Carmen Sevilla y las últimas folclóricas: una estirpe en peligro de extinción, en el día de su cumpleaños, le regalarán rosas color chicle y su postre favorito, aunque no sabrá por qué. La cantante y actriz cumple 86 años y se erige como la última representante de una estirpe irrepetible: las folclóricas de antes. Repasamos un reinado que llega a su fin.
Carmen Sevilla, un cumpleaños sumida en el olvido
Por Valeria Vegas y José de Santiago
“Una alemana muy guapa, con pantalones vaqueros, en la plaza de Sevilla se enamoró de un torero”, así comenzaba la canción que en 1965 grabó Carmen Sevilla y que muy acertadamente llevaba por título Typical Spanish, recreándose a fondo en la cultura cañí. Porque si por algo se han caracterizado siempre nuestras folclóricas es de llevar con orgullo la palabra España por el mundo entero. O como decía Lola Flores, “me he dedicado a españolear”. Pero hace ya veintidós años que falleció La Faraona y es momento de preguntarse; ¿existe un relevo?
El flamenco, la copla y la rumba siguen teniendo nuevos exponentes, que han ido surgiendo en el nuevo milenio. Algunos con composiciones hechas a su medida y otros versionando canciones que Concha Piquer y Estrellita Castro convirtieron en clásicos, hace prácticamente un siglo. Pero la esencia de la folclórica, con su peineta, su bata de cola y sus ademanes, ya se encuentra en extinción. Lo que durante muchos años resultaba un tópico inamovible parece que va a perdurar tan sólo como emoticono de Whatsapp. Apenas queda nada de esa imagen de la folclórica temperamental con sus frases impostadas y que algunos periodistas llegaron a bautizar como “lasmiarma”, por el excesivo uso de esa muletilla andaluza.
LAS QUE SE HAN IDO
“Por eso España repite ya así, familia Philips, familia feliz”, entonaba Carmen a mediados de los sesenta a través de una campaña publicitaria en la que predicaba las múltiples ventajas de los electrodomésticos. Pocos años antes había prestado su imagen para Coca Cola y Lola Flores se apuntaba otro tanto anunciando pinturas Titanlux. Eran buenos tiempos para las folclóricas, siendo hoy impensable que algún representante de dicho género musical se convirtiese en imagen de alguna marca, siendo relevados por artistas del pop.
Marifé de Triana, Marujita Díaz, la rumbera Dolores Vargas “La Terremoto”, Paquita Rico y recientemente Nati Mistral, personifican las últimas despedidas de la canción española, con Carmen Sevilla como última superviviente de tal generación, hoy octogenarias. Lo cierto es que el delicado e irreversible estado de salud de ésta última hace prever que el emblema de la clásica folclórica se acerca a su fin. El alzheimer que sufre desde hace unos años y que la mantiene ajena al mundo, ha hecho que no fuese consciente el pasado mes de julio de la muerte de su amiga Paquita Rico, con la que junto a Lola Flores protagonizó El balcón de la luna, cuando formaban un exitoso triunvirato y su amistad se prolongaba a través de reportajes en prensa, conciertos y actuaciones en televisión. Porque hay que recordar que a principios de los noventa consiguieron hacerse un hueco en la pequeña pantalla, demostrando su valía como presentadoras frente a una década que les había arrebatado el éxito musical de antaño.
LAS ÚLTIMAS PEINETAS
Isabel Pantoja sigue llevando la bata de cola, de la que hace gala durante uno de los actos de sus conciertos, dedicado a un repertorio más clásico. Hace once años que falleció su rival más destacada, una digna oponente con la que siempre había comparaciones: Rocío Jurado. Ambas habían conseguido que durante los años ochenta el género se mantuviese a flote, frente al novedoso e imbatible sonido del tecno pop. También es verdad que recurrieron a la canción melódica, bajo composiciones de Manuel Alejandro entre otros, que les permitían no tener un repertorio encorsetado que les hiciese encasillarse como a otras compañeras.
Durante la Expo 92 en Sevilla se estrenó el espectáculo Azabache, con un continuo éxito de público y anunciado por la prensa como “la unión de cuatro mitos de la canción española”. Tal rango excluía a María Vidal, la intérprete más joven de la función, siendo reservada la categoría de mito para Juanita Reina, Imperio Argentina, Rocío Jurado y Nati Mistral. A día de hoy el cuarteto ha fallecido al completo, tras la defunción de la enérgica Mistral hace apenas una semana. Todas ellas seguían a rajatabla aquella estrofa de “Carmen de España, ¡valiente! Carmen con bata de cola, pero cristiana y decente”, para resaltar virtudes y tópicos a partes iguales.
Junto a Carmen Sevilla, Gracia Montes es otra de las últimas supervivientes de la dinastía de las folclóricas, que actualmente cuenta 81 años y ha cosechado multitud de aplausos gracias a canciones como Maruja Limón o Soy una feria. Bajo el apodo de “la voz de cristal de bohemia”, por su singular timbre, siempre fue respaldada por Lola Flores y demás compañeras, y aunque hace años que se alejó de los escenarios, tiene en su haber más de una calle con su nombre.
Dolores Abril, viuda de Juanito Valderrama con el que hizo reír a su público a través de lo que titulaban “peleas en broma”, y Maruja Garrido, la musa rumbera de Dalí, que logró que éste presentase sus discos y compartiesen videoclip, viven hoy día apaciblemente retiradas.
Encarnita Polo siempre ha resultado algo más mediática y en el 2009 retornó a la actualidad al hacerse viral su canción Paco, Paco, Paco, insertada sobre un videoclip de Beyoncé. También está el caso de Rosa Morena, que encumbró a la folclórica a la categoría de sex symbol a través de sus atrevidos y sugerentes posados, y que tras una retirada intermitente en los años ochenta, ha vuelto a personarse en la pequeña pantalla como invitada de María Teresa Campos en Qué tiempo tan feliz.
Tanto Rosa como Carmen Sevilla tienen en común el haber sido enviadas para actuar ante las tropas militares, demostrando así que nada tienen que envidiar a la animación de Marilyn Monroe en la Guerra de Corea de 1954. Todas ellas son los últimos exponentes de una generación sin retorno. La folclórica de pro, llega a su fin. Porque como cantaba Juanita Reina en uno de sus pasodobles: “De las de peina y volantes, ¡que pocas vamos quedando!”.
Carmen Sevilla, un cumpleaños sumida en el olvido
La que fuera protagonista de «Violetas imperiales» celebrará su 87 cumpleaños en la residencia geriátrica de la localidad madrileña de Aravaca, en la que es atendida desde hace dos años, sin más compañía que la de su hijo Augusto, quizá sus nietos, su íntimo amigo Moncho Ferrer y el personal que la trata. Prácticamente ya no conoce a nadie, ni tan siquiera a Augusto Jr. o a los hijos de éste. El alzheimer tiene sumida en el olvido a una mujer querida por toda España. En su amplia habitación no habrá brindis como otros años, en los que le gustaba invitar a sus íntimos a cenar en el restaurante Zalacaín, solamente rosas color chicle, sus flores favoritas, y un milhoja de nata y crema, su pastel preferido. La veterana actriz no es consciente de lo que sucede a su alrededor, su mente está perdida y no sabe que en ese día tan especial se celebra su cumpleaños.
Hoy nada cambiará en su rutina porque ella no distingue la importancia de las fechas. Su cerebro no acierta a almacenar los recuerdos, ni sabrá que la persona que le entrega unas flores es su hijo Augusto, ni que los que le cantan el «cumpleaños feliz» son su amigo Moncho Ferrer, el médico que le atiende o la enfermera y la limpiadora que entran en la amplia suite que ocupa en la residencia.
Allí es la paciente más popular y más querida, aunque ella no lo sepa. Pero todos, incluso algunos de los internos, conocen perfectamente a Carmen. Por el contrario, el alzheimer que padece avanza inexorablemente con el paso del tiempo. Y ninguno de los rostros que la rodean a diario le resulta familiar.
Desde que su hijo Augusto decidió ingresarla en 2015 en esa residencia, ante la imposibilidad de seguir un tratamiento adecuado en casa contra su enfermedad, tan solo han pasado por esa habitación él y Moncho Ferrer. Nadie más. El estado de la que fuera la artista más entrañable y querida de nuestro país recomendaba la ausencia de visitantes. Así pues, ni íntimos, como la bailarina María Rosa, la diseñadora Marili Coll, el director del Museo de Cera, Gonzalo Presa, el tertuliano Enrique Miguel Rodríguez, entre otros, han podido verla en este tiempo de oscuro sufrimiento.
Desde el centro geriátrico nos llegan las palabras de un miembro del personal, C. G., quien desvela que «doña Carmen es una mujer entrañable. Cuando entramos en su habitación nos agarra la mano y la aprieta contra su cara en un gesto de cariño. Todos los días la aseamos con mucho mimo porque sabemos que siempre fue muy presumida. Además, la peinan y le arreglan las manos cada semana. El Alzheimer es una enfermedad muy cruel, no respeta a nadie. Y los que conocemos a Carmen Sevilla por sus grandes triunfos artísticos nos duele ahora el contemplar su dura situación. Su hijo Augusto viene a verla continuamente, es un hombre educado y muy cariñoso con su madre. También viene otro señor, creo que se apellida Ferrer, que, según nos dicen, es su mejor amigo. Aquí la queremos todos, es una mujer maravillosa».
En contra de lo publicado en algún medio de comunicación, la habitación donde permanece desde que ingresó en el centro es espaciosa, cuenta con un gran ventanal que da al jardín y es muy luminosa. Es en ese amplio corredor verde en el que pasea cada día acompañada de una cuidadora.
Ferrer habla con admiración del comportamiento de Augusto con su progenitora: «Desde que comenzó a dar muestras de la enfermedad, Augusto ha estado al lado de su madre siempre, la trata con inmenso cariño y la visita con mucha frecuencia. Es un hombre increíble. Si Carmen fue ingresada es porque llegó un momento en el que necesitaba un tipo de cuidados y un tratamiento muy específico que no podía seguir en su domicilio».
–Se ha publicado que las condiciones en las que Carmen vive en la residencia no son las más idóneas...
–Es totalmente falso. Ni su habitación es pequeña, ni oscura, ni tiene un ventanucho, como han dicho. Es una gran estancia con un ventanal enorme. Y muy luminosa. Desde que fue internada en la residencia solamente ha sufrido una crisis y hubo que hospitalizarla unos días. Ahora se encuentra en un estado absolutamente pasivo, pero sigue siendo una mujer muy alegre con todo el mundo, aunque no les conozca.
–¿Cómo transcurre su día a día?
–Hace gimnasia, va a la consulta de la psicóloga, toma sus medicamentos y pasea por el jardín. Más o menos, lo que el resto de los enfermos en su situación.
Corroborando lo anterior, J.M., una persona del equipo sanitario que se encarga de Carmen nos desvela que «se levanta sobre las ocho y media de la mañana, la asean, la sientan en un butacón con distintas posiciones, ahí pasa un buen rato frente a la ventana que da al jardín, sigue el tratamiento y sus ejercicios, a la una come, duerme la siesta, pasea por el jardín y se acuesta sobre las nueve de la noche. Come poco, no es de mucho comer. Es una mujer muy cariñosa y en la residencia la quiere todo el mundo».
Sus amigos de antaño la recuerdan con cariño cuando se acerca su 87 cumpleaños. Marili Coll afirma que «estamos hablando de una mujer estupenda, muy generosa, a la que le gustaba demostrar su cariño a todo el mundo. Todos los días me viene a la cabeza su imagen. Y prefiero acordarme de Carmen tal y como estaba la última vez que nos vimos en su casa». Por su parte, María Rosa confiesa que «recuerdo a Carmen con un cariño enorme, era una estrella maravillosa, una amiga incondicional y genial, generosa, simpática... Nos hemos reído mucho juntas y ella me decía que era su hermana». Enrique Miguel Ro-
dríguez añade que «todos la echamos mucho de menos. Me han dicho que está algo deteriorada y que no reconoce a nadie, es una pena. Vivo en Sevilla y voy poco por Madrid, pero me han comentado que los únicos que entran a la residencia para verla son Augusto y Moncho Ferrer. De todas formas, prefiero recordarla como era antes de su enfermedad».
En la residencia cuentan con una unidad especializada en Alzheimer, en la que se trata a cada paciente según sus necesidades. Se trabajan áreas específicas de orientación, lenguaje, cálculo y memoria. Se recomienda largos paseos y el uso de la piscina climatizada. La media de coste mensual por paciente no baja de los 2.800 euros.
Otra empleada del centro, M.J., que al igual que el resto de los trabajadores prefiere quedar en el anonimato, reconoce que «todavía le piden a doña Carmen autógrafos y muchos quieren hacerse fotos con ella, pero la señora Sevilla no entiende el por qué de esas peticiones, aunque se presta gustosa a posar. Habla bajito, casi susurrando, dicen que algunas situaciones le suenan todavía. No es que vaya recuperando la memoria, no, pero en su subconsciente debe quedar algún atisbo del pasado».
Desgraciadamente, todos los que la queremos sabemos que ese pasado no volverá a su vida ni a su conciencia. Eso sí, su estado de salud no ha variado, ni para bien ni para mal. Ante las alarmantes noticias surgidas esta semana, al tanto de que la salud de la actriz se había tornado crítica, Augusto Junior manifestó a LA RAZÓN que «es falso lo publicado, mi madre se encuentra bien dentro de lo que supone su enfermedad. Su estado de salud es el de siempre».
Paco López Bolarín: Carmen Sevilla es un genio, tanto como lo fueron Dalí, Picasso o Shakespeare y que ha dedicado su vida a mostrar su arte y genialidad, repartiendo ilusión y color a unas gentes traumatizadas tras una guerra y con vidas sórdida y oscuras, en una época muy difícil para la gran mayoría de ciudadanos. Y se merece todos los reconocimientos y homenajes posibles, pero en este país no se saben valorar nuestras artes escenicas, a menos que primero lo hagan desde fuera. Es muy triste pero es así, esperemos que esto cambie pronto.