una agenda constructiva y llena de contenidos que pongan al cubano por encima de cualquier otra consideración?
Normalmente, quien paga, quien soporta una parte de la economía nacional, en este caso, más de 2 mil millones de dólares anuales, tiene influencia en las decisiones que se toman; en Cuba no, rara excepción. Y esto no excluye pedir el levantamiento del embargo norteamericano y oponerse a una salida violenta; pero casi 59 años después, el debate sigue siendo si ahora hay que ir a Bogotá o a Filipinas.
Cuando el problema está dentro y, en este caso, en la miopía interesada de un presidente norteamericano para el que Cuba es un campo de golf; lo que pasa es que en ese terreno vive gente atrapada entre la utopía, la rabia y la desilusión.