HAY QUE GOBERNAR CON LA BIBLIA EN MANO
LA SALIDA DEL JUEZ KENNEDY
PONE AL SUPREMO DE EE. UU. EN MANOS DE TRUMP
Javier AnsorenaLas tres ramas del poder en Estados Unidos -ejecutivo, legislativo y judicial- se encuentran en estos momentos en manos conservadoras. Los republicanos podrían perder sus mayorías en el Congreso-posiblemente la de la Cámara de Representantes-, en las elecciones legislativas de este otoño. Donald Trump se enfrentará a una dura reelección en 2020. El Tribunal Supremo, sin embargo, apunta a quedarse bajo control conservador durante décadas. La razón es la retirada del juez Anthony Kennedy de la máxima instancia judicial del país, que tiene decisión final en la interpretación de si las actuaciones ejecutivas o los leyes aprobadas por los legisladores se adecuan a la Constitución de EE.UU. Lo anunció ayer el propio magistrado, cuya salida pone el signo ideológico del Supremo en manos de Trump.
Kennedy, de 81 años, está considerado como uno de los cinco jueces conservadores del Supremo, compuesto por nueve magistrados. Sin embargo, ha sido el juez-bisagra en asuntos de la máxima importancia y se ha enfrentado al resto de miembros conservadores del tribunal en materias como el matrimonio de parejas homosexuales.
El presidente, que tiene la prerrogativa de nominar a los jueces del Supremo, elegirá con probabilidad como sustituto a un juez de corte conservador, como ya hizo el año pasado con Neil Gorsuch. Previsiblemente, el nominado por Trump cimentará un mayoría conservadora de 5-4.
«Comenzaremos la búsqueda de un nuevo juez inmediatamente», aseguró Trump nada más enterarse de la noticia. Kennedy notificó al presidente su retirada en una carta en la que se congraciaba de haber disfrutado «el mayor de los honores» al servir en el tribunal y tener «el privilegio de busca en cada caso cómo conocer, interpretar y defender la Constitución de la mejor manera».
Trump reconoció el «tremendo servicio» de Kennedy, le calificó de «espectacular» y se comprometió a elegir a «alguien tan destacado como él».
Kennedy llevaba en el Supremo desde 1988, cuando fue nominado por Ronald Reagan. Aunque en el momento de su elección era considerado un juez alienado con los republicanos, ha sido una decepción para los sectores más conservadores. Votó junto a los jueces progresistas para mantener las disposiciones esenciales de la sentencia «Roe v. Wade», que establece el derecho al aborto, y fue el gran defensor del matrimonio gay. En aquel caso, él fue el encargado de razonar la sentencia, alineado con los magistrados liberales.
El papel de Kennedy ha sido de bisagra, la única posibilidad que tenía la minoría liberal de encontrar una mayoría. Sin embargo, en muchos asuntos clave se ha alineado con posiciones conservadoras, desde el caso «Citizens United», que ha permitido la financiación ilimitada de candidatos electorales, a su oposición a aspectos centrales de la reforma sanitaria de Obama. Su sustitución es el primer cambio considerable del signo ideológico del Supremo en los últimos 25 años.
La retirada de Kennedy abre ahora una batalla política que se anticipa virulenta. Durante las elecciones presidencial de 2016, una de las bazas que manejó Trump fue la renovación del Supremo. En sus mítines, hablaba de la importancia de tener un presidente republicano en la Casa Blanca para asegurarse una línea ideológica conservadora, algo que es clave para el votante tradicional evangélico, uno de los grandes apoyos del partido republicano, para quien asuntos sociales como el aborto o el matrimonio gay son esenciales.
El caso de la muerte de Scalia en 2016
Un juez conservador, Antonin Scalia, murió en plena campaña, en febrero de 2016. La mayoría republicana en el Senado bloqueó la votación del juez que nominó el entonces presidente, Barack Obama, lo que enfureció a los demócratas. Ya con Trump en la Casa Blanca, no hubo problemas para confirmar a Gorsuch como juez. Es casi imposible que los demócratas tengan suficiente poder en el Senado como para poder detener a quien Trump nomine esta vez, pero lo torpedearán al máximo.
El resultado será una fuerte mayoría conservadora -de los otros cuatro jueces conservadores, solo el presidente del tribunal, John Roberts, cambia en ocasiones de signo- que se podría extender durante mucho tiempo. El juez con más edad entre los conservadores ahora será Clarence Thomas, que tiene 70 años. Sin embargo, en el lado progresista, Ruth Bader Ginsburg tiene 85 años y Stephen Breyer tendrá 80 este verano.
Los jueces no tienen mandato, solo dejan la corte por fallecimiento o por decisión propia. Es muy probable que Trump tenga la posibilidad de nominar nuevos jueces y que estos sustituyan a magistrados progresistas, sobre todo si logra su reelección. El futuro del Supremo de EE.UU. es, ante todo, conservador.