Cuando invitas al “PESAO” a la fiesta
Con la presencia de los Castro en los foros internacionales pasa lo mismo
Miriam Celaya | La Habana | Cubanet
Es indudable que con la presencia de los Castro en los foros internacionales pasa lo mismo que con “el pesao” que invitan a las fiestas: siempre termina saboteando el convite de todos.
Los ejemplos de los desplantes “diplomáticos” castristas abundan y abarcan todas las décadas de poder verdeolivo. Baste recordar las conocidas diatribas y las perretas públicas de Castro I en disímiles cónclaves mundiales contra cualquier gobierno, funcionario o un simple periodista, que no fueran de su agrado o que sugirieran el más leve señalamiento a su gobierno. Su ira era tal que parecía próximo a sufrir una súbita apoplejía.
Semejante comportamiento, lejos de desterrarse de la práctica oficial, devino estilo de la escuela de la diplomacia cubana. Consiste básicamente en suplir la ausencia de argumentos con la agresión verbal, y en ocasiones hasta con la agresión física, tal como quedó demostrado durante la VII Cumbre de las Américas, celebrada en abril de 2015 en Panamá, donde las bien entrenadas huestes de la “sociedad civil” de la dictadura arremetieron violentamente contra los representantes de la sociedad civil independiente, invitados al mismo foro.
El espectáculo fue deplorable y quedará marcado en la memoria de cuantos tuvimos el cuestionable privilegio de presenciarlo. Lo peor, sin embargo, es que pese a toda esta experiencia anterior los organizadores de estos foros sigan invitando al “pesao”.
He aquí que la palmaria incapacidad del Gobierno cubano para comportarse correctamente en los programas democráticos del mundo quedó nuevamente demostrada con el grosero comportamiento del embajador de Cuba en Perú, Juan Antonio Fernández, en el marco del Diálogo Hemisférico celebrado el pasado 21 de marzo en la capital de ese país, con vistas a la próxima celebración de la Cumbre de las Américas.
Esta vez el exabrupto del amanuense cubano de turno se produjo en medio de la intervención de José Luis Vallejo, peruano representante de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia (RLJD). El “pecado” de Vallejo fue hacer referencia en una parte de su alocución al acto de entrega del Premio Oswaldo Payá en La Habana, a cuyas dos ediciones no han podido asistir los premiados por prohibición expresa de las autoridades cubanas. Vallejo manifestó, además, sus mejores deseos de poder estar en La Habana cuando se produjera la tercera premiación.
“No quiero ni oír mencionar el nombre que acabas de decir”, le espetó intimidatoriamente el “diplomático” castrista al joven Vallejo. “Te pido que con Cuba no te metas. Cesen las provocaciones y ajústate a lo que tienes que decir”.
Y de inmediato una representación de la claque izquierdosa regional, cumpliendo su tradicional misión, aplaudió entusiastamente desde las butacas.
Por su lenguaje y su actitud, pareciera como si el fachendoso peón de la dictadura insular, en lugar de encontrarse como el resto de los asistentes participando en un diálogo respetuoso en suelo extranjero y ante numerosos representantes de diversas organizaciones civiles de la región, estuviese en cualquier agromercado de Centro Habana, enfrentando a algún pillo que tratara de colarse en la fila para comprar la codiciada cuota de papas racionadas.
El cuadro resulta tanto más kafkiano por cuanto minutos antes, durante una intervención del intransigente funcionario –como previamente lo había hecho su compatriota y cofrade, Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la oficialista Unión de Juristas de Cuba– éste había lanzado una feroz arremetida contra la RLJD, sin haber sido interrumpido por el representante de dicha organización.
Sin embargo, este desafortunado lance constituye apenas el preludio de lo que será la presencia de las huestes castristas en la VIII Cumbre de las Américas. Solo que, a diferencia de la Cumbre anterior, donde tras medio siglo de aislamiento se le dio al “nuevo” presidente de Cuba la oportunidad de demostrar que estaba a la altura de este importante foro democrático regional, a lo que el General respondió dinamitando los espacios alternativos de la Cumbre al azuzar a su jauría de fieles sirvientes contra otros cubanos, en esta ocasión los anfitriones peruanos sí conocen –o al menos deberían conocer– a qué atenerse.
A la luz de hoy, para muchas personas con sentido común resulta inexplicable la presencia de la dictadura más larga de este Hemisferio en un cónclave del que fue excluido el gobierno venezolano, precisamente por no respetar los derechos de su pueblo. Sin dudas, la labor proselitista desarrollada por los Castro a través de sus médicos-esclavos y otros vasallos ha calado suficientemente fuerte en los intereses políticos –que no en los sentimientos democráticos– de más de un gobierno de esta región.
Así, pues, cuando en abril próximo se repita la vergonzosa experiencia de Panamá y las vocingleras tropas de la chusma castrista saboteen la VIII Cumbre de las Américas, no se lamenten los anfitriones y no se sorprenda el resto de los representantes de gobiernos democráticos y de las organizaciones de la sociedad civil. Porque se estará cumpliendo a rajatabla aquel viejo proverbio árabe que reza: “la primera vez que te engañen, será su culpa. La segunda vez, será la tuya”.