La increíble historia del matrimonio fallido entre Elton John y Renate Blauel
Por JOSÉ MANUEL RUIZ BLAS
En el muy romántico día de San Valentín de 1984, Elton John y Renate Blauel contrajeron matrimonio en Darling Point, un idílico suburbio de Sydney (Australia). El motivo distaba de ser honesto: Elton (conocido en el circuito gay como “Sharon”) pretendía encubrir su homosexualidad valiéndose de Renate, una ingeniera de sonido alemana y ex azafata de vuelo a quien conoció un año y medio antes en la isla caribeña de Montserrat, con quien trabajó en la grabación del álbum ‘Too Low For Zero’. Que el siguiente álbum se llamara 'Breaking Hearts' resultó premonitorio. En 1988, el matrimonio se rompería tras cuatro años de rupturas y reconciliaciones. “Elton apenas estuvo con ella debido a su trabajo”, dijo su amigo Ed Coan. Los anglosajones tienen una palabra que define ese rol: beard (barba), que en el argot de los años 50 describía a las parejas de que se hacían acompañar los homosexuales para disimular sus tendencias sexuales.
Alguien apuntó que Elton John, aterrorizado ante la perspectiva de una delicada operación de garganta, necesitaba una enfermera. Pero como maniobra para enterrar las sospechas de su homosexualidad la boda dejó que desear. El atuendo del novio no contribuía a enterrar habladurías: chaqueta blanca de frac, canotier de gondolero con cinta de raso lila, camisa de rayas marineras con corbata de lazo malva. Hubo una tarta cursi hasta lo estupefaciente, con varios pisos de nata y artesonados de fondant, pero no hubo luna de miel: Elton partió al día siguiente para iniciar una gira por Nueva Zelanda. En cuanto al beso de recién casados… bueno, hemos visto bocas juntarse con más pasión en maniobras de reanimación cardiorrespiratoria.
La novia, con ciego encandilamiento, dijo que era el tipo más amable que había conocido. “Me siento fabulosa. He oído todo tipo de historias sobre él, y que se supone que es bisexual, pero eso no me preocupa”. Cuando decía “se supone” quizá ignoraba que fue el propio Elton John quien declaró su bisexualidad en 1976, en un acto de gran coraje para la época.
Renate recibió la propuesta de matrimonio en un restaurante indio de Sydney un viernes, mientras comían pollo al curry, y el martes ya estaba delante del altar con Sir Elton Hercules John. Pese a la precipitación, Renate exhibió un vestido de novia recamado de 63 diamantes. El sueño concluyó en divorcio en 1988, sólo cuatro años después. Renate percibió 45 millones de libras y una casa en Surrey, pero ni un solo automóvil de la flota de Bentleys del divo atormentado.
Elton corrió a llorar en el hombro de su amiga Sarah Ferguson, Fergie, duquesa de York y también carne de tabloide. La ya ex–pareja se propuso conservar la amistad, quizá lo único que había entre ellos: los rumores apuntaron a que el matrimonio nunca se consumó dentro de las paredes de su mansión de 7 millones de libras en Old Windsor. Habitaciones separadas, rostros mohínos y una agenda de encuentros paralelos en suites de hoteles de lujo fueron la rutina con que Elton escapó del tedio marital. Renate, por su parte, se volcó en su faceta profesional, sobre todo en la carrera de su amiga íntima la cantante Sylvia Griffin, dando pie a maliciosos rumores de lesbianismo. No faltaron tampoco las escenas: Renate trepando por una escalera para acceder al dormitorio de Elton, Renate arruinando la fiesta del cuarenta cumpleaños de Elton en 1987… Su canto del cisne fue la fiesta de 44.000 dólares con que el cantante agasajó a la alemana un año después, una de las pocas ocasiones en que se les vio felices, pero sobre todo juntos, de su matrimonio.
No es que Renate no hubiera podido verlo venir. En 1981, el cantante había ido un paso más allá en su outing regalando al mundo ‘Elton's Song’ (La canción de Elton), una doliente balada autobiográfica que narra los amores proscritos de un muchacho por un compañero de clase cuyo videoclip, ambientado en un colegio inglés (jerseys de regatas, vestuarios y partidos de criquet) no llegó a proyectarse en las televisiones debido a la censura.
Para ser honestos, si Elton seguía dentro del armario, este tenía las puertas entreabiertas. "Aún no sé cómo me salvé de morir de sida, habiéndome acostado con la mitad de Estados Unidos", dijo una vez Elton. Oh, eran los locos 80, tiempos de armario y pandemia, y del rearme moralista que llevó aparejado el reaganismo en el contexto de una guerra fría que tanto inspiró a The Rocket Man.
Porque quizá su más incomprendida llamada de socorro se alimenta de ella. Hablamos de ‘Nikita’, una de sus canciones más celebradas, que describe una historia de amor imposible entre el cantante y Nikita, una mujer que pertenece a la Guardia fronteriza de la Alemania del Este encargada de custodiar el Muro de Berlín. El foco de la trama romántica es sencillo.
Elton acude a diario con su Bentley rojo descapotable y se instala a escasos metros del Muro, a ejercer de mirón y canturrear lastimeramente su amor imposible por Nikita, interpretada en el videoclip por la actriz y modelo Anya Major.
“Hey, Nikita, ¿hace frío en tu pequeño rincón del mundo?”, susurra nuestro hombre.
Elton dibuja corazones en el suelo cubierto de nieve mientras le apuntan los cañones de luz de la garita de vigilancia. Elton hace pucheros en el control de pasaportes. Elton bebe los vientos por Nikita. ¿Estaba Elton queriendo decirnos algo? ¿Estaba siendo Renate Blauel demasiado crédula? La respuesta es: muy probablemente sí.
Para empezar, Nikita es un nombre ruso... de varón. Y no debieron abundar las mujeres entre los temidos Grenztruppen que hacían el paso de oca y disparaban a matar a quien osara atravesar el Muro. Y está el enojoso asunto de la sombra de bigote que se atisba sobre el labio superior de Anya Major. Y la clase de fantasías que alimenta Elton son exactamente el tipo de actividades que uno compartiría con un camarada confianzudo: ir a la bolera, jugar al ajedrez o ir a ver un partido de fútbol del Watford.
Abotonada además por los sedosos coros de George Michael, la canción tiene la textura de una confesión a medias.
Cuatro años después se rompería el matrimonio entre Elton John y Renate Blauel. Elton se arrepiente de haberle causado una tristeza perdurable. Lo dijo el año pasado públicamente en su cuenta de Instagram, con motivo del referéndum en Australia para la legalización del matrimonio homosexual. Sus palabras exactas fueron estas:
“Hace muchos años escogí Australia para mi boda con una mujer mavillosa a la que aún profeso amor y admiración. Quería por encima de todas las cosas ser un buen marido pero negaba quién era realmente, lo que causó a mi esposa mucha tristeza y a mí mismo mucha culpa y arrepentimiento”.
No debió de ser fácil para él, aprisionado en un mundo donde la homofobia establecía un pesado precinto sobre su vida sentimental y su carrera, con el estigma del sida al fondo. Renate y él no han vuelto a tener contacto desde entonces. Hoy Renate vive recluida en una casita de campo en Shackleford, un pueblo de Surrey, de la que apenas sale salvo para comprar comestibles en la tienda del pueblo o pasear a su perrito spaniel de grandes orejas colgantes.
De su pasado con Elton sólo queda un Mercedes-Benz coupé de color verde y un bolso Louis Vuitton. Poco sociable, es una gran desconocida para sus vecinos. Nunca ha hablado sobre su fallido matrimonio y se adivina que convive con un dolor profundo. Elton en cambio volvió a casarse en 2005, esta vez con David Furnish, con quien tiene dos hijos: Elijah y Zachary. Dos años después de su salida del armario, cayó el muro de Berlín. Ignoramos la suerte que corrió el bueno de Nikita.