Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: Playa gay Mi Cayito entre las menos conflictivas, no vayas si no los aceptas
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 16/03/2018 17:58
Si no los aceptas, no vayas
En el verano sobre todo, también llegan familias heterosexuales, por la tranquilidad del sitio, la seguridad del parqueo. Tengo unos clientes que vienen desde que la niña era chiquita, y hoy ella ya estudia medicina.

 Playa gay 'Mi Cayito' en La Habana, entre las menos conflictivas
  Francisco Rodríguez Cruz
La familia de Ricardo Ponce llegó a la playa en su auto particular sobre las diez y media o las once de la mañana. Luego de organizar sus pertenencias sobre la arena, su esposa, su hija y su nieta enseguida entraron a las cristalinas y azules aguas de Mi Cayito. De pie a la orilla del mar, él accedió a conversar primero conmigo.
 
“Desde niño vengo a esta zona de Santa María, cuenta este hombre de 67 años. Es una playa tranquila, y también tiene facilidades para el parqueo, bastante cerca de la arena”, me explicó para justificar su preferencia por el lugar.
 
“Nunca me han molestado, y venimos bastante”, aseguró Ponce, cuando le pregunté sobre cómo es la convivencia allí de una familia heterosexual con las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans (LGBT) que frecuentan Mi Cayito.
 
“A mí no me molestan, mientras nadie se porte mal. El año pasado, en horas de la tarde, sí vimos conductas que nos incomodaron un poco. Cuando algún comportamiento es excesivo, resulta molesto”.
 
Le pregunté si esas actitudes que él consideró reprochables las atribuía a la orientación sexual o la identidad de género diferentes de la suya entre quienes visitan el sitio: “No, no creo —valora—. Mi peor recuerdo en una playa fue una vez en Santa Lucía, cuando un hombre y una mujer que estaban primero muy melosos, después se fajaron y dieron un espectáculo muy desagradable”.
 
Por último, Ricardo me contó que al llegar esa mañana, la cuidadora del parqueo les advirtió antes de entrar a la playa que esa era una zona gay, por lo cual decidimos ir a conocerla.
 
Cada cual hace con su cuerpo lo que entienda
 
“Hace 16 años que yo trabajo aquí en Mi Cayito —dijo muy comunicativa Juana Rodríguez Hernández— Los tres parqueadores de esta playa somos viejos aquí”.
 
“Cuando veo que viene una familia con niños, gente seria, les digo que esta es una playa gay. Porque por la tarde algunos de ellos se alborotan un poco, con la bebida, el baile, los besos… A la playa viene de todo, personas muy finas y cultas, y también otras que no lo son: coinciden aquí gente de distintos caracteres, costumbres, educación…
 
“En el verano sobre todo, también llegan familias heterosexuales, por la tranquilidad del sitio, la seguridad del parqueo. Tengo unos clientes que vienen desde que la niña era chiquita, y hoy ella ya estudia medicina. También hay muchos gais que llevan años viniendo; me saludan y conversamos sobre cómo están de salud, de sus amistades y parejas…
 
“Esta playa es muy tranquila, hay mucha disciplina. Como yo digo, ellos tendrán su ´defecto´, pero aquí no te roban, nadie te agrede o te maltrata…
 
¿Entonces, Juana, usted cree que ser homosexual o trans es un defecto?, inquirí.
 
“Es una forma que yo tengo de decir, no es una característica mala. Siempre digo que cada cual hace con su cuerpo lo que entienda. ¡Claro que no es un defecto! ¡Cómo iba yo a pensar eso, si son mis clientes, mis frijoles salen de aquí desde hace 16 años!…
 
¿Qué hacen las familias o parejas heterosexuales cuando usted les dice que Mi Cayito es una playa gay?, pregunté.
 
“Algunas se retiran, sí; otras se corren un poquito para allá o para el otro lado, pero no se van”.
 
Somos heterosexuales y no tenemos complejos
 
Cuando mi pareja y yo llegamos poco antes de las diez de la mañana del sábado a Mi Cayito para hacer este reportaje, todavía eran pocas las personas en la playa. Varios trabajadores de la marina Marlin instalaban sobre la arena las tumbonas y las carpas que luego les alquilan a bañistas y visitantes.
 
Adrián Comendador, uno de esos empleados, accedió a comentar sobre cómo ocurre allí la integración de heterosexuales con el público de la comunidad LGBT.
 
“Viene alguno que otro, pero son los menos. Hay gais y lesbianas que traen a familiares que no lo son, hermanos, primos… No sé si la gente tendrá algún tipo de complejo. Nosotros los trabajadores de aquí somos heterosexuales y no tenemos complejos. Hay quien llega y se corre para los lados”.
 
No obstante, el joven me reafirmó que “la playa es libre” para todas las personas. No cree que haya ningún rechazo hacia las personas heterosexuales por parte de la clientela habitual, consideró a partir de su experiencia laboral de más de tres meses en Mi Cayito.
 
Otro de sus compañeros de trabajo apuntó hacia una “ventaja” insospechada: “Para pegar tarros esto está especial”, dijo con picardía, en alusión a parejas heterosexuales que irían a esa playa para alguna aventura de infidelidad conyugal.
 
Le pedí que me explicara más, y razonó taimadamente: “si tú vienes con una mujer que no es la tuya y alguien del barrio te ve aquí, lo más probable es que no lo diga, porque tendría que aceptar que estaba en la playa de los gais o le daría miedo que tú pudieras echarlo pa´lante”.
 
Bromas aparte, estos trabajadores de la marina Marlin, quienes rotan cada cierto tiempo por las distintas playas al este de La Habana, consideran a Mi Cayito mucho más tranquila, “diez veces más” —aseguró uno de ellos—, que otras áreas como las de Tropicoco o El Mégano, que son “más conflictivas”.
 
Este criterio me lo confirmó uno de los policías que esa mañana hacía ronda a todo lo largo del litoral entre el Hotel Atlántico y la desembocadura del río de Boca Ciega. “Para nosotros puede ser un poco complejo tratar con el público de Mi Cayito, pero es una playa segura y tranquila, no más complicada que otras”, aseguró el oficial.
 
“Acá es mejor, tú vas para Marazul y hay tremendo mal ambiente, no puedes “descargar” bien con la ´jeva´, mientras que aquí cada cual está en su historia”, me reafirmó José Miguel Domínguez Cabrera, quien minutos antes compartía caricias en la arena y en el agua con su novia transexual —ella fue quien me habló de su identidad de género, porque yo les abordé al salir como habría hecho con cualquier pareja heterosexual.
 
Fabiola Fernández López, la muchacha, amplió que “como mismo todo el mundo cumple deberes, también todo el mundo tiene sus derechos. No está bien rechazar a nadie por su orientación sexual, o por ser trans: yo lo soy”, me especificó orgullosa de su condición.
 
“Hay gente que es un poco homofóbica, pero todas somos personas iguales”, enfatizó José Miguel, quien criticó los prejuicios de heterosexuales que no toleran la existencia de una playa como Mi Cayito.
 
Si no lo aceptas, no vengas
Alberto Soto, un hombre de mediana edad, le protestaba a una de las dependientas de Las Palmitas, el quiosco de la cadena turística Palmares que vende alimentos ligeros y bebidas a la entrada de la playa, porque todavía no empezaba el servicio.
 
Ella trataba de explicarle que no tenían transporte obrero para venir al trabajo, que acababa de llegar luego de tremenda caminata desde El Mégano, y que “esta playa es de homosexuales, que siempre comienzan a llegar a partir de la una de la tarde”.
 
Pero Soto seguía molesto, y no solo por la tardanza de sus refrigerios. Le comentaba a la dependiente que acompañaba a un matrimonio extranjero amigo, porque alguien le dijo que esa playa era muy tranquila, y resultó que estaba llena de… y aleteó con una de sus manos como si fuera un pájaro, gesto despectivo muy frecuente en Cuba para decirle homosexual a alguien.
 
No obstante, al acercarme para entrevistarlo, moderó su postura homofóbica. “Es una playa muy tranquila… y muy libre”, opinó. “Pero harían falta más opciones para consumir, y no un solo quiosco”.
 
Lo conminé a que me hablara también sobre la otra inquietud que acababa de expresar en alta voz a la gastronómica. Precisó que era la primera vez que estaba en Mi Cayito: “hay tranquilidad, armonía y paz”. Pero añadió que un gay le había dicho algo así como que él estaba bonito. “Se metió conmigo, vaya; y tuve que responderle que no se equivocara, que eso no era lo mío”.
 
¿Y ya, solo eso, pasó algo más?, insistí.
 
“No, no, ya, eso nada más”, consintió, y regresó a la arena con sus bocaditos.
 
La conversación continuó entonces con Cary Almanza, otra trabajadora de Las Palmitas, quien vestía un pulóver de la campaña Igual, Diverso y Seguro, como los que usan y distribuyen gratuitamente los grupos de activistas y promotores de salud que cada cierto tiempo realizan allí actividades de prevención para la comunidad LGBT.
 
“Este es su espacio, por eso se aislaron un poquito en esta playa que es más apartada, para disfrutar entre ellos sin incomodar a nadie. Hay mucha gente que lo entiende, pero hay otras que les rechazan. Por eso hasta es bueno que el puente de madera de Boca Ciega ahora esté roto, porque así hay menos acceso para otro tipo de público”, consideró.
 
“Este quiosco empezó con una pequeña neverita—contó Cary—, luego lo ampliamos y mejoramos el servicio, pero no creo que hagan falta más ofertas para atraer una mayor concurrencia, porque aquí vienen sobre todo las personas homosexuales por la tranquilidad, y eso es lo que queremos mantener”.
 
“Aquí nadie les discrimina, no hay preguntas ni malas caras. Si no lo aceptas, no vengas”, sentenció la dependienta.
 
Cary no quiso que le hiciéramos fotos —dijo entre risas— “para que no la confundieran” ¿con una lesbiana? Sin embargo, fue enérgica en la defensa de su clientela habitual. Hasta nos narró que han llegado allí ómnibus con excursiones de feligreses de iglesias cristianas: “nosotros lo manejamos, les explicamos antes de que vayan a entrar, para que no haya conflictos, para evitar que nadie se escandalice y disguste o alguien sienta que le están apuntando con el dedo”.
 
“También hay familias que vienen con niños, algunos padres que tienen el cerebro así — indicó con los dedos un tamaño pequeño— y les dicen ´no miren para allá´, en lugar de explicarles lo que es eso”, concluyó.
 
Un mundo compartido con respeto
 
Visitan Mi Cayito con relativa frecuencia, “cuando tenemos oportunidad”. Frank González Hernández, Joel Pérez Rodríguez y Orestes González Estrada estaban en un recodo más apartado de la playa, lejos de la zona de mayor concurrencia, y fueron nuestros últimos entrevistados ya al filo del mediodía.
 
Parecían ser tres buenos amigos gais, dos de ellos quizás entre los 40 y los 50 años y el otro un tanto mayor. Dicen que son profesionales y les gusta ir allí —sin saberlo repiten el mismo argumento que el resto— por la tranquilidad. “Es lo que importa, lo demás lo buscamos nosotros”, insinuó con picardía Frank, quien asumió la voz cantante durante nuestro diálogo.
 
— ¿Qué es lo demás?, le pregunté indiscreto.
 
— Las relaciones personales, las amistades…
 
— En esta playa gays, lesbianas y trans somos mayoría… ¿qué les parece eso?
 
— Es bueno, en muchos países existen sitios así. Este es un lugar para personas humildes, profesionales, de bajos o altos ingresos, cualquiera puede venir. Cada cual está en su mundo y existe mucho respeto.
 
— ¿Alguna vez han visto aquí que rechazaran a alguien?
 
— No he notado nunca ningún rechazo. Si esta es una zona gay, quien es heterosexual y viene, tiene que aceptarlo. Aunque ya esa división de espacios para héteros, bi y homos está un poco de más; la sexualidad humana es muy compleja, y esos límites se van a ir eliminando, tú verás…
 
— ¿Y cuando vienen heterosexuales a Mi Cayito, las lesbianas, los gais y las trans les rechazan?
 
— No, para nada hay rechazo aquí hacia las personas heterosexuales.
 
— Gracias, y que disfruten de su día en la playa, me despedí.

************
La playa Mi Cayito es la playa gay de La Habana, Capital de Cuba y una las pocas que existen en el país. Está ubicada entre las de Boca Ciega y Guanabo, en la franja costera denominada Playas del Este, en la costa norte de la Capital de la isla.
 
Se halla muy cerca de los Hoteles Atlántico, Club Bravo Arenal y la Laguna Itabo, con categoría de Paisaje Natural Protegido. En sus proximidades desemboca el río Boca Ciega en un espectáculo digno de admirarse y disfrutarse. Como el resto de las magníficas playas de la zona, está dotada de una hermosa belleza natural, aguas cálidas que llegan a alcanzar hasta 27 grados Celsius de temperatura en el verano, de un azul turquesa admirable y fina arena blanca, pero tiene una característica muy peculiar: es la preferida de los homosexuales cubanos y extranjeros, lesbianas y otros miembros de la comunidad LGBT.
 
Es la playa por excelencia de dicha comunidad, pero también es muy conocida por los habaneros en general, así que no es raro ver también allí parejas heterosexuales e incluso familias que gustan de esta deliciosa porción de costa y la disfrutan, sin prejuicios, en un ambiente animado, pero a la vez tranquilo, donde se respeta la diversidad sexual.
 
El colectivo LGTB, poco a poco esta ganando terrenos y derechos


Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 16/03/2018 21:08
EL AMOR Y EL DESEO PASEAN EN LA PLAYA MI CAYITO
Es la playa gay capitalina por excelencia, la preferida de los homosexuales cubanos y extranjeros, lesbianas y otros miembros de la comunidad LGBT y dicho sea de paso, una de las pocas de su tipo que existen en la isla. Se localiza entre las de Santa María y Boca Ciega, cerca de donde el río desemboca en el mar en un espectáculo realmente hermoso.

Playa Mi Cayito, buenorros cubanitos heterosexuales otros gays, dispuestos a cualquier cosa por dinero
Por Esther Vargas
Mi Cayito no figura en la agenda de los guías turísticos cubanos. Muy pocos se atreven a recomendarte el lugar, pero dicen que sí te ven ‘muy gay’ los taxistas y los mismos agentes te dirán que además de Varadero debes darte una vuelta por este espacio VIP para hombres que aman/gustan/ desean hombres. La playa gay de Cuba recibe también lesbianas y trans, pero la mayoría es gay. La libertad te saluda con la bandera del arcoíris. Llegamos en menos de 30 minutos desde el centro de La Habana.
 
Es una de las playas del famoso destino Playas del Este. Tiene buena y mala fama. Para algunos es el paraíso por sus agua en varios tonos de turquesa, la arena blanca y la libertad de hacer casi todo lo que te apetezca. Otros dicen que en el paraíso, el sexo al paso (con brisa marina incluida) resulta molesto. Pero más que encuentros sexuales lo que hay es una buena opción de fichar un chico guapo de la zona para los días de vacaciones. Cuesta.
 
Sitios LGBT pensados en el turista promueven lo que se llama “Excursión Havana Gay”, la cual incluye a Mi Cayito. Y algunos blogs y videos en YouTube muestran que la fiesta gay de Cuba es sobre la arena blanca y frente al espléndido mar puede ser apoteósica.
 
“YO SOY HUMANO, NADA ME MOLESTA Y RESPETO”
–Playas del Este es un gran lugar aunque todo el mundo va a Varadero. Pero las playas de allá son hermosas–, dice Mauricio, un taxista de unos 40 años que contacté la noche anterior a la excursión.
 
–¿Nos lleva entonces a Mi Cayito?–, se le pregunta el taxista que para ese momento no paraba de hablar y de ofrecer su disponibilidad para “lo que desee”. Es el cubano típico de La Habana Vieja que busca clientes y que empeña el alma para irse contigo y ofrecerte las mejores rutas por buenos dólares. El nombre de Mi Cayito lo perturba. Un silencio incómodo se instala en el viejo Lada.
 
–Yo soy humano, nada me molesta y respeto. Respeto todo. La diversidad. Esa playa es para la diversidad, para esos hombres, ya sabe. Y también para mujeres.
 
Se pacta la cita para el día siguiente. El hombre repite varias veces que estará en el hotel a las 10 de la mañana. Nunca llegó. No se sabe por qué.
 
El otro taxista es un revolucionario de 67 años que trata de disimular su sorpresa al ver que dos mujeres se van a una playa gay. “Allí los hombres hacen sus cosas. Es bonita playa”, comenta, mientras maneja calmado, como casi siempre se va por La Habana. Es un hombre amable, que habla de Fidel con reverencia, que es feliz en Cuba, que no se queja de nada, que cree que el mundo complota contra Venezuela y que sin ser guía turístico se nos presenta como un gran anfitrión. Quiere llevarnos a cenar a El Cañonazo, donde almorzó Beyoncé. Lo consigue.
 
Y regresamos a nuestro tema: “Se besan hombre con hombre, así es la vida, pues”, suelta, de pronto. Y sigue de buen ánimo. Cuando se marcha promete regresar a recogernos a la hora que se oculta el sol. Y no falla. El ida y vuelta cuesta unos 50 dólares si vas en taxi particular. Hay opciones muy económicas en buses o taxis colectivos.
 
La playa de los besos te besa con su aire fresco. Alguien recuerda que es invierno en Cuba, aunque el sol nos empiece a quemar.
 
LIBRES, TÚ Y YO
Dos mujeres y su pequeña hija acompañan a una pareja gay. Disfrutan la libertad de no sentirse observadas. Cuba libre, bromea una. A eso de las 12 del día, dos chicos de perfecta figura se encargan de alquilar las sombrillas y las camas de plástico para acomodarse. La arquitectura de los cuerpos de estos hombres es un sueño. Son hermosos, de bronceado perfecto, caminar contundente y cabello al viento. Se gasta poco menos de 5 dólares en tener sombrilla y camas. Ellos las entregan. Se les paga con gusto.
 
Ellos son los ‘dueños de la playa’, los que van y vienen desde el ingreso donde se ha clavado una bandera gay hasta el único quiosco –que vende cervezas, cocos llenos de ron, mojitos y comida ligera–, el cual se ubica en la autopista. Guapos y lo saben, estos chicos tienen a los visitantes rendidos. Reciben buenas propinas, sonrisas y seguro que buenas propuestas.

Las dos mamás disfrutan el paseo, mientras los chicos emparejados o solos están listos para disfrutar del día. Las cervezas Bucanero y Cristal llegan sin pausa, mientras los celulares se encienden. No hay internet de ninguna manera. Los celulares son aquí buenas radios. Algunos bailan, mientras otros (los que llegan solos) divisan el panorama. La playa se convierte en una vitrina: el deseo desfila.
 
TE ESTABA ESPERANDO
La mayoría de los visitantes proviene de Italia y Canadá. Siguen españoles, estadounidenses y latinoamericanos. La policía ronda la playa para evitar o controlar la prostitución que pasea campante. Lo que más preocupa a los agentes son los menores de edad, espigados jovencitos de piel morena que con sus mejores trajes marinos, pasos y sonrisas buscan encandilar a ‘los gringos’. Se les identifica fácil. Tienen rostros de niños y se empeñan en lucir extremadamente sexuales.
 
Un chico de 15 años con hilo dental y mochila fue intervenido apenas puso los pies sobre la arena blanca y finita. Los agentes aparecieron de la nada, le pidieron su documento de identidad y lo invitaron a abandonar la playa. Nadie se sorprendió. Nadie fue a ayudar al chico que tampoco se espantó, como si ya pudiera adivinar lo que era jugar con fuego. ¿Acaso una actividad cotidiana?
 
Los veinteañeros parece que tuvieran licencia para ‘enamorar’ y hacer negocios: pasean una y otra vez /y otra vez/ y otra vez por la playa hasta que algún buen gringo, de 40 y hasta 50 años, los invita a tomar una cerveza o a escuchar música. La obsesión por lucir el paquete es obvia.
 
SEXO VENDO, SEXO COMPRO
–Aquí no buscan al príncipe azul. Lo que encuentran es un buen cliente, de billetera gruesa–, comenta un cubano de la zona, medio amargado, medio harto. Tendrá unos 40 y su hijo anda por allí, dando vueltas por la playa.
 
Salir de caza en Mi Cayito es una buena idea: chicos perfectos de piel negra brillante buscan ‘amistad’ y lo que venga. Se muestran especialmente cariñosos con esos hombres mayores que llegan a pasar una caribeña aventura. El corazón nunca está lo suficientemente bien resguardado, y puede ser que uno o los dos se enamoren. Sí, el amor nace. No todo es un compra y venta de deseo.
 
Hay parejas que regresan a Mi Cayito para celebrar aniversarios, y pensar que todo empezó con una mirada desde la orilla hasta la carpita. Hay novios que no se sueltan de las manos casi nunca, que expresan su amor apasionado como si en la playa estuvieran solo ellos.
 
Dos mexicanos, de cuerpos bien esculpidos y bronceados, llaman la atención con sus cadenas de oro, iPad, iPhone y cargamento de cervezas. Uno de ellos lleva cinco cadenas de oro gruesas sobre su pecho dorado y está bien producido. Se besan, se abrazan, se van caminando por la orilla. Nadie murmura nada. Chau, prejuicios. ¿Serán? Son. Nadie les toma fotos tampoco.
 
Y ES HORA DE REGRESAR A CASA
Los italianos, tumbados fumando puros, no quieren fotos. Ya están lo suficientemente alegres-ebrios, y abrazan a sus chicos que apenas han conocido, prueban la calidad del paquete sin llamar la atención y se escuchan muchas risas. Mi Cayito ya es una fiesta. Los que sí son pareja se cuidan bien el uno al otro, miran el espectáculo de caza. Uno me dice que cuando el amor es fuerte ni el más espléndido chico es capaz de desbaratar el edificio que ellos han levantado. Están inmunes. Al menos, en ese día de playa. Pienso.
 
Cuando el sol se va esfumando, la pareja más grande de la playa regresa. Todos los miran con ternura. Unos chicos que pasan al lado dicen “ojalá estemos así nosotros”. El amor es tan efímero, repite el otro, al secar una Bucanero de golpe. Le digo a Milagros, mi compañera, que así, con canas blancas, quiero volver a esta Cuba que me alejó de Internet seis días.
 
Pero antes de regresar a Lima leo que esta playa, ubicada al este de La Habana, entre las playas del Mégano y Guanabo, “es un mercado erótico, un micromercado de comunicación sexual donde la masculinidad negociada tiene su propio santuario mediante la variante criolla de la prostitución masculina“. Juan Antonio Madrazo Luna, de MartiNoticias, anota con dureza descriptiva: “La prostitución masculina, como parte de la economía informal del placer, es para muchos jóvenes un deporte de alto riesgo pero con más demanda ahora mismo que la prostitución femenina. Muchos jóvenes negros descubrieron que su sexualidad no es solo un capital erótico u objeto del deseo reservado a turistas alemanas, noruegas, italianas o españolas que van en su conquista en ese atrevido juego de relaciones de poder. Descubrieron que son piezas de ébano buscada por rusos, japoneses, canadiense o algún que otro serbio”.
 
¿Exagera? Sí y No. La orilla de Mi Cayito es un desfile de provocaciones. No todos van a buscar hombre y sexo. Muchos van a mirar. Y unos pocos van bien acompañados para entregarse a la libertad de la playa, un lugar donde nadie te mira como bicho raro, y eso ya es bastante. No es Varadero, donde familias enteras se dan cita y algunas, por más estadounidenses o europeas que sean, reaccionan a veces con cierto fastidio. Además, la caza está restringida o es más disimulada.
 
En mi excursión en Mi Cayito, los chicos a la caza de su gringo fueron discretos. Si bien pasaban mostrando sus falos erectos cubiertos de pequeñas tangas, si bien algunos se frotaban antes de llegar a ‘la zona’, lo cierto es que allí nadie se mete con el otro, nadie juzga.
 
La tensión llega uniformada de rato en rato, pero no pasa más. Sentada en la orilla no puedes dejar de admirar esos cuerpos y esos penes inmensos. Algunos se relamen. Otros se espantan. Yo los mido a distancia.
 
Mi Cayito es una isla en la isla. Una isla para sentirte despojad@ de prejuicios. El deseo se puede fingir, pero el amor hay que sentirlo, y en esa playa, los guapos muchachos de piel negra parecían enamorados, al menos de una vida mejor.
 
  BYE, MI CAYITO. VOLVERÉ.
  
El deseo se puede fingir, pero el amor hay que sentirlo, y en esa playa, los guapos muchachos de piel negra parecían enamorados, al menos de una vida mejor
   Fuente: Sin Etiquetas


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 16/03/2018 21:10



 
©2025 - Gabitos - Todos los derechos reservados