Lady Gaga, doblete en Barcelona para reiniciar su gira europea
El espectáculo, dicen, debe continuar, y eso es precisamente lo que ha hecho Stefani Joanne Angelina Germanotta: volver a ponerse la careta de Lady Gaga y retomarlo justo donde lo dejó el pasado mes de septiembre, cuando tuvo que suspender toda su gira europea debido a un brote de fibromialgia. Un punto y seguido que se hará carne y baile en cuanto la neoyorquina pise mañana el escenario del Palau Sant Jordi de Barcelona y active los engranajes europeos del «Joanne World Tour», nuevo derroche de tecnología, ensalmo multimedia y pop coreografiado con el que tiene previsto recuperar la veintena de fechas que se vio obligada a cancelar entre finales de septiembre y mediados de octubre, incluida una segunda noche en Barcelona recolocada finalmente el próximo martes, 16 de enero.
Más madera, pues, para una gira que en su primer tramo, el estadounidense, generó más de 60 millones de dólares y que tuvo en el parón europeo poco más que un ligero contratiempo; una piedra en el camino que la cantante neoyorquina no tardó en sortear: el 3 de noviembre, menos de dos meses después de desvelar que sufría dolor crónico y seis semanas después de aplazar todas las fechas europeas, Lady Gaga reaparecía en Montreal para enfundarse de nuevo el traje de estrella internacional y volver a meterse al público en el bolsillo al ritmo de «Poker Face», «Bad Romance», «Born This Way» y «Aplause».
Una aparente vuelta a la normalidad que, sin embargo, no lo es tanto, ya que una vez finalice la gira la cantante tiene planeado dejar temporalmente la música. «Me voy a dar un descanso», aseguró en septiembre durante la presentación de «Gaga: Five Foot Two», un documental que, además de poner el foco en esos dolores que la persiguen -«es como si una cuerda me tirase de un dedo del pie por toda la pierna, y luego por la primera costilla hasta el hombro, y luego por el cuello, y la cabeza, y la mandíbula», detalla en una de las escenas de la cinta-, abona ese cambio de rumbo artístico (y se diría que también emocional) que ha supuesto la grabación de «Joanne», su último trabajo.
Cicatrices y dolores
Una vuelta de tuerca con la que la autora de «Million Reasons» se aleja de las estridencias estilísticas, los vestidos hechos de jirones de carne y la rareza porque sí para ganarse incluso a quienes la ven como una freak recién aterrizada de una galaxia muy muy lejana. «He querido extraer una parte más profunda de mi rabia y de mi corazón. Quiero emocionar a los que nunca tuvieron el mínimo interés es mí», aseguró al poco de publicar su quinto álbum de estudio.
El disco, de hecho, no es sólo un inventario de dolores y cicatrices, sino que también quiere ser un homenaje a su tía Joanne Germanotta, que falleció a los 19 años de lupus. La cantante no llegó a conocerla (murió en 1974), pero la herida familiar seguía abierta y acabó funcionando como catalizador de un disco que, a pesar del ritmo trotón y pegadizo de «Dancin’ In Circles» o de la base juguetona de «A-YO», la neoyorquina quiso alumbrar desde la oscuridad. «Lo que quiero para mis fans y para el mundo, cualquiera que sienta dolor, es que se apoyen en ese dolor y lo abracen tanto como puedan y empiecen con su proceso de curación», aseguraba en una entrevista reciente.
Cambio de piel
Así, casi una década después de sus primeras actuaciones ibicencas, de los himnos contrahechos y de empezar a construir un armazón de estrella con el que conquistaría listas de ventas, pistas de baile e intermedios de la Super Bowl, la neoyorquina rompe la dinámica de trabajos de impacto como «The Fame», «Born This Way» y «Artpop» para, asegura, desnudar su alma. «Me gustaría que la gente se identifique con sensaciones como las que me inspiraron las canciones», aventuraba.
La cantante, que llegó ayer a Barcelona y se dejó ver en el aeropuerto fotografiándose junto a algunos de sus seguidores, ya ha tanteado el cambio de registro refugiándose en los clásicos del jazz junto a Tony Bennet o metiéndose en el pellejo de Judy Garland y Barbra Streisand para protagonizar un remake de «Ha nacido una estrella», cuyo estreno está previsto para el próximo mes de mayo, pero es su último trabajo el que ha conseguido arrancar un par de capas de maquillaje. «Estoy sola cada noche. Todas esas personas que me rodean desaparecen. Se van y entonces yo me quedo sola. Y paso de tener gente tocándome y hablándome todo el día al silencio más absoluto», revela en «Gaga: Five Foot Two», documental que apuesta por mostrar su lado más humano fiándolo todo a la persona y no al personaje. De ahí ese título que, además de al estribillo de «Has anybody seen my gal?», hace referencia a la estatura de la cantante: cinco pies y dos pulgadas. Un metro y 57 centímetros de artista en conflicto permanente consigo misma y con el universo en el que le ha tocado habitar. «No se me ocurre ninguna otra cosa que aísle más que ser famoso», aseguró durante una conversación radiofónica con la actriz Jamie Lee Curtis.
Ahí siguen, es cierto, los himnos recreativos, los estribillos hábilmente diseñados con la ayuda de Mark Ronson, lo más parecido a un rey Midas que tiene el pop contemporáneo, y lo éxitos bendecidos por la industria con nominaciones a los Grammy y cifras astronómicas. Tampoco faltan en esta gira pantallas gigantes, pasarelas y los siempre socorridos cambios de vestuario, pero si algo queda claro es que, después de una década siendo Lady Gaga, la cantante quiere cederle un poco de terreno a Stefani Joanne Angelina Germanotta.
DAVID MORÁN