El exguerrillero que se enamoró de una trans nos enseñó a atrevernos en el amor y la política
Por Mati González Gil - Vice
El año pasado, de la mano de Sentiido, y al ver que no había mucha información sobre las parejas sentimentales de las personas trans, quisimos iniciar una conversación al respecto. Para ello, invitamos a las personas a que nos contaran sus experiencias por redes sociales con el #MeGustanTrans, con el fin de reducir la culpa y la vergüenza que usualmente rodean las relaciones de las personas trans.
Recibimos artículos de hombres que se enamoraron de mujeres trans, una mujer que había sido novia de un hombre trans nos contó que le hacían muchas preguntas que nada que ver, obtuvimos la perspectiva de una mujer con discapacidad que se sentía atraída a las personas trans, y hasta el bizcochononón de Pedro Santos nos dijo que se sentía atraído por las personas trans. En el contexto de la campaña, nos encontramos con una historia de amor increíble e improbable, entre un miembro de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y una mujer trans con la que se casó cuando estaba en prisión. Decidimos entrevistarlo.
Después de esta entrevista, no solo vi a un exguerrillero en Jaison; vi mucho más. Vi a una persona que estuvo dispuesta a vencer todas las barreras sociales por seguir a lo que le decía su corazón. Una persona que aún después de haber vivido la guerra en carne propia, creía en el amor. Aunque la entrevista la grabamos el año pasado, pensamos que en épocas de elecciones era importante recordar que siempre vale la pena creer en la fuerza y el poder de los corazones enamorados. Reconocer que Jaison, como muchas otras personas, estuvo dispuesto a jugárselo todo por el amor implica reconocerlo como humano, y a su vez, entender que no es un monstruo, que no es nuestro enemigo, a pesar de todo.
Aunque su matrimonio solo duró dos años, y al momento de la entrevista ya estaba en una relación con una mujer que no era trans, Jaison sigue diciendo con orgullo que también le gustan trans. Se la jugó toda por amor, pero al final su matrimonio no fue eterno y puso toda su convicción en una revolución que tampoco fue exitosa. Eso sí, lo intentó.
De las experiencias de las parejas de las personas trans podemos concluir que también ha sido difícil para ellas asumir públicamente sus relaciones: a unos los echaron de sus casas, a otros les dejaron de hablar familiares y otros más se sintieron rechazados y juzgados por quienes creían que eran sus amigos. Pero, a pesar de las consecuencias, se atrevieron a luchar por lo que sentían.
Queda claro, entonces, que en épocas de elecciones, necesitamos volver a creer en el amor. Tal vez, ahora, de forma más madura: la revolución de las guerrillas fracasó y se corrompió, y el Estado también nos ha defraudado (no es sino ver todos los escándalos de corrupción). Sin embargo, no podemos quedarnos en una tusa eterna, ni podemos volver a caer en las garras de esos exnovios perversos y narcisistas. Tampoco podemos dejar que el miedo a que nos guste algún candidato nuevo se apodere de nosotros y nos deje petrificados. Hay que intentarlo. Tenemos derecho y nos merecemos un país decente, justo y lleno de cariño, así como tenemos que creernos, en serio, el cuentico de que nosotros valemos la pena y merecemos ser amados. El primer paso es creer que nos merecemos algo mejorcito que lo que ya nos ha tocado.
Hay que escuchar a los candidatos, como a las citas, siempre con el beneficio de la duda. Todos dirán y harán todo lo posible para tener nuestro voto, así como los mancitos hijueputas que quieren llevarnos a la cama a punta de verbo barato. Por eso hay que buscar la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen; no dejarnos llevar por los afanes (no conozco la primera relación de afán que termine bien), ni las pasiones (el sexo en las relaciones es importante, pero no lo es todo). Es hora de escoger mejor, tanto en el amor como en la política.
Por supuesto que la política, como el amor, nos tiene achicopalados. Pero si no volvemos a abrir nuestros corazones, los exes hijueputas y violentos habrán ganado. Es hora de superar la tusa y entrar en la fase de recuperación: el perreo. Tantear candidatos allí y acá, y esculcarles sus vidas a ver si sí nos convienen.
Sobre todo, hay que votar. Por el que sea: hay amigas que vuelven con los exes y otras que intentan salir con personas nuevas para ver si les va mejor. Votar es una forma de decirle a Colombia que, a pesar de todo, aún creemos que vale la pena seguir creyendo que nos merecemos un mundo mejor. Votar por Colombia es una forma de decirle te quiero, con acciones y no solo con palabras.
Jaison creyó en las armas, ahora cree en el amor. Cambió los fusiles por la cursilería. El resto de colombianos deberíamos hacer lo mismo: volver a creer en un mejor mundo posible.
Colombia, más de 600 matrimonios igualitarios
En los dos últimos años, y pese a los problemas en determinadas zonas, más de seiscientas parejas homosexuales se han casado legalmente en Colombia.
El porcentaje total de bodas homosexuales representa el 0'50% de todas las bodas legales del país, aunque el pasado año, las bodas igualitarias aumentaron un 237% en relación al año anterior, lo cual parece indicar que la 'timidez' inicial para casarse está desapareciendo, y poco a poco cada vez más ciudadanía colombiana del mismo sexo se atreve a casarse legalmente.
La ciudad que ostenta la corona de oro en cuanto a matrimonios igualitarios es Medellín, en la cual se han casado el 23'3% de todas las parejas homosexuales del país. 'Caminante, se hace camino al andar'