OMOROSA, LA ÚLTIMA ESTRELLA
DEL CIRCO DE LA CASA BLANCA, SE REVUELVE CONTRA TRUMP
«Donald Trump ha convertido la Casa Blanca en un ‘reality’» es una de las frases que se repiten cada vez que se ventilan las peleas intestinas del Gobierno de EE.UU. o cuando su presidente descabeza su equipo como un ’Saturno devorando a un hijo’. En el año y medio de presidencia, Trump se ha cargado jefes de gabinete, secretarios de Estado, portavoces, directores de comunicación y asesores con la misma facilidad con la que lo hacía en ‘El aprendiz’. Aquel era un concurso de telerrealidad alrededor de los negocios con el que Trump triunfó en televisión y en el que su frase más repetida era «¡Estás despedido!», la fórmula que se utilizaba para eliminar a los participantes.
Tras ganar las elecciones en noviembre de 2016, Trump se llevó un trozo de ‘El Aprendiz’ a Washington: una de sus estrellas, Omarosa Manigault-Newman o, como la conoce todo el mundo, Omarosa. Ella tenía el perfil ideal para un ‘reality’ -corajuda, con carácter, imprevisible, dramática- y mostraba hacia Trump lo que más aprecia de una persona: lealtad. Para la campaña, aportaba una característica rara en el entorno de Trump: es negra. La fichó para buscar congraciarse con el electorado afroamericano y para provocar a la opinión pública en perfecto estilo ‘trumpista’: «Todos los críticos, todos los detractores, tendrán que inclinarse ante el presidente Trump», dijo durante la campaña. Tras la victoria electoral, aseguró que Trump tenía una lista de «enemigos» republicanos que no le habían votado. Una vez, en la Casa Blanca, el presidente la nombró su asesora y directora de comunicación de la Oficina de Relación con el Público.
El problema de contratar a una estrella del ‘reality’ es que puede comportarse como tal: Omarosa sembró la tensión y la cizaña por donde estuvo en la Casa Blanca, enredó e intrigó como si su permanencia dependiera de la opinión de la audiencia. El general John Kelly, al que Trump fichó para poner orden, la despidió el diciembre pasado.
Como era de esperar, Omarosa no se fue en silencio. A ella, las puertas giratorias de la política la lanzaron de vuelta a un ‘reality’, ‘Celebrity Big Brother’. Allí ya dijo que la situación en la Casa Blanca era muy mala y esbozó sus planes: contarlo todo en un libro. Las memorias de su experiencia con Trump han llegado a las librerías este martes y, con ellas, el escándalo. La mierda que lanza el ventilador de Omarosa salpica a muchos. El primero a Trump, al que acusa de utilizar el despectivo racista ’negrata’, de mucha gravedad en EE.UU.- y de utilizar otro peyorativo para referirse al marido de su asesora Kellyanne Conway, de origen filipino. También asegura que el estado mental de Trump está deteriorado, que animó a su hijo a liarse con una modelo cuando su mujer estaba embarazada y que quiso jurar su cargo con una copia de su libro más famoso ‘The Art of the Deal’, en lugar de con la Biblia. Por si falta sal en el relato, desliza que el presidente tiene una «relación especial» con la reverenda Paula White y se pregunta si su papel como asesora espiritual «ha sido alguna vez misionero». Omarosa también sacude, entre otros, a John Kelly -con quien más ácida es, quizá por su despido- , el vicepresidente Mike Pence y a la secretaria de Estado, Betsy de Vos.
El libro es un ejemplo más del último género literario estadounidense: retratos íntimos del circo ‘trumpista’ en la Casa Blanca (hasta ahora, el mayor exponente era Michael Wolff y su ‘Fuego y Furia’). Como en cualquier otra novedad editorial, la autora ha tratado de dar relevancia al libro con una gira de entrevistas en televisiones y periódicos. En ellas, ha asegurado que Trump no es capaz de tomar decisiones complejas, que no participa en asuntos clave del Gobierno y que hay una grabación en el que pronuncia la palabra racista prohibida.
Esa grabación no ha aparecido, pero Omarosa no se ha lanzado a vender su libro con las manos vacías. Ha filtrado a la prensa grabaciones dentro de la Casa Blanca. Una de ellas, la de su despido por parte de Kelly, que se produjo en la Situation Room de la Casa Blanca, el lugar en teoría más seguro y privado para el presidente. Que Omarosa introdujera un aparato para grabar ha despertado preocupación en EE.UU. sobre la ruptura del protocolo de seguridad en la Casa Blanca. Otra grabación la protagoniza el propio Trump, en una conversación tras el despido en el que le asegura que no sabía nada sobre el asunto. O el presidente mentía o quien dirige el país es Kelly, ha criticado Omarosa. Según Yashar Ali, de la revista ‘New York’, el equipo de Trump cree que la ex asesora grababa con un micrófono oculto en un bolígrafo.
Que Omarosa tenga más grabaciones o documentos es una incógnita. Lo que está claro es que no parece dispuesta a dejar de hablar, aunque la Casa Blanca y el propio Trump aseguran que rompe un cláusula de confidencialidad que ella firmó. El presidente tampoco se ha quedado callado. Este lunes, lanzó tres mensajes por Twitter cargados de insultos: dice que está «chiflada», que es «cruel, pero poco inteligente», que apenas la veía pero le contaban «muy malas cosas de ella» y que es «escoria». El ‘reality’ de Trump y Omarosa apunta a convertirse en el culebrón político del verano.
Javier Ansorena, corresponsal en Nueva York, agosto del 2018