Por Vicente Morín Aguado
Resulta que festejaremos el “Año 60 de la Revolución” pero, ¿Qué piensan realmente los cubanos?
En la esquina de un Bar varios amigos conversan vasos de ron por medio. ¿Están adelantándose al “31”?—último día del año viejo— pregunto; un flaco alto con gafas responde: “Periodista, aquí todos los días son iguales, nos queda esto —muestra el vaso— y a ver si la suerte me da un número de la “bolita”—termina el amigo su respuesta mientras empina el codo.
Ciertamente la lotería de Miami se juega dos veces al día, el llamado Parlé (premio gordo), da al afortunado hasta 1000 pesos por cada uno invertido de entre miles de posibles combinaciones cuya base está el 1 al 100. Le llaman no sin razón “la esperanza de los pobres”. Aunque está formalmente prohibida por la ley, esta lotería es apuesta generalizada de todos.
Buscando información, las tiendas recaudadoras de divisas (TRD), ofrecen interesantes detalles a la vista sagaz junto a alguna que otra declaración,pocas porque el cubano vive con el miedo hasta en los tuétanos.
Lo primero que nos depara el enorme conglomerado de Carlos III es una inusitada multitud en la esquina a la derecha de la entrada principal, justo al lado del Café Cubitas.
Aunque predomina el desorden entre cientos de personas, se perfilan dos colas, una es para cobrar remesas en las oficinas de Western Union, donde María y Magdalena, “vaya bíblica combinación”, acceden a comentar: “Vamos a celebrar que mi hermano nos mandó una tierrita —dinero— desde Nueva Jersey, si no, año nuevo en blanco a golpe de pizzas y refresco dispensado”.
La otra fila que va conformándose guarda relación con unas estibas de cerveza Cristal, de producción nacional, marca muy solicitada. La gente va desesperándose porque dos guardias de seguridad que cuidan el preciado cargamento, carecen de información acerca de la inminente venta del líquido espumoso. Finalmente se conoció que serían tres cajas por persona, de los tradicionales envases que contienen 12 latas cada uno.
En el parque WI FI de la avenida Carlos III esquina a Belascoaín se escuchan otras opiniones: Lazarito —unos 12 años— y su mamá conversan vía IMO con el padre del primero y esposo de la segunda: “Tenemos para celebrar, Lázaro, mi marido, que se la jugó miles de kilómetros desde Ecuador hasta Texas, puede venir aprovechando las últimas decisiones del gobierno cubano. ¡Ahora sí tendremos año nuevo!”
Sin embargo en el asunto migratorio las cosas se han complicado, la gente se lamenta porque Obama, al parecer puesto de acuerdo con Trump, ya en fase de traspaso de poderes, eliminó la regla “pies secos, pies mojados”, esencia de la aún vigente Ley de Ajuste Cubano. La tapa al pomo llegó con la suspensión de los trámites migratorios en territorio cubano por parte de Estados Unidos, un exaltado grita a la entrada de la iglesia gótica de la calle Reina:
“Ellos —los gobernantes— se la pasan acusándose mutuamente mientras nosotros, los de abajo, vamos de mal en peor. A que si Mariela Castro, que siempre anda de viaje, quiere ir a Nueva York, resuelve el problema facilito sin obligación de viajar ahora a México”.
Hay quiénes tienen motivos para celebrar pues la suerte les acompaña en los negocios sin mayores problemas con las autoridades, otros no, como Maydelín, que vende ropa y calzado en un mercado y se lamenta: “Yo celebraré los 1500 pesos de multa que me impusieron la semana pasada por el asunto de vender ropa importada. Figúrese, la hecha aquí no la compra nadie. Todo viene legal de otros países, pero le ganamos al estado en calidad y precios”.
La peña siempre “caliente” del parque Central permite algunas opiniones políticas, se discute de todo y esperando el 2018 el debate tiene al actual Presidente Raúl Castro como protagonista. Alguien pregunta, ¿Se irá de verdad, abandonará el poder? La mayoría coincide al decir que esta gente no suelta prenda, él será el poder detrás del trono, ya verán.
Una anciana que pide limosna, cierra el reportaje: “llevo 30 años con el mismo pedacito de pollo una vez al mes mientras el turismo, de cero, anda por los cinco millones. No se ve mejoría alguna. Yo no tengo nada que celebrar”.
Vicente Morín Aguado