La honestidad política vale su peso en oro. Por eso la historia valora en su justo contexto aquellas palabras de Winston Churchill, probablemente el más influyente estadista británico y europeo, cuando el 13 de mayo de 1940, en su primer discurso como Primer Ministro ante la Cámara de los Comunes, hizo suya una frase que se atribuye al entonces subsecretario de marina Theodore Roosevelt: “No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.
El Reino Unido estaba siendo amenazado por la avasalladora maquinaria de guerra nazi. Polonia, Bélgica, Holanda y Francia apenas ofrecían combate a los carros blindados y cazas alemanes. Churchill no se anduvo con evasivas. Sacrificio y valentía era la única receta para obtener la victoria, finalmente lograda con el concurso de los Aliados cinco años después, el 9 de mayo de 1945.
Hablar francamente, parece lo más fácil, pero muchos políticos optan por los subterfugios. Sucede en Cuba. La revolución de Fidel Castro llegó al poder con un alto porcentaje de apoyo popular. Justicia social, democracia y mayor desarrollo económico eran sus promesas. Pero el guerrillero barbudo mintió. En seis décadas, el régimen que fundó no ha sido capaz de construir un país moderno y productivo.
A dos meses de que Raúl Castro elija a dedo un sustituto, llevando al castrismo a una nueva dimensión, el presidente de turno que será votado por el monocorde parlamento nacional, sobre la mesa no tiene un proyecto creíble de nación.
A la gente de la calle no le interesa ni motiva el relevo presidencial. No se comenta en las esquinas. No se privilegia a un candidato por encima de otro. No existe confianza en el próximo gobierno.
¿Puede ofrecer la nueva burocracia política opciones que ilusionen a los cubanos? José Manuel, ex profesor de preuniversitario y quien ahora se gana la vida a confeccionando sillones de mimbre, “no cree que el nuevo gobierno traiga nada bueno. Eso no es sorpresa. La prensa lo reitera todos los días. Lo que viene es una sucesión, pero sin estar al frente un dirigente con apellido Castro. Es decir, seguir con la 'actualización del modelo económico' hasta 2030, con el eslogan de un país próspero y sostenible y el discurso sin prisas, pero sin pausas”.
Los fines de semana, la zona del puerto colindante con barrios antiguos de La Habana, recibe gran cantidad de personas. Sheila, madre de dos hijos y peluquera particular, suele visitar La Maestranza, para que sus hijos “monten los aparatos del parque de diversiones y se distraigan un rato”. El sol pica. La brisa que llega de la bahía refresca un poco el calor del mes de febrero. Sentada en un banco de cemento, mientras a distancia vigila a los niños, Sheila asegura sentirse pesimista con el futuro de Cuba.
“Lo ideal es emigrar y probar suerte en otro lado. Puede irte bien o mal, pero no creo que se estará peor que en Cuba. Yo no tengo esa opción, no tengo familia en la yuma. Debo janeármela aquí. A mí me da igual al presidente que escojan. ¿Qué van a resolver? ¿Repararán las viviendas en Jesús María, Belén o Colón? ¿Subirán los salarios? ¿Bajarán los precios de los alimentos?", se pregunta. Ella lo niega con la cabeza: "No. Seguiremos con las penurias de siempre”.
La mayor parte de los cubanos no tiene un candidato favorito. Vladimir, junto a unos amigos, en un bar en divisas contiguo al Paseo del Prado, miraba en la tele el partido de la Champions entre los merengues de Cristiano Ronaldo y el PSG de Neymar. En plena efervescencia futbolera, ni pensar en preguntarle acerca del futuro presidente.
Tras la victoria del Real Madrid y luego de tomarse un par de latas de cerveza Cristal, Vladimir opina: "Lo que viene es un fraude. Todo está amarrado, brother. Ellos (los gobernantes) son como los Corleone, una mafia. No van a soltar el power así como así. Habrá que quitárselo y no creo que en la población haya cojones pa'tirarse pa'la calle y cambiar las cosas".
Rita, maestra jubilada, considera que debieran elegir una mujer. “Los hombres no han sabido resolver los problemas ”. ¿Cuál mujer?, indaga Martí Noticias. "No sé, por la televisión salen muchas candidatas. A mí no me gusta Mercedes (López Acea), la primera secretaria del partido en la capital, es muy poco femenina. Y Mariela, la hija de Raúl, sería seguir en las mismas. Se podría probar con Inés María (Chapman) la que dirige recursos hidraúlicos. Mi hijo, que trabaja en Aguas de La Habana, dice que ha realizado un buen trabajo. A mí me simpatiza ésa que es diplomática (se refiere a Josefina Vidal), que si fue capaz de sentarse y cuadrar la caja con los americanos, podría dirigir bien el país. No creo que Díaz-Canel dé la talla, hay algo en él que no me gusta, lo veo estirado, un poco postalita".
Un bicitaxista, oriundo de Santiago de Cuba, piensa que Lázaro Expósito, primer secretario del partido en Santiago desde 2009, podría ser un excelente presidente. "Es un hombre que habla de frente, no es corrupto y la gente de a pie lo sigue. Puede que ya en el cargo se encuentre amarrado de pies y manos por los militares y no pueda hace mucho, pero el tipo tiene agallas”.
A estas alturas del juego, la mayoría de los cubanos no se interesa por el candidato que los gobernará en los próximos cinco años. Incluso, ciudadanos despistados, se preguntan si 'el pueblo elegirá al presidente'. La desinformación, combinada con la apatía, es brutal.
Pero cualquiera que sea elegido, la coyuntura nacional e internacional le obliga a comportarse como un estadista. Venezuela, el aliado incondicional, es un auto sin freno. Obtener créditos económicos de Rusia a cambio de utilizar la isla como una marioneta o permitir concesiones en el terreno militar sería un juego peligroso. Endeudarse con China igual. Y en la Casa Blanca, Donald Trump, empeñado en su proyecto de hacer América grande otra vez, no tiene en su agenda negociar un nuevo trato con Cuba, a no ser que el nuevo gobierno cubano dé un giro político de 180 grados.
¿Qué opciones tiene a manos el próximo régimen? Se vislumbran tres escenarios posibles.
Primero, seguir jugando al gatopardismo (cambiar algo para que no cambie nada), es decir, cambiar las apariencias, pero en el fondo no cambiar nada, dejarlo todo igual o casi igual a como estaba.
Segundo, apostar por la economía de mercado, al estilo de China y Vietnam, sin temor a que un segmento de la población se enriquezca; abolir las trabas que impiden a los emigrados invertir en su patria y negociar con el exilio un nuevo proyecto de nación.
Tercero, continuar con el mismo delirio, como el de institucionalizar los descabellados experimentos de Fidel Castro. Mantener el discurso de corta y clava y el veneno vitriólico al 'imperialismo yanqui' y el capitalismo occidental.
Cualquiera que sea el camino prediseñado por el neo castrismo, la primera prueba de fuego sería hablarle con honestidad a los cubanos. Como hizo Churchill a los británicos en la primavera de 1940.
De lo contrario, para salir del desastre verde olivo se necesitará sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.