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De: SOY LIBRE (Mensaje original) |
Enviado: 28/01/2018 20:33 |
EL APÓSTOL DE CUBA
A 165 años del natalicio del hombre que ha trascendido a la historia como el más universal de los cubanos, el régimen de los Castro, en su invención de una continuidad histórica, mantiene el uso de la imagen del héroe para sus propósitos de adoctrinamiento político
José Martí, un rehén del régimen cubano
IVÁN GARCÍA
Al pie de una pequeña escalinata, a la entrada del antiguo Instituto de Segunda Enseñanza de la Víbora, hoy preuniversitario René O’Reiné, un grupo de estudiantes fuman un cigarrillo tras otro y discuten a gritos de fútbol.
Están sentados en un piso de cemento y apoyan sus espaldas contra la base de una estatua de bronce de José Martí, hecha sin muchas pretensiones. La imagen del héroe suele estar presente en muchas escuelas cubanas.
Cuando usted les pregunta sobre la vida y obra del prócer -nacido el 28 de enero de 1853 en una modesta casa de dos plantas en la calle Paula, Habana Vieja, y ultimado a balazos el 19 de mayo de 1895, en una escaramuza militar en Dos Ríos, Jiguaní, hoy uno de los trece municipios de la oriental provincia Granma- los jóvenes encienden el 'piloto automático' y comienzan a recitar de carretilla el relato amaestrado que aprenden en los colegios.
Yosbel, alumno de décimo grado, asegura que “Martí es el más importante héroe cubano. Fue el que nos enseñó a pensar, autor intelectual del asalto al cuartel Moncada y precursor de la revolución cubana”. Josuán, onceno grado, ratifica lo que expresa Yosbel y añade: “Si Fidel hubiera nacido en esa etapa hubiera sido como Martí y el resto de los jefes mambises. Si Martí, hubiera nacido ahora, sería como Fidel y Raúl”. Lo dice como si declamara un poema.
¿Sienten admiración por José Martí? ¿Han leído las obras martianas?, les pregunto y les pido que hablen francamente, no como si estuvieran en un matutino escolar. Sonríen, se miran uno al otro, y confiesan que apenas lo han leído.
“Que yo recuerde, dice Yosbel, leí Los Zapaticos de Rosa y algunos cuentos del libro La Edad de Oro. Pero no soy muy fan de Martí. Te hablan tanto de él en el noticiero y los periódicos, luego te repiten la misma “muela” (charla) en la escuela, que uno se aprende el disco, pero no lo disfruta. Tal parece que Martí no fue un ser humano, sino un extraterrestre”.
Si usted habla en confianza con jóvenes e incluso con adultos que durante su etapa estudiantil conocieron a un Martí de mármol, distante y perfecto, la figura del Héroe Nacional no los conmueve.
Tal vez opina por rumores escuchados o es lo que piensa, pero Diego, cajero en un banco, afirma que “Martí era un capitán araña. Hablaba y escribía mucho, pero a la hora de fajarse a tiros fue un fracaso. Si la prensa me lo presentara como un tipo que tenía sus defectos, quizás lo apreciaría más. Pero te quieren vender a una persona que en 42 años de vida hizo más cosas que un anciano de 100 años”.
Cuando se abusa de la propaganda doctrinaria, en el afán de construir un mito, se corre el riesgo del rechazo en una población aturdida por el exceso de propaganda panfletaria.
Carlos, sociólogo, cree que “la sacralización de José Martí comenzó después de su muerte. En todas las culturas, es típico esbozar un retrato de sus héroes alejado de su trayectoria real. Sobre Martí existe la sospecha de que tuvo relaciones extramatrimoniales y según estudios recientes tuvo una hija con Carmen Mantilla. No fue un guerrero diestro en el manejo del machete y el fusil. Tampoco fue un estratega militar. Pero, hasta que se demuestre lo contrario, es el cubano con mayores dotes de estadista que hemos tenido. Un humanista y un intelectual de primerísimo nivel. Su muerte prematura generó una especie de sentimiento de culpa entre los líderes mambises, que ya sea por cizaña, envidia o ambición de poder, rechazaban a Martí por no ser un tipo aguerrido como ellos. Pero es la revolución de Fidel Castro la que ha manipulado ferozmente su figura, en un intento de tejer una falsa teoría de unidad revolucionaria. A Martí no solo el gobierno lo ha convertido en un rehén: también la disidencia y el exilio anticastrista. Es el héroe de los dos bandos. La pregunta que debemos hacernos es si veneramos al Apóstol de manera auténtica. O solamente nos sirve de peldaño para nuestras campañas políticas”.
Luisa, estudiante universitaria, cuenta que “como todos los años, para recordar el natalicio de Martí, marcharemos desde la Escalinata de la Universidad hasta la Fragua Martiana (situada en Hospital y Vapor, Centro Habana, actualmente es un museo). No vamos de manera espontánea, es más bien un compromiso con la FEU y la UJC. Se pasa un buen rato y algunos salen de la marcha y se van a sus casas”.
En Cuba, la mojigatería alcanza el nivel de una obra de arte. Aunque intelectuales, como el cineasta Fernando Pérez, en su película El ojo del canario (ICAIC, 2010) intentó desacralizar a José Martí, la narrativa oficial sigue utilizando al prócer de una manera simplista y dogmática.
Martí jamás fue marxista. En su obra dejó constancia de lo contrario. Conocer al auténtico Martí, como la cubanía, el amor a la patria, la cultura nacional y la idiosincrasia de su gente, debería ser algo espontáneo y de largo aliento. Sin directrices ni guiones políticos, los cubanos deberíamos sentirnos motivados a leer sobre la vida de nuestros próceres y a cultivar el respeto por nuestras tradiciones de manera natural.
Los nacidos en la isla que residen en otras tierras y les importa su país, siempre se van a dormir con Cuba debajo de la almohada. Y en la distancia han aprendido a aquilatar la colosal dimensión de José Martí.
En el 165 aniversario del nacimiento del Apóstol, me viene a la memoria aquella tarde tibia de noviembre de 2016, cuando con un grupo de amigos visité Ybor City, en la ciudad de Tampa. Depositamos una ofrenda floral al pie de la estatua situada en el Parque Amigos de José Martí, inaugurado en febrero de 1960, a poca distancia de la antigua fábrica de tabacos, donde Martí arengaba a sus compatriotas y recolectó dinero destinado a la necesaria guerra de independencia. Después, mientras caminábamos por las empedradas calles, conocimos a un señor de 85 años que cada mes de enero viaja desde California a Tampa, a rendirle honores al Maestro.
Ése es el Martí que debe prevalecer entre los cubanos. El que nadie nos ha impuesto. Que brota libremente.
IVÁN GARCÍA
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José Martí y los viejos comunistas cubanos Gran fracasado, abogado de los poderosos, pequeño burgués, antiproletario, llamaron a José Martí algunos de los principales comunistas cubanos en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, anteponiendo a su ideario el de Lenin y acusándolo, vergüenza de vergüenzas (para ellos), de anticomunista.
José Martí jamás fue o podía haber sido socialista, o mucho menos, comunista
Todo aparece documentado en un cuaderno de Carlos Ripoll, el admirable investigador de la vida y la obra de Martí, titulado Cuba. Una película sobre José Martí, cuaderno al que he recurrido para ofrecer tres programas especiales con motivo del aniversario número 165 del nacimiento de Martí.
El periodista Ángel César Pintó Albiol, autor del libro El pensamiento filosófico de Martí y la revolución cubana, publicado en 1946, afirmó: "De su revolución no salió ni podía salir, claro está, una república independiente y soberana…" Juan Marinello, quien tanto escribió sobre Martí, declaró que sus ideas sólo podían servir de trampolín a los oportunistas, aunque 28 años después, al ser escogido por el gobierno castrista para presentar la nueva edición de las Obras Completas de Martí, no tuvo inconveniente en contradecirse y señalar, ávido de complacer al autócrata implacable:
"La postura martiana es un antecedente poderoso y legítimo de nuestra etapa socialista, la patria martiana construida por la revolución encabezada por Fidel Castro es la que lleva a todos los cubanos la obra del libertador del 95".
La celebración de cualquier aniversario relacionado con José Martí es el pretexto perfecto para abordar infinidad de temas. Quien repasa su obra advierte que el autor anduvo por el mundo como un radar, captando y comentando desde lo más significativo hasta lo más engañosamente desdeñable: la pequeña planta que está a punto de arrancar y en la que acaba viéndose reflejado, el insecto de andar distinguido y aires de Quijote, el sonido que hacen sus cejas al rozar la almohada...
Un hallazgo lo lleva a otro, y ese otro a un tercero, y éste a varios más, y todos, a darle rienda suelta a la reflexión y la imaginación, al verso y a la prosa, perplejo y entusiasta ante la diversidad del mundo. No en balde escribió: "Yo vengo de todas partes / y hacia todas partes voy, / arte soy entre las artes / y en los montes, monte soy", sabiéndose capaz de encarnar desde lo más rústico (el monte) hasta lo más refinado (el arte).
Pero estos aniversarios también pueden ser el pretexto idóneo para examinar la relación de los cubanos con él y revelar hasta qué punto su pasión por Cuba y su obra, tan intensa una como notable la otra, han sacado a la luz lo mejor y lo peor de algunos de nosotros.
Si entre las personas que escucharon estos programas hay alguna que repudia a José Martí porque el gobierno de la isla la ha convencido de que éste es su cómplice, "el autor intelectual del ataque al Cuartel Moncada", sepa que averiguar quién fue realmente Martí y decírselo a otros cubanos es una de las formas pacíficas más bellas de luchar contra ese gobierno.
Martí ¿Comunista?
José Martí jamás fue o podía haber sido socialista, o mucho menos, comunista. Su crítica directa a las pretensiones socialistas está claramente expuesta.
Lo que hay hoy en Cuba, sus instigadores nos han dicho, comenzó en el acometimiento de un cuartel en Oriente. La responsabilidad intelectual de la monstruosidad que derivó de aquel ataque al Moncada, se la han atribuido a José Martí. ¿Cuánta verdad correlacionar podrá ver en dicha afirmación?
La revolución castrista está sustentada sobre una base de mentiras. Cuba es el único caso en el mundo, donde el comunismo alcanzó el poder negando insistentemente, su esencia marxista. La necesidad metodológica, para insertar en praxis el socialismo “científico” de Marx y Engels, institucionalizó el embuste. Esto se agudizó, sin dudas, dado las directivas excéntricas del capataz de la versión criolla: nacionalismo falso, antinorteamericanismo despiadado y anticapitalismo hipócrita. La falsificación de los datos, de la historia y de los hechos, ha sido parte del modus operandi del castrismo. En nada han escatimado al mentir los comunistas cubanos. Era de suponer que la figura insigne de Cuba no escaparía la embestida trolera.
José Martí jamás fue o podía haber sido socialista, o mucho menos, comunista. Su crítica directa a las pretensiones socialistas está claramente expuesta. Más aún, el Maestro rechazó estructuralmente las premisas imperiosas que sustentan la teoría de su contemporáneo, Karl Marx. Martí creía en la concordia de las clases sociales, no en una pretendida lucha. La economía y las relaciones de producción eran, para el autor del Manifiesto Comunista, el factor determinante en la vida del hombre. Esta conceptualización era absurda para el Apóstol. En el rico léxico escrito de Martí, la palabra “economía” sólo se encuentra catorce veces. Esto representa una diferencia dramática con el uso de la palabra “libertad”, que aparece en trescientos cuarenta y seis instantes.
De no haber estado informado sobre el socialismo, no se le puede achacar a Martí. Había en 1886, treinta y cuatro publicaciones socialistas (cinco de ellas eran diarios) en los EE UU. El Maestro era un lector prolífico y responsable. Ya en la tierra de Lincoln había también, desde 1852, un partido comunista que había sido fundado por un alemán llamado, Joseph Weydemeyer. Lo que más le chocaba al Apóstol de los esquemas socialistas (en todos sus variantes) se sintetiza en cuatro puntos: (1) la demagogia enmascarada de su liderazgo, utilizando diatribas hipócritas para engatusar a los pobres y alcanzar el poder político; (2) el precio social y cultural de subordinar al individuo a un colectivo; (3) la fomentación de un Estado cíclope, burocrático e invasor; (4) y el atropello a la libertad para implantar esas ideas “confusas”.
Su “antinorteamericanismo” es otra de las tergiversaciones del castrismo y su intelectualidad cortesana. El llamar a los EE UU, la “… sociedad más libre y grande en la Tierra”, descalificaría a Martí de semejante calificativo. La crítica selectiva de aspectos de una sociedad, en una época particular, no equivale a sentir desdén por ella. El Apóstol entendía que la democracia estadounidense era un fenómeno imperfecto pero perfectible. El crecimiento económico impresionante que el capitalismo y la Revolución Industrial evidenció en el siglo XIX en su mejor ensayo, los EE UU, trajo como era de suponer, problemas de adaptación social, dado la magnitud del proceso. Martí observó eso y sugirió avenidas de un mejoramiento sistémico, pero nunca abogó, ni siquiera implícitamente, por su desmantelamiento y sustitución con el delirio socialista. Esto es aún más escandaloso cuando los que hacen esas aseveraciones falsas de intentar conectar a Martí con el marxismo, ocultan aserciones que plasman la admiración del Maestro por los EE UU, su sistema político y económico y su repudio por el socialismo.
La obra de Martí lo defiende grandilocuentemente contra el paralelismo infame que vincula el ideario martiano con el proyecto comunista. El castrocomunismo no logrará extender la difamación a la figura insigne de Cuba, más allá de su estadía conminada en el poder. ¡Que pesadilla! Tantos años de vilipendio.
Autores: Orlando González Esteva y Julio M. Shiling
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José Martí, la libertad, los medios y los fines
Cada 28 de enero, fecha fausta en el orden de los natalicios isleños, sería saludable tener presente que a José Martí se le ha manipulado hasta la saciedad, y a veces hasta la ridiculez, como se apreciaría en los denodados esfuerzos de algunos bien intencionados activistas para que el poeta pase a integrar las huestes del pacifismo.
Monumento a José Martí en el Parque Central de Nueva York la Capital del Mundo
ARMANDO DE ARMAS
Cada 28 de enero, fecha fausta en el orden de los natalicios isleños, sería saludable tener presente que a José Martí se le ha manipulado hasta la saciedad, y a veces hasta la ridiculez, como se apreciaría en los denodados esfuerzos de algunos bien intencionados activistas para que el poeta pase a integrar las huestes del pacifismo.
Ningún problema con la estrategia pacifista, es inclusive una estrategia que ha dado resultados en otras latitudes. El problema estaría en que se le quiera endilgar la dicha estrategia a un hombre que, como sabrá todo el que asistió a la escuela primaria en Cuba en tiempos de la República o en tiempos de Fidel Castro, murió en combate, no se sabe si de cara al sol como él pedía, pero sí empuñando un revólver sobre un caballo blanco y frente a una descarga cerrada de la fusilería española.
Un hombre que, como sabrá todo el que ha profundizado algo en la historia de la isla, murió con los grados de Mayor General del Ejército Libertador. Pero más significativo que todo lo anterior, final espectacular al fin y al cabo, atribuido por unos al suicidio y por otros a la equivocación, es que Martí, escritor aparte, fue el certero conspirador y el eficaz organizador de una guerra, la más sangrienta y devastadora de la historia isleña, y la que finalmente llevaría a los cubanos a la independencia y por tanto, y en definitiva, se debería reconocer a estas alturas, un excelente estratega militar, que si bien no dirigió el entramado en el teatro de las operaciones, sí supo aunar las voluntades, crear el concepto y trazar las pautas para la eficaz manifestación de ese entramado.
Y es que Martí, ese (ya se sabe) gran desconocido entre los cubanos, se nos hace más desconocido aún a la luz, o las tinieblas, de esa especie de dictadura vegetariana y centrista, no por vegetariana y centrista menos dictadura, que procura prevalecer hoy en Occidente.
Un Martí sometido a un doble escamoteo, por un lado, un escamoteo de la misma índole del que padece la modernidad y que correspondería al socialismo de la hipnopedia inducida (ese del libro "Un mundo feliz", de Aldous Huxley), y, por otro lado, el escamoteo, duro y directo, impuesto en Cuba durante el último medio siglo y que correspondería al socialismo científico de Carlos Marx; aunque, a fuer de sinceros, debería reconocerse que el escamoteo de la figura de Martí se inicia ya con su propia muerte y el posterior apostolado; ese que permitía declararse martiano, ¡sin ruborizarse siquiera!, lo mismo a un doméstico hijo de vecino, al asaltante de un banco que al asaltante del cuartel Moncada.
La verdad parece ser que Martí viola la mayoría de los lugares comunes de la moral, las costumbres, la religión y las leyes, sobre todo de las leyes, de su época; vamos, que no era lo que hoy llamarían una persona decente, precisamente por no encajar en los tópicos de las manidas normativas de la masa diligente (que puede y ciertamente es instruida y ni siquiera se cree masa, sino élite); y ello es particularmente apreciable en sus enrevesadas relaciones amorosas (no suficientemente estudiadas), en su iniciación masónica y afinidad con el espiritualismo orientalista (tampoco suficientemente estudiadas) y en la desobediencia de la legislación española, y aun de la norteamericana (ver sucesos de la Fernandina relacionados con la incautación de las armas y pertrechos de los vapores Lagonda, Baracoa y Amadís, en enero de 1895).
Y es que el radicalismo de la libertad en José Martí se pone de manifiesto ostentosamente en todos y cada uno de los aspectos de su vida y obra. Mal momento el presente para la palabra radical, se olvida que viene de raíz, de ir a la raíz de los fenómenos de la realidad, y se le pone el mote de radical al primer fanático que se reviente por los aires matando civiles inocentes en nombre de la verdad revelada. Mal momento para la palabra libertad, apenas ni se le nombra y va camino de convertirse en uno de esos vocablos arcaicos y en desuso. Mal momento para Martí, para la libre expresión del pensamiento; para el pensamiento.
Martí más que el libertador de su patria, fue el libertador del idioma español de su tiempo; un escritor tan radical que fue capaz de rescatar un idioma que, como los restos del imperio que lo globalizó, agonizaba bajo las normativas de un romanticismo tardío que se expresaba entre espasmos, suspiros y exotismos arábigos; capaz no sólo de rescatarlo sino de conducirlo hacia el inicio de una renovación que acertadamente después se nombró Modernismo y que sería el primer, y probablemente el único, movimiento literario, y de cualquier índole, que nacido en el Nuevo Mundo incidiera sobre Europa.
Revólver original Colt Frontier, Six Shooter, calibre 44 de seis balas, que fuera un regalo hecho a Martí; por su amigo mexicano Manuel Mercado. Aunque el poeta siempre portaba esta arma, no era la que sostenía en su mano al morir.
Revólver original Colt Frontier, Six Shooter, calibre 44 de seis balas, que fuera un regalo hecho a Martí; por su amigo mexicano Manuel Mercado. Aunque el poeta siempre portaba esta arma, no era la que sostenía en su mano al morir.
Si alguien dudara de la vitalidad y la fuerza que imprimió Martí al idioma español nada más tendría que leer su "Diario de campaña: De Cabo Haitiano a Dos Ríos"; por cierto que nunca como en este caso van tan firmemente de la mano el radicalismo de la prosa, el radicalismo del pensamiento y el radicalismo de la acción en pos de la libertad.
No sería prudente extenderse en citas de Martí acerca de la libertad, muchas de las cuales han recitado los niños cubanos de todos los tiempos en un ejercicio meramente escolástico, pero bastaría saber que si algo define el pensamiento martiano es la defensa radical de la libertad como llamado y realización del hombre; el vislumbre del hombre como esencialmente mutilado cuando de la libertad carece, cuando de la práctica de la libertad es privado.
En cambio, sí resultaría prudente citar a ese precursor de José Martí en el radicalismo libertario que sería don Miguel de Cervantes y Saavedra quien, en el Capítulo 58 de su obra Don Quijote de la Mancha, dice en boca del loco sublime: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida..."
Porque Martí hace suya la frase cervantina, la cumplimenta en su accionar y la sobrepasa, pues no sólo aventura la vida, que ya es mucho, sino que la entrega, la clava en la conciencia de la futura República aquel 19 de mayo de 1895; pero este hombre ulcerado y seductor va mucho más lejos todavía, y pone de manifiesto de manera indeleble en lo que vino a ser el súmmum de su obra política (la Guerra de Independencia) que por la libertad no sólo se puede y debe aventurar la vida, sino que por la libertad se puede y debe matar.
Pero Martí no sólo transgrede la ley en los grandes temas de la vida y de la muerte, los de la gloria en suma, sino que como endurecido conspirador que era lo habría hecho también, y sobre todo, en los pequeños temas; esos que resultan más escabrosos a la historiografía y la hagiografía al uso, a uno y otro bando del espectro ideológico nacional.
Y en ese contexto es que se sitúa una de las más ardientes polémicas que estremeciera a la joven República en fecha tan temprana como 1906; polémica en torno a si Martí aceptó o no los dineros del bandolero Manuel García, Rey de los campos de Cuba, específicamente los que provendrían del secuestro de Antonio Fernández de Castro, hermano del destacado autonomista Rafael Fernández de Castro; cosa negada enfáticamente, entre otros, por Fermín Valdés Domínguez, amigo íntimo de Martí; pero afirmada por el Doctor Martín Marrero, jefe del movimiento independentista en Jagüey Grande, que en su Diario de Operaciones del Coronel de Caballería Martín Marrero (Fondo Emeterio Santovenia, Leg. 35, # 71) asegura haber ido a Cayo Hueso, EE.UU, en 1893 y recibido instrucciones verbales de Martí sobre el bandolerismo, quien le habría dicho que "En cuanto a los bandoleros, es necesario tener presente que, al estallar la guerra, todos aquellos que estén fuera de la ley no puedan permanecer neutrales y por lo tanto, tienen que caer al lado o del lado de nosotros. Estando ellos de nuestro lado, esto resultaría beneficioso para todos. De otro modo, ellos al lado de los enemigos, resultarían todo lo contrario, pues toda maldad, sería estimulada y aumentada, empleada en prejuicio nuestro..."
Manuel García, bandolero y patriota.
Más allá de la veracidad o no del testimonio brindado por Marrero, lo que sí parece fuera de toda duda es la participación en los afanes independentistas de bandoleros como Manuel García y José Álvarez Arteaga, alias Matagás, ambos muertos en combate con el grado de oficiales del Ejército Libertador; y en cuanto a la participación del primero, al menos, no hay duda de que fue aceptada por José Martí quien, en misiva al generalísimo Máximo Gómez, de agosto de 1893, y en referencia a los preparativos revolucionarios en el interior de la isla, asegura que "Manuel García en carta triste y sumisa, espera órdenes". (J. Martí, Obras Completas, La Habana, 1975, p. 389).
Más allá del anecdotario histórico, lo que sí podría establecerse acá es que la figura de José Martí evidencia, más que ninguna otra en el contexto nacional cubano, lo falible del apotegma repetido hasta el cansancio acerca de que el fin nunca justifica los medios; y vendría a mostrar, a los que tengan ojos para ver, que la realidad resulta siempre mucho más rica y compleja que cualquier acertijo de lo políticamente correcto, del bien pensar y el mejor actuar, y que su radical ideario de libertad pasó, a la hora de las decisiones y las acciones, por el justo balance ético indispensable a los hombres que sobre los hombros se han echado, o les han echado, la ardua faena de fundar naciones.
ACERCA DEL AUTOR:
Armando de Armas, (Santa Clara, 1958) escritor y periodista de MartíNoticias. Como analista político es una personalidad habitual en la radio y la televisiónn hispana en los Estados Unidos. Integró el movimiento de derechos humanos y cultura independiente dentro de Cuba en los años 90. Sus novelas y ensayos han sido traducidos a varios idiomas. Relatos de su autoría han sido escogidos para publicarse en antologías de Alemania, Francia, España, Italia, República Checa y EE.UU. "Los naipes en el espejo", su más reciente libro de ensayo, avizora la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses en 2016 y un cambio de época y paradigma político cultural en Occidente.
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Martí muere en batalla el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos
José Julián Martí Pérez, Apóstol de la Independencia de Cuba
Carlos Cabezas
José Julián Martí Pérez, Apóstol de la Independencia de Cuba, nació en la Calle de Paula el 28 de enero de 1853, en La Habana. Hijo de Mariano Martí Navarro, de Valencia y de Leonor Pérez Cabrera, de Islas Canarias. Aprendió el amor a Cuba en especial con su maestro, el poeta Rafael María Mendive, cuando en 1865 se convirtió en su alumno en la Escuela Superior Municipal de Varones, de la cual Mendive era director.
Simpatizó con la Guerra de 1868, al año fue llevado a la cárcel acusado de infidencia y en 1870 lo condenaron a 6 años de trabajos forzados en las canteras de San Lázaro por sus ideas independentistas.
Entre enero de 1871 a octubre de 1874, José Martí, obtiene entre Madrid y Zaragoza los títulos académicos de Bachiller, Licenciado en Derecho y Licenciado en Filosofía y Letras. En 1875 viajó a México, y se casó con la camagüeyana, Carmen Zayas Bazán, con quien en 1878 tuvo a su único hijo, José Francisco Martí y Zayas-Bazán. Por la crisis del matrimonio Carmen regresó de Nueva York a Cuba en varias ocasiones con el niño.
Desde México comienza su peregrinar por tierras de Sudamérica: Guatemala, Venezuela, Honduras y El Salvador. En Guatemala alcanzó gran notoriedad como profesor y orador.
En 1878 hubo una amnistía general y regresó a Cuba. No podía identificarse con su nombre y apellido porque quedaría expuesto ante las autoridades coloniales, al mismo tiempo su naturaleza no le permitía mentir y utilizó su segundo nombre y apellido haciéndose llamar Julián Pérez. No dejó de conspirar, fue descubierto y vuelto a expulsar a España.
En 1881 se trasladó nuevamente a Nueva York. Carmen y el niño se reunieron ese año con él, ocasionándose el rompimiento definitivo que tuvo lugar al regresar Carmen inesperadamente a La Habana. Se dedicó a preparar la guerra para la independencia de Cuba y creó el Partido Revolucionario Cubano con ese fin. Buscó el compromiso de los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo, entre otros.
Organizó un plan abortado por los norteamericanos en el Puerto de la Fernandina, que consistía en invadir a Cuba mediante tres expediciones simultáneas en los barcos Amadís, Lagonda y Baracoa con armas para 400 hombres. El Lagonda tenía como misión dirigirse a Costa Rica para recoger a los generales Antonio Maceo y Flor Crombet, junto a un grupo de expedicionarios. Por su parte, el Baracoa zarparía con José Martí y los generales José Mayía Rodríguez y Enrique Collazo a bordo, para dirigirse al sur de República Dominicana, donde recogerían al general Máximo Gómez. Finalmente, el Amadís aguardaría en un cayo cercano a la Florida por los hombres de Carlos Roloff y Serafín Sánchez, quienes tenían como misión desembarcar por Las Villas.
Ante el fracaso buscó alternativas y dio la orden de alzamiento.
Martí se trasladó a República Dominicana donde junto a Máximo Gómez escribió el Manifiesto de Montecristi y partió con él para la isla. Desembarcó en Playitas, al sur de Oriente, y junto a Gómez se encontró con Maceo en La Mejorana y lo nombraron mayor general en medio de una reunión altisonante, pero al día siguiente fue al campamento de Maceo y éste lo recibió junto con su tropa, a la que le pasó revista.
Muere en batalla el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, sin que los mambises pudieran rescatar su cuerpo. Su compañero Angel Guardia o de la Guardia logró escapar. Fue un día lluvioso y no pudo ver cumplido su deseo de "morir de cara al sol".
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