Partido Castro Comunista (PCC):
Una historia de soberbia no sujeta a Ley
Algunas personas molestas con el fracaso del socialismo en Cuba tratan de enmascarar este proceso con opiniones falsas y atribuyen a que en la isla nunca existió el sistema socialista o comunista; sus exposiciones aseguran que se está instaurando un capitalismo de estado. Así afirman que Fidel Castro fue arrastrado a las manos del imperialismo soviético por incomprensión de los políticos estadounidenses. Estas falacias en la era de internet son una bula cruel a la inteligencia humana.
Por supuesto, hay registros históricos de la pertenencia de Fidel y Raúl Castro a los servicios de inteligencia soviéticos desde el inicio de la década del cincuenta. Ellos aplicaron en la sociedad cubana las plataformas políticas de los ideólogos socialistas Marx y Engels, expuestas en su libro “Biografía del Manifiesto Comunista”, de 1848. Políticas vigentes en el actual adefesio constitucional de 1976 y sus reformas; incluyéndose de facto al presente debate reformista constitucional comunista del 2018.
En realidad, no hay nada nuevo sobre la difamación y el engaño en la sociedad para denigrar al adversario hasta su destrucción. En Cuba fue utilizado en desproporción por las autoridades coloniales y después durante la República. Esta táctica y conflicto fue descrito por el líder democrático de la época, Winston Churchill, quien visitó a Cuba en 1895, y dijo: “Lo que más me llamó la atención fue la ausencia de cualquier noticia. Londres debe saber mucho de lo que sucede en la isla -Nueva York aún más- pero La Habana no sabe nada. Todos los diarios son estrictamente editados por el Gobierno y están llenos de temas extranjeros y poco pertinentes”. Asimismo es la prensa en la actualidad de la Cuba socialista.
La idea de no reconocimiento del otro con exaltación del yo ha pervivido en las tres épocas de existencia de los isleños: la colonial, la republicana y la castrocomunista. Alguien que no conocemos de su nacionalidad le expresó a Churchill sobre la censura en Cuba, que “las autoridades españolas eran maestros en el arte de suprimir la verdad, los cubanos expertos en inventar mentiras”. Esta opinión me fue chocante hasta el desagrado; pero después de reflexionar sobre la historiografía cubana comprendí que en la isla y el extranjero aún hay gentes que se comportan como aquellos; quienes para obtener sus objetivos no tenían escrúpulos de utilizar cualquier medio. Por eso la exclusión de grupos o individuos nacionales por sus ideas fue un impulso fuerte y debilitante de la conciencia de nación que favoreció la instauración y fructificación del socialismo.
Los castrocomunistas secuestraron la historia y la reinventaron. Ahora dicen ser los herederos del glorioso ejército mambí constructores de una nación. Los mambises edificaron su inspiración sobre la historia constitucional cubana: Constitución de Guáimaro (1869), de Baraguá (1878), Jimaguayú (1895), y la de la Yaya de 1897. Cualquiera de esos cubanos luchadores contra el despotismo colonial, hoy por esa misma inspiración patriótica y de libertad, fuera un preso político, un desterrado o un fusilado por la dictadura castrista.
Del mismo modo, los comunistas desprecian a las Constituciones de 1901 y 1940, la primera nos hizo nacer oficialmente como cubano, su creación fue democrática y libre, donde participaron muchos de nuestros héroes patrios; incluso se debatió las implicaciones de aceptación o no de la Enmienda Platt. Algunos la refutaron, a sabiendas de la prolongación del surgimiento de la República, y otro preferían tener la República y después luchar por abolir la Enmienda. Triunfó esta idea y finalmente 32 años después fue suspendida por vía civilizada la Enmienda Platt. También se recuperó la Isla de Pinos por el Tratado de Hay-Quesada, de 1903, se cumplimentó a los 22 años. La Constitución del 1940 fue el leitmotiv de los que lucharon contra el régimen de Bastita, 1952-59. Sin embargo, otros eran los objetivos secretos de Fidel Castro y su fracción, una vez en el poder del país, violentaron la constitución para después sustituirla de facto en 1976.
En la primera mitad del siglo XIX los cubanos crearon tres constituciones separatistas: la de Joaquín Infante (1812), la de Narciso López (1850) y la de la Asociación “El Ave María”, de 1858. La más importante fue la de López porque por primera vez se menciona el nombre de República de Cuba, en asociación al inmaculado concepto de ser libre e independiente. También describe los símbolos patrios: La Bandera y el Escudo nacionales, aún en vigencia. Estos símbolos nacieron con un intenso espíritu patriótico, que fue cimiento trascendental del orgullo nacional cuando mueren en combate sus primeros mártires y guía de la lucha independentista del 4 de julio de 1851. Esos hechos heroicos que rodean a esas gestas de emancipadores cubanos, fue el embrión del fundamento mambí, iniciado el 10 de octubre de 1868, que se consolidaría en Guáimaro de 1869. Olvidar todas esas realidades imperecederas es mutilar nuestra historia patria y debilitar su conciencia de nación.
La dictadura castrocomunista ha propagado la idea de estar haciendo una nueva constitución. Esta no es más que una espuria reforma para enmascarar en un lenguaje jurídico y humanista los artículos violatorios de la dignidad humana. Continúa la ausencia de convivencia civilizada: democracia y libertad; y la permanencia de un único partido legal, el comunista, que está por encima de la voluntad del ciudadano, la nación y de la Ley. Morbosas realidades condenadas por el Proyecto Emilia.
OSCAR ELÍAS BISCET, AGOSTO DEL 2018