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General: Estados Unidos de América: ¿Armas por qué y para qué?
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Resposta  Missatge 1 de 4 del tema 
De: administrador2  (Missatge original) Enviat: 03/04/2018 15:22
Desde que esta se aprobó en 1791 como reforma a la Constitución (redactada por los Padres Fundadores y aprobada apenas tres años antes, en 1788), presentada por James Madison en el Bill of Rights, se protegió el derecho de todos los ciudadanos para portar armas en la defensa de sus propiedades y de su libertad. 

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA: ¿ARMAS POR QUÉ Y PARA QUÉ?
Primero de una serie de cuatro   
      Alejandro González | Cuba Encuentro
UN PROBLEMA COMPLEJO 
Es necesario hacer un poco de historia para tratar de apreciar con la mayor amplitud posible, el complejo problema que hoy se debate en la sociedad norteamericana, desde posiciones al parecer inconciliables, a propósito de la tenencia y el uso de armas, consagradas por la controvertida Segunda Enmienda.
 
Desde que esta se aprobó en 1791 como reforma a la Constitución (redactada por los Padres Fundadores y aprobada apenas tres años antes, en 1788), presentada por James Madison en el Bill of Rights, se protegió el derecho de todos los ciudadanos para portar armas en la defensa de sus propiedades y de su libertad. Según la interpretación canónica del texto, esto aplicaba no sólo para los enemigos externos, sino también para la posible imposición de una tiranía local, temor entendible en una recién nacida democracia, como parte de un novedoso ensayo político mundial.
 
Era la época de la Ilustración, pero también del Despotismo Ilustrado, y las precauciones nunca estaban de más. Al mismo tiempo que en los aún adolescentes Estados Unidos de América se aprobaba, entre otras, esta Segunda Enmienda, en igual año, en la Francia revolucionaria —que ya afilaba la cuchilla de la guillotina para un real y monárquico cuello— Louis de Saint Just, “el bello y terrible Sain Just”, “El Arcángel del Terror”, publicaba El espíritu de la Revolución y la Constitución de Francia, un folleto incendiario y justiciero, donde se establecía el derecho de eliminar por cualquier medio a quienes se opusieran o amenazaran la libertad.
 
En ese momento, las recién independizadas 13 Colonias Inglesas eran todavía en gran parte unas pocas y pequeñas ciudades en proceso de expansión, rodeadas por un conjunto de haciendas dispersas a través de un territorio agreste y casi virgen, dedicadas fundamentalmente a la agricultura y la ganadería, con una incipiente industria manufacturera, e impulsadas por unos colonos laboriosos y emprendedores, animados por una fe religiosa de origen calvinista (los mal nombrados Peregrinos del Mayflower), pero aún más extrema, quienes se llamaban a sí mismos puritanos, precisamente porque se declaraban amantes de la pureza espiritual.
 
Algunos proponen hoy la ardua y compleja tarea de revisar la Segunda Enmienda. Pero esto tropieza con un grave escollo: una enmienda es ya, por sí misma, una revisión del texto constitucional. Así, pues, no es posible “enmendar una enmienda”: las enmiendas constitucionales se derogan o son sustituidas por otras, pero esto también entraña un proceso muy complicado.
 
Origen es destino: una nación fundada inicialmente sobre fuertes cimientos religiosos, que hace de la estricta observancia de la ley un principio de vida ineludible, cuando se da a sí misma sus normas de convivencia, aspira a que el texto quede establecido de forma inamovible y sagrada. Por eso resulta en principio sumamente difícil que quienes exigen hoy la abrogación completa de la Segunda Enmienda obtengan algún resultado, a pesar de la intensa campaña que realizan. Hasta ahora, en toda la historia constitucional de EEUU existen actualmente XXVII enmiendas, y hay propuestas otras seis más, que nunca han sido ratificadas (4 pendientes y 2 expiradas). Para esta ratificación plena se requiere la aprobación de al menos dos tercios de ambas cámaras del Congreso, y las tres cuartas partes de los estados federados, lo cual es complejo, arduo y difícil de lograr.
 
Suelen confundirse los conceptos y olvidar que Estados Unidos, más aún que una democracia representativa, es una república federalizada con división y equilibrio de poderes, donde no sólo se acata la voluntad de las mayorías, sino también se respetan los derechos de las minorías.
 
Pero, en última instancia, este asunto no es tema ni del Poder Ejecutivo ni del Legislativo: no corresponde ni al Presidente, ni a los Senadores y Congresistas, sino a los Jueces de la Suprema Corte, donde coexisten al menos dos posiciones divergentes.
 
Una injusta simplificación muy extendida sobre el máximo órgano de interpretación e impartición de justicia de la nación americana, divide a sus miembros entre “liberales” y conservadores”. En realidad, conviven y contrapuntean dos formas, igualmente válidas y sostenibles, de asumir la ley y la justicia. Por una parte, está el literalismo o textualismo y el originalismo o interpretativismo. El primero, de carácter exegético, niega las fuentes no textuales; y el segundo considera en su estudio una constitución viviente y mutable. Ambas posiciones cuentan con argumentos coherentes a favor y en contra.
 
El literalismo aplica varios métodos: el histórico (referido al “espíritu del legislador”), el teleológico (que considera el móvil que se pretendió lograr) y el de la eticidad jurídica (la justicia o rectitud de la ley). El interpretativismo pondera el intento original (intención del texto) y el significado que supuestamente tenía para el hombre común de su época.
 
Ambas actitudes se apoyan en un conjunto de doctrinas jurídicas que difieren entre ellas sobre si la Constitución es un texto con sentido fijo y explícito y un significado estático e inmutable, o las de los otros que consideran su evolución y adecuación.
 
En más de 227 años sólo una enmienda ya aprobada ha sido derogada: la XVIII (18 de diciembre de 1917) por la XXI (20 febrero de 1933): es la que se conoció como la impopularísima y contraproducente Ley Seca. Pero sin dudas esto es un precedente legal que, en términos jurídicos, sienta jurisprudencia.
 
Supongo que a lo más que podrá llegarse en este momento, después de un largo y extenuante procedimiento, será a una interpretación más razonable y acotada de la Segunda Enmienda, y a su adecuada contextualización, siempre que esto no implique un cambio sustancial ni una negación de su sentido, es decir, sólo de forma afirmativa. Pero, obviamente, esto levantará también una fuerte oposición en amplios sectores del país, y no sólo entre los miembros de la National Rifle Association.
 
Si asumimos la Constitución como un texto sagrado, según se expone y defienden algunos con amplia resonancia, esto permite entonces tomarlo puritanamente al pie de la letra, como hacen aún algunos grupos de amish y mormones. La Constitución y sus Enmiendas vendrían a ser, pues, La Bibliacivil de la nación norteamericana. De acuerdo con ello, siendo El Buen Libro la única guía certera, exclusiva y excluyente para toda acción individual y social, puede aceptarse entonces, como premisa de partida, que sólo lo que está en La Biblia es aceptable y correcto, y nada que no aparezca en ella es tolerable ni legítimo. Hoy los juristas se dividen entre quienes buscan ser “intérpretes” de la Constitución y quienes definen su posición como “integristas” pues la asumen como un texto básico, intransformable e irreversible.
 
Así pues, ante la disparidad casi irreconciliable entre los que ahora piden la derogación inmediata o la regulación de esta enmienda constitucional, y quienes están decididos a defenderla prístinamente, propongo que por un momento ambos bandos consideren un nuevo enfoque del problema, admitiendo, sin conceder, que los dos pueden tener parte de razón.
 
De igual forma que, estratégicamente y por sentido común, los países nucleares o “El Club Nuclear” (antes eran sólo las llamadas “potencias mundiales”), se reservan el control exclusivo de materiales radioactivos para la elaboración de armas atómicas, en muchas naciones el Estado se arroga jurídicamente el derecho al monopolio de la violencia que necesita para impartir justicia y mantener la paz social, siempre dentro del pleno acatamiento de las leyes. En Estados Unidos esto no ocurre exactamente así, pues el cuidado y la preservación de la libertad, la seguridad y la paz, corresponden a todos los ciudadanos con el legítimo derecho a armarse, y así ha sido desde aquellos admirados patriotas de los Minutemen originarios. Los civiles están investidos, por ley, de la capacidad para realizar arrestos ciudadanos y en situaciones extremas, aplicar la justicia por causa de fuerza mayor, como resultó la reciente intervención de un habitante armado que neutralizó al autor de una masacre en una iglesia de Austin, Texas, para salvar las vidas de muchos en peligro, antes que llegara la policía al lugar del crimen.
 
Un argumento poderoso que han expuesto los promotores de la reforma o supresión de la Segunda Enmienda, respaldado por cifras, ha sido que a medida que la población posea más armas, esa sociedad será más violenta, por la posibilidad material de ejercer su letalidad; aunque, del otro lado de la polémica, también ha sido exhibido, y sostenido con estadísticas, que no necesariamente el factor de armamento de una sociedad tiene que ver con su índice de violencia armada. Existen otros elementos que influyen, en sentido positivo o negativo. El hecho probado que la mayoría de los asesinatos son cometidos con armas obtenidas ilegalmente, apoya el razonamiento y la postura de ese sector.
 
Otras cifras que se añaden a la complejidad del tema es que existe un creciente apoyo para mantener intocable la Segunda Enmienda: en el año 2016 el apoyo fue del 76 %, mientras que en 1960 era apenas del 36 %. El millón y medio de participantes en que algunos calculan las manifestaciones por toda la Unión Americana el pasado 24 de marzo, es poco significante ante una población que hoy se calcula en más de 325 millones de habitantes.
 
 
 


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Resposta  Missatge 2 de 4 del tema 
De: melaocubano Enviat: 04/04/2018 17:38
Los suizos rechazan sacar las armas de sus hogares
Así es la paradoja palpable del país más pacifista del mundo, se calcula que en 2013 había 46 armas (registradas) por cada 100 suizos, de tal suerte que hoy la pacífica Suiza es uno de los países más armados del mundo, sólo después de EE.UU. y Yemen. 

Hay que armar a los profesores para acabar con la violencia
Estados Unidos de América: ¿Armas por qué y para qué?
 
EL EJEMPLO SUIZA 
   Alejandro González Acosta
Pero tan armado como Estados Unidos de América se encuentra un tranquilo y pacífico país, sinónimo de prosperidad y civilidad: Suiza, que por su historia y posición estratégica en el centro de una Europa siempre en guerra, ya sabía bien de invasiones y agresiones, hasta que decidieron convertirse en la bóveda de seguridad del mundo, a partir de su neutralidad a toda prueba.
 
La pequeña y muy antigua Suiza, o Confederación Helvética (fundada el 1 de agosto de 1291), tiene en 2018 alrededor de 8.500.000 habitantes, distribuidos en sus 26 cantones o estados. Hoy su ejército cuenta con 200.000 soldados (120 mil activos y 80 mil reservistas) y después de varios referendos recientes (1989, 2001 y 2013), el Servicio Militar continúa siendo obligatorio (en la última consulta fue consagrado con un clamoroso 73,2 % de aprobación), para los hombres desde los 18 a los 34 años (distribuidos en etapas), quienes a partir de los 42 ingresan en la reserva, hasta los 70. Pero desde los 20 a los 34 años todos los suizos (salvo algunas excepciones) están militarmente activos.
 
A todos los ciudadanos conscriptos se les distribuyen armas modernas de alto poder, las cuales conservan en sus hogares, y al terminar su servicio pueden adquirir estas por un precio simbólico. Aparte de un pequeño ejército profesional, el grueso de su fuerza militar está compuesto por milicianos perfectamente equipados. Se calcula que en 2013 había 46 armas (registradas) por cada 100 suizos, de tal suerte que hoy la pacífica Suiza es uno de los países más armados del mundo, sólo después de EE.UU. y Yemen. Y aunque las mujeres tienen la potestad de ingresar o no en el ejército, también pueden tener armas.
 
Suele decirse que “Suiza no tiene ejército: Suiza es un ejército”. Los suizos no tienen Segunda Enmienda, pero a cambio cuentan con Guillermo Tell, su héroe mítico omnipresente del que viven muy orgullosos. Esa disposición histórica del país por la preparación militar se expresa en la frase de un viejo suizo que celebraba los estampidos de los fusiles de uno de los miles de campos de tiro: “Los disparos son la música de la libertad”.
 
Debe considerarse que Suiza es una república casi 500 años más antigua que EEUU y ese “oasis europeo” ha sobrevivido por su inamovible neutralidad a tres guerras: la Primera, la Segunda y la Fría. Pero la neutralidad no ha significado para ellos el desarme, sino todo lo contrario. Los suizos piensan que “si el pueblo tiene el poder, también debe tener las armas”. Y ese sistema les ha funcionado muy bien durante toda su historia hasta hoy. Y eso que los armas que conservan en sus casas no están registradas y los cálculos sobre ellas son sólo aproximados, tratándose de poderosos fusiles reglamentarios de asalto automáticos FAS 90, así como los SIG SG-550, SG-551 y SG-552.
 
Su disposición cívica se expresa en el lema de los suizos, que es el mismo de Los tres mosqueteros: Unus pro omnibus, omnes pro uno: “Uno para todos y todos para uno”.
 
Por su historia y ubicación, Suiza está en alerta permanente. Algunos datos poco difundidos informan que todos los túneles que comunican el montañoso país con el exterior están preparados para, en caso de guerra, ser herméticamente sellados en una hora. La totalidad de las espléndidas autopistas del país, virtuales pistas de aterrizaje, pueden ser inutilizadas para cualquier desembarco aéreo en apenas dos horas con unas vallas automáticas. Y su ejército puede ponerse en pie de combate al 100 % en sólo cuatro horas. Todo está perfectamente calculado y cronometrado para ello, como un reloj suizo.
 
Así es la paradoja palpable del país más pacifista del mundo, que al mismo tiempo es el más armado.
 
Los suizos creen en la disuasión como una excelente arma defensiva. Al astuto Julio César se le atribuye la frase: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra” (Si vis pacem, para bellum); y tal parece que esa es la meta de los suizos. Y es que desde los antiguos se sabe que las armas son poderosos argumentos de persuasión: Peacemaker (Pacificador) le decían en el Wild West al clásico y mortífero revólver Colt 45 (1872), y al rifle Winchester (1911) lo nombraban Widowmaker, por su letal efectividad. Nombres así pretenden disuadir de atacar a quienes portan dichas armas: más que publicidad, son propaganda.
 
Sin embargo, Suiza, aunque también en ella se han producido ocasionales estallidos de violencia con poderosas armas de fuego, por parte de neuróticos y psicópatas que nunca faltan en cualquier sociedad, es habitualmente un oasis tranquilo y pacífico. Esto es el resultado de una antigua cultura y una sólida educación, con ciudadanos formados para tener armas en sus casas y utilizarlas razonable, sabia y prudentemente, si llega el caso, y se pondera como inevitable su empleo.
 
Quizá en EEUU se necesite algo de educación suiza, pues desde 1973 se suprimió el Servicio Militar Obligatorio, aunque los varones con edades entre 18 y 25 años deben registrarse para un hipotético Servicio Selectivo. Hoy muchas voces norteamericanas reclaman la reinstauración de esa prestación cívica, y la situación crítica que actualmente lastima a esa sociedad parece indicar la conveniencia de hacerlo, o al menos considerarlo seriamente. Una adecuada instrucción para el manejo de armas, junto con el fortalecimiento cívico, no vendría nada mal a una juventud dispersa y distraída por un consumismo hedonista, desenfrenado e irresponsable, y la creciente falta de valores, a la cual tanto han contribuido los grandes medios de difusión, el cine y la televisión en primer lugar.
 
El pacifismo a ultranza promovido por los llamados “sectores liberales”, nunca se ha tolerado ni permitido en países sometidos a la ideología de extrema izquierda, los cuales parecen ser sus referentes. Como un ejemplo histórico debe recordarse que Vladimir Ilich Lenin, junto con sus más cercanos y decididos colaboradores, fue enviado desde Suiza a Rusia por los militares alemanes durante la Primera Guerra Mundial, en el famoso Tren sellado, para infiltrar al vacilante Gobierno Provisional democrático de Kerensky (que ya había derribado el poder del Zar) con un programa de paz a toda costa, y demoler el precario sistema para sustituirlo mediante un golpe de estado (eso fue, simplemente, la “Revolución de Octubre”… en noviembre de 1917) por un feroz comunismo aniquilador de personas e instituciones. Algunos años después, durante la Guerra Civil española, aparecería el término “Quinta Columna”, pero desde antes, ya Lenin había resultado un eficiente quintacolumnista al servicio de los militares alemanes.
 
Quizá Estados Unidos deba observar hoy con un poco de mayor atención lo que hacen sus competidores más cercanos: aunque Vladimir Putin declaró en 2017 que “pensaba” suprimir en un futuro impreciso el Servicio Militar Obligatorio para los jóvenes rusos (entre 18 y 27 años, entrenados por un año), hasta ahora este sigue en pie y no se ha vuelto a mencionar el tema.
 
En China existe técnicamente el Servicio Militar Obligatorio desde 1949, aunque en realidad hoy es más cercano al Servicio Selectivo de EE.UU., pues incorpora a todos los ciudadanos en activo con edades de 18 a 22, por dos años, e incluye las mujeres, pero con algunas consideraciones que eximen o prorrogan su aplicación. Aunque los líderes chinos han procurado reducir en años recientes el número de su fuerza militar, para ganar en calidad sobre masividad, hoy sus fuerzas armadas cuentan con 2.300.000 soldados, que lo hace el ejército más grande del mundo. Y a pesar de que se privilegia la consolidación de un ejército profesional más reducido, la servidumbre militar general es mantenida, pues se entiende como “un deber sagrado con la patria”, y es más una prestación cívica y educativa que estratégica.
 
EEUU necesita replantear ahora su actitud ante el adiestramiento militar, lo cual quizá pueda conmover la molicie y el hedonismo de gran parte de su sociedad actual, especialmente de sus ciudadanos más jóvenes, al igual que hoy hacen las otras potencias mundiales. Debo agregar que esta situación no es exclusiva de EEUU, sino algo muy generalizado actualmente entre los países occidentales.
 
Sin embargo, lo que el gobierno de EEUU no hace, lo realiza la Asociación Nacional del Rifle (fundada en 1871, es la Organización de Derechos Civiles más antigua del país), donde se imparten cursos de formación militar y manejo de armas a sus miembros y simpatizantes. Esto debiera ocupar a muchos y preocupar a todos
 
             Cuba Encuentro
Alejandro González Acosta, Ciudad de México


 

Resposta  Missatge 3 de 4 del tema 
De: BuscandoLibertad Enviat: 06/04/2018 16:54
¿Armas por qué y para qué?
ANTES QUE EL FUTURO NOS ALCANCE
Se dice, con razón, que “las armas no matan” y es cierto: matan quienes las utilizan. Además, para mayor precisión, como bromeó hace muchos años un comediante mexicano, Manuel El Loco Valdés, mientras se golpeaba la cabeza con un proyectil que tenía en la mano, “tampoco las balas matan… lo que mata es la velocidad que traen”.
 
Lamentablemente, no es posible predecir las acciones de los seres humanos y prevenir por tanto la comisión de crímenes. Y aunque la condición humana es esencialmente inmutable, puede ser condicionada y modulada por una adecuada formación y preparación, aunque esto no garantiza nada de forma absoluta y perfecta, pero sí reduce los casos de riesgo al mínimo deseable o aceptable.
 
Otro control posible, quizá en un futuro quién sabe cuán distante en una sociedad ultratecnologizada, puede ser semejante a lo que se muestra en el filme neo-noirMinority report (2002), dirigido por Steven Spielberg y con guion de Scott Frank y Jon Cohen, inspirado en el relato corto de Philip K. Dick, El informe de la minoría (1956).
 
Oportunamente, esta película se estrenó en medio de los debates surgidos en EEUU a raíz del atentado del 11 de septiembre de 2001. En ella se discute aparentemente la legitimidad de una Fuerza Pre-Crimen arbitrada por tres sujetos Precognitivos o Precogs, unos seres con poderes suprahumanos para predecir el futuro, pero realmente aborda el antiguo conflicto filosófico entre el libre albedrío y el determinismo. Es decir, un viejo tema, pero en una situación nueva, mas enteramente presumible. Valga señalar que, en algunas oportunidades, la literatura de ciencia-ficción ha sido renominada como de anticipación científica: sorprendentemente, varios frutos de la imaginación de Julio Verne se hicieron realidad unos pocos años después, como ejemplos que podrían argumentar lo anterior.
 
Hay señales, preocupantes o prometedoras según se mire, que avisan la cercanía de una nueva etapa tecnológica con gran impacto social y político, como las gafas de reconocimiento facial que ya utiliza la policía china y que, así lo afirman, permite identificar en tres segundos a los más de 1 800 millones de habitantes de ese país[1]. Eso induce hacia un omnipresente Estado Policial Total, un dilatado y populoso país como un enorme Check Point. Tal parece que, con el adelanto exponencial de la ciencia y la tecnología, de un momento a otro, el futuro nos va a alcanzar.
 
Si sus defensores persisten en mantener idéntica la Segunda Enmienda, quizá sea el momento de considerar seriamente la reimplantación del Servicio Militar Obligatorio, así como una adecuada política educativa que identifique individualmente en fase temprana los comportamientos agresivos de potencial peligrosidad, con un sistema multifactorial que además de ofrecer tratamiento eficaz, disuada o distancie a estos elementos de la posible adquisición de armas, y una vigilancia social permanente y generalizada que controle en etapa germinal esos posibles estallidos.
 
Es decir, se necesitan tantas cosas buenas, que resulta difícil se logren en el mundo real. Por muchos recursos, atención y control que aplique una sociedad para impedir la violencia, esta podrá surgir de forma imprevista e insospechable en cualquier parte y momento, bajo ciertas condiciones y aún sin ellas. Esto se corresponde con el factor fortuito y en muchas ocasiones visceral del comportamiento humano. Personas aparentemente cuerdas y sociables, repentinamente trastornan su actitud, y son capaces de ejecutar sangrientas matanzas sin causa aparente: hijos privilegiados y sanos de familias modélicas, sorprenden con brutales y abruptas acciones homicidas sin síntomas previos.
Alejandro González Acosta, Ciudad de México         

Resposta  Missatge 4 de 4 del tema 
De: SOY LIBRE Enviat: 07/04/2018 17:46
                                                                                                                             Último de una serie de cuatro
EEUU, ARMAS, SEGUNDA ENMIENDA                                
Estados Unidos de América: ¿Armas por qué y para qué?
VOLVER AL ORIGEN
       Alejandro González Acosta | Cuba Encuentro
Teniendo en cuenta todo lo anterior, el argumento al que aluden los impulsores de la reforma y los defensores de la intocabilidad de la Segunda Enmienda, debe asumirse de dos formas: literalmente, de acuerdo con La Biblia o, en su defecto, vinculado con las circunstancias en las cuales se redactó la Constitución (1788) y esa enmienda en específico, es decir, 1791. En ambos casos estarían excluidos de entrada los fusiles de asalto y otros primores de la industria militar moderna.
 
La Biblia menciona como armas desde la quijada de un asno (en la muerte de Abel por Caín y la destructora maza de Sansón), hasta lanzas, espadas, hondas, flechas y escudos: nada más.
 
En 1791, cuando se adopta la Segunda Enmienda, el arma más avanzada allí era el Fusil estriado o Mosquete de Pennsylvania, que tan buenos resultados ofreció a los colonos insurgentes contra las tropas inglesas, las cuales tenían un arsenal menos efectivo. Este fusil tenía 19 milímetros de calibre, un alcance letal de 80 y uno máximo de 200 metros; con él, un soldado bien adiestrado podía realizar un disparo en quince segundos, aunque cada treinta descargas el disparador debía proceder a limpiar su arma, para eliminar los residuos dejados por la deflagración. Ese fusil se cargaba con pólvora por la boca del cañón, luego se introducían la bala o los perdigones, y se procedía a presionar todo con una vara o baqueta. El percutor primero fue de mecha y luego de pedernal. Era un arma útil para la caza y la casa.
 
Además, si nos atenemos estrictamente a lo expresado por la Segunda Enmienda en 1791, debería no sólo tolerarse que los ciudadanos tengan el derecho a armarse, sino que para garantizar el mismo, el propioEstado debería proporcionarle las armas, pero dentro del espíritu y la época de 1791, precisamente según dice el texto sagrado de la Constitución.
 
Así pues, de acuerdo con esto, el Gobierno de Estados Unidos suministraría a sus ciudadanos los suficientes e idénticos Mosquetes Pennsylvania que usaron los Padres Fundadores, quienes redactaron la Constitución y esa Enmienda, para lograr la Independencia. Eso garantizaría el cumplimiento al pie de la letra de su histórico mandato. Al mismo tiempo, de ese modo, se proscribirían el resto de las armas, porque no están expresadas ni contempladas por el texto constitucional original, de acuerdo con el principio aceptado que este debe respetarse como la misma Biblia entre los cristianos más ortodoxos. No se alteraría el texto, y además éste se cumpliría de forma mucho más precisa y fiel.
 
Si se toma hasta sus últimas consecuencias la Segunda Enmienda, el Estado no sólo refrendaría la posesión de armas, sino que debería asumir la obligación de suministrarlas, al menos una para cada ciudadano, como se efectúa en Suiza, pero esto tendría que hacerse siguiendo puntualmente la letra de los padres fundadores, es decir, en completa congruencia y fidelidad, exactamente como las que ellos utilizaron, es decir, los trabucos, mosquetes, pistolones y escopetas empleados a mediados del siglo XVIII.
 
El resto de las armas, cumplida esta obligación constitucional, deberían proscribirse y ser incautadas para preservar el monopolio de la violencia legítima que corresponde al Estado como parte del Pacto Social, según señaló Hans Kelsen, distinguido catedrático de Teoría General del Estado en las prestigiosas universidades de Heidelberg, Harvard y Berkeley.
 
Aunque lo anterior pudiera parecer una reductio ad absurdum, en realidad no lo es, pues ya se intentó: en un fallo de la Suprema Corte en 2016 (Jaime Caetano v. Massachusetts, Nº 14-10078. Decided: March 21, 2016), a propósito de las stun guns (paralizadores), se decidió que la Segunda Enmienda aplicaba y al mismo tiempo se descartó la propuesta de regresar al sentido y consecuencia original de dicha Enmienda, pues prevaleció el criterio de “salvaguardar la defensa individual”, ya que era el propósito de origen.
 
El Justice ponente fue Samuel Anthony Alito (1950), a quien algunos llaman “Scalito” aludiendo a un legislador anterior.[1] Dictaminó: “The Court has held that ‘the Second Amendment’ extends, prima facie, to all instruments that constitute bearable arms, even those that were not in existence at the time of founding.”
 
Al remitir a su referente, Alito puntualiza: “This reasoning defies our decision in Heller, wich rejected as ‘bordering on the frivolous’ the argument that only those arms in existence in the 18th Century are protected by the Second Amendment”.
 
Basaba Alito su dictamen en este análisis elaborado: “Electronics stun guns are no more exempt from the Second Amendment’s protection, simply because they were unknown to the First Congress, than electronic communications are exempt from the First Amendment, or electronic imaging devices are exempt from the Fourth Amendment”.
 
Es tan amplia esta Segunda Enmienda, que incluso hasta los Caballeros Jedi de “Stars War” con sus espadas láser están protegidos por ella.
 
Hay poderosas razones tanto a favor como en contra para sostener la Segunda Enmienda íntegra y prístina, pero en el seno de la Suprema Corte, que será en definitiva la última instancia donde podrá debatirse, deberán considerar la conveniencia actual de su modernización, y jerarquizar el derecho a la vida sobre el derecho a la libertad, para poner en evidencia la contradicción inherente de los defensores a ultranza de la Segunda Enmienda, pues todo texto de producción humana, y más si son las leyes, son no sólo susceptibles de actualización y reforma, sino necesariamente revisables en cada momento histórico: si esto se produce periódicamente en el territorio de las Ciencias Puras (Newton revisa a Galileo y después es revisado por Einstein, quien a su vez es revisado por el recién fallecido Stephen Hawkings), no encuentro argumento razonable alguno que impida hacerlo también en las Ciencias Sociales.
 
Un Estado civilista auténtico —aunque sea confesional— debe considerar las leyes no desde la inmutabilidad de una ortodoxia religiosa, sino como instrumentos históricos y, por tanto, actualizables. Pero los defensores de sostener la Segunda Enmienda también podrán argumentar que el derecho a la libertad también incluye el derecho a la vida y así deberá ser considerado.
 
Pero como en esta vida y el mundo traidor que anima “todo es según el color del cristal con que se mira” (Campoamor), también el kolimador jurídico debería considerar que no hay muchos miembros registrados de la NRA condenados por violencia armada ni multihomicidios. Tampoco los republicanos parecen tener siquiera la exclusiva de esos terribles espectáculos sangrientos: recientemente, el agresor de los legisladores del Great Old Party que practicaban baseball hace unos meses, era un activo y combativo demócrata registrado, entusiasta voluntario de la campaña de Bernie Sanders.[2] Sin embargo, este suceso criminal no desencadenó demasiadas protestas ni pronunciamientos.
 
Otro control pudiera ser el precio de las municiones, el cual, siendo suficientemente elevado, quizá contuviera a los potenciales agresores: cumplirían el derecho constitucional de la adquisición de las armas y su tenencia, pero considerarían —con gran prudencia económica— su uso.
 
Si hoy existen chips localizadores en tarjetas de créditos, automóviles y teléfonos celulares, ¿por qué no podrían incorporarlos a las armas? Algo así se intentó hace unos años, pero fue un estruendoso fracaso con aquella operación llamada “Rápido y furioso” que en Octubre de 2011 cubrió de ridículo al entonces Procurador General Eric Holder y, de paso, a un avergonzado Presidente Barack Obama, quien a pesar de las duras críticas recibidas, se negó tozudamente a remover del alto cargo a su antiguo asesor legal. Se supone que, en estos últimos siete años, la tecnología de localización haya mejorado lo suficiente como para no incurrir en otro fiasco de este tipo.
 
Así como hay causales que discriminan algunos ciudadanos de sus derechos civiles (criminales condenados, psicópatas), ¿por qué no pensar en una categoría de personas que no pueden en ningún caso poseer armas por su peligrosidad? Quizá esto debería extenderse hasta a los bebedores, quienes difieren mucho en sus reacciones ante el alcohol… Los decididos y animosos padres fundadores que redactaron la Constitución y sus Enmiendas, no pudieron prever que entre los honrados ciudadanos del futuro pudiera haber algún sociópata como Charles Manson…
 
No hay una solución fácil, ni inmediata, y que pueda agradar, complacer o convencer a todos, para un problema histórico y consustancial al consolidado y probado régimen republicano de Estados Unidos. No puede achacarse a ningún presidente en particular su solución, porque es imposible por sí solo para cualquiera. Hasta Trump, entre cuyas virtudes no destaca precisamente la mesura, hace pocos días ha propuesto tímidamente considerar este asunto. Y el mismo gobernador de Florida ha iniciado una serie de controles para la venta de armas.
 
Si algo nos debería haber curado de espantos a todos, son las elecciones en Estados Unidos: con una tremenda frecuencia han sorprendido a la misma nación y al mundo. Allí todo es posible: “Lincoln, ¡un leñador!”, “Kennedy, ¡un católico!”, “Johnson, ¡un sureño!”, “Reagan, ¡un actor!”, “Carter, ¡un cacahuatero!”, “Obama, ¡un negro!”… ¡¡¡Trump!!!
 
Debe plantearse un debate serio, sin estridencias ni protagonismos, atenido a los principios jurídicos que han dado cuerpo y sustancia a la democracia americana, y no prejuzgar para no entorpecer un diálogo constructivo entre ciudadanos razonables que cumplen sus leyes.
 
Son los males de la libertad, si se quiere. Su cuidado y ejercicio es un deber que requiere constante desvelo y suficiente energía para su defensa. La libertad —como dijo Manuel Azaña— no hace más felices a los hombres: sólo los hace más hombres.
 
Alejandro González Acosta, Ciudad de México, 2018 - ©Cuba Encuentro
 


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