“¿Somos amigos de nosotros mismos? ¿Nos gusta cómo somos? Son preguntas importantes porque no podemos desarrollar buenas amistades con los demás a menos que seamos buenos amigos de nosotros mismos.
¿Cómo ser uno, entonces, amigo de uno mismo? Para empezar, es preciso reconocer la verdad sobre nosotros mismos. Somos apuestos pero también limitados, ricos pero también pobres, generosos pero también preocupados por nuestra seguridad. Sin embargo, más allá de todo esto, somos seres con un alma, con destellos de lo divino. Reconocer la verdad de nosotros mismos significa reivindicar el carácter sagrado de nuestro ser, sin entenderlo enteramente. Nuestro ser profundo escapa a nuestra capacidad mental o emocional de comprender las cosas. Pero cuando confiamos en que somos parte integrante de un Dios que nos ama, podemos ser amigos de nosotros mismos y estrechar con los demás relaciones de amor.”