Carteristas y arrebatadores:
Son de los oficios preferidos por el “hombre nuevo”
Más de medio siglo de intolerancia, de frustraciones y de fingir para sobrevivir, ha creado un individuo sin valores ni compasión por los más débiles
El martes 21 de noviembre fue presentado en el Noticiero Nacional de Televisión el testimonio de varias víctimas de carteristas en la ruta 69, que va de Lawton a Playa y viceversa. Además se anunció la captura de una banda de cuatro delincuentes que operaban en dicha ruta – dos muchachos, una jovencita y un anciano –. El reportaje me hizo pensar: “Por fin este problema tan grave y frecuente recibe la atención de los medios. Tal vez así muchas de las víctimas recuperen su fe en las autoridades y ahora no duden en hacer la denuncia”.
En efecto, entre los delitos más aborrecidos por las personas decentes están el de carterista y el de arrebatador, que, aunque antiguos, en las últimas décadas se han diseminado como un cáncer, al menos en la capital. Estos delincuentes acechan en lugares solitarios o poco transitados, o bien donde hay aglomeración de personas, como en las paradas de ómnibus, dentro de estos, o en colas de tiendas, mercados y ferias. Algunos operan solos, pero frecuentemente también en grupo.
A la doctora Teresa, una amiga, hace pocos días la “carterearon” en el mercado agroindustrial de Tulipán. Se lamentaba de que no solo perdió el dinero, sino también el carnet de identidad, junto con el de médico y la chequera de su mamá. Su pobre madre le dijo: “Espera unos días, a lo mejor nos devuelven los papeles, como hacían antes”. Pero ella inmediatamente inició los trámites para los nuevos documentos, porque sabe que hace mucho que ya ni los carteristas son tan “decentes” como antes. Opina Teresa que en esos mercados debería haber cámaras en todos los ángulos, y policías, que no vio ninguno.
Asimismo, una y otra vez escuchamos historias de personas a quienes les roban en los ómnibus, un lugar preferido por los carteristas. Me contaba Raúl Durrutí cómo uno de estos rateros le sacó la cartera del bolsillo mientras abordaba un P8: “Tuve que hacer un esfuerzo para subir, porque las guaguas paran fuera de parada y en medio de la calle”, explica, “y noté que una mujer joven me empujaba o se agarraba. No le di importancia, hasta que fui a buscar la cartera y no la tenía. Ese día llevaba 400 pesos para devolvérselos a mi hermano, que me los había prestado”.
“Pero también los hay que arrebatan cadenas”, intervino una joven que escuchaba la conversación, “como me sucedió en la parada de la 174. Fue tan rápido, que me quedé petrificada de pánico. Ahí aprendí la lección: en Cuba es mejor no usar prendas de oro, si no quieres que te asalten”.
También en la parada de la 174 otro amigo fue víctima de estos malhechores, que le sacaron del bolsillo su teléfono celular, y no se dio cuenta hasta que llegó a la casa. “No sé cómo pudieron lograr”, se pregunta, “sacarme el móvil y dejarme el estuche en el bolsillo.” Aunque está seguro de que el teléfono no va a aparecer, fue a la oficina de ETECSA a reportar el robo y cancelar la línea. Cuando se compre otro móvil, deberá pagar 3 CUC para reactivarla.
Estas lacras sin escrúpulos depredan preferentemente a ancianos y desvalidos. Emma Wong es una maestra jubilada de 82 años. Años atrás, un infarto cerebral la dejó hemipléjica, por lo cual camina con dificultad y se ayuda de un bastón. Hace pocos meses, iba por una calle de Centro Habana cuando un delincuente la tumbó para arrebatarle la cartera. Desesperada, Emma gritaba y pedía auxilio, mientras veía al delincuente seguir de largo como si su miserable faena fuera algo natural. Como secuela de aquella caída le ha quedado un dolor frecuente en el costado.
Un anciano vecino reflexionaba sobre este mal: “Aunque el gobierno pretenda culpar al período especial, fíjate que ya desde antes de los noventas se había incrementado la delincuencia. Y cuídate, que se acerca el fin de año, los precios se disparan y los rateros se alborotan: ellos también quieren celebrar, pero a costa de los que trabajan”.
GLADYS LINARES, LA HABANA, DICIEMBRE 2017
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