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De: cubanolibre (Mensaje original) |
Enviado: 25/09/2018 18:33 |
JOSÉ FENÁNDEZ
¡Eternamente paz a tu alma y algún día nos encontraremos!
José Fernández era una de las grandes promesas del béisbol, un muchacho con un futuro de éxitos y contratos millonarios por delante que había llegado de Cuba tras alcanzar México en una balsa con su madre siendo un adolescente. Su muerte causó una conmoción enorme en Miami, sobre todo entre la comunidad cubanoamericana.
JOSÉ FENÁNDEZ, EL DOLOR QUE NO CESA
Nació un 31 julio de 1992, falleció el 25 de septiembre, del 2016 a la edad de 24 años
Así murió José Fernández, estrella de los Marlins; al volante, bebido y a velocidad máxima
Orlando Chinea, 25 de septiembre del 2017Te nos fuiste muy temprano. Nacimos orgullosamente en la misma ciudad de Santa Clara. Siento orgullo sano de haberte formado como pitcher, aunque muchos se empeñen mezquinamente en no reconocerlo o simplemente minimizarlo. Nadie sabrá nunca de tu sacrificio personal por entender y ajustar tu mente y tu cuerpo a mis exigencias técnicas y mentales. La etapa de tu vida decisiva fue entre tus 15 y 18 años, cuando nunca te separaste de mí, gracias a la confianza que Ramón depositó en mi tutoría y conocimientos.
Hoy me convenzo que nada hizo por ti la organización de los Marlins, como no fuera malpagarte por tu derroche de excelencia sobre el montículo; tal fue así que te firmaron tirando 99-100 millas, con tu sinker ball devastadora a 98 millas tal y como te lo pronostiqué. Tu slurve imbateable que solo tú y yo trabajamos hasta el cansancio. Derrochaste arte y elegancia como ningún pitcher cubano había podido lograr hasta ahora. No me creíste cuando con 18 años te dije que estabas listo para lanzar en Grandes Ligas. Nadie comenta de tu formación como pitcher porque nadie participó de ello, excepto tú y yo.
Te dije también ese 7 de junio de 2011 cuando te firmaron que tuvieras cuidado contigo mismo. Acababas de ser firmado y mal pagado por una fallida franquicia de Grandes Ligas como son los Marlins. Hoy ya nada volverá a ser, pero siempre dejamos un legado. Esta foto inédita es única, porque apareces rodeado de dos genuinos santaclareños, Henry Ibáñez y Juan Pérez, en nuestra querida Tampa, donde te conocían por tu segundo nombre: Delfin.
Tengo razones personales para lejos de toda hipocresía, farándula beisbolera y vanidad, recordar con trizteza tu ausencia. En el mundo del espectáculo público del beisbol, nadie podrá sentir tan genuinamente tu ausencia como yo. Me consta de nuestro trabajo juntos, de mis imposiciones técnicas y personales por convertirte en el mejor, inspirados en otro santaclareño también pitcher de Grandes Ligas y único cubano ganador de un premio Cy John, nuestro Mike Cuéllar.
En vísperas de otro aniversario de tu muerte, lamento tu partida como nadie, y tú y yo solamente sabemos por qué. Queda otro testigo exclusivo siguiendo tus pasos calladamente. Hoy con sus 10 añitos bateo dos jonrones nada menos que por encima de la cerca: parece ser el tierno e infantil homenaje de tu hermano menor a ti. Sus pasos lo encaminan a convertirse en un fuera de serie; tú sabes que me refiero a Bryan Alonso, mi otro niño.
Mañana la prensa hará derroche de sensacionalismo y aparecerán “amigos” de última hora, “fans” y “especialistas” elogiándote y sublimando tu paso por el béisbol. Me sabes exigente e intolerante con falsos elogios y flojedades. Mis regaños contigo fueron para protegerte, porque entiendo que la fama mal manejada es muy peligrosa y puede engendrar todo tipo de tensiones que nada tienen que ver con nuestro mundo del béisbol.
Esa foto con tu hermano menor del béisbol explica muchas cosas de por qué nunca debiste alejarte de Tampa, tu ciudad adoptiva, donde te forjé como pitcher y traté de hacerte un hombre de bien. Sé que hubo circunstancias, factores y personas que trataron de alejarte de mí, pero estoy absolutamente convencido que hoy estamos más juntos que nunca.
Desde donde te encuentres cuida a nuestro Bryan, porque formamos tú, Bryan y yo un trío único, todos casualmente crecidos de alguna manera en Tampa.
Así murió José Fernández, estrella de los Marlins; al volante, bebido y a velocidad máximaJosé Fernández fue el capitán de su propia tragedia. La investigación sobre el accidente que le costó la vida al pelotero estrella de los Miami Marlins béisbol y a dos acompañantes ha determinado que Fernández fue el responsable del siniestro al ir al volante a más de 100 kilómetros por hora, el máximo de velocidad de su lancha rápida, y bebido en medio de la noche. Al timón de una ruleta rusa.
La Comisión de Pesca y Vida Salvaje de Florida, a cargo de la pesquisa, ha informado esta mañana de sus conclusiones: "Fernández llevaba la lancha con sus facultades mermadas, de manera irresponsable, a velocidad extrema, en la oscuridad y en una zona de conocido riesgo por sus espolones de rocas y marcadores de canales".
Los investigadores han determinado que Fernández manejaba la lancha porque los impactos en su cadáver se correspondían con los daños en la sección de control de la barca y porque se identificaron muestras de ADN del pelotero en el volante y en el acelerador.
En octubre, un mes después del accidente mortal, trascendió que en la sangre de Fernández, de 24 años de edad, se había detectado una tasa de alcohol alta y restos de cocaína. El siniestro se produjo sobre las tres de la madrugada del domingo 25 de septiembre al estrellarse la lancha del beisbolista contra un espolón de rocas en el extremo sur de Miami Beach, cerca del puerto de la ciudad. La violencia del impacto causó la muerte por traumatismos craneales y torácicos a Fernández y a sus dos acompañantes, Emilio Macías, de 27 años, y Eduardo Rivero, de 25. Esa misma noche el pelotero y sus amigos habían estado en un bar antes de decidir salir a navegar en la lancha.
Fernández era una de las grandes promesas del béisbol, un muchacho con un futuro de éxitos y contratos millonarios por delante que había llegado de Cuba tras alcanzar México en una balsa con su madre siendo un adolescente. Su muerte causó una conmoción enorme en Miami, sobre todo entre la comunidad cubanoamericana. Fernández era el ídolo local. Un deportista que ilusionaba tanto a los suyos que, como escribió el cronista del Miami Herald Jorge Ebro, aludiendo al barrio tradicional de los cubanos en Miami: "Cuando era su turno de lanzar, la Pequeña Habana era una fiesta”
Fernández, originario de Santa Clara, Cuba, emigró a EE UU cuando tenía 15 años. Llegó en balsa con su madre en el tercer intento. Tras ingresar un colegio de Tampa, una ciudad a cuatro horas de Miami en coche, el joven fue seleccionado por los Marlins en la primera ronda de fichajes de 2011, pero no debutó hasta abril de 2013.
Entonces, el pitcher fue seleccionado para el partido All-Star de la liga, que reúne a los mejores jugadores de la temporada a nivel nacional. En julio y agosto, obtuvo el reconocimiento “Rookie of the year award”, que premia al mejor jugador novato de la temporada. En el verano de 2016, también jugó en el partido All-Star.
¡Eternamente paz a tu alma y algún día nos encontraremos!
ACERCA DEL AUTOR:
Orlando Chinea es un entrenador de pitcheo con destacada trayectoria en Cuba y Estados Unidos. Tras escapar de la isla, donde el régimen cubano lo retuvo por años, fundó una academia de béisbol en Tampa, donde recibió y entrenó a José Fernández desde 2008 hasta su paso a Grandes Ligas.
ORLANDO CHINEA Y PABLO DE LLANO
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José Fernández, donde quiera que te encuentres, los Marlins…
José Fernández que estás en los cielos. O dondequiera que estés, todavía te seguimos extrañando con una fuerza que asusta. Todavía tu memoria planea por encima de Miami como un recuerdo triste de lo que pudo haber sido y no fue, desde aquel terrible 25 de septiembre en que nos dejaste.
Imagino que desde ese espacio impalpable estás viendo lo que ha pasado con tus Marlins. Desde tu partida las cosas han ido de mal en peor, aunque ahora nos convidan al renacimiento y la paciencia. No nos queda otra cosa, pues, que esperar a ver si este nuevo plan va a alguna parte.
Tu adiós truncó los planes de aquel “núcleo joven’’ y se supo entonces que aquel experimento posible tenía fecha de caducidad, con o sin Jeffrey Loria. Que los Stantons y los Yelichs, que los Gordons y los Ozunas iban a irse sin boleto de regreso. Para no volver.
Loria, ya lo sabes, vendió en parte mayor porque el negocio era demasiado atractivo como para dejarlo pasar y en parte menor porque tu tragedia le quitó el apetito por la propiedad de un equipo de Grandes Ligas. Loria podía negociar duro y gastar poco, pero a ti te tenía un afecto especial. La tormenta perfecta encima del estadio, aunque los cínicos dirán que fue la transacción perfecta.
Sin ti el proyecto no tenía sentido. Tú eras el que lo aglutinaba todo, el motor del mecanismo, sin quitarle su mérito a los otros. La gente iba a verte, a disfrutarte en tu cubanía criolla, pasada por el filtro de este país, puente humano de culturas. Un abridor de tus características se encuentra una vez por década. Eso precisamente es lo que ha retrocedido Miami como franquicia: unos 10 años.
Por tus idos compañeros llegaron varios prospectos. Todavía no sabemos qué esperar de ellos, pero sí te puedo asegurar que ninguno es como tú, ninguno se acerca a tu talento y tu carisma. Desde que firmaste al final de preuniversitario, los periodistas en Miami escuchábamos de un joven llamado José Fernández allá abajo en Clase A con un arsenal de miedo, y sabíamos de Yelich, y de alguien con un poder de terror que por entonces se llamaba Mike Stanton, luego Giancarlo.
Y te estoy hablando de que sus nombres sonaban dos años antes de que debutaran en Grandes Ligas. Los periodistas, como los scouts supieron primero, estábamos seguros que los íbamos a ver en las Mayores más temprano que tarde. Estaba escrito en las estrellas.
Ahora, silencio y resignación. Nada de lo que vemos en la granja nos deslumbra. No te digo que no haya talento. De haberlo, lo hay. Pero no de ese que encandila e ilusiona, como tuvieron los Bravos a un Ronald Acuña Jr. o los Yankees un Miguel Andújar, o los Nacionales un Juan Soto. Si lo hay de ese calibre, es el secreto mejor guardado del béisbol.
Ojalá me equivoque. Vamos a esperar por este nuevo plan. En algo sí tienen razón Derek Jeter y los nuevos propietarios: Loria hacia todo dando bandazos, sin un objetivo certero que tuviera punto de partida y algún tipo de destino. Ganó una Serie Mundial, mayormente, con el talento que trajeron y formaron otros. Al menos él te trajo a ti. O le tocaste en suerte.
¿Te hubieras ido de Miami al convertirte en agente libre? Quizá sí, y nadie te lo habría reprochado. Stanton afirma que le hablaste de jugar juntos en los Yankees. Déjame decirte que en cualquier destino el cariño y la admiración serían los mismos. Inalterables.
No quiero hablar de temas ajenos al deporte. Ya bastante se ha debatido de tu muerte y las circunstancias, de dolores propios y ajenos, de las tristezas durables que no dejan ganando a nadie, pero sí te contaré que el parque de La Pequeña Habana llora en las noches al inicio de cada juegos, que la alegría es esporádica y la gente poca.
Espero que esto cambie. Espero que a las memorias de tus excelentes faenas se una una pasión nueva y que el equipo de prospectos enamore a Miami como tú te robaste su corazón. Espero, finalmente, que desde tus alturas o desde el sitio intocable en que te encuentres cuides a estos Marlins de la misma forma en que mantenías a raya sus rivales. A dos años de tu adiós, créeme, lo necesitan.
JORGE EBRO - SEPTIEMBRE 25 DEL 2018
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