Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: MEGHAN MARKLE, UNA PRINCESA AMERICANA
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: BuscandoLibertad  (Mensaje original) Enviado: 19/05/2018 22:24
 UNA BODA DE CINE
LA BODA DE MEGHAN Y HARRY ES IMPORTANTE
Meghan Markle, nacida en Los Ángeles, tiene decenas de parientes diseminados por Estados Unidos. Su padre Thomas Markle (73) vive la mayor parte del tiempo en su residencia de México, lugar al que se retiró tras finalizar su carrera en Hollywood. A pesar de que nunca han sido vistos en público, la intérprete asegura que mantiene muy buena relación con su progenitor.
 
 Meghan Markle, una princesa americana
            PABLO GUIMÓN - EL PAÍS
A los siete años, Meghan Markle tuvo que responder a un cuestionario en la escuela y, bajo la pregunta sobre su origen étnico, vio que no había casilla para mulatas. Su profesora le sugirió que marcara la casilla de “blanca”, pues tenía la piel más bien clara. Pero ella prefirió no rellenar ninguna. Cuando se lo contó a su padre al volver a casa, este le aconsejó que, si le volvía a ocurrir, dibujara su propia casilla. Y eso es lo que ha hecho Markle toda su vida: no conformarse con los límites que se le imponen y dibujar su propio camino.
 
“De esclavos del algodón a realeza, ¡eso sí que es movilidad social!”, tituló The Daily Mail tras el anuncio de su compromiso con el príncipe Enrique. Los genealogistas, gremio para el que cada noviazgo real constituye un goloso desafío, trazaron la línea materna de Meghan Markle hasta un campo de algodón del sur de Estados Unidos. Por las venas de su descendencia, si la tiene, correrá sangre de reyes y de esclavos.
 
Es mestiza. Divorciada. Recibió una educación católica. Ha salido en la televisión, como actriz, esnifando cocaína y practicando sexo en el almacén de una oficina. Es estadounidense, y a su última compatriota que osó acercarse a la familia real, Wallis Simpson, solo se le permitió entrar en el castillo de Windsor metida en su ataúd, para ser enterrada al lado de su marido, Eduardo VIII.
 
Todo ello, sí, muestra lo mucho que ha cambiado la monarquía británica durante el reinado de Isabel II. Pero, una vez asimilados los titulares bombásticos, lo que de verdad diferencia a Meghan Markle de otras históricas incorporaciones al núcleo duro de la familia real británica es la dote con la que se presenta a las puertas de palacio: un perfil público propio y casi dos millones de seguidores en Instagram.
 
La historia de la princesa americana empezó donde tenía que empezar, en la ciudad de los sueños, Los Ángeles, donde Markle nació en 1981. Sus padres se conocieron en el rodaje de una popular serie de televisión. Él, caucásico, divorciado y padre de dos hijos, era director de iluminación; ella, afroamericana, 12 años menor, era asistente de maquillaje, aunque luego se convertiría en instructora de yoga y trabajadora social. El matrimonio se rompió dos años después de nacer Meghan.
 
Su vocación como actriz, fraguada en las visitas a los platós donde rodaba su padre, fue tan precoz como su activismo feminista. A los 11 años, cuando estudiaba anuncios de televisión para un trabajo de ciencias sociales, le enfureció un eslogan de un lavavajillas que decía: “Las mujeres pelean contra sartenes y ollas grasientas”. La pequeña decidió escribir una carta al director de Procter & Gamble pidiéndole que retirara el anuncio. Un mes después, el eslogan cambió de “las mujeres” a “la gente”, y Meghan comprendió el impacto que pueden tener las acciones individuales.
 
Estudió en la universidad teatro y relaciones internacionales y, en 2011, entró en Suits, la serie de abogados que le proporcionó el papel de su vida y un nuevo hogar en Toronto (Canadá). Ese mismo año se casó con su novio, el productor Trevor Engelson, de quien se divorciaría dos años después. En paralelo a su éxito discurrió su trabajo humanitario: ha sido representante de ONU Mujeres y de otras organizaciones dedicadas a luchar por la igualdad.
 
En 2014 empezó a escribir su popular blog de estilo de vida, en el que daba rienda suelta a su “curiosidad insaciable”. Lo llamó The Tig, en honor al vino italiano Tignanello. Probar aquel chianti, escribió en su blog, le hizo comprender que el vino es mucho más que una simple bebida alcohólica. A partir de entonces, explicó, cada nuevo descubrimiento se convertiría en un momento Tig. En invierno de 2017, cuando se comprometió con Enrique y tuvo su gran momento Tig, Meghan Markle lo dejó todo.
 
Su matrimonio con el príncipe Enrique supone un nuevo comienzo. Ella ya ha dejado claro que no está ahí para servir de adorno. “Nunca he querido ser una dama que solo almuerza”, escribió en su blog, “siempre he querido ser una mujer que trabaja”. Tendrá que integrar sus causas, acaso demasiado políticas para lo deseable en la familia real, en la estructura filantrópica que su marido comparte con los duques de Cambridge.
 
La realeza británica, una institución con un prodigioso sentido de la autoconservación, recibirá renovado vigor con la incorporación de Markle. Proporcionará un elemento de diversidad en el Reino Unido del Brexit. Aportará calidez a los gélidos pasillos del palacio de Buckingham.
 
Como ha podido comprobar en las últimas semanas, en que cada prenda que luce colapsa los pedidos de la marca, Markle gozará de una influencia única. También ha podido constatar que el reverso es una cesión de privacidad, de la suya propia y la de su familia, que ni siquiera una actriz de éxito conoce. Podrá agitar los barrotes de la jaula de oro, sí, pero puede irse olvidando de romperlos.
 
Meghan Markle tiene hoy la misma edad a la que murió Diana de Gales, la madre de su futuro marido. Nunca desde Diana un miembro de la familia real había despertado tanto interés entre la gente joven. Su vocación solidaria y su capacidad de empatía hacen que su nombre salga a menudo en las comparaciones. Pero la que habría sido su nuera es una persona bien distinta.
 
Markle, que nació apenas una semana después de que Diana se casara con el príncipe de Gales, lleva años desenvolviéndose ante las cámaras. Tiene un equilibrio y una confianza en sí misma de los que carecía la joven princesa de Gales. “De alguna manera, la preparada Markle es la mujer en la que Diana siempre luchó por convertirse”, escribe Andrew Morton, biógrafo de ambas.
 
Su verdadero poder reside, más que en sus circunstancias, en sus valores. Representa para una generación de jóvenes la idea de que puedes conseguirlo todo aunque el mundo te diga lo contrario. Que no tienes por qué elegir entre las casillas que te ofrece la sociedad, sino que puedes dibujar la tuya propia.
 
Enrique de Inglaterra y Meghan Markle ya son marido y mujer
El príncipe Enrique y la actriz estadounidense Meghan Markle ya son marido y mujer. Los recién nombrados duques de Sussex han contraído matrimonio en la mañana de este sábado 19 de mayo en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, a las afueras de Londres.
 
El enlace se celebró ante la mirada de 600 miembros de la realeza y famosos. De hecho, asistieron tantos rostros conocidos que la llegada de los invitados recordó a una alfombra roja. Además, unos 1200 ciudadanos de a pie lo siguieron desde dentro de los muros del castillo en pantallas gigantes.
 
Por qué la boda de Meghan y Harry es importante (aunque muchos crean que no)
No hay nada racista en decir que es un imagen rara ver bajar el pasillo central de Windsor a la hija de una afroamericana para casarse con un Windsor.
 
Hablamos de una familia real capitaneada por una reina que eligió como compañero de vida a un hombre, el Duque de Edimburgo, famoso por sus terroríficas bromas de regusto xenófobo. A saber: en una visita de estado a Kenia le dijo a una señora de una pequeña tribu local que le entregó un regalo conmemorativo “¿Eres una mujer, verdad?”.
 
Hoy, el Duque se sentará a pocos metros de la madre de Meghan, Doria Ragland, una mujer a la que solían acercársele muchos vecinos con la pregunta de si era la niñera de su hija. No podían concebir otra cosa, dada la piel clara del bebé. Su propia hija ha contado que más de una vez ha escuchado cómo a su progenitora la insultaban al grito de “nigger” (la palabra en inglés despectiva para referirse a los negros) en las calles de Los Angeles, la ciudad donde se crió.
 
La californiana Meghan Markle irrumpe en Reino Unido en un momento sociopolítico complicado para el país. En 2016 la campaña electoral del referéndum para abandonar la Unión Europea desató sentimientos chovinistas en la britannia blanca que habían permanecido apaciguados desde los años ochenta de Thatcher.
 
Las heridas del Brexit siguen abiertas en 2018. Este año la prensa británica ha sacado a la luz varios casos varios casos de inmigrantes que estaban siendo amenazados con ser deportados. Pertenecían todos ellos a la llamada “Generación Windrush”, ciudadanos de países del Caribe como Jamaica, Barbados, Guyana o Trinidad y Tobago que llegaron a la Pérfida Albión a bordo de un barco llamado precisamente Windrush justo después de la Segunda Guerra Mundial para ayudar a la reconstrucción de cientos de viviendas que habían sido devastadas durante la contienda. Mano de obra barata a la que se dio una autorización para trabajar y que nunca llegó a tramitar un pasaporte de Reino Unido, pues desde el primer momento se consideraron británicos, dado que sus países aún eran colonias de Londres.
 
Casi sesenta años después de aquello, ahora se les reclamaba la documentación. Una medida que ha generado indignación entre la opinión pública, que ha obligado a dimitir hace solo quince días a la Ministra del Interior, Amber Rudd y que ha dejado en entredicho a la Primera Ministra, Theresa May.
Las noticias de este escándalo han compartido en las últimas semanas protagonismo con las andanzas del Príncipe Harry y su prometida, quienes han acudido a sus primeros actos públicos. Aunque como miembros de una institución que debe permanecer neutral ante asuntos políticos no han podido expresar sus opiniones, sí se han ocupado con sus gestos de dejar claro su postura. En su primera visita oficial juntos acudieron a una emisora de Brixton, uno de los barrios tradicionalmente multiculturales de Londres, que recibió en su día a los integrantes de aquella “Generación Windrush”. Solo unas semanas después acudieron a una misa en memoria de Stephen Lawrence, un joven de 19 años apuñalado en 1993 en una reyerta con tintes racistas que en su momento suscitó en el país un encendidísimo debate sobre xenofobia.
 
Un debate al que la Casa Real, con la reina Isabel II al frente, había intentado permanecer ajena hasta la llegada de estos dos tortolitos.
 
A pesar de los contantes viajes de los miembros de la familia real a todos los países de la Commonwealth, el Imperio no ha conseguido hacer las paces con su pasado colonial. Como mucho, ha logrado enterrarlo. Es una reivindicación histórica de algunos grupos de defensa de los derechos humanos que el Ministerio de Exteriores desclasifique el más de millón de documentos guardados por el Gobierno desde el siglo XIX en los que se detallan las relaciones de la Pérfida Albión con los países que estuvieron bajo su administración. En 2012 un grupo de ancianos kenianos quiso conocer el contenido de los informes secretos sobre la Revuelta Mau Mau, una insurrección que tuvo lugar en Kenia entre 1952, contra la administración colonial británica. Cuando consiguieron acceder a los documentos comprobaron lo que ya sabían: que las torturas por parte de los oficiales británicos fueron sistemáticas.
 
Nada de esto tiene que ver con la boda que se celebra hoy. Que Meghan Markle tenga una madre negra no la convierte automáticamente en hija del colonialismo. Según sus propias palabras, ella es solo “una chica californiana que creció bajo la máxima de que no hay nada que no puedan curar unos aguacates y una sesión se yoga”. Y una actriz acostumbrada a manejar con soltura las relaciones públicas, añadiremos nosotros.
 
Harry no es una figura con peso político dentro de la Commonwealth, sino más bien una criatura de Eton que solía escaparse con su madre -la muy meditática Lady Di- al McDonalds de Kensington (uno de los barrios más pijos de Londres) en busca del esparcimiento adolescente más convencional. Y que una vez, no lo olvidemos, se disfrazó de oficial nazi.
 
Pero no hay duda de que la unión de una chica norteamericana mestiza nacida en un entorno de clase media y el soltero de oro de la casa Windsor tiene un enorme poder simbólico. Juntos encarnan los valores de cosmopolitismo y tolerancia racial e interclase que la mitad de la población británica quiere asociar con su país. ¿Y qué son las monarquías, sino un cúmulo de símbolos creados para apuntalar la historia?
 
En el Reino Unido, la interpretación de la boda en términos raciales encuentra opositores. Según The Guardian los “royalistas” opinan que la discriminación por motivos de raza no es ya un problema serio en la sociedad británica. El prestigioso comentarista social Dickie Arbiter aportó el siguiente supuesto argumento de peso para defender esa idea: “Sin ir más lejos, la reina tiene ahora mismo un ayudante de cámara negro”. La población negra (un 3%) por su parte opina, según las encuestas, que la boda real es una cortina de humo que pretende tapar el auge del sentimiento anti-inmigrantes en el Reino Unido de la era Brexit. Y en ese Reino Unido los inmigrantes representan un 14% de la población.
 
Hoy, para qué negarlo, nos fijaremos en todos los detalles frívolos que rodean a un acontecimiento de estas características: el vestido de la novia, su peinado, los zapatos, la indumentaria del novio, sus gestos, la decoración de la iglesia, las caras del padrino o las travesuras de los pajes. Pero no se olviden que detrás de cada detalle hay mucha más información de la que parece a simple vista.
 
Si la pareja, con sus buenas intenciones y su trabajo de representación consigue fomentar la tolerancia en un país que vive momentos oscuros está por ver. Lo que parece seguro es que, por una vez, el Duque de Edimburgo no se va a atrever a hacerle a Doria Ragland bromas sobre su raza.
 
 

FUENTE:  EL PAÍS


Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados