¡Ay, Melania!
A mí, sí me importa el inmenso fango racista, fascista y nazi que ha transpirado tu marido desde que llegó a la presidencia e incluso, desde que arrancó su descabellada campaña y me importa el enigma de que en el fondo ya no lo aguantas. Me importa saber los muchos secretos y mentiras que sabes ya de memoria y el soberano desencanto que ha de ser la vida al lado de un bígamo consagrado, machista descarado, imbécil obcecado, anciano disfrazado, pelón con peluca natural, hijo renegado, padre impostado, millonario quebrado, político improvisado, mentiroso compulsivo, ignorante supino, obeso de chatarra, bufón irremediable y la peor versión del gringo nefasto que haya salivado sobre las fotografías de tu modélico pasado, supuestamente olvidadas.
Por supuesto, me importan las miles de vidas de niños y familias enteras que no pueden ser denostadas con el epíteto de ilegales, ellos ni nadie, ni la madre de tu marido ni tu misma. Me importa que seas tan cómplice del sátrapa que insiste en celebrar la cultura de las armas, la reunió de supremacistas y la ira que destila considerar como criminal a cualquier indocumentado y me importa que el monigote con el que contrajiste matrimonio haya arrancado su más reciente aventura asegurando que los mexicanos somos asesinos y violadores, pues me importaría saber tu opinión en torno a los miles de violadores y asesinos norteamericanos que más bien parecen clones de tu propio marido.
Me importa tu carita de lánguida tristeza y los gestos de hartazgo que no puedes ocultar en este mundo tan lleno de cámaras, cada vez que tienes que estar al lado del pelmazo mayor y me importa mucho la desoladora y silenciosa tristeza que se le ve en la mirada a tu hijo, desde la noche en que lo sacudieron del sueño para ponerle la corbata y celebrar el inicio de la pesadilla que ha lastimado tanto al mundo desde ese aciago noviembre en que los enredos electorales confirmaron que el monstruo sería lo que ha cumplido: el peor presidente en la historia de su país y una de las sombras más nefastas y nocivas que han herido a la Tierra, a su clima, sus cultivos, sus habitantes, sueños y empeños incluidos.
No me importa que se te corra el maquillaje en público y que al divorciarte, este monstruo sea capaz de faltar a los convenios previos y regatear despensas; no me importa que declare reversa en sus peores políticas, pues en realidad el daño ya está hecho y nadie puede creerle ni el saludo; no me importa si llegas a leer estas líneas, pero quisiera que supieras lo mucho que importaría, lo verdaderamente importante que sería para las mujeres de todo el mundo, para los ciudadanos libres, para las madres de los niños en jaulas y los niños de todo el mundo que te alejaras del búnker y reveles las verdades del Infierno, la verdad inapelable del siniestro señor que no merece confundirte tanto… y de paso, también me importa mucho la triste verdad de que vives en un país que se declara el primero en instalar campos de concentración infantiles y una sola noche de llanto de cualesquiera de los niños que tu marido y sus garras lastimaron de por vida.
JORGE F. HERNÁNDEZ