Carlos Acosta
ACOSTA DANZA
Una estrella mundial pone todo el corazón en su isla
El resumen de la carrera del bailarín cubano Carlos Acosta parece un cuento de hadas. Cuando era solo un niño de tez oscura de una zona especialmente pobre de La Habana, su padre lo obligó a hacer una audición para entrar a la escuela de ballet, pues quería alejarlo de la vagancia. Una vez que lo aceptaron, comenzó a ganar competencias en Europa cuando aún era estudiante. Al poco tiempo, pasó a formar parte del prestigioso Ballet Nacional de Cuba, para luego ser reclutado por el Ballet de Houston y después por The Royal Ballet del Reino Unido, donde se convirtió en una estrella internacional.
A pesar de ser una persona excepcionalmente exitosa, Acosta puede parecer alguien extraordinariamente ambivalente ante su éxito. En sus memorias publicadas en 2007, Sin mirar atrás, parece afligirle cada peldaño que sube, al asimilar el costo: la dolorosa separación de su familia, de su país, de su sentido de pertenencia. Al hablar sobre su pasado durante una entrevista telefónica reciente, otra vez enfatizó el distanciamiento, no la gloria, al recordar que durante sus visitas a casa incluso sus referencias culturales se topaban con incomprensión.
A pesar de todo, los éxitos continúan. En 2016, cuando se retiró del ballet, a los 43 años, sus admiradores llenaron los cinco mil asientos del Royal Albert Hall en Londres durante cinco presentaciones de despedida. Para entonces, ya había iniciado la siguiente etapa de su carrera: la compañía de danza que fundó en Cuba, Acosta Danza, que mezcla lo clásico con lo contemporáneo, ya había dado sus primeras presentaciones en La Habana; seguirían las giras por Europa, particularmente en el Reino Unido. La compañía debutará en Estados Unidos el 25 de abril en el City Center de Nueva York.
Como su nombre lo indica, la compañía claramente se apoya en la fama de Acosta, pero no es el típico proyecto ególatra. Acosta bailará en el City Center (como artista invitado) solo en una de las cinco presentaciones programadas para contribuir con su presencia y magníficas habilidades de acompañante en Mermaid, un dueto embriagador creado por el coreógrafo belga Sidi Larbi Cherkaoui. Aunque Acosta también es coreógrafo, ninguna pieza del programa es de su autoría.
“Ya tengo suficientes flores”, dijo Acosta durante la entrevista telefónica desde Londres, donde reside cuando no está en La Habana o de gira. Está centrado en los bailarines de la compañía: cubanos jóvenes con una buena preparación y una agilidad excepcional que han acudido al llamado de un héroe nacional; muchos de ellos renunciaron a sus puestos en el Ballet Nacional o en Danza Contemporánea, la principal compañía cubana de danza contemporánea.
Su objetivo es devolverle algo al país que le dio una educación dancística de primera y sin costo. En especial, quiere darles a los miembros de Acosta Danza algo que él nunca tuvo: la oportunidad de disfrutar una carrera a nivel internacional sin el dolor de dejar Cuba. “Quiero llevarlos al mundo, pero también quiero llevar el mundo hasta ellos”, dijo.
En parte, se trata de un asunto de dinero e influencias. Como casi todas las organizaciones culturales en Cuba, Acosta Danza tiene vínculos con el gobierno y está sujeta a su aprobación. Como un hijo predilecto que ha regresado muchas veces a actuar, Acosta ha recibido instalaciones de primera para ensayar —entre otros privilegios— por parte del Ministerio de Cultura. Sin embargo, los salarios subsidiados por el gobierno están en el rango cubano, así que es de mucha ayuda que Acosta tenga otras conexiones.
Acosta Danza también cuenta con el patrocinio de Sadler’s Wells, una de las organizaciones más importantes de teatros y contrataciones del Reino Unido. Su director artístico, Alistair Spalding, dijo durante una entrevista reciente que Sadler’s Wells —que ha estado produciendo espectáculos con tema cubano y al estilo de Acosta y sus amigos durante más de una década— ahora organiza giras internacionales para Acosta Danza y subsidia los sueldos de los bailarines en esas giras con tarifas mucho más altas. (“Algunos bailarines ya han podido comprarse casas”, informó Acosta con orgullo).
Su deseo, dijo Acosta, es que los coreógrafos expongan tanto a sus bailarines como a todo el ámbito cubano de la danza a estándares de excelencia, ideas y tendencias mundiales. Sin embargo, también está consciente de un posible inconveniente: que formar su repertorio con el trabajo de coreógrafos aclamados, como Pontus Lidberg, Justin Peck y Crystal Pite (esta última aún en su lista de deseos), podría hacer que Acosta Danza no se distinga de las muchas otras compañías que también presentan sus piezas.
Una estrategia es animar a los coreógrafos a usar música cubana y a colaborar con diseñadores artísticos cubanos. Otra es dar preferencia a coreógrafos del mundo hispanohablante. Dos de las cinco piezas del programa para el City Center son de coreógrafos españoles: Alrededor no hay nada, un ensamble oscuro pero cautivante que Goyo Montero creó para el Ballet Nacional en 2006, y Twelve, un ejercicio grupal intrincado que implica lanzar botellas de agua, de Jorge Crecis.
Lo más importante es que las dos obras restantes son de cubanos.
Una es El cruce sobre el Niágara, que Marianela Boán creó para Danza Contemporánea en 1987. Es un dueto que lleva las dificultades de la caminata en la cuerda floja a la danza. Al incluir esta obra, Acosta reconoce que su proyecto no empezó de la nada.
El otro es Nosotros de Raúl Reinoso, quien bailará esa pieza. Reinoso forma parte de Acosta Danza, pero hasta hace poco era miembro de Danza Contemporánea. ¿Por qué cambió? Porque, según me explicó por teléfono desde La Habana, Acosta lo acogió de inmediato como bailarín y coreógrafo.
Spalding, quien dijo que los viajes para supervisar el progreso de Acosta Danza en La Habana son “uno de los mayores placeres” de su vida, cree que hay poco riesgo de que esta compañía acabe pareciéndose a cualquier otra. “Porque los bailarines son extraordinarios”, dijo. “Tienen un gozo al bailar que transmiten directamente al público. Realmente nunca había visto algo así”.
Este es el tipo de cosas que los extranjeros siempre dicen de los bailarines cubanos. Acosta insistió en que su proyecto aún está en ciernes. “Llevará años desarrollarlo”, dijo, aunque hasta ahora ha sido menos difícil de lo esperado. Sin importar qué tan encontrados sean sus sentimientos respecto al éxito, persigue sus sueños con tenacidad. Quizá la ambición que alguna vez lo alejó de casa ahora pueda ayudarlo a transformar su país de origen.
BRIAN SEIBERT
Carlos Acosta