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General: Los otros muertos de Fidel Castro: el suicidio por motivos políticos
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 02/02/2018 15:21
 Cuando se escriba la verdadera historia de Cuba, debería dedicarse un extenso capítulo al suicidio por motivos políticos. Tan sonado como el suicidio de Haydée Santamaría fue el de Osvaldo Dorticós, quien fuera presidente de la República de Cuba desde 1959 y hasta 1976.

                                                                                                                 Una cucaracha menos en la casa
LOS OTROS MUERTOS DE                                                               
FIDEL CASTRO: EL SUICIDIO POR MOTIVOS POLÍTICOS
        Redacción Diario Las Américas
Cuando se escriba la verdadera historia de Cuba, debería dedicarse un extenso capítulo al suicidio por motivos políticos. Varias personas muy cercanas a Fidel Castro decidieron un día quitarse la vida. ¿Obra del azar? Decía el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante que “el suicidio es un elemento casi esencial de la Castroenteritis”.
 
El 29 de julio de 1980 Cuba amaneció con una inesperada noticia. En una escueta nota, el diario oficialista del único partido oficial anunciaba: “Granma cumple el amargo deber de informar que en horas de la tarde de ayer se privó de la vida la destacada luchadora revolucionaria, heroína del asalto al cuartel Moncada y combatiente de la Sierra Maestra, Haydée Santamaría Cuadrado, quien era miembro del Comité Central de nuestro partido, miembro del Consejo de Estado y directora de la Casa de las Américas”.
 
Nunca se aclaró el motivo del suicidio de Haydée Santamaría, una de las mujeres que acompañó a Fidel Castro en el asalto al Cuartel Moncada. Existen versiones que incluso aseguran que Haydée no se mató el día que dijo la prensa cubana, sino el 26 de julio.
 
Entre las historias de las muertes no esclarecidas u ocultadas por el régimen de la isla está la de Nilsa Espín, quien fuera cuñada de Raúl Castro. Nilsa y su esposo Rafael Rivero ejecutaron en 1965 un suicidio pactado. Rivero se quitó la vida en un campamento militar de la provincia de Pinar del Río, y ella en el despacho de Raúl Castro. Nilsa Espín y Rafael Rivero estuvieron vinculados al movimiento clandestino que en Santiago de Cuba lideraba Frank País para apoyar la lucha en la Sierra Maestra.
 
En la lista de los suicidas por “culpas políticas” estaría Javier de Varona, colaborador estrecho de Fidel Castro en el plano económico y a quien se culpó del fracaso de la zafra de los 10 millones. El 26 de julio de 1970, sin embargo, el dictador cubano aclaraba en un discurso: “Hay que añadir una [causa], y no de poco peso, que es nuestra propia ineficiencia, la ineficiencia, nuestra ineficiencia en el trabajo general de la Revolución”. Castro reconocería que “efectivamente, el esfuerzo heroico para elevar la producción, para elevar nuestro poder adquisitivo, se tradujo en descompensaciones en la economía, en reducciones de producción en otros sectores y, en fin, en un acrecentamiento de nuestras dificultades”. Javier de Varona fue tan solo el chivo expiatorio de uno de los más estrepitosos fracasos del régimen. Con su arma de reglamento se dio un tiro.
 
Alberto Mora, ministro de Comercio Exterior del régimen en la década del 60, provenía del Directorio Revolucionario. Sus primeros desacuerdos con la Revolución de 1959 nacieron a partir de que refutara el ideario de Ernesto Che Guevara sobre el funcionamiento de la ley del valor en una economía socialista. Mora además era amigo de reconocidos intelectuales cubanos como Guillermo Cabrera Infante o Heberto Padilla. Por defender a este último, quien fue arrestado tiempo después de la publicación del poemario Fuera del juego, Mora cayó aún más en desgracia: fue castigado y enviado a una granja de trabajo. En su libro Mea Culpa, Cabrera Infante aseguró que el suicidio de Mora fue la respuesta a esa humillación.
 
Tan sonado como el suicidio de Haydée Santamaría fue el de Osvaldo Dorticós, quien fuera presidente de la República de Cuba desde 1959 y hasta 1976. De acuerdo con algunas fuentes, el 23 de junio de 1983, luego de una fuerte discusión con el Comandante Ramiro Valdés, Osvaldo Dorticós se quita la vida de un tiro. Era entonces ministro de Justicia.
 
La explicación edulcorada que se dio para el suicidio de Osvaldo Dorticós fue que sufría una grave y dolorosa enfermedad de la columna vertebral y que la muerte de su esposa, María Caridad Molina, le sumió en una depresión profunda.
 
Pero los más cercanos a quien fuera presidente de Cuba de 1959 a 1976, hablan de que Dorticós no entendía las acciones salvajes y alejadas del más elemental civismo que se alentaban desde el gobierno de Fidel Castro tras los sucesos de la Embajada del Perú y el éxodo de Mariel en 1980.
 
 
 
Fuente: Redacción Diario Las Américas


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 02/02/2018 15:23


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 03/02/2018 00:57
 La vida «perdida» de Fidel Castro Díaz-Balart
Más allá de los aspectos personales, el suicidio del primogénito de Fidel Castro es una muestra más, igualmente lamentable, del fracaso de un proyecto revolucionario y de un padre.
 
           Por Alejandro Armengol
En 2013, durante una entrevista con Russia Today que ahora recuerda el diario español El País, Fidel Castro Díaz-Balart se refirió a Ortega y Gasset y su célebre frase del hombre y su circunstancia. Tras conocerse el suicidio del primogénito del exgobernante cubano, dicha cita adquiere un valor especial para tratar de comprender un poco esa vida, que podría decirse en última instancia “perdida”. Y si no intentar descifrar los motivos que lo llevaron a tal decisión, al menos comprender un poco esas circunstancias que siempre lo rodearon.
 
“Había un filósofo español, Ortega y Gasset, que decía: ‘Yo soy yo y mis circunstancias’. Eso puede decirlo cualquiera”, dijo Castro Díaz-Balart en aquella entrevista, y luego agregaba: “Y eso lo puedo repetir yo también”.
 
La vida del primer hijo de Fidel Castro fue siempre esa mezcla de vida profesional, destino público y el transcurrir bajo el enorme peso que significaba la figura paterna. Puede decirse que jamás pudo independizarse por completo de dicha carga, que en lo personal lo benefició mucho y lo perjudicó también. Por una combinación compleja de la personalidad de su progenitor —y el tamaño de la función que este se propuso—, esas circunstancias lo condenaron a un papel menor del que no pudo escapar. Hasta qué punto se acomodó o rebeló a ello no deja de ser materia de especulación. Lo cierto es que, al menos en imagen, jamás logró esa independencia —quizá mínima en ciertos aspectos, pero muy conveniente políticamente y para una mejor supervivencia dentro de la élite del régimen— que siempre han exhibido sus hermanastros reconocidos.
 
De tal modo que la biografía de Fidel Castro Díaz-Balart —formada por un reducido grupo de apretados datos que han repetido con conformidad los obituarios aparecidos en la prensa mundial— deja poco lugar al misterio: ausencia de cargos políticos; labor científica, reconocida en la Isla y cuestionada en el exilio; libros y escritos publicados, así como participación en eventos internacionales; tareas de asesoramiento con la sospecha de una simple justificación laboral; cierta tendencia a la frivolidad y el pavoneo (selfie junto a Paris Hilton en la Feria Internacional del Habano de 2015); más de un ridículo, como aparecer “disfrazado” de su padre en una conmemoración de la “Caravana de la Libertad”; “empresario”, en la acepción del Gobierno cubano, de una industria incierta de nanotecnología en la Isla; así como un hombre de 68 años con dos matrimonios —el primero con una soviética y el segundo con una cubana— y tres hijos. Y, sin embargo, por momentos uno se resiste a pensar que todo fuera tan simple, aunque quizá lo fue.
 
No vale la pena entonces volver a mencionar lo conocido, detenerse en supuestas o reales broncas del padre hacia él (al parecer siempre fue hijo sumiso, si puede hablarse en esos términos de una relación que en la mayor parte de su adultez debe haber sido distante) y traer a colación lo que resultó su publicitado mayor fracaso: el colapso de la planta nuclear de Juraguá (dicha instalación se “salvó” de ser completada por el colapso de la Unión Soviética, y de no haber ocurrido la caída de la URSS habría sido necesario inventar otro pretexto para justificar el fracaso, o lo que es peor: especular sobre el desastre potencial que hubiera significado su funcionamiento). Cabe, eso sí, añadir que, tras el despido de Castro a su hijo en el cargo, “por ineficiencia en el desempeño de sus funciones”, en 1992, corrieron rumores de negligencia y corrupción.
 
“Yo soy yo”
 
Los fantasmas de la negligencia y corrupción acompañaron siembre a Castro Díaz-Balart. Pero aquí lo personal se une a esas circunstancias que —en buena medida como justificación— él reclamaba en la entrevista en Russia Today.
 
Juan Reynaldo Sánchez, el ya también fallecido autor de La vida oculta de Fidel Castro, dedicó un artículo en Café Fuerte a “Fidelito”, en que lo caracterizaba al regreso de cursar estudios en la URRS bajo el nombre de José Raúl.
 
Según Sánchez, el primogénito mantenía una relación más estrecha con su tío Raúl que con su padre. Incluso vivía en el complejo habitacional de la Calle 26, en Nuevo Vedado, lugar de residencia de la familia Castro-Espín, sus tíos y primos.
 
“La realidad es que Fidel Castro no se ocupaba de nada de lo relacionado con su hijo, raramente lo veía o conversaba con él, y esos contactos se hicieron aún más esporádicos en la medida en que fueron apareciendo otros hijos de la prole con su actual esposa, Dalia Soto del Valle”, señalaba entonces Sánchez, quien agregaba:
 
“A decir verdad, las relaciones de Dalia y Fidelito eran inexistentes. Dalia se portaba como una loba protegiendo a su manada, celosa con la prioridad para sus cinco hijos, que no tenían contacto con Fidelito ni con Jorge Ángel Castro Laborde, otro de los descendientes concebidos por Fidel Castro fuera de matrimonio. Los celos maternales de Dalia llegaban incluso a limitar el intercambio de sus hijos con los de Raúl Castro; recuerdo que el Alejandro de Dalia y Fidel vino a conocer a su primo Alejandro, el único varón de Raúl Castro y Vilma Espín, cuando era ya un adolescente”.
 
“José Raúl se crió sin el calor de una madre, que se radicó en Madrid desde 1959, y sin la atención que Castro debió darle como padre. De esa manera, Fulleda, el oficial [de Seguridad Personal] a cargo, llenaba en cierto modo ese vacío afectivo”, detallaba Sánchez.
 
“Aun estando alejado afectivamente de su padre, Fidelito trataba de imitarlo en todo lo posible. Se dejó crecer la barba, tenía autos marca Alfa Romeo como los había tenido el dictador y llegó al punto de tener trajes, vestimenta y refrigerios en los baúles de los vehículos, en el mejor estilo de Fidel Castro”, de acuerdo al testimonio de quien fuera teniente coronel de la escolta de Fidel Castro.
 
Según Sánchez, los gastos personales de “Fidelito” en viajes y vacaciones, durante la época que se creó el Instituto de Energía Nuclear, “resultaban extraordinarios, al punto que llegaron a competir con los gastos administrativos de la institución que dirigía”.
 
“Fidelito había copiado tanto y tan bien a su padre que, sin ser un alto funcionario del gobierno, malversaba y despilfarraba tantos recursos como su progenitor”, agregaba Sánchez en un texto despiadado en el tono y fundamentado en su palabra o experiencias durante su época de escolta de Castro.
 
“Y mis circunstancias”
 
Más allá de testimonios, valoraciones y anécdotas, hay una realidad cubana en que los datos resultan incluso más elocuentes: la elevada tasa de suicidios entre los participantes y familiares —en muchos casos hijos— del proceso iniciado a partir del 1ro. de enero de 1959. Y no se trata de simples miembros sino de protagonistas destacados. Los nombres son conocidos y no vale la pena repetirlos. En este aspecto, hay una no muy sutil unión en todos los estamentos de la sociedad cubana.
 
“El suicidio es una respuesta a un desbalance que siente la persona entre un conflicto que debe enfrentar y su solución. Si la persona siente que, en su balanza emocional, el conflicto pesa más que la solución, se le nubla la capacidad de razonar, no ve la salida al problema y actúa por impulso”, afirmaba la doctora Maida L. Donate, experta en el tema, en una entrevista realizada en CUBAENCUENTRO.
 
Entre 1900 y 1909, Cuba fue el undécimo país del mundo en índice de suicidio, ascendió al sexto puesto entre 1920 y 1929, manteniéndose al mismo nivel hasta los años 50, cuando desciende hasta alcanzar en 1963 su valor más bajo. En los 70 vuelven a subir para alcanzar en 1982 el récord de 23,2/100.000 habitantes, solo superado por Hungría y Austria. Y así se mantuvo dieciséis años seguidos por encima de los 20, señalaba en dicha entrevista Luis Manuel García, a lo que añadía la investigadora:
 
“Yo no podría haber hecho mejor inventario de los eventos que han impactado dramáticamente la vida nacional cubana durante los últimos 52 años. Todo ese despropósito nacional ha socavado la esperanza de futuro de los cubanos. El nacimiento de un ser humano, por lo general se identifica con la alegría de la esperanza de futuro, no en la Isla. Afirmación establecida cuando se observa la contracción de la tasa de natalidad y, consecuentemente, la disminución de la tasa de crecimiento de la población. En Cuba se ha producido un minucioso proceso de involución social y económica que ha sacado a flote lo peor del carácter nacional. La revolución cubana tiene el triste record Guinness de haber sido la única revolución que se haya hecho para vivir peor”.
 
Ese sentimiento de un futuro sin esperanza, que trasciende incluso las causas materiales, de escasez y pobreza generalizada, la experimentan cubanos de todos los órdenes sociales, incluso los que pertenecen a los grupos —o clases— más privilegiados.
 
En el caso de Castro Díaz-Balart, la prensa oficial cubana ha especificado que desde hace meses este recibía tratamiento por una fuerte depresión —lo que por un tiempo llevó a su hospitalización—, y que en la actualidad se encontraba en tratamiento ambulatorio.
 
No hay razones para dudar en la veracidad de la información, en lo que se refiere a los aspectos personales, pero tampoco se pueden pasar por alto esas circunstancias, mencionadas al incido. El suicidio del primogénito de Fidel Castro es una muestra más, igualmente lamentable, del fracaso de su proyecto revolucionario; así como del padre que nunca fue a cabalidad, y a lo que posiblemente tampoco aspiró.
 
                                Alejandro Armengol
                               Fuente: Cuba Encuentro
 
 


 
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