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El refugio del puerco
Desde la llegada de Fidel Castro al poder, el cerdo ha sido la gran ilusión de la mesa del cubano.
Una tradición sustenta esta esperanza. La cena navideña se organiza alrededor del lechón asado. La boda campesina es el momento obligado en que el guajiro debe ofrecer a los invitados un puerco en púa.
Los puercos vinieron con Cristóbal Colón -los ejemplares viajaron vivos a bordo de las carabelas- y desde entonces su carne ha sido una comida frecuente, el alimento sin barreras étnicas: del gusto tanto de los españoles, como de los negros y chinos que llegaron después.
Nunca ha sido considerado un plato de lujo. Tampoco menospreciado por los ricos. En 1959, en un número especial dedicado a Cuba, el magazine Lunes de Revolución lo consideraba “el lujo del gourmet criollo”. Una esperanza que se hacía realidad.
La escasez de carne vacuna se impuso desde comienzos de la Revolución. Las reses son confiscadas, censadas y su sacrificio controlado estrictamente por el régimen. Con los cerdos hay mucha mayor lenidad. Se convierten en el refugio a que acuden los cubanos, primero acostumbrados a un consumo excesivo de carne y luego a lo contrario.
La carne de cerdo es también el gran triunfo de la cocina cubana de Miami. Al igual que en Cuba, donde los productos porcinos juntaron a cubanos, españoles y chinos, en el exilio su carne une a anglosajones, latinoamericanos y exiliados.
Detrás de cada sandwich y 'medianoche' hay una metáfora agroindustrial y varias fortunas: los criadores de cerdos de Georgia u otros estados, convertidos en proveedores de La Pequeña Habana; los McDonald’s ofreciendo sandwiches cubanos junto a sus tradicionales hamburguesas. El melting pot transformado en el contenido que encierra una flauta de pan picada en porciones generosas. Una mezcla de sainete y picaresca. Incomprensible para los estadounidenses.
La fotografía, decenas de años atrás, en la portada de The Miami Herald. El hombre sorprendido por el fotógrafo con el cuchillo ensangrentado en la mano. La policía que acude ante las llamadas de los vecinos, alarmados por los chillidos insoportables. El exiliado que llevaba meses ahorrando para celebrar una nochebuena como en Cuba, ilusión y añoranza que se van haciendo antiguas.
La compra del cerdo vivo, que luego corre por las habitaciones de la modesta vivienda en la “Sagüesera”. El animal despavorido que deja un reguero de sangre, tumba los escasos muebles y trata inútilmente de escapar, porque las puñaladas del hombre no han sido efectivas. Un hermano y una hermana que no hablan inglés, tratando de entenderse con los policías que ya han esposado al hombre, lo han metido en el patrullero y que luego pasará las fiestas navideñas entre rejas. Una ilusión que termina en la 'casera' exigiendo a la familia que abandonen la casa, que se pierdan del barrio pues son mirados con reserva.
En Cuba, la presencia de esta carne es incluso mayor. Porque también hay una historia de horrores. Antes de 1959, cuando las familias sacrificaban un puerco en sus hogares buscaban un carnicero experto, que produjera la puñalada precisa en el corazón del animal para que muriera inmediatamente y no sufriera. Que los vecinos o los miembros de la familia tuvieran que escuchar los chillidos del agonizante era considerado, en el peor de los casos, una muestra de descortesía, y transformaba a la celebración: el sacrificio jubiloso pasaba a ser un acto de una crueldad innecesaria.
Después fue necesario callar los chillidos. No por piedad ni por consideración a otros, sino por miedo. La muerte del cerdo providencial, que aliviaría la mesa durante semanas y era capaz de brindar manteca para varios meses, si se administraba correctamente, convertida en un asesinato clandestino.
Cuando durante el llamado 'período especial' se intensificó la cría de cerdos en ciudades y pueblos, sus propietarios recurrieron a conductas bárbaras, impelidos por las circunstancias del momento. De entonces son las historias de veterinarios que acudían a las casas para cortar las cuerdas vocales del animal, a fin de que no se escuchara en el barrio. Familias que con frecuencia bañaban a su puerquito con kerosene, y evitaban así que su olor se extendiera a las casas vecinas. Cerdos criados en bañaderas y en lugares aún más estrechos, que al ir creciendo sus cuerpos desarrollaban llagas por el roce de la piel contra las paredes o las tablas que definían el encierro.
En La Habana, una familia se enfrentó al dilema de si sacrificar el lechón que poseían, y aliviar su hambre, o conservarlo hasta Nochebuena, y afrontar así el riesgo de que muriera o fuera robado antes.
Fue también un veterinario, amigo de la familia y en busca de un pedazo de carne, quien resolvió el problema. Una solución cruel, pero también una salida al conflicto entre la necesidad del momento y la ilusión de una cena navideña. Con un bisturí realizó una cuidadosa operación, en la que le amputó un pernil al pobre animal. Este sobrevivió lastimosamente, con una torpe muleta de palo amarrada al cuerpo, hasta que fue sacrificado en diciembre.
Durante una transmisión del programa Mesa Redonda, el 25 de febrero de 2002, Fidel Castro se refirió al tema. “Fidel -dice una carta que él mismo leyó- vela por la salud del pueblo, y son tan mal agradecidos que no quieren quitar las casuchas que hay detrás de los edificios con crías de puercos en la ciudad de La Habana”. El mandatario se refirió al problema en televisión, y luego envió una nota al diario Granma, que la publicó en su edición del 11 de marzo. Castro dijo más en la nota. Entonces consideró que “la cría de cerdos en la ciudad es una desvergüenza”.
El hombre que para entonces se había reunido con centenares de jefes de Estado, que obstinadamente resistía a que la vida o sus enemigos lo matasen, que prosiguió con igual obstinación de sobrevivencia hasta hace unos meses, y fue capaz de un juego político astuto que le aseguró la permanencia en el poder durante más de medio siglo, estaba detenido en el tiempo aquella tarde habanera: analizaba el problema de la cría de puercos en la capital del país con la mentalidad de un abuelo pequeño burgués.
Fue benévolo entonces. Explicó al país que a los criadores de cerdos en las viviendas “se les puede dar un tiempo”. Pero también los advirtió: que se “busquen algún amigo por algún lugar para que los críe”. Luego pasó a recordar que la actividad estaba “reñida con la más elemental higiene”. Recordó que la industria turística podría “perjudicarse con una mala imagen de nuestras ciudades”.
Años después, con un país a la espera y un líder que no se recuperaba, dos boxeadores intentaron saltar al profesionalismo en Brasil y terminaron devueltos a Cuba. Ya en La Habana, uno de ellos luchaba por asimilar las torpezas cometidas y como los millones de dólares prometidos y las ilusiones y la vida que tenía por delante se habían reducido a unas pocas acciones y palabras: miraba a su puerquito, que criaba en su vivienda habanera aquel 8 de agosto de 2007, y lo tocaba como aferrándose a una última esperanza.
Tras languidecer por décadas, las carnicerías privadas son algunos de los negocios que han proliferado en Cuba con la autorización al trabajo por cuenta propia. Establecidas en habitaciones pequeñas, como la sala de una vivienda, ofrecen una variedad de productos y servicios que están ausentes en los locales estatales, donde en ocasiones el carnicero ni siquiera recuerda el precio de venta de la carne de cerdo, por el tiempo que hace que no la recibe.
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Las nochebuenas y navidades que nos robaron ¿Pagará la Dinastía Castro por tanta maldad?
Costumbres de Navidad en Cuba El pueblo cubano es amante de fiestas; sus costumbres de la celebración de la Navidad y fin de año acusan una ruptura generacional por décadas de prohibición y escasez, aunque muchos las conservan y retoman o adoptan elementos aprendidos de las películas extranjeras.
Las principales celebraciones son el 24 de diciembre, la Nochebuena, concebida como fiesta de reunión familiar con una comida copiosa -más bien que cena- y el 31, la despedida del año viejo y la celebración del año nuevo.
El árbol navideño, "el arbolito", llegó desde EE.UU en los años del 1920, los primeros eran de alambre y papel pintado y en los años 50 abundaban de ese tipo pero predominaban arbolitos naturales de casuarina a $3, $5 y $10 pesos, según tamaño, y vendían abetos importados de Canadá, más costosos.
Anteriormente sólo se decoraba, según la tradición católica española, con "el nacimiento": Las figuras de yeso que representan al niño Jesús en el pesebre con María, José, el ángel, animales, pastores y reyes magos; luego ambos adornos se unieron y el nacimiento se monta al pie o junto al arbolito.
Durante la prohibición de la Navidad, a partir de 1967, muchas familias guardaron sus nacimientos y bolas del árbol de Navidad, a veces heredados de sus padres y, si no se rompieron en mudadas, volvieron a emplearlos a mediados de los años 80.
Época en que muchos funcionarios y militares que viajaron trajeron árboles de Navidad plásticos desde la URSS y otros países del campo socialista. Y el Estado autorizó las visitas de los cubanos emigrados a EE. U U y las primeras tiendas dolarizadas.
A fines de los 90 el Estado empezó a vender por dólares arboles plásticos y adornos navideños, pero aun está vigente la prohibición de decorar con ellos las escuelas "porque es un símbolo religioso".
A fines de los 80 y durante los 90 empezó a resurgir la celebración, pero la ignorancia de la costumbre por los más jóvenes hace que celebren más el 31 de diciembre que el 24 y el 25. El reciente feriado del 25 no aumentó la asistencia a los templos en ese día.
La Noche Buena, incluso antes del régimen actual, era concebida por muchos sin la asistencia a la Misa del Gallo, excepto por los católicos practicantes. Hoy asisten a esa misa más personas, muchos jóvenes van por curiosidad y se conducen con incorrección en el templo.
La cocina cubana, muy heredera de la española, con elementos africanos, gusta de mezclar sabores y platillos, y de lo frito. El plato central de Nochebuena lo constituye el cerdo asado y no el pavo o el pollo como en otros países. -presentados a veces como platos secundarios o sustitutos por falta del puerco.
A diferencia de Europa, no sirven pescado en las Nochebuenas cubanas porque, rodeada Cuba del mar, el pescado de primera era comida frecuente y barata. Hoy es un lujo.
La carne de cerdo, antes barata y hoy carísima y la única disponible por ausencia y costo de la carne de res, la preparan especialmente para ese dia adobándola desde el anterior con "el mojo", solución de naranja agria, cebolla picada y ajo machacado.
En el campo o en un patio -La Habana tiene muchas casas con patio central o trasero- asan el puerco al pincho o a la parrilla sobre un fuego de carbón vegetal con ramas y hojas de guayabo que al ahumarlo le dan gusto, mientras lo rocían con "el mojo".
Las amas de casa se afanan preparando comida, pues además del puerco es -o era- costumbre servir ensaladas de lechuga y rábanos, yuca (mandioca) con mojo, arroz blanco rociado con frijoles negros, ruedas de plátanos (bananas) fritas y postres típicos como los buñuelos de harina de yuca con almíbar.
Suele ser tarea de los hombres asar el puerco -"el macho" lo llaman en regiones del campo- hasta que su pellejo se raje de tostado. Y algunos tienen secretos: Cierta hierba como hisopo para untar el mojo, determinar si está listo por el color o calándolo con el cuchillo, o ya asado el puerco, enterrarlo envuelto en hojas de plátano (bananero) sobre los rescoldos apagados. Pedazos del pellejo son fritos en su manteca, los crocantes chicharrones que comen mientras beben.
Hoy, los menos tienen dinero para un cerdo entero o un pernil, otros unos pedazos al horno o en sartén, y muchos carecen de comida. En diciembre sube especulativamente el precio de la carne de cerdo pero desde diciembre del 2011 no bajó y en diciembre del 2012 esta especulación topó con falta de poder adquisitivo.
Precios disparados sin aumento de ingresos, las familias del extranjero enviaron menos dinero, fue visible en estas Pascuas la disminución de los compradores, escasez y falta de dinero se dieron la mano y - casos extraordinarios - vi dos hombres que llevaban en carretilla puercos vivos, pregonándolos por la calle, y a otro que con su cerdo atado como un perrito trataba de venderlo en la céntrica esquina de Toyo.
Era típico de las fiestas de Pascuas el consumo de vinos y otros productos españoles, como turrones, castañas, nueces, avellanas, uvas, e, importadas de EE.UU, manzanas. Tras la independencia los barceloneses conservaron en Cuba, como en toda Latinoamérica, la red de abastecimientos de alimentos al por mayor y al por menor, hasta su confiscación por Castro.
El Estado, que por la cartilla de racionamiento abasteció algunos de estos productos hasta 1967 (llegó a entregar unas 12 uvas por cabeza) vende algunos en sus tiendas dolarizadas, pero este diciembre hubo menos compras. La botella de tinto equivale al salario mensual y una manzana raquítica cuesta 60 centavos de dólar.
Beber vino tinto en la comida de Nochebuena se conserva pero muchos por economía y pérdida de la costumbre consumen cerveza y ron.
El 31 de diciembre ordenan y limpian bien las casas para "botar el año viejo", no hacerlo traerá mala suerte en el nuevo año, baldean la casa desde la habitación más interior hasta la puerta de la calle, algunos echan flores al agua con que limpian.
Esperan las 12 de la noche bebiendo, bailando, viendo TV, es costumbre consumir vino, turrones y a las 12 tragar 12 uvas. A las 12 se felicitan y brindan con sidra.
El Estado interrumpe la programación televisiva con un comunicado de felicitación por el nuevo aniversario del triunfo de la revolución, con fondo de escenas con Fidel Castro, la bandera nacional, campesinos, obreros, y exhorta a nuevos triunfos económicos en el año.
Antes todos, hoy algunos arrojan a las 12 baldes de agua a la calle, en su origen la costumbre era renovar toda el agua recogida y propiciar con agua al año nuevo.
Existe la superstición de que lo que se haga a las 12 se hará durante todo el año nuevo, de ahí que a esa hora eviten discutir, algunos cuenten dinero y, desde hace algunos años, parejas y hasta familias completas den la vuelta a la manzana cargando valijas en operación mágica para emigrar al extranjero.
Desde los 90, por auge de las religiones de origen africano, se hacen notar en diciembre sus "toques de santo", ceremonias con tambores, para propiciar la suerte y que sus deidades profeticen lo que depara el próximo año.
El Día de Reyes -Epifanía, 6 de enero- se rescata entre quienes pueden comprar juguetes a sus niños. Los tres reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, les traerán regalos mientras duermen; los niños escriben cartas a los reyes magos con sus peticiones y las colocan en su zapato junto a la cama o bajo el arbolito.
Algunos alientan a sus niños a colocar para los reyes una merienda y para sus camellos un poco de hierba y agua, al día siguiente los pequeños ven con asombro que desaparecieron esos sus dones para los magos.
Los reyes dejan regalos al pie del arbolito de Navidad y a veces alguno dentro de los zapatos.
El anglosajón Sancti Claus apareció a fines de los años 50, con la ventaja de regalar el 25 de diciembre, pero no llegó a echar raíces antes de la prohibición de las fiestas. Hoy reaparece por influencia del cine extranjero y de parientes en EE. UU
Desorientado, regala el 31 de diciembre y lo explican como "otro rey mago". Desde los años 90, en los hoteles para extranjeros se pasea algún Santa avergonzado, empleado que parece castigan con ese disfraz. Los extranjeros tienen en sus burbujas para turistas una imitación de sus Pascuas.
Antaño el 24 y el 31 había fiesta en cada apartamento o casa, gente alegre en cada portal y balcón, en el presente, en mi barrio de Santos Suárez, hubo pocas fiestas por Nochebuena, más el 31, pero una o dos por cada manzana, personas pudientes, más que fiestas fueron reuniones de media docena de familiares oyendo música alta.
La música de esas fiestas era de los años 70 u 80, lo que hace presumir la madurez de edad de los festejantes.
¿Pagará la dinastía Castro por tanta maldad? Hace ya 58 años, un “invicto” farsante que terminaría apoderándose de todo lo que le conviniera, no contento todavía con lo que hasta ese momento había arrebatado a los cubanos, acabó con las fiestas de Nochebuena, Navidades, Año Nuevo y Los Reyes Magos. Le encolerizaba ver alegres a los cubanos, aunque fuera por unas horas solamente.
Acabó con las de los cubanos de a pie, claro. Las de su camarilla, familiares y compinches nunca se tocaron. Y mientras la población tendría que esperar el año nuevo llenando bolsitas de posturas de café para otro de los geniales planes del visionario en jefe, la pandilla en el poder lo que hizo fue celebrar sus saraos más discretamente, por aquello de que “el pueblo” no supiera de otra estafa más de “la revolución”.
El pretexto de Quién Tú Sabes fue el así llamado por él mismo “año del esfuerzo decisivo”, 1969, donde prácticamente se paralizaría todo lo demás en el país en aras de lograr diez millones de toneladas de azúcar en la zafra de 1970, con aquella maniática obstinación “de que van, van”. Aunque esos diez millones nunca fueron ni podrían ir, porque todo era otro delirio más, sin bases ni fundamentos reales ni condiciones materiales para lograrlo.
Cuando en 1970 al Comandante no le quedó más remedio que reconocer abiertamente el fracaso de su desvarío con aquella zafra loca, los ilusos pensaron que las navidades serían restablecidas, pues ya no se podría repetir la colosal movilización que solamente logró desorganizar y destruir aun más la economía y darle nombre a una conocida agrupación de música popular que perdura hasta nuestros días.
Los ilusos olvidaban los profundos rencores y complejos de un hijo bastardo que nunca recibió amor familiar y desde pequeño fue enviado a estudiar lejos del hogar, o los resentimientos transmitidos por un padre derrotado por cubanos y americanos en la Guerra de Independencia, mientras servía en el ejército colonialista español. ¿Alguien recuerda a Fidel Castro disfrutando la presencia de un hijo o un nieto a su lado? ¿Alguien lo recuerda en alguna reunión familiar? ¿Alguien lo ha visto alguna vez cantando o bailando, aunque fuera mal, solamente para divertirse? ¿Alguien le ha escuchado alguna vez contando un chiste? Demasiada frustración y rencor en su mezquina existencia para gestos como esos, comunes en los seres humanos, imposibles para él.
Por eso enfrió las ilusiones de los ingenuos con un “razonamiento” propio de su maldad: las fiestas navideñas eran una tradición impuesta por los conquistadores españoles, de la que había que “liberarse” para ser verdaderamente independientes.
De inmediato aparecieron intelectuales de pacotilla justificando teóricamente el desvarío, y explicando que si esto o aquello. Un mediocre documentalista del régimen, considerado “genial” por la nomenklatura, estrenó un bodrio fílmico con el infamante título de “La tradición se rompe… pero cuesta trabajo”, que no aportaba nada ni a la idea en cuestión ni al séptimo arte, pero que representó para él palmaditas en la espalda y uno que otro viajecito más al extranjero.
Así los cubanos en tiempos del castrismo, como cristianos en catacumbas romanas, celebraban las fiestas a escondidas en la medida de lo posible, cuidándose del “chivatazo” de los delatores del Comité de Defensa de la Revolución, y consiguiendo como pudieran, tras muchas dificultades, un pedazo de carne de puerco, plato típico de la Nochebuena cubana, y cualquier cosa para esperar el año nuevo. Los niños quedaron sin regalos el Día de Reyes, pues según el invicto la fiesta de los niños tendría que ser por el 26 de julio, que fue cuando de verdad nacieron. ¡Pobres niños!
Con el tiempo, las celebraciones por fin de año se fueron imponiendo, pero no como fiesta familiar y de amigos, sino celebración de un aniversario más del “triunfo de la revolución”. Y para colmo de males, a las doce en punto de la noche, cuando todos en el mundo se felicitan mutuamente e intercambian brindis y saludos, aparecía en la televisión el Invicto Continuamente Vencido hablando de los “logros” del año que finalizaba y de lo duro que sería el siguiente año. ¿Alguien le escuchó alguna vez decir que el año que comenzaba no sería tan duro y que las condiciones de vida de los cubanos mejorarían? Si lo hubiera dicho alguna vez estaba mintiendo, y él lo sabía perfectamente.
Fue solamente casi treinta años después de aquella arbitrariedad, con la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, que el régimen aceptó la celebración de la Navidad en Cuba. Y no pudo controlar más a los cubanos en ese tema, que comenzaron a celebrar abiertamente Nochebuena, Navidad y Fin de Año, no recordando un aniversario más de la desgracia, sino como se hace en todo el mundo: con familiares, amigos, fiestas, y los mejores deseos de un mejor año y de prosperidad para todos.
Sin embargo, las condiciones son cada vez más difíciles para los cubanos. No es sencillo preparar hoy una modesta cena de Nochebuena cuando la libra de carne de puerco se vende a 40 o 50 pesos, en un país donde el salario medio no sobrepasa 700 pesos mensuales, y muchos cubanos, sobre todo jubilados y pensionados, reciben menos que eso cada mes. Más lo que cuestan el arroz, los frijoles, la yuca y vegetales para preparar una ensalada. Ni es fácil tampoco celebrar a los niños el Día de los Reyes Magos, cuando los pocos juguetes disponibles se venden a precios astronómicos en moneda fuerte en las Tiendas Recaudadoras de Divisas, controladas por los militares.
Entre los gravísimos daños antropológicos que han provocado los hermanos Castro a la nación cubana, no puede olvidarse el repugnante crimen de haber aniquilado las ilusiones de los niños del país y las alegrías y celebraciones más abiertas, puras y nobles de los cubanos. ¿Pagarán por eso en algún momento?
Se perfectamente que este artículo no gustará a los troles habituales de estas páginas, ni a los que llevan a Castro en su alma como La Bayamesa. Ni me interesa. Preocupante sería si dijeran que escribo artículos concretos, balanceados, objetivos o realistas, como dicen de los de otros personajes que publican por aquí.
A todos los cubanos, incluso a esos miserables troles que luchan su jabita difamando y mintiendo, les deseo una Feliz Navidad y un excelente Año Nuevo.
¡Algo que nunca ninguno de los hermanos Castro ha sido capaz de hacer públicamente!
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Las comidas y bebidas que hemos consumido los cubanos durante las fiestas de fin de año constituyen una larga tradición que se ha conservado a través del tiempo, con diferentes variantes según el momento histórico que se ha vivido, pero que ha mantenido la esencia de esta vieja tradición. Platos típicamente cubanos no han faltado nunca en la mesa de cada familia cubana y de éstos les brindamos algunas recetas de las que siempre hemos disfrutado, además de algunos consejos para su elaboración y para una dieta sana.
Cenas cubanas en las Fiestas Navideñas
Por Chef Jorge Fernández Prendes
En Cuba se consideran Fiestas Navideñas las comprendidas entre el 24 de diciembre (Nochebuena), 25 de diciembre (Navidad), 31 de diciembre (Fin de Año), 1 de enero (Año Nuevo) y el 6 de enero (Día de Reyes), todas con una connotación religiosa. Estas celebraciones agrupan a toda la familia y forman parte de las costumbres populares.
En estas festividades existe un menú tradicional de comidas y bebidas cubanas, en el cual se destaca el lechón asado, acompañado, según la región, de congrí elaborado principalmente en el oriente de Cuba o de arroz moro mucho más elaborado en la región occidental, la yuca con mojo, los tostones, ensalada de tomate y lechuga u otra hortaliza de estación, y los postres caseros, en especial los buñuelos, aunque también son típicos el dulce de coco rallado, la mermelada de guayaba o cascos de toronja en almíbar con queso.
La cerveza y los vinos son las bebidas más consumidas. En épocas pasadas y aún en la actualidad, pero en menor escala, el guanajo relleno y el ponche de leche, elaborados en casa, son de la preferencia de muchos. También a la usanza española turrones, nueces, avellanas, manzanas, dátiles, higos, sidras y vinos. A las doce de la noche del 31 de diciembre se acostumbraban comer doce uvas para esperar la llegada de un nuevo año.
También para estas fechas han surgido platos que han enriquecido nuestro espectro culinario, tales como el cubitey, una mezcla de elementos del congrí y de la paella, o como la ensalada Yumurí, con una decoración estará acorde con la festividad: la receta original plantea colocar el pimiento rojo, previamente cortado, formando flores de pascua en el centro se coloca una zanahoria cortada y cocida y luego tomates y pimientos rellenos se ubican bordeando la flor de pascua y decorando la ensalada con ramitas de berro.
Nos referiremos entonces a los platos más consumidos en estas celebraciones. Es muy típico en la cocina cubana, que el plato principal sea el cerdo asado, en torno al cual giran los demás alimentos. La técnica para asarlo varía según la región del país.
En la región oriental se asa en una púa, que lo atraviesa de un lado a otro, esta púa va sujeta a una estaca clavada en la tierra, que tiene varios niveles, para a través de la altura, regular el calor transmitido por el carbón o leña que se deposita en un hoyo hecho en la tierra. Mientras se asa el cerdo se le va dando vueltas a la púa para que se cocine por todos los lados. También es costumbre rellenarlo en su interior con congrí oriental, y a medida que se asa el cerdo se va cocinando el congrí.
En el occidente de la isla, el cerdo se asa en parrilla o barbacoa, que según el tipo de leña utilizada cambia el sabor del asado, es muy común mangle rojo y ramas de guayaba. En Pinar del Río, cuando el cerdo se asa a la parrilla, se estila taparlo con hojas de plátano. En La Habana la forma más común de asarlo es en el horno.
En la región central, se asa el cerdo al pincho: se le clava el pincho al animal desde la parte trasera saliendo por la boca y se coloca el pincho entre dos palos o tubos, con los cuales se le puede ir regulando la altura que se quiera, debajo en un depósito u hoyo en la tierra, tendremos el carbón o la leña.
El asado en cazuela es empleado a lo largo de toda la Isla. Lo que es prácticamente igual en todas las regiones es el mojo criollo con que se adoba el cerdo, que se va rociando a medida que se va cocinando.
La nomenclatura del cerdo varía según la provincia: puerco, macho, cochino, marrano, lechón e incluso se le llama indistintamente. En algunas regiones, el lechón asado en Nochebuena da origen a un plato que se consume el 25 de diciembre, día de Navidad, y le llaman montería: las masitas sobrantes del lechón asado, se rehogan en un sofrito y se enriquecen con pimentón y vino seco. En las provincias orientales, la montería suele consumirse con casabe.
Entre los subproductos del cerdo que son aprovechados se encuentran los intestinos, que en Cuba les dicen 'mondongos' y son lavados con hojas de guayaba. A las vísceras les llaman 'gandinga' y con los sesos se hacen frituritas que en algunos lugares se comen en el almuerzo del 31 de diciembre y en otros en los días venideros.
Un plato característico de estas cenas es la yuca con mojo: una vez ablandada la yuca, por encima se le echa un mojo criollo y se le pueden adicionar 'empellitas' o chicharrones de cerdo. La yuca se puede sustituir por malanga, ñame, calabaza o plátano verde hervido. El mojo criollo es ampliamente utilizado en la cocina cubana y en particular en la campesina y se emplea también para adobar pollo.
Otro acompañamiento es el plátano verde, que es cortado en rodajas y frito en dos tiempos, primero se doran por ambos lados y luego se vuelven a freír, esta vez aplastados. Este plato tiene origen africano y es llamado de diversas formas, dependiendo la región. En occidente se le conoce por 'tostones' o 'plátanos a puñetazos', aunque en Pinar del Río les llaman 'ambuilas'. En las provincias centrales y orientales les dicen 'plátanos chatinos'.
Una joya de la gastronomía caribeña lo es sin duda alguna el congrí, esa mezcla del arroz blanco guisado junto a los frijoles colorados. El sabio Don Fernando Ortiz, considerado el tercer descubridor de Cuba, nos refiere el posible, pero no probado origen africano del congrí y explica que el vocablo procede de Haití, donde a los frijoles colorados le llaman 'congó' y al arroz 'riz', como en el idioma francés. Por lo tanto, en creole significa 'congos con arroz'. No debe confundirse este plato con el arroz moro, pues en el congrí se utilizan frijoles colorados y en el arroz moro se sustituyen por frijoles negros.
El arroz moro también es conocido como 'moros y cristianos', que en la cocina profesional e internacional se cocinan de un modo diferente: se elaboran con frijoles negros y con los mismos ingredientes que el arroz moro, con la diferencia de que el arroz se cocina aparte con los condimentos blancos (ajo y cebolla) y los frijoles se cocinan con el resto de los ingredientes, luego se cuelan y saltean, presentándose de forma separada y es el cliente quién hace la mezcla.
Es conocido que la unión del arroz con los frijoles es muy beneficiosa para el organismo humano, pues ambos mejoran la calidad de proteínas vegetales presentes, puesto que ambos contienen aminoácidos esenciales, uno posee los aminoácidos de que carece el otro, formando un complemento ideal desde el punto de vista nutricional, de este modo se obtiene una proteína de un valor biológico similar a la que contienen las carnes.
Típica de estas fechas es la ensalada de vegetales. Generalmente se emplean vegetales de la estación, principalmente tomates, lechuga y rábanos. Para el aderezo se utiliza aceite, vinagre o jugo de limón, sal y pimienta al gusto, y se adornan con anillos de cebolla. Las ensaladas son de suma importancia por el aporte de fibra dietética y vitaminas, que actúan como antioxidantes, vitamina C, E, betacarotenos, y otras sustancias con igual acción, tales como los polifenoles y fitoquímicos, imprescindibles para contrarrestar la producción de sustancias nocivas por el consumo excesivo de grasas y carnes.
El punto final de estas cenas es el postre. Muchos cubanos aseguran que “si no han comido postre no han comido”, hábito nacido en los monasterios y conventos andaluces, y fortalecido en los barracones de esclavos africanos, quienes mayoritariamente eran confinados a los ingenios azucareros, y su dieta era elevada en azúcar, de ahí la preferencia del cubano por el dulce. A pesar de que los dulces son fuentes de glucosa y nos ofrecen energía y fuerza, su consumo excesivo provoca una cantidad de energía adicional a la necesaria, que se almacena en forma de grasa, con la consiguiente obesidad, y por ende, riesgos a contraer enfermedades crónicas.
El postre más consumido en las Fiestas Navideñas es el buñuelo. Con una clara influencia del catolicismo y de la santería, donde buñuelos son ofrendados a los orishas. Su preparación varía según la región. En algunas provincias emplean calabaza en vez del boniato y en otras lo hacen sin boniato. La vianda imprescindible del buñuelo es la yuca y que de acuerdo a la receta original, es rallada para extraerle la catibía, que se pone a secar al sol durante diez a doce horas y una vez seca, la pasan por un jibe (criba) y una vez cernida se obtiene la harina. Luego le añaden anís en grano, la amasan en forma de bola y la ponen a hervir. Una vez cocinada la rompen en el mortero y es cuando le agregan la malanga, el boniato y los huevos. En algunos casos le incorporan harina de trigo para trabajar la masa en la mesa.
Debemos tener en cuenta que el cubano es gran consumidor de grasas y si analizamos con detenimiento estos platos tradicionales, veremos la gran cantidad de grasas que durante las Fiestas Navideñas se consumen: el cerdo asado, los chicharrones de cerdo que acompañan a la yuca con mojo, los tostones que se fríen en dos ocasiones, y el tocino o los chicharrones, en dependencia del congrí o del arroz moro, entre otros.
Las grasas son nutrimentos importantes de la dieta, constituyen una fuente de energía y son elementos esenciales para las funciones vitales del organismo, además favorecen la absorción de las vitaminas liposolubles, pero debemos tener en cuenta la calidad, la cantidad y la forma de consumirlas. Pero el consumo excesivo de estas grasas saturadas presentes en el cerdo, entre otros alimentos, atenta contra la salud, promoviendo el desarrollo de enfermedades principalmente cardiovasculares y otras asociadas, como la hipertensión y la obesidad.
Es importante tener en cuenta que el sobrecalentamiento de las grasas también es nocivo para la salud, pues al sobrecalentarse, estas se liberan sustancias tóxicas como la acroleína, asociadas con el deterioro y envejecimiento celular. Disfrutemos de las tradicionales cenas cubanas, pero de la manera más sana posible.
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¿Cuánto cuesta una cena navideña en Cuba?
Muchas tradiciones se han perdido en Cuba en más de medio siglo de dictadura castrista. La Nochebuena es una de ellas.
Por años, la cena que antecede la celebración religiosa del 25 de diciembre permitió a la familia cubana reunirse alrededor de una mesa bien servida para compartir y disfrutar de la tradición. En la década del 60 esta cita empezó a verse con malos ojos por aquello de celebrar algo más que no fuera el socialismo.
Hoy, a casi 60 años de revolución y tras el paso de tres pontífices de la iglesia católica por esta isla antillana, hemos empezado a ver atisbos de progreso en cuanto a las tradiciones religiosas. Ya tenemos 25 de diciembre feriado y una semana santa políticamente instaurada. Ahora el dilema es otro… o el mismo de siempre: el costo de una cena de Navidad.
Para un cubano de “a pie”, dígase trabajador estatal que gana como salario promedio cerca de 500 pesos cubanos, estas fechas más que una celebración se convierten en una verdadera odisea.
Este es el caso de Laura Burgués, administradora de un agromercado estatal situado en las arterias de 25 y O, en el vedado habanero. Madre, esposa y abuela de una pequeña, comenta lo problemático que resulta conformar la cena navideña.
“Nosotros tenemos la tradición de juntarnos, más que por creencias por aquello de reunirnos toda la familia, aunque sea una vez al año”, dijo Burgués. “Sin embargo, la vida aquí está muy cara. Mi esposo y yo tenemos que estar reuniendo casi 4 o 5 meses antes para al menos hacer una comida decente sin lujos, y eso que todo el mundo aporta un poquito, pero entre la carne que esta sobre los 30 o 50 pesos la libra, las ensaladas y las bebidas, la cena nos cuesta casi 100 CUC, ¡Y aquí nadie cobra en CUC!”
Lo mismo piensa Ricardo de la Cruz, que se presenta como "jubilado, católico y patriota".
“Si no es por el dinero que me manda mi hija del extranjero yo no podría hacer una cena de Navidad, porque imagínese, con mi jubilación no me alcanza para nada, y eso que uno aún esta fuerte como para inventar,” dijo de la Cruz.
“Nosotros, antes de ir para la iglesia a las 12, nos reunimos los amigos del barrio y compramos una piernita (de cerdo) entre los que quedan, y así pasamos Nochebuena, que si piensas bien, de buena solo le queda el nombre”.
No solamente las personas mayores piensan así. Alaina Salermo es una joven de 27 años que trabaja en la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana. Su familia, integrada por cerca de 10 personas, ejecuta todo un operativo técnico-táctico para buscar los insumos por toda La Habana.
“Hay veces que ni siquiera el tema gira en torno al dinero, en mi familia todo el mundo trabaja y todo el mundo aporta. Pero el dilema muchas veces consiste en encontrar o bien la comida o bien la bebida”, dijo Salermo.
“La cerveza por estas fechas sube de precio como la espuma. Las piernas de cerdo, para encontrar una que esté buena como para tantas personas es muy difícil. Las ensaladas en esta temporada es solamente lechuga y col, o cuando tienes suerte tomate, y agárrate con los precios. En fin, que hubiese sido mejor no tener que celebrar nada. En Cuba todo es un problema”, comentó.
Angélica Fernández desde Cuba - 18 de diciembre del 2017
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Cuba: Navidad y fin de año, entre buenos y malos augurios
Iván García, desde La Habana
El olor penetrante de los cerdos muertos, abiertos a la mitad y mostrando sus vísceras, lo sientes desde que entras al centro estatal de elaboración de ahumados en el municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana.
Cuatro personas con gorros verdes de cirujano y botas altas de goma clasifican los cerdos. Unos son enviados a un destartalado frigorífico repleto de perniles, costillas y lomos. Otros, tras ser deshuesados, se cocinan al vapor, paso previo al proceso de elaboración de embutidos.
Cuando cae la noche, después que los jefes se marchan, comienza el trapicheo por debajo de la mesa. Dueños de pequeños negocios, antes de adquirir varios cerdos, regatean el precio con los trabajadores del centro. Vecinos de la zona también compran perniles o trozos de lomo. “Por navidades y fin de año hacemos un buen billete”, comenta un operario.
Josuán, padre de tres hijos de diferentes matrimonios, confiesa que cuando llega diciembre su bolsillo se lo siente. “Imagínate, tengo que comprar puerco para tres casas. Siempre vengo al centro de elaboración, pues la carne que se vende en el mercado no baja de 45 pesos la libra de lomo y 25 o 30 la libra de pernil. Aquí los perniles me salen a 16 o 17 pesos la libra. Corro mis riesgos, porque si me coge la moná (policía) me decomisa la carne y me ponen una multa de mil quinientas tablas. Pero el que no se arriesga, no come carne de puerco barata”, dice, mientras dentro del maletero de un Lada de la era soviética va apilando las piezas compradas.
Diciembre es un mes de resumen y reuniones familiares. Según la tradición cubana, el 24 se celebra la Nochebuena y el 31 o Nochevieja, se despide el año y espera el nuevo. “A mí me gustaría cenar pavo asado el 24 y puerco el fin de año. Hay familias que pueden celebrar la Nochebuena con pavo, pollo y cerdo. Pero la mayoría de la gente come arroz blanco, frijoles negros, yuca con mojo y un pedacito de puerco. Algunos ni siquiera eso”, señala Josefa, ama de casa.
En la Cuba de 2017, seguir al pie de la letra la costumbre, sale caro. Un pavo congelado de ocho kilogramos vale 45 cuc, cuatro veces el salario mínimo o la pensión de un jubilado. No menos de 20 cuc o el equivalente en pesos, cuesta una pierna de cerdo. Otros 20 cuc se van en comprar arroz, frijoles, yuca, tomates, ajo, cebolla y limón.
“Cada año ha ido subiendo el precio de los alimentos. Pa’ celebrar unas navidades decentes, una familia tiene que desembolsar 100 cuc o más, sin incluir las bebidas ”, precisa Romelio, estibador portuario.
Una semana antes, Olga Lidia, empleada de un hotel, recorre las tiendas en divisas de Miramar, Vedado y Habana Vieja, en busca de turrones y chucherías. “Este año vi más surtido y variedad que el año pasado, pero los precios son más altos. En mi casa la navidad comienza el primero de diciembre, cuando armamos el arbolito y lo ponemos en la sala. Casi siempre tenemos que comprar luces o algún adorno nuevo. Ahí comienza el 'taxímetro a rodar': en esas cosas puedes gastar 30 chavitos. Luego viene la búsqueda de comida y bebida, donde fácilmente se te pueden ir 200 cuc. Nosotros compramos tres o cuatro turrones y los picamos en pequeños trozos, para que alcance a todos”.
Hace sesenta años, antes que Fidel Castro ocupara el poder a punta de carabina en enero de 1959, Marta, jubilada, recuerda que hasta los cubanos más pobres celebraban las navidades y esperaban el año nuevo. “Vivíamos en Mantilla, mi familia procedía de la clase obrera. En Nochebuena, además de arrroz blanco, frijoles negros, yuca con mojo, ensalada de lechuga, tomate y rabanito, comíamos lechón asado y fricasé de guanajo. De postre, buñuelos en almíbar y cascos de guayaba o toronja con queso blanco. Después de los dátiles, higos y turrones (jijona, alicante, yema y mazapán) nos quedábamos en la mesa, partiendo nueces y avellanas. El 25 almorzábamos la montería, como le decían a las sobras de la Nochebuena. Ese día intercambiábamos regalos, cada uno envuelto con papel bonito y una cinta roja. Nos obsequiábamos tarjetas que en español decían Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo o en inglés Merry Christmas. El 31 de diciembre nunca faltaba la cerveza Hatuey, el ron Bacardí, la sidra El Gaitero y, por supuesto, las uvas".
Osviel, un desempleado que lo mismo vende ropa importada por las 'mulas' que es apuntador en la ilegal lotería conocida como la 'bolita', no ha podido comprar nada. “Debiera ser un día especial, pero cuando uno no tiene dinero, la nochebuena se convierte en 'nochemala'. Si llega el pollo a la carnicería, eso es lo que cenaremos en mi casa. En este país, comer un menú típico se ha convertido en un lujo”.
Desde finales de la década de 1960, hasta principios de los 90, al ser una tradición católica, la Navidad se celebraba de manera discreta en Cuba. Estamos en el siglo XXI y todavía el régimen no la festeja públicamente.
“Mi madre cerraba las ventanas de la casa para que no se viera el flascheo de las luces del arbolito, aunque el olor a puerco asado nos delataba con el presidente del CDR”, rememora Luis Alberto, maestro de secundaria.
Otra costumbre cubana es desearse salud y que los planes se cumplan en el nuevo año. Al desaparecer las postales navideñas, se hacía personalmente o por teléfono. Ahora, con el wifi en espacios públicos, mediante emails y sms.
“Los deseos que pedí para 2017 no se cumplieron. Pensaba emigrar a Estados Unidos, pero Obama puso un candado al derogar la ley pies secos-pies mojados. Para 2018 no soy optimista. Vivir en Cuba es muy complicado, sobre todo si aspiras a tener cierta prosperidad”, manifiesta Reinaldo, ingeniero.
Alexandra, cuyo sueño es ser modelo internacional, a las 12 de la noche del 31 de diciembre mantendrá la rutina familiar. Risueña, explica que a esa hora "tiraremos dos o tres cubos de agua a la calle, para espantar la envidia, los malos ojos y las vibraciones negativas. Y yo de nuevo daré una vuelta a la manzana con una maleta, que tiene que ser de rueditas si quieres que se te dé un viaje a un país desarrollado. Si vas con un maletín o una maleta normal, el viaje puede ser a otra provincia, a Venezuela o una nación que esté en candela”.
Si algo se renueva cada fin de año entre los cubanos de a pie, es la esperanza de que las cosas en Cuba finalmente comiencen a cambiar. Para bien, porque peor, imposible.
ACERCA DEL AUTOR: Iván García, desde La Habana - Nació en La Habana, el 15 de agosto de 1965. En 1995 se inicia como periodista independiente en la agencia Cuba Press. Ha sido colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubana y la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. A partir del 28 de enero de 2009 empezó a escribir en Desde La Habana, su primer blog. Desde octubre de 2009 es colaborador del periódico El Mundo/América y desde febrero de 2011 también publica en Diario de Cuba.
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