Ilustración Iván Soldo
Prince, educador sexual y guía espiritual
Por Agustín Gómez Cascales - ShangayPrince ya escenificó su propia muerte en 1993, pero no nos inquietó. Plantó una esquela en la portada de su álbum Come como signo de rebeldía, pero dejó claro que estaba muy vivo con la fuerza de su torrencial música. Sus fans nos quedamos tranquilos, parecía ya inmortal. Su legado tras el fatídico 21 de abril de 2016 lo
confirmó.
Prince es mucho más que una estrella pop. Es, ha sido y será un artista autosuficiente, polivalente, inclasificable e inabarcable. A muchos de quienes le descubrimos en los 80 nos cambió la vida y nos amplió el campo de visión. Su contribución va más allá de la música. Porque seguir a Prince se convirtió en un modo de vida, al menos para mí. Y no ha sido fácil seguirle, porque Prince no te ponía nada fácil.
Cultivó el enigma hasta el final porque entendía que su vía de comunicación con el mundo exterior debía ser su música. Y ese misterio también le hizo único. Su indefinición, a todos los niveles, resulta admirable. Un niño como yo, absolutamente ingenuo, que se enfrentaba a canciones como Controversy, ya podía ver que cuestiones que latían en mi interior y a las que ni podía poner nombre, tenían un reflejo en la música pop.
Prince abogó por un mundo sin etiquetas, en el que un hombre heterosexual como él podía subirse al escenario en braguitas y tacones y dejar claro que le daba igual que por ello le pudieran considerar gay. Prince incorporó a su banda a mujeres abiertamente lesbianas porque consideraba que la diversidad debía ser parte fundamental de su universo púrpura.
Llegó incluso a dejarse poseer por un alter ego, Camille, que se dice bautizó así en recuerdo de una de las primeras transexuales de las que se tiene constancia. El concepto transgénero es indivisible de su música, no solo porque es imposible reducir sus composiciones a un único género –cuando llegó iTunes tuve que crear una etiqueta dentro de los estilos llamada Prince–, también porque abrazó su feminidad como motor creativo y estilístico, como vehículo de una sensibilidad sin fronteras.
Tenía mucho de educador sexual y guía espiritual también este Géminis modélico. Para un joven educado en el catolicismo como yo, irresistiblemente atraído por la exploración de sus impulsos carnales aunque asustado por el concepto de pecado, Prince llegó a crear un concepto liberador que dio nombre a uno de sus discos emblemáticos, Lovesexy. Y a través de numerosas canciones calenturientas, me hizo ver que si el sexo inspiraba canciones tan bellas como Gett Off, aquello no podía considerarse pecaminoso.
Prince Rogers Nelson, mejor conocido como Prince
Nació en Minnesota en 1958 y a los 7 años ya había aprendido a tocar el piano de oído. A los 13 comenzó con la guitarra y en su adolescencia ya tocaba en varios lugares, aunque no le gustaba cantar, ya que creía que su voz no era buena. Alrededor de sus 20 años, fue cuando comenzó a adentrarse al mundo profesional de la música y en 1978 grabó su primer disco.
Dentro de su extensa carrera musical, llegó a sacar hasta 3 discos en un mismo año y no paró. Además, llegó a tocar todos los instrumentos en algunos de sus discos.
"¿Soy blanco o negro? ¿Soy heterosexual o gay? ¿creo en Dios, creo en mí? No entiendo la curiosidad humana"., fue una de las frases con las que desafió a quienes quisieron definirlo con una etiqueta.
Prince, el ícono del pop que, irradiaba sexualidad, mariconeria a través de su música y su inimitable sentido de la moda, convirtio la androginia en un símbolo estilístico.
En su álbum de 1981 "Controversy", editado días después de abrir un concierto de los Rolling Stones vestido con ropa interior femenina y ser expulsado del escenario, Prince dijo que constantemente le preguntaban si era blanco o negro, heterosexual u homosexual.
Adoptaba vestimentas femeninas como tacones altos o ropa interior de mujer. Su presentación más atrevida, sin embargo, ocurrió quizás en los premios MTV Video Music Awards de 1991.
Prince salió a escena en un traje amarillo y elegantemente tocó su guitarra (del mismo color), antes que la multitud se diera cuenta que su trasero quedaba al desnudo. Como si fuera poco, al fondo sus bailarines recreaban una orgía.
Wendy Melvoin, una exguitarrista de la banda de Prince The Revolution, quien es lesbiana, dijo a la revista Out en 2009, que el cantante no daba la impresión de ser gay sino de ser una mujer. "Me miraba como una mujer gay miraría a otra mujer", dijo.
Nunca fue un hombre de grandes escándalos pero en su vida hubo bastante movimiento en el terreno amoroso. Gustaba además a hombres y a mujeres, con esa ambivalencia y excentricidad que caracterizaba al genio de Minnesota, en sus formas, en su manera de vestir y de mirar, en su apertura de miras.
Sin embargo, de la presunta homosexualidad de Prince,sólo llegaron rumores y nunca nada confirmado, con bromas incluso como la de Boy George, que dijo haberse acostado con él una noche.
Desde su entorno además confiesan que nunca pasó de ser amanerado, "que no era tan gay", de acuerdo a las declaraciones de dos de las miembros de su antigua banda. Si lo era o no nunca se sabrá a ciencia cierta, pero demostró que los hombres pueden ser femeninos y al apropiarse de esa feminidad, se convirtió en un símbolo sexual. No tuvo miedo de posar desnudo en portadas de sus discos, compuso canciones con letras sumamente explícitas para su época y no se molestaba cuando creían que era mujer la que cantaba. De hecho, existe un rumor de que tuvo un alter ego femenino de nombre Camille..
A diferencia de Bowie, Prince no ha podido orquestar su despedida final. Una vez superado el shock inicial, te das cuenta de que su caótico y repentino final guarda coherencia con su vida. Esa urgencia con la que desapareció, como quitándole importancia a ese momento trascendental, nos devuelve a lo que importa: una música que sigue, y seguirá, muy viva.