Gays y heterosexuales cubanos contra el servicio militar
Los contrarrevolucionarios -como les denomina el régimen- tienen más suerte. “Tengo un amigo que es disidente y jamás lo llamaron a pasar el servicio militar. Estoy pensado enrolarme en algún movimiento de oposición pa'escapar del verde”, apunta un joven egresado de preuniversitario que para enero de 2018 será convocado al servicio militar.
En Cuba es de carácter ineludible que los varones mayores de 17 años cumplan dos años de preparación militar. En el caso de los universitarios se reduce a un año.
El autócrata Fidel Castro, aduciendo una supuesta amenaza del ‘imperialismo yanqui’, mediante ley del 26 de noviembre de 1963, estableció el Servicio Militar Obligatorio, para jóvenes de 16 a 27 años, con una duración de tres años y una paga mensual de 7 pesos.
Cincuenta y cuatro años después, el Servicio ha cambiado de siglas: SMO (Servicio Militar Obligatorio), SMG (Servicio Militar General) y Servicio Militar Activo (SMA), el que ahora está vigente, pero su obligatoriedad se mantiene.
A partir de 1970 y fines de los años del siglo pasado, no menos de 500 mil jóvenes pasaron el servicio militar. La mayoría lo pasó en el ejército de tierra (la marina de guerra y la aviación contaban con oficiales profesionales). Otros, en guardafronteras, tropas especiales y el Ministerio del Interior, cuidando presos o el perímetro exterior de alguna de las más de 200 cárceles existentes en Cuba.
Se calcula que en la década de 1980, un cuarto de millón de reclutas, después de los 45 días de la preparatoria inicial, donde a la carrera aprendían el uso del armamento, participaron en las guerras civiles de Angola y Etiopía.
“En apariencias, era voluntario, pero los que se negaban a ir a Angola lo mandaban a cortar caña en el EJT (Ejército Juvenil del Trabajo). Y si chocabas con un oficial hijo de puta, te destinaba a una prisión militar. Yo estaba pasando la previa en Vaca Muerta, Artemisa, ni siquiera era muy diestro en el uso del AKM, cuando llegó un coronel y pidió que diéramos un paso al frente los soldados dispuestos a ‘cumplir una honrosa misión internacionalista’. Toda la unidad dio el paso al frente”, rememora Joel, 52 años, quien perdió una pierna por la explosión de una mina terrestre en Angola.
Era la etapa en que Fidel Castro presagiaba una inminente invasión de Estados Unidos. La Isla contaba con el más poderoso ejército de América Latina. Un millón de hombres sobre las armas, 500 mil en la reserva, 200 aviones de caza Mig-23, 3 mil tanques T-55 y T-62, cientos de emplazamientos de cohetes antiaéreos SAM y una fábrica de fusiles AK en la provincia Camagüey.
El desproporcionado ejército, junto al colosal aparato de contrainteligencia que fiscalizaba todos los estamentos de la vida de los cubanos, devoraba alrededor del 35% del PIB nacional.
En los anales de la historia bélica universal, ninguna nación pobre o subdesarrollada, participó simultáneamente en dos guerras. Cuba lo hizo durante las contiendas de Angola y Etiopía gracias al cheque en blanco girado por el Kremlin, que duplicaba el Plan Marshall de Estados Unidos a la Europa de post guerra.
Con la desaparición del comunismo soviético, culminó el desquiciado proyecto bélico de Fidel Castro. Ahora el desfasado armamento ruso envejece en túneles subterráneos.
La mayoría de los estrategas militares sustituyeron sus casacas verde olivo por vaporosas guayaberas blancas. Y en cursos exprés se graduaron de gerentes y administradores de empresas y hoy manejan la tercera planta de hoteles más grande de América, con 30 mil habitaciones. También dirigen comercios, cafeterías, restaurantes y gasolineras en todo el país.
Pero, según Hiram, actualmente cumpliendo el servicio militar en una unidad en las afueras de La Habana, “los reclutas seguimos comiendo soga. Marchando, haciendo ejercicios con fusiles de calamina, fumigando casas para eliminar el mosquito Aedes Aegypti o construyendo hoteles”.
En el blog del periodista oficial Francisco Rodríguez, conocido como Paquito el de Cuba, gay y militante del partido comunista, fue publicada la información de que las FAR autorizan a los homosexuales alistarse en el servicio militar.
Aunque la prensa estatal no ha publicado siquiera una línea, Rodríguez tuvo acceso a las grabaciones de audio de los debates que acontecieron durante la última legislatura del monocorde parlamento.
El 20 de julio, el diputado Joaquín Lázaro Cruz Martín, durante una reunión de la Comisión de Defensa Nacional preguntó “cuál sería la política a seguir con los jóvenes homosexuales y bisexuales y el servicio militar”. El General de Brigada Juan Rafael Ruiz Pérez, presidente de la Comisión, respondió sobre la actual política de las FAR “desde hace un año o dos”.
Sin mencionar la palabra homosexual ni LGBTI, Ruiz Pérez apuntó que “si la persona considera que por esta razón no le va hacer posible cumplir su servicio en las condiciones de un lugar militar, se excluye”.
Las opciones para gays, travestis o lesbianas, ofrecidas por Ruiz Pérez “pueden ser como enfermero, auxiliar en un hospital, incluso puede ser en un hospital militar, o se destina a trabajar en otro lugar”. Al igual que el presidente estadounidense Donald Trump, el general cubano supone que los LGBTI son ‘flojitos’ a la hora de adiestrarse militarmente, combatir y defender a su patria.
Diario Las Américas le preguntó a homosexuales y heterosexuales sobre el tema. Luis, travesti que se prostituye en el barrio de La Víbora, al sur de la capital, le parece “muy fuerte que un maricón conviva con tantos machos en una unidad militar. El mes pasado a mí me dieron de baja en el chequeo médico que me realizaron para el servicio militar. Está bien que los gays tengan los mismos derechos que los heterosexuales, pero en el caso del servicio lo preferible es que lo supriman, pues casi ningún joven, por su propia voluntad, quiere estar dos años en esa durísima vida”.
De los diez heterosexuales encuestados, todos coinciden que el servicio militar es un fastidio. “Cuba no va tener guerra con nadie. Con el envejecimiento de la sociedad cubana, deberían preparar a los jóvenes en diferentes facetas de la producción, algo mucho más beneficioso que pasar el servicio militar”, apuntó Walter, estudiante de preuniversitario.
La mejor opción para Cuba, es el modelo de Costa Rica, una de las pocas naciones del mundo que no tiene ejército.
En plena crisis económica y con un tercio de la población mayor de 60 años, lo más sensato sería abolir el servicio militar. La manutención de las fuerzas armadas siempre ha sido un lastre incómodo para el producto interno bruto.