Nueva generación de cubanos
Los critican por vulgares, pero...
¿Quiénes son en realidad los cubanos recién llegados a Miami? POR SARAH MORENO Dos o tres vueltas de cadena al cuello, los tenis Nike y un fajo de billetes en la mano que agita mientras echa gasolina para que en la foto también salga el carrazo. Es Cadenaman, uno de los personajes de la página de Instagram Cubalseros, creada por un joven de Miami para criticar con humor lo que la gente comenta en la calle.
“Tiene un Mercedes y un fajo de billetes en la mano, pero está echando la gasolina más barata”, dice Jorge, quien prefiere mantenerse en el anonimato para que la página, que gana 400 seguidores diarios, siga creciendo.
Cubalseros también tiene fotos de otros personajes como el “Grinch cubano”, que va vestido de verde de pies a cabeza; o las mujeres que están todas “operadas”, con implantes de senos y nalgas de silicona, y que se toman selfies como si fueran las Kardashian, o los cuatro amigos que posan en la arena de Miami Beach y sus trajes de baños son hechos de tela con el diseño de la bandera norteamericana.
Estos ejemplos son una cuestión de mal gusto o de un gusto muy particular, pero cuando se asocian a un irrespeto por las reglas de comportamiento social, ya los calificativos son más severos.
“Yo rechazo este estilo que la nueva generación está teniendo, es demasiado agresivo y vulgar”, apunta Jorge, indicando que estas personas con “el mal gusto en el vestir y en el hablar, le están dando un mal nombre a los cubanos”.
Gritones, vulgares, materialistas, oportunistas, apolíticos son algunos de los calificativos que dirigen a los cubanos llegados en los últimos tiempos a Miami, muchos de la generación millennials, nacidos después de 1980.
Aunque en su mayoría no llegaron en balsa, son llamados “balseros”, un término que ha dejado de referirse solamente a una vía para emigrar a este país en frágiles embarcaciones, y que en un principio calificaba a los que participaron en el éxodo de 1994, para cargarse de un sentido peyorativo.
Jorge, de 33 años, se considera parte de esa generación que hoy es criticada. Se describe como alguien “de la calle”, que en Cuba estuvo en régimen de beca y que vivió más o menos las mismas escaseces que la mayoría. Pero él, artista y diseñador, se distancia de lo que llama a diario “la balseritud” y dice ser “implacable” con esos comportamientos.
“Es difícil negar la forma tan ridícula con que la ‘balseritud’ se comporta”, dice Jorge, quien al “postear” a diario las fotos que le envían sus seguidores no tiene piedad con la exageración en el vestir y señala a aquellos que viven de las apariencias.
“Ellos mismos dicen que las cadenas son falsas y huecas por dentro. Están tratando de demostrar un estatus que al final no es real”.
La discriminación se renueva Jorge, que llegó a Estados Unidos hace más de una década, confiesa que ha sentido la discriminación –“los celos, la envidia”– de otros hispanos, y que esta no va dirigida solo contra la nueva generación, sino contra el cubano en general.
“Un 50 por ciento viene de las personas que no nos conocen, y otro 50 por ciento es la balseritud, que hace que nos veamos mal. Les estamos dando pie a los demás a que hablen mal de nosotros”.
Uno de los objetivos de Jorge es demostrar que “el cubano es una persona de bien, emprendedor, que nos gusta ayudar y que no todos hablamos de una forma vulgar”.
“No todos estamos cortados con la misma tijera, como ninguna nacionalidad”, puntualiza.
Sin embargo, reconoce que muchos de los jóvenes que vienen de Cuba quieren seguir “fiestando”. Están acostumbrados a perder el tiempo porque Cuba es el mejor país para hacerlo, dice.
“En Cuba uno se puede sentar en una esquina, mirar a la izquierda y a la derecha, y han pasado cinco años, y seguimos en la misma esquina. Pero aquí no puedes sentarte a esperar que el maná caiga del cielo”.
Según indica, el cubano que acaba de llegar sufre de “desgaste” porque en la isla se esforzaba y no veía los resultados. Aquí es todo lo contrario y, eventualmente, la mayoría comprende que “querer es poder, y su mentalidad cambia”, puntualiza.
Esta generación de cubanos ahora bajo escrutinio no es la primera en ser criticada. Los llamados “exiliados históricos”, que arribaron a este país en las primeras décadas después de la llegada de Castro al poder, fueron víctima del racismo y el rechazo al extranjero, manifestado en los carteles “No blacks, no Cubans, no dogs” (No se aceptan negros, cubanos ni perros). Pero las siguientes oleadas de cubanos sufren además la crítica de quienes los preceden en la fecha de llegada al exilio.
Así, antes de balsero se usó el término “marielito”, que no solo describía al que vino en 1980 por el puente Mariel-Cayo Hueso, sino que además se refería a cierto comportamiento. Su carga peyorativa es similar a la de “balsero”, pero esta oleada de cubanos fue etiquetada de manera muy dura porque entre los que llegaron con la flotilla, en botes muchas veces pagados por sus familiares, Castro incluyó a delincuentes sacados directamente de las cárceles.
Sin embargo, la generación de cubanos llegados más recientemente recibe una crítica que parece ser exclusiva contra ellos: su supuesto apoliticismo, que es percibido así por las generaciones anteriores, sobre todo el exilio histórico, por su reticencia a hacer declaraciones políticas contra el castrismo y por sus frecuentes viajes a la isla.
Este tipo de viajes, en el que muchas veces las personas no tienen solo el propósito de ver a la familia, sino para hacer de “mulas” –llevar mercancía a la isla para revender– es criticado incluso por cubanos de esta generación.
Angélica Marrero, arquitecta de 28 años que llegó a Miami en el 2015, dice que prefiere no ir a la isla. Hizo una excepción para ver a su abuela.
“Una cosa es ir a ver a tu familia y otra es ir cada dos meses porque estás traficando mercancía”, distingue. “Eso es algo descarado”.
Marrero salió de Cuba por motivos políticos. A partir del 2012 se fue quedando sin amigos porque todos se iban hacia cualquier parte del mundo. Su esposo, el documentalista Eliécer Jiménez-Almeida, fue sometido a presiones políticas y a censura por sus documentales. Estas presiones alcanzaron a Marrero, a quien le cerraron una exposición sobre el trabajo de su esposo.
“Vine por una situación. No me parece que deba usar mi ventaja como cubana para hacer lo que yo quiera. Es como burlarme en la cara de la Aduana, de la Ley de Ajuste Cubano”.
El rostro del recién llegado La socióloga Elaine Acosta, académica invitada en el Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI) de FIU, señala que una de las características que distingue el heterogéneo perfil del cubano recién llegado es que su proyecto migratorio no es definitivo.
“Sé de gente que por ahorrar ni siquiera conoce Miami Beach. Su plan es retornar a Cuba e instalarse definitivamente allí”, apunta Acosta, que dice es “usuaria de Uber”, y allí, en sus conversaciones, conoce a muchas personas que están ahorrando para enviar dinero a Cuba y comprar propiedades, obtener una rentabilidad y pasar largos períodos en la isla.
“Su nivel de integración es bajísimo. Hay un sector no poco significativo de esta nueva inmigración que tiene en el retorno definitivo una posibilidad clara”.
Este es uno de los factores que determina que “su distancia ideológica” con las generaciones precedentes sea significativa, especialmente con el exilio histórico.
La situación deriva en que se les etiquete como “emigración económica”, un término que también le ha sido útil al gobierno cubano para arrebatarle los motivos políticos para escapar de Cuba a una generación que aunque no ha venido en balsa ha emprendido viajes muy riesgosos.
“Es un mecanismo, en vez de integración, de rechazo”, dice sobre la etiqueta de “inmigración económica”.
A su vez ella reconoce que la nueva generación tiene parte de responsabilidad en que se les describa así por las declaraciones públicas que han hecho.
“Cuando se construye una imagen, participan los etiquetados”, recalca la socióloga.
“Esa construcción negativa ha contribuido a que ese riesgo [el de su viaje a EEUU], esa epopeya, no sea valorada. La prensa no ha recogido el drama, las historias que hay detrás”.
Por su parte, Marrero, la arquitecta cubana, considera que muchas de las personas que no quieren dar su opinión sobre la situación de Cuba asumen esta actitud porque viajan con frecuencia a la isla y temen que les afecte al volver.
“Son personas que vivían presas en Cuba y no salen de la jaula”, dice, indicando que ella misma ha tenido la experiencia de conocidos que le niegan su amistad en Facebook porque consideran que verse relacionados con ella o su esposo puede afectarlos.
Acosta, de 45 años, señala que es muy peligroso tildar de apolíticos a los cubanos llegados en los últimos tiempos porque sí les interesa la política, aunque no de la manera tradicional. Están saturados por la manipulación y el adoctrinamiento de un proyecto vacío de significado como el del gobierno cubano.
“Se interesan en el tema de las leyes migratorias”, señala. “Se sienten más parte de los inmigrantes, olvídate del apellido ‘económico’”.
Como residentes de Miami, hablan de lo que afecta a la ciudad, el transporte, los servicios médicos. “Se interesan por temas más sociales, no necesariamente sobre el diferendo Cuba-Estados Unidos, en la medida en que no les afecta directamente”, dice, indicando que cualquier cambio en el envío de las remesas, por ejemplo, sí puede obtener su atención.
Acosta también señala que se sorprende del gran número de inmigrantes de esta nueva oleada que provienen de provincias, sobre todo del centro de la isla, donde ha habido un desarrollo del turismo más reciente.
“Especulo que son gente que han tenido acceso a un mayor poder adquisitivo que les permite costearse el viaje, gente que ha iniciado la cadena migratoria que posibilita que inmigren más personas de las provincias centrales”.
También destaca que al trazar el perfil de esta nueva inmigración hay que tener en cuenta que está compuesta y a veces protagonizada por las mujeres, una tendencia mundial que Cuba está replicando.
El deterioro de la educación Entre los motivos del comportamiento vulgar e irrespetuoso de las reglas que se les achaca a los nuevos inmigrantes cubanos, tanto Jorge, como Acosta, como Marrero, señalan un descenso en la calidad de la educación en la isla y una cultura de sobrevivencia ante las carencias.
“En Cuba hay un deterioro significativo de la educación”, dice Acosta, “dado tanto por el éxodo de maestros como por las malas condiciones de la infraestructura”.
“También hay un sistema de supervivencia. En las colas predomina el ‘sálvese quien pueda” y la cultura del resolver. Eso va relativizando lo que fueron los mínimos éticos de convivencia”.
Por su parte, Marrero considera que hay una generación que creció sin sus padres porque estos salieron de la isla a cumplir misiones internacionales.
Una amiga cuya madre se fue cuando ella tenía 10 años y no regresó hasta que estaba en el duodécimo grado le decía que, cuando hablaba con su mamá por teléfono, ésta la apremiaba a acortar la llamada porque mientras más hablaran eso representaba una “blusita” menos que ella le podía mandar, cuenta.
Marrero señala que muchos de estos jóvenes crecieron con sus abuelos, que los consentían por la “lástima” de que sus padres estaban ausentes.
“Creo que son muy desarraigados”, dice Marrero, indicando que a su vez tienen a su favor que son independientes.
La adaptabilidad de los millennials “Ellos viven en el presente, tienen su propio mundo, muy influenciado por lo que les gusta y la música que oyen”, dice Marrero partiendo de su experiencia con una prima tres años menor que ella, estomatóloga de profesión.
La cualidad de adaptarse con relativa facilidad a las circunstancias la comparten los jóvenes cubanos con el resto de los millennials.
“Como decía Darwin, la especie que sobrevive es la que mejor se adapta al cambio, y los millennials lo hacen, por lo que sabrán aprovechar rápidamente todas sus ventajas”, señala Juan Merodio, experto en marketing y Transformación Digital que ha escrito mucho sobre los millennials.
“El cubano se actualiza muy rápido y está al día en todas las redes sociales”, afirma Jorge, el de Cubalseros, quien está consciente que muchos de sus seguidores pertenecen a esa generación que él critica en la página y que disfruta verse reflejada con humor.
“En Cuba la gente tiene el último iPhone en el mercado, aunque no tenga conexión”, añade, indicando que muchas veces la familia de Miami hace grandes esfuerzos para mandarle esta tecnología.
“El nivel de conocimiento y comunicación de las bondades que existen fuera es mayor que el que teníamos nosotros antes”, apunta Acosta.
A medida que el mundo vaya entrando a Cuba a través de la internet, los cubanos que salgan de la isla estarán más preparados para enfrentar mejor el mundo profesional, al menos en términos tecnológicos.
SARAH MORENO, 2017
Hombres y mujeres recien llegados a Miami de Cuba |