Cuando naces niña pero te sientes niño
Theo Ramos, de 14 años nació niña pero se sentía como un varón
Quiere que le llamen Theo en vez del nombre que recibió al nacer
A los 10 años, Theo Ramos no debería preocuparse por sentirse cómodo con su propio cuerpo, pero sabía que era distinto a los demás compañeros de su clase. En lo único en que pensaba era en cómo su aspecto exterior –el de una niña– no encajaba con lo que sentía.
En mayo de 2016, Theo Ramos, que por entonces tenía 14 años, estudiaba séptimo grado en una nueva escuela. Quizás porque tenía un atractivo programa de artes o porque era un lugar diverso, pero niños y adultos parecían aceptar al chico transgénero mucho más que en su antiguo colegio. Había menos comentarios desagradables, menos acoso. E incluso más amigos.
Fue criado como una niña, pero se sentía más como un chico. Quería ser llamado Theo en lugar de por su nombre de nacimiento, escribió una detallada carta a sus profesores explicando qué pronombres prefería que se utilizasen para referirse a él y citó la política de inclusión LGBTQ del centro.
Siempre se comportó como un chico, antes incluso de conocer la palabra transgénero, y vestía con pantalones anchos y sudaderas negras. Le gustaba pasar su tiempo libre con los skaters de su vecindario.
Sin embargo, Theo era consciente de que algunas veces se “presentaba como una chica”, como cuando publicaba en Snapchat coronas de flores o fotos de su gato, o cuando coloreaba su cabello con todas las tonalidades del arcoíris. Y pasaba horas viendo vídeos de maquilladores en YouTube porque, según él, “se puede ser un chico y que te guste el maquillaje”.
Por aquel entonces deseaba empezar un tratamiento con testosterona para adaptarse plenamente a su género. Se lo pidió a su madre. Contemplaba someterse a “cirugía en el torso” o de reasignación de género.
Desde que Lori Ramos se enteró de la disforia de género de su hijo Theo, estuvo a favor de que se identificara con el género que lo hiciera sentir más cómodo. Pero tomar hormonas con efectos potencialmente irreversibles era otro asunto, uno que quería posponer lo máximo posible.
Los expertos coinciden en que cualquier transición en un adolescente es difícil y está plagada de indecisiones, ansiedad y preocupaciones, tanto por parte de los jóvenes como de sus padres. Programas de televisión, libros y artículos suelen retratar a personas que están muy convencidas de que quieren tener otro género. Pero la realidad es diferente.
Un adolescente transgénero puede sentirse como un chico un mes y sin una identidad concreta en cuanto al género al siguiente. Este es uno de los motivos por los que se recomienda acudir a terapia, para que el joven, y su familia, puedan reflexionar sobre el tema.
Lori había tenido dudas al principio, pero no tenían nada que ver con su apoyo al género de Theo. Nunca quiso que su hijo se sometiese a cambios permanentes a menos que estuviese completamente seguro de que quería vivir para siempre con características masculinas como vello corporal o una voz más grave.
“¿Cuáles son los efectos de la terapia con testosterona a largo plazo?”, se preguntaba a menudo.
Y además estaban los problemas con el seguro médico. La testosterona puede ser costosa y el seguro familiar podría no cubrir el tratamiento. Al final del séptimo grado de Theo, Lori había dejado de trabajar para dedicar más tiempo a su hijo y a sus necesidades médicas y emocionales. Su esposo –el padre de Theo– sustentaba a la familia con su empleo en el departamento de transportes del condado de Miami-Dade.
Tener un hijo con un historial de autolesiones, al que le diagnosticaron depresión y disforia de género, no fue fácil. Además, Theo tenía problemas de tiroides y otras condiciones médicas. Las visitas al médico y a consejeros se convirtieron en la norma y el joven faltaba a clase. Pero también había buenas noticias: Había dejado de provocarse cortes y de vomitar, y asistir al Rainbow Circle para adolescentes LGBTQ mejoró su estado de ánimo.
Las investigaciones muestran que las personas transgénero suelen sufrir problemas psicológicos. No está claro si están provocados por factores externos como la discriminación y el acoso, o por otros internos como la disforia de género. Los estudios señalan que la depresión y los pensamientos suicidas aumentan con la edad.
Lori se volvió más atenta y observaba a su hijo de cerca en busca de signos de suicidio o nuevos cortes.
Durante el verano de 2016, tras terminar el séptimo grado, todo parecía ir bien. Theo jugaba con videojuegos, leía, intercambiaba mensajes con sus amigos y pintó su habitación, lo habitual en un adolescente.
Además, reconoció su sexualidad, o lo intentó, y entendió que su género era algo independiente de su condición sexual. Primero se manifestó como bisexual: “Si te encuentro estéticamente agradable, probablemente quiera formar parte de estética”, bromeó.
Pero eso a Lori no le importaba, de todos modos no le dejaba tener citas.
“Sí salí”, insistió Theo, poniendo los ojos en blanco ante su madre y agitando su pelo corto de color turquesa.
Lori meneó la cabeza. “No, no lo hizo”.
El trato que los demás ofrecían a Theo preocupaba a Lori. ¿Cómo será percibido cuando tenga una relación seria? “Mis preocupaciones eran más globales”, dijo. “El acoso, las burlas, la crueldad”.
Sus preocupaciones también se centraban en la escuela. En agosto de 2016, Theo comenzó el octavo grado y ya era más mayor que la mayoría de sus compañeros –se había quedado un curso por detrás y cumplía 15 años dos meses más tarde.
Pasado poco tiempo, enfrentó a su madre mientras ella leía en la sala de estar.
“Igual no tengo un género definido”, anunció Theo.
Lori levantó la ceja, la afirmación no era una novedad para ella: “¿Tú crees?”.
Quizás quería esperar hasta que fuese un adulto para tomar la testosterona, dijo el joven a su madre.
Un año después, cuando Theo y Lori recordaban la historia del día que le comunicó a su madre que había descubierto algo más sobre su identidad de género, la pareja se mostró adorablemente sarcástica.
“Ella sabe las cosas del modo en que las madres lo saben todo. Es omnipotente”, dijo Theo con una media sonrisa. “Me conoce tan bien como me conozco yo”.
Pero en ocasiones parece que Lori no conozca a su propio hijo. Muchas de las emociones de Theo están lejos de su alcance, lo que hace que los años y los días sean difíciles y confusos para la familia.
Vivir con un hijo transgénero “es de todo menos una línea recta”, señaló.
“Vas hacia adelante y hacia atrás, a la izquierda, a la derecha y caminas en círculos”, dijo. “Es un viaje de autodescubrimiento. Como se siente hoy Theo es distinto a como se sentía hace un año. O hace dos. O tres. Todo lo que puedes hacer es apoyar y amar a tu hijo. Es todo lo que puedes hacer”.
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COMO ACEPTAR A LOS HIJOS LGBT No siempre es fácil aceptar que un hijo sea LGB. Sin embargo, existen algunas estrategias para que los padres sepan que sus hijos siguen siendo los mismos que aman.
Parte de la dificultad que algunas personas LGBT tienen para aceptar su orientación sexual o identidad de género radica en el rechazo que, en ocasiones, reciben por parte de sus padres.
El motivo que muchas veces lleva a estos últimos a actuar de esta manera es comprobar que sus hijos no son lo que imaginaban. Les duele que se alejen del “deber ser” y que no cumplan con las expectativas sociales.
Cuando un hijo le revela a sus padres que no es heterosexual o que su identidad de género no corresponde con su sexo de nacimiento, ellos normalmente pasan por una serie de fases: choque, dolor, negación, sentimientos de culpa y pérdida y, finalmente, aceptación.
MUCHAS VECES SE QUEDAN ESTANCADOS EN LA NEGACIÓN PORQUE COMO ES UN HECHO QUE LES CAUSA DOLOR, LO BORRAN DE SU VIDA.Según José Toro-Alfonso, Ph.D en psicología clínica, docente e investigador del departamento de psicología de la Universidad de Puerto Rico y presidente de la Sociedad Interamericana de Psicología, cuando se enteran de que su hijo no es heterosexual, algunos padres sienten desilusión porque lo ven distinto a lo que quisieran. Construyeron una imagen de él que no se ajusta a la realidad.
Les cuesta entender que sus hijos siguen siendo los mismos de siempre solo que con una orientación sexual distinta a la mayoritaria o con una identidad de género diferente a la esperada por la sociedad. “Es la misma persona que ellos amaban ayer, con la única diferencia de que hoy tienen una nueva información de ella”, explica Toro-Alfonso.
El momento en que un hijo sale del clóset con sus padres es justamente cuando más requiere de su apoyo y comprensión. Quiere contar con su respaldo para no vivir su orientación sexual o identidad de género como un problema, algo vergonzoso o que debe mantenerse oculto.
ES UNA FASETambién es importante que los padres eviten caer en la trampa de que “esta es una fase de la vida que en poco tiempo superará” o “lo voy a llevar a algún psicólogo para que lo cure”. No es posible cambiar la orientación sexual o la identidad de género de una persona ni hay justificación para hacerlo. Tampoco existen terapias médicas para tal fin.
“Muchos de esos modelos de ‘curación’ tienen una base religiosa y no un sustento teórico que demuestre que ese cambio puede ser posible. Por el contrario, las investigaciones han comprobado que esas iniciativas son desastrosas para el estado emocional y la salud mental de estas personas”, agrega Toro-Alfonso.
En ocasiones, los padres aceptan a sus hijos bajo la advertencia de que “a las reuniones familiares vas solo” o “de ese tema no se habla”. Tratan de fingir que todo sigue como ellos quisieran y se alistan para responder a la tradicional pregunta de: “¿y tu hijo anda de novio?” con un “no, está dedicado al trabajo”.
SI ENTRE LOS PROPÓSITOS DE ESTE AÑO ESTÁ LOGRAR QUE LOS PAPÁS CONOZCAN MÁS DEL TEMA LGBT Y LOGREN SUPERAR SUS PREJUICIOS, HAY ALGUNAS TAREAS POR HACER.Es importante que los padres abandonen el sentimiento de culpa. Finalmente, ¿culpa de qué? “Ellos sienten que su obligación es formar personas homogéneas, pero el mundo es diverso y cada hijo tiene sus propias particularidades”, explica Gloria Careaga, docente de la facultad de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Cosecretaria General de la Asociación Internacional para Gays y Lesbianas (ILGA).
En segundo lugar, deben tener presente que sus hijos, como el resto de personas, tienen derecho a desarrollar su propia individualidad y personalidad.
FOLLETOS CASUALESEl caso de los padres que aunque tienen miedo de acercarse al tema, no manifiestan un rechazo explícito, puede ser aprovechado por los hijos LGBTI para dejarles en la mesa de noche información sobre este asunto. Puede ser, por ejemplo, un folleto con las asociaciones que apoyan a los padres al respecto.
Otra alternativa es recomendar durante la comida una página web. “No se trata de exigirles que la visiten o que lean la información sino simplemente dejarlo a la vista o mencionarlo para que cuando ellos quieran lo hagan”, completa Careaga.
Lo mejor es apostarle a un proceso tranquilo y evitar convertir el tema en un campo de batalla. No centrarse en quién gana o tiene la razón o en convencer al otro de lo que uno piensa, sino de acompañarse mutuamente en esta etapa de la vida.
Con los padres que manifiestan un rechazo explícito, es aconsejable la intervención de otros familiares o amigos para que faciliten el acercamiento. En estos casos generalmente si la persona LGBTI intenta hacerlo sola el conflicto aumenta. Es mejor acudir al apoyo de terceros cercanos.
Si a pesar de la ayuda, no hay encuentro posible, lo mejor es que la persona LGBTI siga adelante. Lo aconsejable es que mantenga una relación tranquila con sus padres sin pretender obligarlos a cambiar su forma de pensar cuando le han manifestado claramente su postura frente al tema.
Según Carolina Herrera y Simón Torres, psicólogos clínicos de Liberarte Asesoría Psicológica, en la vida adulta no es necesario contar con la aprobación total de los padres en todo lo que se haga y, mucho menos, en lo que tiene que ver con la pareja o la orientación sexual.
En la práctica es frecuente que los padres no estén de acuerdo con sus hijos en muchos temas y que, a pesar de esto, mantengan una relación cercana. “Habría que anclar el vínculo en las semejanzas y en los acuerdos más que en las diferencias, sin pretender eliminarlas”, señalan Herrera y Torres.
LA VIDA CONTINÚAPara un hijo es importante contar con el amor de sus padres pero para avanzar en su vida no necesitan de su total consentimiento. “La persona tendrá que ganar autonomía emocional para seguir adelante aún sabiendo que sus papás no están de acuerdo en algunos temas”, agregan Herrera y Torres.
LOS PADRES NO SON DUEÑOS DE LA VIDA DE SUS HIJOS Y EN LA MEDIDA EN QUE RESPETEN SU INDEPENDENCIA, FOMENTARÁN PERSONAS ESTABLES Y SALUDABLES EMOCIONALMENTE.Por supuesto, mucho mejor si logran abrir canales de comunicación no solamente en este tema sino en todos los posibles. Si los padres aceptan a sus hijos como son, lo más probable es que ellos no tomen distancia de su familia y vivan menos experiencias riesgosas que cuando son obligados a vivir por fuera de la casa en un momento que no les corresponde.
El hecho de tener un hijo LGBT tampoco significa que él podrá hacer “lo que le dé la gana”. Por el contrario, seguirá rigiéndose por las normas familiares según la etapa de desarrollo en la que esté. Las reglas son para todos independientemente de la orientación sexual o la identidad de género que se tenga.
Vale la pena que los padres de familia se pregunten cuál es el problema con tener un hijo homosexual o trans ¿quién dice que lo correcto es que sean de una u otra manera? Lo importante es que sean felices como son, sin engaños y que puedan cumplir con su proyecto de vida.
A pesar de que en el mundo hay millones de personas LGBT, los padres deben saber que como sus hijos no hay dos y que ahí, precisamente, radica el encanto de cada ser humano.
AUTOR DEL ARTÍCULO, TAMARA LUSH
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