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General: Otra triste Navidad en Cuba, con los bolsillos vacíos y rotos
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: tentaciónfinal17  (Mensaje original) Enviado: 23/12/2017 14:53
 
Mientras unos pueden pagar una cena con vista al mar, la mayoría "se rasca la cabeza" mientras piensan cómo conseguir el dinero para celebrar en familia.
 
           La espera es la mejor aliada de los cubanos
'OTRA NAVIDAD EN CUBA CON LOS BOLSILLOS VACÍOS Y ROTOS'               
          IVÁN GARCÍA DESDE CUBA 
En la esquina del bar, un empleado toca algunos acordes en un piano que nadie se acuerda cuándo fue la última vez que lo afinaron. En la barra, un cantinero aburrido, con una camisa blanca empercudida y la pajarita de medio lado, juega Angry Bird en su teléfono móvil.
 
En una mesa descascarada, un dependiente con una estrujada libreta escolar apunta las reservaciones para cenas de Navidad y fin de año. “Sólo seis personas han reservado. Tenemos menús a base de carne de cerdo o pollo. Lo mismo usted puede pedir comida pa’ dos personas que pa’ doce”, aclara el mesero.
 
El Asia, en la Calzada Diez de Octubre esquina Patrocinio, en La Habana, no motiva a reservar una cena para el 24 o 31 de diciembre. El que una vez fuera un restaurante de lujo, ahora es una taberna de mala muerte.
 
En la acera de enfrente, mejor pinta tiene la pizzería El Encanto, que también hace reservaciones. “Los pedidos han estado flojo. Ofrecemos pavo, lechón asado y pollo. No llegan a veinte personas las que han reservado”, dice un dependiente.
 
Los precios son bastante asequibles. Platos de 30 a 40 pesos, menos de dos dólares, pero según Rolando, gay con el pelo teñido de rubio y silicona en sus labios, “la calidad deja mucho que desear. Nadie quiere cenar en Nochebuena alimentos elaborados como en la prisión. Quienes suelen reservar son ancianos que viven solos, tipos que duermen en la calle o gente que no tienen familiares o amigos donde pegar la gorra en estos días”.
 
Más ofertas
A cuatro cuadras de El Asia y El Encanto, se localizan cinco negocios gastronómicos privados con atractivas ofertas.
 
En la paladar de Julio ofrecen frijoles negros o colorados, congrí, masas fritas de cerdo, lechón a la púa, pescado al horno y pavo asado. También varios tipos de cerveza y jugos. “Por estos días abro toda la madrugada. Para Nochebuena me han pedido 60 raciones. Y puede que a última hora lleguen más pedidos”. Las raciones cuestan entre 60 y 100 pesos (de tres a cinco dólares).
 
En La Cueva han organizado sorteos y un show con un humorista. En La Fondita, de comida gourmet, el chef es un cocinero reconocido que trabajó en el hotel Nacional y debido a los bajos salarios, recaló en el sector privado. “Tengo noches de ganar 50 y 100 chavitos (cuc), [50 y 100 dólares], según las ventas. En las navidades y fin de año esto se llena”. Con un toque de pub londinense, La Fondita es más visitada por extranjeros que por cubanos, cuyo salario promedio es de 20 dólares mensuales. Una cena de cuatro personas, sin beber cerveza ni vino tinto, no baja de 60 cuc.
 
A paladares de calibre acude la emergente clase media cubana que ha prosperado regentando pequeños negocios particulares, los que reciben remesas, los que roban en centros de trabajo estatales o esa discreta casta de la burguesía verde olivo que se ha forrado de divisas saqueando el erario público.
 
¿Y el bolsillo?
De cualquier forma, al cubano de a pie le gusta celebrar la Navidad y esperar el nuevo año en familia. Josué, un artista plástico que pudo vender dos lienzos a buen precio decidió tirar la casa por la ventana. “Compré langosta y camarones a 3 cuc la libra. También un pez perro y dos bandas de cerdo. Y por supuesto, turrones, dulces, refrescos y confituras para los niños, cerveza Cristal y Heineken, sidra española, ron Santiago y una botella de Chivas Regal”.
 
Cuando usted le pregunta la cantidad de dinero qué gastó, Josué abre los ojos y sonriendo dice: “Secreto de Estado". Después confiesa que en total gastará unos 600 cuc. "Pero vale la pena. No es ostentación es que una vez en la vida uno debe celebrar las tradiciones por todo lo alto. Claro, si el bolsillo te lo permite”.
 
Precisamente el problema de Alberto y su esposa Margot es el dinero. Son jubilados y la chequera de los dos no llega a los 20 cuc. Forman parte de ese segmento amplio de ancianos que son los grandes perdedores de las tibias reformas económicas emprendidas por Raúl Castro.
 
Habaneros que comen poco y mal, con muchos carbohidratos y escasa proteína. La leche, el queso y el yogurt es un lujo para ellos. Siempre andan con una jaba al hombro, mientras deambulan por las calles, a ver qué pueden comprar a bajo precio.
 
La mayoría de las veces llegan con la jaba vacía y refunfuñando. “Un trozo de lomo de puerco, repleto de grasa, 45 pesos la libra y cuatro cebollitas, 13 pesos. En estas navidades comeremos arroz, frijoles negros y croquetas de las que venden en el mercado a cinco pesos el paquete. Si llega el pollo lo guardamos pa’l fin de año”, expresa José.
 
En la Cuba del siglo XXI han aumentado considerablemente las desigualdades. Una minoría que puede pagar una cena de fin año a 200 cuc frente a La Catedral, en la Habana Vieja, y una inmensa mayoría que se rasca la cabeza, pensando cómo consigue el dinero y puede preparar una cena decente en Navidad y otra en fin de año.
 
Al margen de su bolsillo, sean pobres o pudientes, los cubanos se desean mucha suerte para el año venidero. Y, pasada la medianoche, dan la vuelta a la manzana con una maleta, por si aparece un viaje en el horizonte. Nunca está de más tentar a la providencia.
                                                                                                          
  Iván García desde Cuba para  Diario Las Américas

Felices Fiestas para Todos les Desea,  Cuba Eterna - Gabitos


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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: tentaciónfinal17 Enviado: 23/12/2017 15:09
        Adornos de navidad en un paladar habanero
LA NAVIDAD TRISTE     
                        Francisco Almagro Domínguez 
Mientras se acerca la Navidad para el mundo occidental, Cuba, una vez más, permanece como si la tradición milenaria no existiera. La ausencia en los medios de comunicación del Estado —los únicos autorizados en todo el territorio nacional— de toda información sobre las fiestas navideñas, y el confinamiento al ámbito privado de sus símbolos —nacimiento o belén, el occidentalizado arbolito, y las luces multicolores— hacen de la Isla un caso único en el mapa de las culturas judeocristianas y grecolatinas actuales.
 
Creyentes y no creyentes de todo el planeta, exceptuando ciertos países practicantes de otras religiosidades, ya están de fiesta; las calles de medio mundo civilizado se ven distintas. Las personas también.
 
Pero esta Navidad será triste, como la anterior en Cuba —con la carga luctuosa adicional del Máximo Líder—, por los terribles anuncios de un 2018 que no se avizora nada halagüeño. Mientras la Asamblea Nacional del Poder Popular discute si fútbol o pelota, y la producción de latas, el ministro de Economía ha tratado de "embarajar" con números sin poder ocultar los déficits energéticos y agrícolas; las afectaciones climatológicas aún sin resolver, a los que se suma la ineficiente economía planificada y centralizada, piedra filosofal de donde sale el robo, la corrupción, la indolencia.
 
Es importante acabar de entender que mientras exista el comunismo en su variante castrista, en Cuba ni el catolicismo ni ninguna otra manifestación religiosa tendrán espacios en los medios de comunicación, en las escuelas, en la política y el entramado de la sociedad civil.
 
Que la organización del Estado tenga carácter laico no quiere decir que la fe quede circunscrita al ámbito de los templos y las casas de oración; que evangelizar sea un proceso limitado de persona a persona, como lo fue en tiempos de persecución religiosa.
 
La razón para limitar el alcance de las religiones, y su mensaje salvífico, redentor, es que en la Isla ya encontraron los santos y los salvadores; en los discursos del difunto está la verdad revelada; toda manifestación pública de religiosidad debe estar muy autorizada y sobre todo vigilada; promovida acaso como algo folklórico, rezagos del pensamiento mágico a los cuales el materialismo y la ciencia han derrotado para siempre. Como dijera el cardenal Ortega en alguna ocasión, en este tipo de regímenes no puede haber espacio en el corazón del pueblo para dos salvadores.
 
Si hacemos un poco de memoria recordaremos que la tolerancia a las manifestaciones públicas de la religiosidad, en específico la católica, ha sido proporcional a las necesidades políticas y económicas del régimen. Ese nivel de instrumentalización de la fe se hizo evidente a inicios de los años 90, cuando hubo urgencia para atraer inversiones, no de ateos y de comunistas, sino de empresarios extranjeros judíos, musulmanes, cristianos, ortodoxos y católicos. Las tiendas en moneda convertible se adornaron con arbolitos. Algunas residencias pudientes plantaron nacimientos en sus jardines. Se aceptó la visita de un papa, Juan Pablo II.
 
Para desgracia de los cubanos que viven en la Isla, creyentes y no creyentes, Cuba no es sola vista con recelo fuera de sus fronteras por sus impagos y deudas financieras, sino porque una buena cantidad de empresarios no creen en nadie que no crea en nada. Aun peor: una ciudad apagada en diciembre, como lo es en estos momentos La Habana, que solo glorifica con carteles lumínicos y anuncios televisivos una revolución fracasada, no es confiable para invertir ni un solo peso. El animal asustadizo que es el millón de dólares no puede abrevar en un desierto espiritual ni en un oasis que ha demostrado ser un espejismo mal colocado.
 
Quizás el pueblo cubano no sea totalmente consciente del daño que ha provocado y provoca declararse ateo y comunista hoy; que José Martí, para nada católico sino liberal y masónico, habló de la necesidad de proteger y difundir los valores religiosos como alma ética, moral de una nación; que la oscuridad y la tristeza de la Navidad verdadera no se puede ocultar con conmemoraciones revolucionarias ni con loas a líderes que ya nada tienen que enseñarle al mundo; y que la ausencia de villancicos, películas alegóricas al cristianismo, procesiones y misas campales, son crímenes de lesa cultura, que no prescriben en la memoria espiritual de los pueblos.
 
Pero no son las jerarquías de las iglesias quienes deben rescatar la libertad religiosa, que no es predicar en un templo sino difundir por todos los medios y sin limitaciones los credos. Tampoco son los gobiernos quienes tienen que "tolerar" las religiones, pues solo basta con darles a los creyentes toda la libertad y la responsabilidad que pertenecen a los ciudadanos como derecho natural de libre asociación y pensamiento.
 
Es a los creyentes, y a los que no lo son tanto, a quienes verdaderamente corresponde celebrar la Navidad, publicitar sus esperanzas, estar alegres. Porque la alegría en semejante oscuridad es un grito de libertad, un desafío incontestable. Pedirle a Dios, o a quien no sea de este mundo, el 24 de diciembre y no el primero de enero, que el año que viene sea mejor para todos. Entonces, y solo entonces, cuando la oración este correctamente dirigida, la Navidad en la Isla no será triste nunca más.
 
Francisco Almagro Domínguez                                                                                       
 


Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 24/12/2017 16:48
 
 TRISTE NAVIDAD
Otra Navidad sin Cuba,
otro año que se esfuma,
muchos que ya no regresan,
eterno sueño de tumbas.
 
Los viejos que aún soñamos
con lo bella que fue Cuba,
los que tanto la añoramos,
la Navidad se hace obscura.
 
Separados de los nuestros,
aquellos que ya marcharon
hacia el mundo de lo eterno,
separados de los nuestros,
los que sufren enjaulados
en una tierra de muertos.
 
Golosinas y regalos,
vacío el significado,
no podemos compartirlos,
no podemos disfrutarlos,
con esos seres queridos
que no están a nuestro lado.
 
Hay tristeza en el pesebre,
lloran de pena los santos,
 
Santa Claus ya no se ríe,
tampoco los Reyes Magos,
triste, muy triste se torna
la Navidad del cubano . . .
 
                                                                               Autor, Cástulo Gregorish
 
 
´

Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 26/12/2017 20:49
Navidades a la habanera, un modo desigual de celebrar la noche buena
 Para la mayoría de los cubanos, que apenas tienen dinero para sobrevivir el día a día, es más fácil que en la Isla nieve que cenar pavo o puerco asado en Nochebuena.
 
En Tercera y 70, el otrora Diplomercado, en Miramar, al oeste de La Habana, los carritos atestados de compras circulan raudos, conducidos por clientes de bolsillos amplios que revisan en los estantes la procedencia y fecha de caducidad de los alimentos.
 
Los artículos Made in USA son los más apreciados. Tipos como Ernesto, que desde hace tres años se dedica a trasegar pacotillas en grandes volúmenes desde Ecuador, la Zona Franca de Colón en Panamá o Puerto Callao, en Perú, se pueden dar el lujo de comprar alimentos, aliños y confituras sin mirar el precio de las etiquetas.
 
“Mira a ver si ese pavo congelado es 'yuma'. Coge un 'paq' de Sprite y otro de Fanta, que a los niños les encanta. Echa pa’ca esas salchichas, que son de Baviera”, le dice a su esposa, quien antes de echar las cosas en el carrito, mira la fecha de vencimiento, examina las calorías y si han utilizado preservante químico en la elaboración del producto.
 
Tienen la pinta de una pareja de portada de una revista de la farándula. Con estilizadas figuras, visten a la moda y parecen felices. Y portan suficiente moneda dura como para pagar 179 pesos convertibles (alrededor de 200 dólares), el salario de ocho meses de un profesional, en alimentos y dulces destinados a las fiestas navideñas.
 
Luego de dejar tres cuc de propina a la cajera, en la confitería adquieren turrones españoles y chocolates suizos. “Ya compré vinos, cervezas y ron para celebrar la Navidad y el fin de año”, dice Ernesto.
 
A la salida del mercado, alquilan un auto, que por diez pesos convertibles los lleva hasta la puerta de su casa. Su caso pudiera parecer una excepción. Pero me temo que no.
 
Por estas fechas, los supermercados habaneros de alto estándar, con precios al nivel de Nueva York, están repletos de usuarios despreocupados que festinadamente se van de compras.
 
En la Isla se ha ido consolidando una clase media al margen del Estado. Cubanos que destinan más de 1.000 dólares al mes en adquirir comida, darse masajes a 50 cuc la hora en hoteles cinco estrellas y a cada rato cenan en paladares como Starbien, La Fontana o Café Laurent.
 
No son los típicos amanuenses que trabajan para el régimen, pero se pueden dar ciertos lujos con las migajas y regalías ofrecidos por el Estado verde olivo. Tampoco son artistas o deportistas de éxito.
 
Son personas que hacen dinero 'pinchando' duro 14 horas diarias en pequeños negocios privados en el portal de su casa. O 'mulas' que transportan mercancías por debajo de la mesa en el mercado negro.
 
Las navidades en Cuba tienen varios rostros
También una parte de la fauna marginal y los ladrones estatales de cuello blanco festejan la Navidad por todo lo alto. Jineteras de alcurnia, expendedores de drogas y policías corruptos, en Nochebuena cenan cerdo o pavo asado y beben cerveza de marca o ron añejo.
 
En el interior del país, la realidad es diferente: se nota el ajetreo navideño, pero a menor escala. En la capital, gigantescos árboles repletos de luces se ven por la Habana Vieja, el Vedado y Miramar, tres de las zonas más turísticas.
 
Si usted se da una vuelta por el bar Sloppy Joe’s, muy cerca del hotel Sevilla, el Parque Central y el Paseo del Prado, notará que después de la cinco de la tarde no hay mesas desocupadas.
 
Y en la extensa barra de 18 metros de caoba negra no encuentra una banqueta libre. En el Sloppy, una cerveza local cuesta dos dólares y cincuenta centavos y el plato típico de la casa, un emparedado de 'ropa vieja' (hilachas de carne de res sazonada con tomate), ronda los cinco.
 
Es difícil reservar una mesa para cenar el 24 de diciembre en restaurantes como Los Nardos, frente al Capitolio, o paladares como La Guarida, San Cristóbal, Doña Eutimia y Havana Gourmet.
 
O en la paladar Villa Hernández, situada en una casona de principios del siglo XX, en la barriada de La Víbora, a un costado del Parque Córdoba, un parque en honor a Emilia de Córdoba y Rubio (1853-1920), considerada la primera mujer mambisa.
 
“Ya tenemos todas las mesas reservadas desde el 23 y hasta el 31 de diciembre”, dice con orgullo el propietario de Villa Hernández.
 
Mientras unos cuantos cubanos pueden comprar en el antiguo Diplomercado, reservar en restaurantes y paladares de primera, celebrar la Nochebuena y esperar el 2016 como Dios manda, por miles se cuentan los que ni siquiera pueden hacer planes para esos días.
 
Lidia es una de esos miles. “Cuando me paguen en el trabajo veré si me alcanza para comprar una ración de puerco en un restaurante estatal y una botella de vino barato. Lo que compre, lo compartiré con mi esposo el 24. Después veremos alguna novela o película alquilada del Paquete”.
 
Según la prensa oficial, decenas de restaurantes ofertarán pollo, pavo y cerdo asado el 24 y 31 de diciembre. Aunque para José Manuel, jubilado de 75 años, la calidad deja mucho que desear.
 
“Pero es la única opción para los que tenemos poco dinero. El año pasado compré dos raciones de cerdo que daban asco, era pellejo y grasa na'má. Los viejos y los obreros somos los más jodidos. Nosotros no percibimos las reformas y los cambios económicos”, acota.
 
Otros, como Antonio, padre de cinco hijos, están peor. Reside en una choza con piso de cemento y sin servicio sanitario en un barrio marginal de San Miguel del Padrón, municipio al sureste de La Habana.
 
“Navidades para mí es tener cuatro pesos en el bolsillo. Eso de hacer comelatas y tomar cerveza de la buena, es cosa de gente rica o con suerte”, expresa con una sonrisa triste.
 
Para cubanos como Antonio, es más fácil que en la Isla nieve que cenar pavo asado en Nochebuena.
 
                             Iván García -Diario Las Américas
 

Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 26/12/2017 20:56

 
 
 



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