La Bodeguita del Medio, una mina de oro que vive del pasado
Al menos dos metas tienen los turistas que aterrizan en La Habana: recorrer la ciudad en un antiguo vehículo descapotable y tomarse un mojito en La Bodeguita del Medio. El emblemático restaurante , que acaba de cumplir 68 años, debe su fama a la bohemia intelectual que la frecuentó durante más de dos décadas.
El 26 de abril de 1950 se inauguró en la calle Empedrado 307, entre Cuba y San Ignacio el que con el tiempo se convertiría en un sitio emblemático de la capital cubana. Poemas, canciones, innumerables cuadros y fotografías se han inspirado en este local especializado en comida tradicional y cuyas paredes contienen más de dos millones de firmas.
A pesar de su fama internacional, La Bodeguita, como se le conoce popularmente, ha ido perdiendo protagonismo entre los cubanos y carece de clientela nacional. De aquel lugar de reunión de pintores, poetas y periodistas que fue a mediados del siglo pasado solo queda el recuerdo. Una memoria que las agencias turísticas explotan y las guías de viajes exageran.
La marca La Bodeguita del Medio está registrada por el Ministerio de Turismo de Cuba y tiene al menos once franquicias en países como México, Macedonia, Australia, Ucrania, República Checa y Líbano.
Las casas de alquiler para extranjeros, los galerías privadas y hasta las instituciones estatales explican su ubicación a partir de cuántos metros les separan del restaurante. "Rento dos habitaciones en la esquina de La Bodeguita del Medio", tiene escrito en su tarjeta de presentación Susana, una emprendedora por cuenta propia de La Habana Vieja.
"Clases de baile a cinco minutos caminando de La Bodeguita del Medio", precisa una publicidad pegada en un poste eléctrico cercano. "Esta es la milla de oro del casco histórico", se vanagloria Omar, un joven que hace de guía de la ciudad para turistas que hablen inglés o francés. "Nadie que tiene una casa aquí la vende", remacha.
Sin embargo, más allá de la fascinación de los visitantes extranjeros por el pequeño local con su llamativo cartel de fondo amarillo y sus puertas al estilo de las bodegas donde se venden víveres, el interior del restaurante se va pareciendo cada día más a una postal retocada para los ojos de los turistas.
El pasado martes dos turistas austríacos esperaban en el patio interior para ser atendidos sentados en los típicos taburetes. En el lugar, atestado de comensales, los camareros limpiaban, montaban y servían automáticamente las mesas. La mayoría de las sillas estaban ocupadas por canadienses, algunos rusos y europeos que pedían el los platos típicos del local: cerdo asado, arroz y frijoles.
"Aquí la gente se come lo que le pongas en el plato, esté como esté, porque no vienen por la comida sino por el lugar", cuenta a 14ymedio un auxiliar de cocina. "La mayoría de los clientes ni siquiera sabe la diferencia entre unos frijoles negros dormidos o recalentados", precisa. "Así que el verdadero negocio es que paguen como de lujo y consuman un producto medio".
Yanelis, que gestiona una pequeña academia de aprendizaje del español comía el otro día en el lugar junto a tres estudiantes franceses. "Es un sitio hermoso, pero a veces me parece que estoy en un McDonald's porque todo se hace muy rápido, los grupos van y vienen y no se ven aquellas tertulias que hicieron aquí gente como Ernest Hemingway".
"El cerdo está desabrido y no le han echado siquiera un mojo. Mi plato de arroz se ve que está hecho con porciones de diferentes momentos y han dormido los frijoles con harina por eso tienen una nata blanca encima", se queja. "Hay paladares de este barrio que cobran mucho menos y ofrecen una comida mejor, pero La Bodeguita vive del nombre".
"Antes venían los artistas y se quedaban por horas, mi madre me ha contado que era común encontrar aquí al poeta Nicolás Guillén y a otros rostros conocidos de la vanguardia artística cubana pero ahora solo se ve ese tipo de gente en las fotos que están en las paredes", lamenta. "Cuando mis padres cumplieron diez años de casados vinieron aquí y era todavía un lugar de cubanos".
Uno de los acompañantes de Yanelis pidió ropa vieja, uno de los platos tradicionales de la cocina criolla. La pequeña ración, casi la mitad de lo que sirven en un restaurante privado pareció no importar demasiado al turista. "Mi novia me ha pedido que le haga varias fotos para llevarle", puntualiza el turista.
"Cuando vengo con mis alumnos les aclaro que no pidan ni camarones ni el sándwich cubano porque son una estafa", opina la profesora de español. "Pero hay gente a la que le da lo mismo porque no viene aquí a llenarse, sino a decir que estuvo en La Bodeguita del Medio o a sacarse un selfie y publicarlo en Facebook".
Roberto trabajó casi un lustro en el área del bar. "Esa es un plaza que la gente mata por tener, porque te forras de dinero", precisa. "La mayor parte de los mojitos que se venden están hechos con ron que no es el que dice la etiqueta o que los propios empleados compran por fuera", asegura.
"Todo el que trabaja en La Bodeguita le interesa que abra todos los días y se llene, por lo que muchas veces hay que comprar del propio bolsillo la hierbabuena, el ron y hasta el hielo porque no llegan a tiempo por el camino estatal, pero no hay problema porque la inversión lo vale con las ganancias que se logran", cuenta.
"En el tiempo que trabajé allí empecé comprándome una moto, después pudo cambiar de casa para otra más grande y le pagué la salida del país a mis dos hijos", cuenta. Después de cinco años perdió el empleo porque "pusieron a otro barman que pagó más porque para estar detrás de esa barra hay que dar mucho dinero y hay muchos ojos puestos en esa plaza".
A las afueras, una señora con un enorme tabaco en la boca cobra 1 peso convertible por cada foto que le toman. Los turistas se acercan y sonríen creyéndola una vecina ataviada con ropa típica pero su estancia en el lugar es un empleo que hace, religiosamente y desde hace casi dos décadas, por más de ocho horas cada día y el habano nunca parece encendido.
"Aquí a cada rato vienen a filmar algún programa o una película", cuenta Osniel, un vecino residente en una destartalada cuartería que tiene su negocio en la venta de pequeños óleos con la fachada de la Bodeguita. "Hace más de dos años estuvo el actor estadounidense Don Cheadle y grabaron una capítulo de la serie House of Lies", recuerda y muestra una foto que se sacó cerca del intérprete.
Osniel, sin embargo, no recuerda a ningún artista nacional que haya estado recientemente. "¿Famosos cubanos? No, aquí no vienen los cubanos".
ZUNILDA MATA, LA HABANA