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Cuba: Navidad y fin de año, entre buenos y malos augurios
Iván García, desde La Habana
El olor penetrante de los cerdos muertos, abiertos a la mitad y mostrando sus vísceras, lo sientes desde que entras al centro estatal de elaboración de ahumados en el municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana.
Cuatro personas con gorros verdes de cirujano y botas altas de goma clasifican los cerdos. Unos son enviados a un destartalado frigorífico repleto de perniles, costillas y lomos. Otros, tras ser deshuesados, se cocinan al vapor, paso previo al proceso de elaboración de embutidos.
Cuando cae la noche, después que los jefes se marchan, comienza el trapicheo por debajo de la mesa. Dueños de pequeños negocios, antes de adquirir varios cerdos, regatean el precio con los trabajadores del centro. Vecinos de la zona también compran perniles o trozos de lomo. “Por navidades y fin de año hacemos un buen billete”, comenta un operario.
Josuán, padre de tres hijos de diferentes matrimonios, confiesa que cuando llega diciembre su bolsillo se lo siente. “Imagínate, tengo que comprar puerco para tres casas. Siempre vengo al centro de elaboración, pues la carne que se vende en el mercado no baja de 45 pesos la libra de lomo y 25 o 30 la libra de pernil. Aquí los perniles me salen a 16 o 17 pesos la libra. Corro mis riesgos, porque si me coge la moná (policía) me decomisa la carne y me ponen una multa de mil quinientas tablas. Pero el que no se arriesga, no come carne de puerco barata”, dice, mientras dentro del maletero de un Lada de la era soviética va apilando las piezas compradas.
Diciembre es un mes de resumen y reuniones familiares. Según la tradición cubana, el 24 se celebra la Nochebuena y el 31 o Nochevieja, se despide el año y espera el nuevo. “A mí me gustaría cenar pavo asado el 24 y puerco el fin de año. Hay familias que pueden celebrar la Nochebuena con pavo, pollo y cerdo. Pero la mayoría de la gente come arroz blanco, frijoles negros, yuca con mojo y un pedacito de puerco. Algunos ni siquiera eso”, señala Josefa, ama de casa.
En la Cuba de 2017, seguir al pie de la letra la costumbre, sale caro. Un pavo congelado de ocho kilogramos vale 45 cuc, cuatro veces el salario mínimo o la pensión de un jubilado. No menos de 20 cuc o el equivalente en pesos, cuesta una pierna de cerdo. Otros 20 cuc se van en comprar arroz, frijoles, yuca, tomates, ajo, cebolla y limón.
“Cada año ha ido subiendo el precio de los alimentos. Pa’ celebrar unas navidades decentes, una familia tiene que desembolsar 100 cuc o más, sin incluir las bebidas ”, precisa Romelio, estibador portuario.
Una semana antes, Olga Lidia, empleada de un hotel, recorre las tiendas en divisas de Miramar, Vedado y Habana Vieja, en busca de turrones y chucherías. “Este año vi más surtido y variedad que el año pasado, pero los precios son más altos. En mi casa la navidad comienza el primero de diciembre, cuando armamos el arbolito y lo ponemos en la sala. Casi siempre tenemos que comprar luces o algún adorno nuevo. Ahí comienza el 'taxímetro a rodar': en esas cosas puedes gastar 30 chavitos. Luego viene la búsqueda de comida y bebida, donde fácilmente se te pueden ir 200 cuc. Nosotros compramos tres o cuatro turrones y los picamos en pequeños trozos, para que alcance a todos”.
Hace sesenta años, antes que Fidel Castro ocupara el poder a punta de carabina en enero de 1959, Marta, jubilada, recuerda que hasta los cubanos más pobres celebraban las navidades y esperaban el año nuevo. “Vivíamos en Mantilla, mi familia procedía de la clase obrera. En Nochebuena, además de arrroz blanco, frijoles negros, yuca con mojo, ensalada de lechuga, tomate y rabanito, comíamos lechón asado y fricasé de guanajo. De postre, buñuelos en almíbar y cascos de guayaba o toronja con queso blanco. Después de los dátiles, higos y turrones (jijona, alicante, yema y mazapán) nos quedábamos en la mesa, partiendo nueces y avellanas. El 25 almorzábamos la montería, como le decían a las sobras de la Nochebuena. Ese día intercambiábamos regalos, cada uno envuelto con papel bonito y una cinta roja. Nos obsequiábamos tarjetas que en español decían Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo o en inglés Merry Christmas. El 31 de diciembre nunca faltaba la cerveza Hatuey, el ron Bacardí, la sidra El Gaitero y, por supuesto, las uvas".
Osviel, un desempleado que lo mismo vende ropa importada por las 'mulas' que es apuntador en la ilegal lotería conocida como la 'bolita', no ha podido comprar nada. “Debiera ser un día especial, pero cuando uno no tiene dinero, la nochebuena se convierte en 'nochemala'. Si llega el pollo a la carnicería, eso es lo que cenaremos en mi casa. En este país, comer un menú típico se ha convertido en un lujo”.
Desde finales de la década de 1960, hasta principios de los 90, al ser una tradición católica, la Navidad se celebraba de manera discreta en Cuba. Estamos en el siglo XXI y todavía el régimen no la festeja públicamente.
“Mi madre cerraba las ventanas de la casa para que no se viera el flascheo de las luces del arbolito, aunque el olor a puerco asado nos delataba con el presidente del CDR”, rememora Luis Alberto, maestro de secundaria.
Otra costumbre cubana es desearse salud y que los planes se cumplan en el nuevo año. Al desaparecer las postales navideñas, se hacía personalmente o por teléfono. Ahora, con el wifi en espacios públicos, mediante emails y sms.
“Los deseos que pedí para 2017 no se cumplieron. Pensaba emigrar a Estados Unidos, pero Obama puso un candado al derogar la ley pies secos-pies mojados. Para 2018 no soy optimista. Vivir en Cuba es muy complicado, sobre todo si aspiras a tener cierta prosperidad”, manifiesta Reinaldo, ingeniero.
Alexandra, cuyo sueño es ser modelo internacional, a las 12 de la noche del 31 de diciembre mantendrá la rutina familiar. Risueña, explica que a esa hora "tiraremos dos o tres cubos de agua a la calle, para espantar la envidia, los malos ojos y las vibraciones negativas. Y yo de nuevo daré una vuelta a la manzana con una maleta, que tiene que ser de rueditas si quieres que se te dé un viaje a un país desarrollado. Si vas con un maletín o una maleta normal, el viaje puede ser a otra provincia, a Venezuela o una nación que esté en candela”.
Si algo se renueva cada fin de año entre los cubanos de a pie, es la esperanza de que las cosas en Cuba finalmente comiencen a cambiar. Para bien, porque peor, imposible.
ACERCA DEL AUTOR:
Iván García, desde La Habana - Nació en La Habana, el 15 de agosto de 1965. En 1995 se inicia como periodista independiente en la agencia Cuba Press. Ha sido colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubana y la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. A partir del 28 de enero de 2009 empezó a escribir en Desde La Habana, su primer blog. Desde octubre de 2009 es colaborador del periódico El Mundo/América y desde febrero de 2011 también publica en Diario de Cuba.