ESPAÑA Y CUBA 2018
España es el primer país por número de empresas mixtas y asociaciones económicas constituidas en Cuba. Tras el fin de la Guerra de Independencia, en 1898, 120.000 españoles oriundos de la península y de islas Canarias decidieron permanecer en Cuba (el 9% de la población en ese momento), mientras que cientos de miles emigraron a la isla posteriormente, solo entre 1899 y 1903 viajaron a Cuba 40.000 españoles.
500 años de La Habana: ¿una nueva oportunidad?
Pese a ser un pequeño mercado (11 millones de habitantes), Cuba fue en 2017 el segundo país receptor de exportaciones españolas en América Latina (900 millones de euros), solo superada por México. Tras Venezuela y China, sin competencia debido a sus vínculos políticos privilegiados, España es el tercer suministrador de productos de la isla. Una de cada cuatro empresas extranjeras acreditadas ante la Cámara de Comercio de Cuba es española. La mayoría son pymes que exportan de media en torno a un millón de euros anuales, de las que más de 200 están implantadas en el país mediante delegación comercial, unas 30 como empresas mixtas y otra decena en la Zona Especial de Mariel, según datos del Instituto Español de Comercio Exterior. En cuanto a las inversiones, aunque no son grandes, España es también el primer país por número de empresas mixtas y asociaciones económicas constituidas en la isla.
Ni hablar del peso en el sector turístico, principal motor de la economía cubana. De las 70.000 habitaciones de su planta hotelera, 45.000 están administradas por empresas extranjeras y, de estas, alrededor del 70% está en manos de una decena de cadenas españolas. La líder absoluta es la mallorquina Meliá Hotels International, que con la apertura a final de año del hotel Paradisus Los Cayos, en cayo Santa María, y del Meliá Internacional de Varadero, cerrara 2018 gestionando 14.600 habitaciones en el país. Tan importante como lo económico es lo social. Desde que entró en vigor la Ley de Memoria Histórica, que abrió las puertas a los nietos de españoles a adquirir la nacionalidad, más de 100.000 cubanos han ejercido este derecho. Según fuentes consulares, cuando termine el proceso de tramitación de los expedientes, cerca de 300.000 cubanos -el 3% de la población del país- serán españoles de pleno derecho.
Otros datos expresan la profundidad de los vínculos hispano-cubanos: la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) tiene en Cuba más de 1.000 asociados —sin contar 300 herederos—, siendo, después de Madrid y Barcelona, una de las plazas con más músicos, escritores, cineastas y creadores miembros de la sociedad; en los últimos 15 años, más de 40.000 matrimonios han sido inscrito en el registro consular; cada año unos 2.000 alumnos o profesores universitarios viajan a España a distintos tipos de intercambio; y con más de 340 convenios y cartas de intención bilaterales firmadas entre universidades y centros académicos de ambos países, España se sitúa en el primer lugar de la cooperación con Cuba en el área de Educación Superior —todo este intercambio se produce al margen de la cooperación oficial, que es exigua, a modo de ejemplo, la Fundación Carolina da una media anual de tres becas a graduados cubanos—.
Como apunte histórico, uno solo: tras el fin de la Guerra de Independencia, en 1898, 120.000 oriundos de la península y de islas Canarias decidieron permanecer en Cuba (el 9% de la población en ese momento), mientras que cientos de miles emigraron a la isla posteriormente (solo entre 1899 y 1903 viajaron a Cuba 40.000 españoles).
Pese a la solidez y profundidad de los vínculos bilaterales, en los últimos cuarenta años las relaciones con Cuba en vez de ser política de Estado han estado sujetas al enfrentamiento entre PSOE y PP y convertidas en arma arrojadiza de política nacional. A diferencia de lo que hacen otros países en sus áreas de influencia, los distintos Gobiernos en España no han sido capaces de acompañar estas relaciones privilegiadas con una política seria, generosa y estable de cooperación, becas, visitas de primer nivel e instrumentos financieros para favorecer a sus empresarios y unos vínculos que van mucho más allá de quien mande en España o Cuba en un momento determinado. “Esto ha hecho a España perder presencia institucional y oportunidades en la isla”, lleva tiempo señalando la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba (AEEC), cuyo presidente, Xulio Fontecha, recuerda que desde hace 32 años no viaja a la isla un presidente español —el último fue Felipe González, en 1986, y antes lo hizo Adolfo Suárez, en 1978—, además de ser Cuba el único país de Iberoamérica que no han visitado oficialmente los Reyes de España —la visita de José María Aznar y Juan Carlos I en 1999 se produjo en el marco de la Cumbre Iberoamericana—. Ni Aznar, ni Zapatero ni Rajoy quisieron visitar Cuba ni enviar al Rey, “algo que no es normal”, más cuando por la isla han pasado ya tres papas, el presidente norteamericano, Barack Obama (2016) y el de Francia, Francois Hollande (2015), señala Fontecha. Destaca, y tiene razón, que las visitas institucionales de alto nivel son importantes porque crean el marco de confianza que permite discutir problemas -por ejemplo, ahora que debido a la crisis en Cuba se producen demoras en los pagos a suministradores- y también alentar inversiones —tras el viaje de Hollande, empresas francesas llegaron a acuerdos en áreas de interés de España, que perdió la vez—.
Ahora, cuando el año próximo se celebran los 500 años de la fundación de La Habana y Cuba tiene un nuevo presidente, Miguel Díaz-Canel —por cierto, bisnieto de un emigrante asturiano—, existe una nueva oportunidad de hacer las cosas mejor, y el Gobierno español, sea cual sea, debiera aprovecharla.
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