¿Quién fue en realidad Jesús de Nazaret? Es una pregunta que se han hecho numerosos historiadores, cristianos o no, desde el siglo XVIII, tiempo en el cuál se empezó a estudiar al hombre al margen de la religión. Desde entonces la mayoría de ellos, aunque discrepan en numerosos aspectos, coinciden en señalar que Jesús fue un predicador judío que vivió en las regiones de Galilea y Judea entre comienzos del siglo I y el año 30, cuando fue crucificado bajo el gobierno de Poncio Pilato. Esto es lo que casi todo el mundo da por cierto. Pero podría no serlo.
La realidad es que no existe ni un solo documento contemporáneo a Jesús que constate su existencia. Todo lo que sabemos sobre su figura –históricamente hablando– viene dado por relatos de los propios cristianos redactados, como poco, 30 o 40 años después de la muerte de Jesús. Relatos que, después, darían pie a la redacción de los Evangelios.
Existen también referencias históricas no cristianas sobre Jesús pero, de nuevo, son posteriores al tiempo en que se supone desarrolló su actividad. La alusión directa más antigua a Jesús de fuentes no cristianas se encuentra en la obra del historiador judío-romano Flavio Josefo Antigüedades Judías, escrita en torno a los años 92 y 94 de nuestra era, más de cincuenta años después de la crucifixión de este.
Todo esto no quiere decir que Jesús no haya existido y, de hecho, la mayoría de académicos piensan que, pese a esta notable ausencia de documentación, Jesús tuvo que existir. ¿Quién si no podría inventarse todo lo sucedido? Pero, aunque se trata de una minoría, existe un grupo de pensadores que creen firmemente que Jesús nunca existió y es sólo una invención de los primeros cristianos para justificar su recién creada religión.
¿Historia mitificada o mito historificado?
Al margen de los académicos que creen a pies juntillas lo que dicen los Evangelios (también una minoría) la mayoría de investigadores del Jesucristo histórico creen que su figura responde a una mitificación. Según estos, los Evangelios no son más que una compilación de mitos e ideales, plagadas de nombres y lugares reales, elaborados por las primeras iglesias cristianas para apuntalar las lecciones que les habían sido transmitidas de forma oral. Lecciones que, en cualquier caso, sí habría trasmitido el propio Jesús a sus discípulos.
Pero en opinión del historiador David Fitzgerald, que acaba de publicar Nailed: Ten Christian Myths That Show Jesus Never Existed at All (Lulu), se trata esta de una visión demasiado benevolente, conformada por historiadores de bagaje cristiano que defienden la historicidad de Jesús pese a las evidentes dificultades que conlleva sostener tal postura.
Para Fitzgerald, Jesús fue el efecto, no la causa, de la cristiandad. San Pablo y el resto de los cristianos de primera generación buscaron continuar la Biblia judía creando un mesías, y mezclaron su venida con rituales paganos como la última cena, detalles gnósticos y un Dios personificado que rivalizará con los de su tipo, presentes en la tradición egipcia, persa, helenística y romana. Querían, a fin de cuentas, crear la religión definitiva.
El nuevo libro de Fitzgerald, se suma a los trabajos recientes de otros académicos como Richard Carrier, Robert Price o Bart Ehrman que, desde ópticas distintas, defienden lo mismo: que Jesús nunca existió.
Se trata este de un debate complejo, y fuertemente marcado por la subjetividad inherente a la espiritualidad de cada cual, pero es imposible negar que el sector negacionista cuenta al menos con cinco argumentos de peso que, aunque pueden ser discutidos, pueden tambalear nuestras creencias. En la revista Alternet han recopilado estos, con ánimo de generar un debate serio sobre la que es, sin género de dudas, una de las figuras más influyentes de la cultura occidental.
1. No hay ninguna evidencia secular del siglo I que sostenga la existencia de Jesús
Sabemos que Jesús es la forma latinizada del verdadero nombre de Cristo, que debió ser Yeshúa, un nombre hebreo muy popular en la época. Durante siglos, los historiadores han buscado sin descanso cualquier referencia contemporánea a la persona de la que hablan los Evangelios, pero han fracasado. “¿Qué tipo de cosas tenían que decir los autores paganos de la época de Jesús sobre él?”, se pregunta el doctor Bart Ehrman en su libro Jesus: Apocalyptic Prophet of the New Millenum (Oxford University Press). “Nada”, contesta.
“Por extraño que pueda parecer, no existe ninguna mención a Jesús de ninguno de sus contemporáneos paganos”, asegura Ehrman en su libro. “No existen registros de nacimiento, ni transcripciones de su juicio, ni certificados de defunción; no hay expresiones de interés, ni calumnias, ni referencias pasajeras. Nada. De hecho, si ampliamos nuestro campo de estudio a los años posteriores a su muerte –incluyendo todo el primer siglo de nuestra era– no hay ni una sola referencia a Jesús en cualquier fuente ni cristiana ni judía de cualquier tipo. Debo destacar que tenemos un gran número de documentos de la época: escritos de poetas, filósofos, historiadores, científicos, funcionarios del gobierno… Por no hablar de la gran colección de inscripciones en piedra, cartas privadas y documentos legales en papiro. En ninguno de estos documentos aparece siquiera el nombre de Jesús”.
2. Las teorías actuales sobre el Jesús histórico apuntan a personas distintas
Numerosos investigadores han trazado teorías sobre quién pudo ser el verdadero Jesucristo, pero todas apuntan a diferentes personas. En su libro Deconstructing Jesus, Robert Price reúne una lista de distintos posibles Jeusucristos que incluye a un filósofo cínico, un hasidista, un rabino conservador o un fariseo, por citar sólo algunos. Algo que, según el propio Price, va en contra de su existencia: “El Jesús histórico (si es que lo hubo) pudo ser un rey mesiánico, un fariseo progresista, un chaman de Galilea, un mago o un sabio helenista. Pero tendría dificultades para ser todos ellos al mismo tiempo”.
3. Los primeros escritores del Nuevo Testamento ignoraban los detalles de la vida de Jesús
¿Cuál es el libro del Nuevo Testamento que se escribió antes? Aunque vaya después que los Evangelios, el texto más cercano al Jesús histórico son las epístolas escritas por San Pablo, algunas de las cuales no se duda de su veracidad. Pero, pese a que fueron escritas sólo 20 años después de la muerte de Cristo, en estas cartas no se da ningún detalle de la vida de Jesús. No se habla de su nacimiento, ni de la virgen, ni de los milagros… Ni siquiera se hace referencia a los doce apóstoles.
Parece que Pablo evita revelar cualquier detalle biográfico de Jesús, y los pocos que ofrece contradicen lo que aparece en los evangelios. Los líderes de los primeros cristianos, como Pedro y Santiago, son supuestamente los discípulos y amigos de Jesús pero Pablo apenas habla de ellos y las pocas veces que lo hace es para criticarles por no ser verdaderos cristianos.
4. Los Evangelios no son relatos de primera mano sobre la vida de Jesucristo
El teólogo Marcus Borg cree que, para entender la evolución del cristianismo, el Nuevo Testamento debería ser leído en orden cronológico. “Al colocar los evangelios después de las cartas de Pablo vemos que éstos no son el origen del cristianismo, sino su producto. El evangelio –la buena nueva– de y sobre Jesús existía antes que los Evangelios, y estos [los libros como tal] están elaborados por las comunidades cristianas primitivas varias décadas después de la vida histórica de Jesús y nos dicen cómo esas comunidades veían a éste en su momento histórico [que no es el mismo]”.
Los evangelios recibieron el nombre de cuatro de los doce apóstoles –Mateo, Marco, Lucas y Juan– pero, aunque desconocemos su autoría real (que probablemente fue colectiva) lo que es seguro es que no fueron escritos por ellos, ni en fechas contemporáneas a Jesucristo. La atribución de su autoría se asignó, de hecho, después de su redacción, más de un siglo después del nacimiento del cristianismo.
En aquella época era muy habitual utilizar seudónimos de gente conocida para dar entidad a los distintos textos. Y así se hizo en la práctica totalidad de los libros del Nuevo Testamento. Los únicos textos de éste cuya autoría está constatada son 6 de las 13 cartas de San Pablo. Los verdaderos escritores, en cualquier caso, no mentían. Basta asomarse a cualquier Evangelio para comprobar que en ningún momento las historias están narradas en primera persona, y se hace explícita la existencia de terceros testigos. En ningún momento se oculta que se trata de una compilación de historias compartidas por el boca a boca.
5. Los Evangelios se contradicen entre ellos
La mayoría de teólogos e historiadores coinciden en señalar que el evangelio de Marco fue el primero que se redactó. Diversos análisis lingüísticos sugieren que los libros de Lucas y Mateo no son más que una reelaboración de este primer Evangelio, con sus propias correcciones y nuevo material. Pero, pese a esto, se contradicen entre ellos en numerosos detalles. Eso por no hablar del Evangelio de Juan, el más tardío, que es aún más contradictorio, porque se cree fue escrito con un objetivo diferente y para distinto público.