EL PARTIDO SIN IDEAS
Es casi seguro que los demócratas obtendrán más votos que los republicanos en las elecciones intermedias. No obstante, la manipulación y otros factores han desnivelado seriamente el campo de juego, así que necesitarían ganar el voto popular por un amplio margen para recuperar la Cámara de Representantes, y un margen enorme para recuperar el Senado. No sé cuáles serán los resultados ni qué ocurrirá con la legitimidad percibida sobre el gobierno federal si los tres poderes están controlados por gente que los electores rechazaron. Nadie más lo sabe.
Sin embargo, algo que sí sabemos es que los republicanos perdieron contundentemente la batalla de las ideas. Ninguna de sus principales estrategias en materia de políticas, respecto de servicios médicos, impuestos y aranceles, está funcionando entre el electorado.
De hecho, las políticas republicanas son tan impopulares que los candidatos del partido apenas hacen el intento de promoverlas. En cambio, fingen respaldar cosas que en realidad no apoyan —como proteger la cobertura médica de los estadounidenses con enfermedades preexistentes— o tratan de distraer a los electores con la guerra cultural y los llamados a la identidad racial blanca. El Partido Republicano se ha vuelto el partido sin ideas.
Comencemos con la atención médica. No hace mucho, los ataques al Obamacare eran la táctica ganadora del Partido Republicano, pero el intento del año pasado de revocar la Ley de Atención Médica Asequible parece haber concentrado la mente de los electores e hizo que mucha gente esté consciente de lo mucho que podría perder si esta ley desaparece. El apoyo público a la ley está casi en su punto máximo, y ahora muchos dicen que la ley no fue lo suficientemente lejos y los demócratas tienen una gran ventaja como el partido que aborda mejor el problema de la atención médica.
Luego, están los impuestos. La última vez que los republicanos hicieron que se aprobaran enormes recortes fiscales, con el presidente George W. Bush, fueron muy populares. Así que los líderes del partido parecen haber imaginado que lo mismo ocurriría ahora. “Si no podemos venderles esto a los estadounidenses, tendremos que buscar otro trabajo”, declaró en diciembre Mitch McConnell, el líder de la mayoría en el Senado.
¿Ya enviarían sus solicitudes de empleo? Porque los estadounidenses no les están creyendo. Hace unas semanas una encuesta interna del Partido Republicano encontró que “hemos perdido la batalla de los mensajes” sobre la legislación, ya que los electores creen de manera generalizada que los recortes fiscales fueron para las corporaciones y los ricos, y a muchos les preocupa que los mayores déficits pongan en peligro la seguridad social y Medicare.
Por último, está el giro Donald Trump, la única área en la que él está en conflicto con la ortodoxia del Partido Republicano: su nacionalismo económico, materializado en un conjunto rápidamente creciente de aranceles a las importaciones.
Después de las elecciones de 2016, muchos comentaristas argumentaron que la victoria de Trump gracias al Colegio Electoral reflejó una reacción negativa contra la globalización. Eso sugirió que su proteccionismo podría volverse popular, pero no ha sido así.
En específico, la guerra comercial está ocasionando un malestar considerable entre los republicanos de las zonas agrícolas. Mientras tanto, los aranceles tampoco parecen ser populares en los estados industriales. De hecho, es difícil encontrar a un grupo grande al que le guste la política comercial de Trump.
¿Por qué las ideas de las políticas republicanas fracasan de manera tan contundente? Hasta cierto punto, la respuesta es evidente: las políticas del Partido Republicano son impopulares porque dañan a muchos más estadounidenses de los que ayudan. ¿Por qué alguien habría de esperar que sea popular un recorte fiscal a los ricos que a la vez elimina la atención médica a los enfermos?
La interrogante es por qué dichas políticas fueron populares alguna vez. La respuesta, me parece, es que en el pasado los electores no veían las conexiones.
Cuando Bush presionó para aprobar su recorte fiscal, teníamos un superávit presupuestal, de tal modo que no quedó claro para los electores que menos ingresos podrían significar recortes a programas con los que contaban. Cuando logras aprobar grandes recortes fiscales frente a un déficit presupuestal —y cuando tu propio partido ha pasado años advirtiendo sobre una inminente catástrofe fiscal y exigiendo recortes al gasto— las implicaciones resultan más evidentes.
En el caso de la atención médica fue mucho más sencillo vender historias de miedo sobre Obamacare antes de que entrara en vigor —y diera un seguro a decenas de millones de ciudadanos— de lo que es defender la eliminación de la cobertura para la gente que ya la tiene.
Además, los aranceles de Trump sufren políticamente porque algunos estadounidenses ya sienten los estragos, mientras que los supuestos beneficiarios tienen buenos motivos para dudar de que se les ayudará. De hecho, si bien Trump alardea sobre que sus aranceles al acero han revivido la industria, dos importantes sindicatos de acereros han votado por irse a huelga, pues aunque las ganancias corporativas han aumentado, los salarios de los trabajadores no lo han hecho.
En resumen, el público estadounidense parece haberse espabilado; los electores parecen haber reconocido la verdadera agenda del Robin Hood a la inversa del Partido Republicano que les quitar a las familias comunes para darles a los ricos.
Claro está que los republicanos no se están dando por vencidos. Si no pueden ganar con los problemas tratarán de ganar con otra cosa… y sabemos lo que será: en todo Estados Unidos los electores se ven bombardeados con anuncios republicanos que muestran a gente atemorizante de piel morena. En Texas, Ted Cruz incluso piensa que un video en el que aparece Beto O’Rourke diciendo cosas perfectamente razonables a los feligreses negros ayudará a su campaña tambaleante.
Tal vez funcione. Después de todo, los estudios de las elecciones de 2016 demuestran claramente que el resentimiento racial, y no la “ansiedad económica”, fue lo que le dio la victoria a Trump.
No obstante, si el Partido Republicano gana, lo habrá hecho de una forma extremadamente fea, y la política estadounidense solo empeorará.