LGTB - CUBA 2018
El país ha recorrido un largo camino desde el hostigamiento generalizado contra los homosexuales en los años setenta, cuando cientos de ellos fueron expulsados de trabajos gubernamentales o enviados a campos de trabajo. Muchos cubanos se vieron obligados a abandonar el país y uno de ellos, el escritor Reinaldo Arenas, publicó Antes que anochezca, una crónica de la represión que sufrió antes de salir de Cuba en el éxodo de Mariel.
UNA REVOLUCIÓN DENTRO DE LA
REVOLUCIÓN: EL MATRIMONIO IGUALITARIO EN CUBA
RUBÉN GALLO – PARÍS“Quisiera ver Cuba antes de que cambien las cosas” es una frase que escucho con frecuencia en boca de amigos y colegas. Pero las cosas ya han cambiado y las transformaciones llevan más de una década, desde que Raúl Castro asumió la presidencia en 2006 tras la enfermedad de su hermano Fidel. Desde entonces se ha legalizado la propiedad privada y el trabajo por cuenta propia; el turismo ha ido en aumento, lo que ha beneficiado a miles de cubanos que alquilan habitaciones o sirven comidas en sus casas, y, en La Habana, galerías y espacios independientes presentan exposiciones y conferencias para un público local e internacional.
Las reformas han sido lentas y graduales, pero se han acumulado a lo largo de los años y han terminado por transformar el país: quedó atrás la desesperación económica de la década de los noventa, cuando el colapso de la Unión Soviética y la pérdida de sus subsidios provocaron la peor recesión en la historia de la isla. Hoy muchos ciudadanos, especialmente los “cuentapropistas”, gozan de una nueva aunque modesta prosperidad. Tomando en cuenta estos cambios, en 2014 el expresidente Raúl Castro presidió un grupo de trabajo para redactar una nueva Constitución. En julio de este año los legisladores aprobaron una primera versión del texto, que ahora será sometido a un referéndum a nivel nacional.
Desde hace años, Cuba necesita actualizar la Constitución actual, redactada en 1976 bajo tutela soviética, que propone construir una sociedad comunista como uno de los objetivos de la nación. El texto aprobado por los legisladores elimina la mención al comunismo, aunque define al país como un “Estado socialista de derecho, democrático, independiente y soberano”.
Hay otros cambios importantes: se legaliza la propiedad privada y la inversión extranjera. Aunque los cubanos pueden comprar y vender su residencia principal desde 2011, las nuevas reformas reconocen varios tipos de propiedad: privada y personal además de “socialista, de todo el pueblo”, cooperativa y mixta. También se crea un nuevo puesto de primer ministro, que compartirá el poder con el presidente. Otras cláusulas, más en sintonía con las inquietudes del siglo XXI: se afirma el respeto al derecho internacional, repudian el terrorismo, rechazan la proliferación nuclear y prohíben el uso de internet para desestabilizar a naciones soberanas. Un artículo sobre protección ambiental enfatiza la necesidad de luchar contra el calentamiento global.
De todas las reformas, hay una que ha provocado un intenso debate: la propuesta de legalizar el matrimonio igualitario, presentada por Mariela Castro, hija de Raúl Castro y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), quien en años recientes se ha convertido en la máxima defensora de los derechos de las minorías sexuales. Su propuesta fue adoptada por la Asamblea Nacional, donde funge como diputada, pero ha generado una intensa oposición entre grupos conservadores, especialmente entre los cristianos evangélicos, que han ganado poder y visibilidad desde la expansión de las libertades religiosas en los años noventa. Hace un par de semanas, cinco iglesias evangélicas hicieron pública una declaración conjunta en la que se oponen a la propuesta, lo que generó protestas de la comunidad LGBT.
Todo parece indicar que la nueva Constitución se aprobará en los próximos meses y Cuba pasará a ser una de las naciones más progresistas de América en la protección de los derechos LGBT.
El país ha recorrido un largo camino desde el hostigamiento generalizado contra los homosexuales en los años setenta, cuando cientos de ellos fueron expulsados de trabajos gubernamentales o enviados a campos de trabajo. Muchos cubanos se vieron obligados a abandonar el país y uno de ellos, el escritor Reinaldo Arenas, publicó Antes que anochezca, una crónica de la represión que sufrió antes de salir de Cuba en el éxodo de Mariel.
Las campañas de represión cesaron gracias a una oleada de críticas de la comunidad internacional. Poco a poco, Cuba comenzó a hacer un examen de consciencia sobre su pasado discriminatorio. En 2010, Fidel Castro reconoció que se había cometido una injusticia y reconoció su propia responsabilidad en el asunto. Pero no fue hasta que Mariela Castro asumió la dirección del Cenesex que se dieron cambios sorprendentes: el Estado financió campañas para combatir la homofobia y la transfobia, creó programas educativos para prevenir el VIH y el sida y —algo único en la historia de la homosexualidad— abrió cabarets, discotecas e incluso una playa gay. Hoy Cuba es el único país del mundo con bares gays —muy animados, por cierto— administrados por el Estado.
La Cuba de 2018 es una de las sociedades más tolerantes del mundo en lo que respecta a la diversidad sexual. Durante un viaje a la isla hace unos meses, vi cómo, a media tarde, un grupo de amigas trans —el término preferido por los cubanos—, vestidas de minifalda y tacones altos, compartían mesa con familias, niños y parejas heterosexuales en el Coppelia, una de las heladerías más concurridas de la capital.
La política oficial gay friendly ha convertido a Cuba en un destino popular para los viajeros LGBT. He conocido a decenas de homosexuales europeos que han comprado propiedades para establecerse definitivamente en La Habana, a quienes se les puede ver en las noches del fin de semana conversando con sus amigos cubanos en el parque de la calle 25 en el Vedado. Esta nueva tolerancia es uno de los resultados más sorprendentes de la transición que vive la isla, un momento en el que elementos del pasado socialista —como el rechazo a la religión y su postura sobre la sexualidad— coexisten con un nuevo cosmopolitismo.
Los críticos del gobierno cubano argumentan que la protección y visibilidad de las minorías sexuales debe considerarse en el contexto más amplio de la libertad de expresión, un terreno en el que Cuba está por detrás de la mayoría de sus vecinos latinoamericanos. Por ejemplo, los manifestantes pacíficos suelen ser acosados o incluso encarcelados por expresar su descontento con el sistema.
Hace apenas unas semanas, varios artistas fueron arrestados por manifestarse en las gradas del Capitolio de La Habana contra un decreto que ordena a los artistas solicitar autorización oficial previa para presentar performances o actos e impone sanciones en contra de obras con contenido pornográfico, violento o que denigren “los símbolos patrios”.
Es cierto que queda mucho por hacer en el terreno de los derechos civiles, pero hay que reconocer todos los avances logrados desde aquellos años oscuros de la década de 1970. Hoy los artistas y escritores usan internet y otros foros para expresar sus puntos de vista y participar en debates —como sopesar los pros y los contras del matrimonio igualitario—, que habrían sido inimaginables hace una década.
La nueva Constitución es una reforma necesaria, que establecerá un marco legal para garantizar la permanencia de los muchos logros que la sociedad cubana ha alcanzado en las últimas décadas.
Cuba podría sacarle mucho provecho a estos avances. Podría, por ejemplo, exportar sus innovaciones en materia de educación sexual y defensa de las minorías sexuales de la misma manera en que en décadas pasadas diseminó su ideología revolucionaria a través de la cultura. Con un poco de creatividad el Cenesex podría hacer de su revista, dedicada a cuestiones de género y sexualidad, un foro internacional. Si en los años posteriores a la Revolución Cuba fue un modelo para los gobiernos de izquierda de todo el mundo, en el siglo XXI podría ser un ejemplo para legisladores internacionales en busca de modelos para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos LGBT.
La próxima vez que escuche a un amigo decir: “Quiero ir a Cuba antes de que las cosas cambien”, mi respuesta será: “Las cosas ya han cambiado, pero por eso mismo debes hacer el viaje. Y si te apresuras quizá te toque presenciar el primer matrimonio igualitario en la isla”.
ACERCA DEL AUTOR:Rubén Gallo es profesor en la Universidad de Princeton. Su libro más reciente, "Teoría y práctica de La Habana", es una crónica de la vida en Cuba durante la transición actual.
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