Martin Luther King, nació en Atlanta, 15 de enero de 1929 - Asesinado en Memphis, 4 de abril de 1968
Medio siglo después, el sueño de Martin Luther King no se ha cumplido
«What is gonna happen now that the king of love is dead?» «¿Qué pasará ahora que ha muerto el rey del amor?», cantaba rota de tristeza Nina Simone en un concierto en Long Island (Nueva York) en abril de 1968. Ese «king», ese rey del amor era Martin Luther King, y tres días antes le habían tiroteado en el balcón de un motel de Memphis. Este miércoles se cumplen cincuenta años del asesinato del gran líder del movimiento de derechos civiles, el azote contra la discriminación de las minorías en EE.UU., y la pregunta de la cantante de jazz sigue tan vigente como cuando los disparos quebraron una tarde de primavera en un meandro del río Misisipi.
La ciudad sureña conmemora estos días el asesinato del líder pacifista, una herida que no se ha cerrado en el país. Se multiplican los homenajes, los servicios religiosos, las marchas, los recuerdos. Los jardines de Memphis se han llenado de flores y plantas rojas para celebrar al gran tótem de la minoría negra. Las televisiones escupen documentales sobre su figura, han llegado nuevas biografías a los estantes de las librerías. El telón de fondo, sin embargo, es sombrío: ha pasado medio siglo y el racismo estructural y las tensiones raciales que envolvieron la muerte de King no han desaparecido.
Los progresos son evidentes: el fin de la discriminación legal, el enterramiento de la segregación y la conquista de derechos civiles -en los que King fue clave- impulsaron con fuerza la representación política de la minoría negra. Pero también es cierto que la discriminación y la segregación siguen presentes «de facto» y que las turbulencias raciales de los años sesenta han resurgido en los últimos tiempos con la reacción a los abusos policiales contra la minoría negra.
¿Ha mejorado la situación de la minoría negra desde la muerte de King? En 1968, la Comisión Kerner, creada por el entonces presidente Lyndon B. Johnson, diseccionó las condiciones de vida de los negros para determinar que el «racismo blanco» era responsable de la desigualdad socioeconómica en el país y detalló una «discriminación generalizada en empleo, educación y vivienda».
Diferencias sociales entre negros y blancos
Los datos actuales muestran que hay avances, pero quizá son mucho más modestos de lo que se podía esperar medio siglo después de haber conquistado plenos derechos civiles. Algunos de los mayores progresos son en educación: hoy más del 90% de los jóvenes negros acaban el instituto, mientras que en 1968 solo lo hacían la mitad, y se gradúan de la universidad el doble que entonces, según un estudio del Economic Policy Institute, que ha comparado los resultados de la Comisión Kerner con los de ahora. La distancia con los blancos, sin embargo, sigue presente: el porcentaje de los que obtienen título universitario es el doble que los negros y ha crecido al doble de velocidad respecto a 1968.
Los avances en educación han tenido un impacto en el salarios, riqueza y salud de la población negra. Pero todavía a mucha distancia de los blancos: una familia blanca tiene un patrimonio diez veces mayor de media respecto a una familia negra, mientras que un negro gana 82,5 céntimos por cada dólar que recibe un trabajador blanco. En EE.UU. todavía es 2,5 veces más probable que vivas bajo el umbral de la pobreza si eres negro (en 1968 era 3,5 veces).
Para algunos, los avances son motivo de esperanza. Es el caso de John Lewis, diputado veterano de Georgia en la Cámara de Representantes, y colaborador íntimo de Martin Luther King. «He visto cambios increíbles en los últimos 50 o 60 años», escribió recientemente en una tribuna en «Time». «Cuando la gente dice “nada ha cambiado”, a mí me apetece decirle “ponte en mis zapatos”», aseguró alguien que vivió la violencia del Ku Klux Klan y la segregación legal, y que estará este miércoles en Memphis para recordar a King.
Pero Lewis no puede negar que en algunos aspectos no se ha avanzado nada. Incluso se ha retrocedido. El año pasado, el desempleo en los negros era del 7,5%, por encima del 6,7% en 1968, y el doble que el de la población blanca, un dato de especial crudeza por los progresos en educación. El porcentaje de negros que son propietarios de casa es del 41%, sin cambios desde 1968, y a gran distancia de los blancos, un 71%.
El gran drama, sin embargo, es el de la justicia criminal: el porcentaje de los negros en prisión se ha triplicado desde 1968 y es seis veces mayor que el de los blancos. Un estudio del Centre for American Progress asegura que uno de cada tres negros nacidos en 2001 pasará por la cárcel en algún momento de su vida. A los blancos les ocurrirá en uno de cada 17 casos.
La elección de Barack Obama como presidente de EE.UU. fue interpretada como el advenimiento, por fin, de una sociedad «post racial» en el país. La conquista de la Casa Blanca es sin duda el gran logro simbólico de la marea contra la discriminación que lideró King. «Por ellos, los ayuntamientos y los parlamentos regionales cambiar, el Congreso cambió y, en efecto, la Casa Blanca acabó cambiando”, dijo Obama sobre los activistas de los años 60 en el 50 aniversario del célebre discurso «Tengo un sueño», que King pronunció en 1963.
La llegada de Trump a la Casa Blanca
La representatividad política, sin embargo, no ha cambiado el país como se esperaba. Y tras ochos años de Obama, EE.UU. eligió como presidente a Donald Trump, con un pasado de discriminación a negros en los arranques de su negocio inmobiliario. Trump solo tiene a un negro en su Gobierno, el excandidato Ben Carson, y cuando el verano pasado miles de blancos de ideología racista se manifestaron en Charlottesville con antorchas e inspiración nazi, el presidente de EE.UU. aseguró que entre ellos «hay gente buena». Trump, sin embargo, acertó en la campaña: apenas hizo caso a la minoría negra, pero les pidió el voto con inteligencia: «¿Qué tenéis que perder?», les dijo, con la realidad de medio siglo de progresos modestos.
El 65% de los negros asegura que las relaciones raciales se han deteriorado en el último año, según una reciente encuesta de AP-NORC. Pero no es un problema de Trump: el 72% cree que su situación ha mejorado un poco o nada en los últimos cincuenta años y solo el 18% considera que los negros tienen el mismo tratamiento que los blancos en su comunidad.
La misma frustración que motivó los disturbios violentos en Birmingham, Memphis o Detroit en los años 60 está detrás de revueltas contemporáneas, como las de Ferguson o Baltimore, tras las muertes de Michael Brown y Freddie Gray a manos de la policía.
La canción que Simone lloró aquella noche lleva por título «Why?» («¿Por qué?»), que es, en el fondo, el juicio más destilado al racismo. De forma improvisada -la compuso el bajista de su banda, Gene Taylor, y apenas tuvieron tiempo para ensayar-, la cantante susurraba preguntas que hoy en Memphis todavía no tienen respuesta: «¿Acabarán los asesinatos?/¿Son hombres o son bestias?/¿Qué esperan conseguir?/¿Se caerá o se levantará mi país?/¿Es demasiado tarde para todos nosotros?/Y, ¿Martin Luther King ha muerto en vano?».
JAVIER ANSORENA