Pasado, presente y futuro del periodo especial
Lo que se teme al hablar del Periodo Especial son los prolongados apagones, el colapso del transporte público o el cierre de industrias
La terminología oficial tiene sus eufemismos y sus incógnitas, entre estas últimas está si resulta políticamente correcto hablar del Periodo Especial como algo del pasado, una cuestión que se hizo patente en la reseña publicada el martes por el diario Granma sobre la reunión de Raúl Castro con dirigentes del Partido Comunista (PCC). El texto alude a "los difíciles momentos que se vivieron durante los años del periodo especial", con el tiempo verbal en pretérito.
Si bien es cierto que en ninguno de los tres congresos del PCC realizados en los últimos 21 años ni en ninguna sesión del Parlamento o del Consejo de Ministros, ni siquiera en la conceptualización del modelo se ha decretado oficialmente el fin de esa etapa, también es sabido que en la práctica ya no se sufren los terribles efectos que se padecieron en el primer lustro de los años 90.
La razón de este limbo en las definiciones sobre la finalización o continuidad del Periodo Especial ocurre, especialmente, porque para decretar su fin no basta con que hayan cesado o disminuido sus consecuencias, sino que sería preciso revertir la política económica que se instauró en ese momento con el declarado propósito de "salvar las conquistas de la Revolución".
O se revierte esa política que tuvo un ropaje de provisionalidad o se dan por definitivas las medidas que en su momento se anunciaron como momentáneas.
Revertir la política significaría, entre otras cosas, dar marcha atrás a la apertura al capital extranjero, al ejercicio del trabajo por cuenta propia y a las nuevas formas empresariales caracterizadas por un mayor grado de descentralización. Habría que volver a penalizar la tenencia de divisas y regresar a los rígidos planes quinquenales. Pero para eso, para volver a la situación anterior, tendrían que resucitar la Unión Soviética y el CAME.
El problema se convierte en un asunto político-ideológico pues como resulta imposible la aspiración de regresar al "pasado prometedor" habría que proclamar que el socialismo cubano no pretende cumplir con las regularidades teorizadas por sus creadores y que las invisibles leyes del mercado traen mejores resultados.
Las razones que obligaron a los gobernantes cubanos a decretar el Periodo Especial, o lo que es igual, aceptar parcialmente el cumplimiento de las leyes del mercado, no se reducen al desplome del campo socialista ni al endurecimiento del embargo. Obedecen en igual medida a la acumulación de errores fruto del voluntarismo y a la continuada ausencia de responsabilidad sobre unos medios de producción que se exponen como propiedad social, pero que han sido realmente propiedad privada del estado.
Cuando de vez en cuando se reavivan los rumores sobre el fantasma de "un nuevo Periodo Especial" amenazando con reaparecer, de lo que se habla, lo que se teme, son los prolongados apagones, el colapso del transporte público, el cierre de industrias, la reaparición de la polineuritis o la desaparición de productos en el mercado, pero ese conjunto de daños no son la definición precisa de esa etapa, sino las secuelas de un desastre que intentó atenuarse dictando medidas insuficientes.
Los malogrados frutos de aquella política, aferrada a no hacer concesiones en ciertos principios considerados inviolables, están hoy a la vista. Las inversiones extranjeras no han llegado a las alturas fantaseadas, las formas no estatales de producción siguen atadas a tutelas arbitrarias que impiden su desarrollo, el turismo es un espejismo en el que el número de visitantes crece sin elevar proporcionalmente las ganancias, la Zona Especial de Desarrollo de Mariel no acaba de despegar, no se ha podido eliminar la dualidad monetaria y el salario está más lejos que nunca de convertirse en el medio de sobrevivencia de la familia trabajadora.
A todo esto se suman incontrolables factores externos como la frustración de las breves esperanzas que surgieron con el deshielo entre Cuba y los Estados Unidos junto a la difícil situación de Venezuela que ha traído un recorte en las ayudas provenientes de ese país.
Estos de ahora son, sin duda, los momentos menos trágicos del periodo especial tardío. Sin embargo, el agotamiento de aquellas soluciones provisionales, exige de los gobernantes cubanos asumir la responsabilidad de confesar que ese desinflado salvavidas que hizo al país flotar en medio de la tormenta no puede ser el territorio donde se cimiente el futuro.
REINALDO ESCOBAR, LA HABANA JUNIO 2018