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General: Ana Mendieta, la artista cubana exiliada que sobrepasó los límetes
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De: ciudadano del mundo  (Mensaje original) Enviado: 23/09/2018 16:40
ANA MENDIETA UNA LEYENDA DEL EXILIO
Este obituario forma parte de Overlooked, un proyecto de The New York Times que busca destacar las vidas de aquellas personas que dejaron marcas indelebles en la historia, pero fueron ignoradas en nuestras páginas al fallecer. El arte de Ana Mendieta sobrepasó con frecuencia los límites étnicos, sexuales, morales, religiosos y políticos.

Ana Mendieta, una artista cubana que sobrepasó los límites
           Por MONICA CASTILLO
El arte de Mendieta fue violento en ocasiones, a menudo feminista sin reservas y muchas veces crudo.  Incorporaba sin esfuerzo algunos elementos naturales como sangre, tierra, agua y fuego, y exponía su trabajo a través de fotografías, películas y presentaciones en vivo.
 
“Nunca me sorprendió nada de lo que hizo”, comentó la hermana de Mendieta, Raquelín, a The New York Times en 2016. “Siempre fue muy dramática, incluso de niña: le gustaba expandir los límites, provocar a la gente, impactarla un poco. Así era ella y lo disfrutaba bastante. Cuando la gente enloquecía en ocasiones ella se reía de la situación”.
 
En el corto de 1973 Moffitt Building Piece, Mendieta y su hermana capturaron las reacciones de los extraños que pasaban junto a un charco de sangre de cerdo que Mendieta había vertido afuera de su apartamento. Algunas personas lo miraban con insistencia y la mayoría lo rodeaba. Al final, alguien limpió la sangre de la acera. Para Mendieta, la grabación representó un experimento que provocó una reflexión acerca de la indiferencia de las personas ante la violencia.
 
El nivel de Mendieta como artista nunca fue reconocido mientras estuvo viva. Ella falleció en 1985 a los 36 años; su esposo, el escultor Carl Andre, fue acusado de lanzarla por la ventana de su apartamento en el piso 34 en Greenwich Village, pero fue exonerado del delito de homicidio.
 
Por su situación de inmigrante, Mendieta se sentía fuera de lugar en Estados Unidos. El trauma de haber sido separada de su natal Cuba cuando era niña le generó dudas acerca de su identidad y la volvió más consciente de que era una mujer con ascendencia de raza negra.
 
Estas dudas se reflejaron en su obra, la cual exploraba temas que sobrepasaban los límites étnicos, sexuales, morales, religiosos y políticos. Animaba a sus espectadores a ignorar su género, raza u otros factores societales y a conectarse, en cambio, con el factor humano que compartían con los demás.
 
Fue así como se ganó un lugar como una artista ambiciosa y audaz que, “aunque no era intrépida por naturaleza, utilizaba el temor con inteligencia, al transmutar un profundo sentido de desplazamiento psicológico y cultural en una experiencia de fusión con el mundo natural y su historia a través del arte”, de acuerdo con lo que escribió en 2004 Holland Cotter, crítico de arte de The New York Times, acerca de una retrospectiva de su obra en el Museo Whitney de Arte Estadounidense.
 
Ana María Mendieta nació en el seno de una familia de clase media en La Habana el 18 de noviembre de 1948. Su padre, Ignacio, era una figura política destacada que se contraponía al gobierno de Fidel Castro; su madre, Raquel, era profesora de Química.
 
Ella y su hermana asistían a una escuela católica en la isla antes de que sus padres las enviaran a Estados Unidos por medio de la Operación Pedro Pan, un programa secreto dirigido por la Iglesia con ayuda del Departamento de Estado para sacar de contrabando a miles de niños de Cuba al inicio del régimen castrista.  Ana, quien en aquel entonces tenía 12 años, y a Raquelín, de 14, la experiencia les dejó una sensación de pérdida a medida que iban cambiando de una casa de acogida a otra en Florida y después en Iowa. Mendieta pasó cinco años sin ver a su madre y dieciocho sin ver a su padre.
 
Se refugió en la pintura y siguió adelante con sus intereses en el arte en la Universidad de Iowa, donde estudió bajo la tutela del artista alemán Hans Breder, quien hacía arte performativo y en video, y animaba a los estudiantes a explorar las distintas fronteras artísticas. Mendieta adoptó esas formas y les añadió su estilo propio, al mezclar en una obra elementos de espectáculo performativo, arte corporal y land art, y luego con la captura de la obra en una fotografía o una película super-8.
 
En 1973, mientras estaba en la universidad, Mendieta se enteró de la violación y el asesinato en el campus de una estudiante de Enfermería llamada Sarah Ann Ottens. Su indignación ante el hecho la llevó a representar una de sus obras más violentas y controvertidas, Escena de violación.
 
Para la pieza, Mendieta puso de cabeza su apartamento, se cubrió de sangre y se ató a una mesa para recrear los momentos posteriores a un ataque sexual violento. Invitó al público a la ficticia escena del crimen, donde permaneció bocabajo sobre la mesa con sangre recorriendo sus piernas y acumulándose a sus pies mientras los espectadores hablaban del incidente. Aún hay fotografías de la escena en exposiciones en todo el mundo. La más reciente fue en el Museo de Brooklyn a principios de este año.
 
“De alguna manera su obra trata acerca del espectáculo performativo”, dijo Catherine Morris, una curadora sénior del Centro Elizabeth A. Sackler para el Arte Feminista del museo, en una entrevista telefónica. “Se trata de teatro, de capturar momentos a través de distintas formas de documentación. Luego lleva todo esto al mundo en general, donde quizá no sería considerado parte de las bellas artes. Lo convierte en algo inteligente, desgarrador y emotivo”.
 
Mendieta ejemplificó lo mejor de su arte en una colección llamada Siluetas, enfocada en figuras esculpidas hechas con elementos de la naturaleza como césped, flores, ramas y arcilla, e incorporó temas como la creación, la fe y la feminidad.
 
En una de sus Siluetas más famosas, “Sin título (Imagen de Yagul)”, de 1973, Mendieta incorporó su cuerpo en la pieza recostándose desnuda en una vieja y olvidada tumba de piedra en México. Luego colocó flores blancas sobre su cuerpo en lugares estratégicos para simular que crecían de su cuerpo.
 
En conjunto, unas doscientas piezas conforman su colección, en la que trabajó durante la década de los setenta y principios de la de los ochenta.
 
“La creación de mi silueta en la naturaleza guarda la transición entre mi tierra natal y mi nuevo hogar”, dijo en alguna ocasión. “Es una forma de reclamar mis raíces y volverme una con la naturaleza. Aunque la cultura en la que vivo es parte de mí, mis raíces y mi identidad cultural son resultado de mi herencia cubana”.
 
Al mudarse a Nueva York a finales de la década de los setenta, Mendieta encontró rápidamente una comunidad de colegas artistas, entre los que estaba Andre, un escultor que, al igual que Mendieta, trabajaba con frecuencia con elementos naturales. Se casaron en 1985 a pesar de tener una relación tormentosa.
 
Las circunstancias relacionadas con la muerte de Mendieta siguen siendo un misterio. La única certeza es que cayó por la ventana de su apartamento durante las primeras horas del 8 de septiembre de 1985 y que su esposo fue acusado de homicidio.
 
Durante los tres años que duró el proceso judicial, Andre negó las acusaciones. Afirmó que él y Mendieta habían discutido acerca de que el reconocimiento de él en el mundo del arte era superior al de ella. Dijo que, al momento de entrar en la habitación, ella ya no estaba y la ventana estaba abierta. Sin embargo, un transeúnte testificó que él había escuchado gritos de lucha. Andre fue absuelto por falta de evidencia.  Hoy en día, las presentaciones de Andre atraen a gente indignada que lo culpa de la muerte de Mendieta.
 
En años recientes, el reconocimiento de la obra de Mendieta ha crecido considerablemente, una señal de que “el mundo se ha puesto al corriente”, comentó Morris, la curadora del Museo Brooklyn.  “La consideran una pionera, una disidente y una gran artista”, aseveró.
 
Ana Mendieta nació el año 1948 en La Habana,  falleció en Nueva York 1985
En 1961, a la edad de 12 años Ana Mendieta y su hermana mayor se exiliaron a Estados Unidos sin sus padres, vinieron a Estados Unidos como parte de la Operation Peter Pan, un programa de la Iglesia Católica estadounidense en un esfuerzo para “salvar” a los niños del régimen anti-católico de Castro (fueron 14.000 niños Cubanos). En Estados Unidos, Mendieta vivía con una familia adoptiva en Iowa y no volvió a ver a sus padres por muchos años. Esta experiencia dolorosa, impactó mucho a la formación de Mendieta y su obra refleja esta experiencia.
 
La mayor parte de su obra consiste en performances, body art, videos, fotografías, dibujos, instalaciones y esculturas. Su carrera artística fue corta (1972-1985), pero muy productiva e intensa.
 
Empezó pintando obras expresionistas, pero sus intereses cambiaron con su integración al Intermedia Program and Center for New Performing Arts. En el mundo artístico de los setenta, utilizar el cuerpo para crear arte (“body art” o “performance art”) llegó a ser una manera popular para expresarse. Durante su carrera, Mendieta contribuyó al desarrollo de esta arte, y también hizo un gran impacto en el arte de la tierra (land art).
 
Como artista, Mendieta se atrevió a expresarse en maneras no convencionales. En una de sus series, Body Tracks, que fue documentado por video, Mendieta se metió las manos en una mezcla de sangre de animales y tinta roja y arrastró las manos en una pared. Su fascinación con la sangre marcó una gran parte de sus obras principales. Se percibió a la sangre como algo mágico y poderoso. Algunas de sus obras que incorporan la sangre se refieren a violaciones cometidas contra mujeres. Otras reflejan el poder de la sangre como símbolo en el Catolicismo y en civilizaciones pre-hispanas de México que había estudiado (Smithsonian).
 
Otro elemento significante de la obra de Mendieta es la manera en que se incorporó a su cuerpo en la naturaleza. En varias obras ella aparece desnuda, uniendo su propio cuerpo con la tierra invocando imágenes de una diosa y mezclando elementos de rituales africanos, africano-cubanos, mesoamericanos y culturas antiguas de Asia y Europa. En Silueta Series (1973), una de sus series más conocidas, Mendieta creó más de cien obras en las cuales o se hizo parte de la obra al cubrirse o meterse en la tierra, o recreó la imagen de su cuerpo en la tierra al usar elementos naturales como piedras o velas (Smithsonian).
 
Mendieta veía la sangre como un símbolo de muchas cosas (vida, muerte), pero también un nexo con sus orígenes cubanos y la santería de este país (actos entre lo pagano y lo católico en los que no faltaba la sangre como herramienta mágica).
 
Evidentemente fue consciente también de que la sangre podía aludir la violencia contra las mujeres, y paradójicamente así pudo acabar su vida la artista. No quedan claros los hechos, y queremos huir del linchamiento a Carl André, pero es probable que el minimalista tuviera algo que ver con la muerte de Mendieta en 1985.
 
Mendieta vivía en Nueva York con André, en el 34º piso de un bloque de apartamentos. Llevaban 8 meses casados. El 8 de septiembre del 85 unos vecinos oyeron fuertes discusiones en el piso de la pareja y acto seguido la artista se cayó por la ventana. Suicidio, asesinato, accidente… no hubo pruebas concluyentes. André salió libre del juicio por asesinato y la muerte de Ana Mendieta fue declarada oficialmente un suicidio.
 
Nos queda su arte, quizás uno de los más imitados de nuestros días, por no decir directamente plagiado. Abundan clones de Mendieta en cada esquina de cada museo de arte contemporáneo de cada ciudad. Suerte para ellos, que la autenticidad se puede falsificar.
MONICA CASTILLO 2018                                


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De: ciudadano del mundo Enviado: 23/09/2018 16:42
 



 
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