También como las estrellas de la música, el día anterior, ante la Asamblea de la ONU, Trump apareció tarde pero con estruendo. Nada más empezar a hablar, cuando se jactó de que su Administración “había logrado más cosas en solo dos años” que cualquier otra Administración estadounidense en la historia, los representantes de países allí presentes se carcajearon.
Trump, el hazmerreír del mundo
Durante los primeros meses después de que Trump se convirtiera en presidente de Estados Unidos había gran incertidumbre entre los líderes y diplomáticos internacionales, ¿cuál sería la estrategia del presidente? ¿Cumpliría su palabra y rompería con el orden internacional? ¿Qué significaba realmente el poner a “América primero”?.
Algunos, incluso, tenían la esperanza de que el estilo áspero e impositivo de Trump le daría una ventaja en ciertas negociaciones y que algunos de los actores más inciertos de la arena internacional, como Corea del Norte, temiendo la ira e inconsistencia del presidente, terminarían por doblegarse.
A casi dos años de la elección, ha quedado claro para el mundo que detrás de los desplantes de poder y los cambios súbitos de rumbo no hay estrategia. El presidente no tiene un plan verdadero para reformar el orden internacional, ni tácticas específicas para lograr la paz en Corea o en Israel; Trump tampoco tiene una nueva estrategia en el Medio Oriente y su alejamiento del área no obedece a un plan, sino al contrario a la falta de uno.
Ni siquiera su apoyo a líderes autoritarios parece consistente. Al final parece que el único elemento que une a los planes de Trump, desde el conflicto comercial con China, hasta la reforma al TLCAN, pasando por sus peleas con Canadá y la crisis con Europa no es sino a una estrategia, mal planeada e improvisada, para complacer a sus electores; y es que ni siquiera se trata de poner a Estados Unidos primero, sino a Trump primero. Esto le ha quedado ya claro a los líderes del mundo, muchos de los cuales, como Merkel y Macron, no se ocupan ya siquiera de tratar de conciliar con él.
Es así como Trump llegó a la Asamblea General de las Naciones Unidas donde el público estalló en risas cuando Trump inició su discurso, cuyo contenido debería abarcar el estado del mundo, diciendo que “ningún gobierno en Estados Unidos había logrado tanto como el suyo.” Los líderes del mundo occidental (y varios más fuera de éste) que durante los primeros meses trataron todo –enfrentarse, alagarlo, conciliar con él—se han ya dado por vencidos y ven desesperados cómo Trump, aunque de manera descoordinada, ataca las instituciones que Estados Unidos formara para sostener el orden internacional. Y es que no hay forma de hacer entrar al presidente en razón, ni tampoco de elaborar una estrategia para detenerlo, porque ni él mismo entiende cuál es su agenda y su táctica.
Es así como llegamos a lo que se conoce como un escenario tragicómico: es tan mala y desesperada la situación que al mundo no le queda más que reírse de él.
“NO SE REÍAN DE MÍ, SE REÍAN CONMIGO”
El colofón al paso de Donald Trump por la Asamblea General de Naciones Unidas fue una rueda de prensa con el sello especial del magnate y showman, hoy presidente de Estados Unidos. Tuvo más de una hora de duración, frases para el recuerdo, un buen puñado de coces y la confesión final de que, en el fondo, el líder de la primera potencia mundial ve sus comparecencias ante los medios como un concierto de rock. Citando a Elton John, Trump pidió que la última pregunta fuera buena de verdad. “¿Recuerdan aquello que dijo Elton John? Cuando toca las última y es buena, no vuelvas”.
También como las estrellas de la música, el día anterior, ante la Asamblea de la ONU, Trump apareció tarde pero con estruendo. Nada más empezar a hablar, cuando se jactó de que su Administración “había logrado más cosas en solo dos años” que cualquier otra Administración estadounidense en la historia, los representantes de países allí presentes se carcajearon. Este miércoles, en la conferencia de prensa, le preguntaron por ello y respondió: "No se reían de mí, se reían conmigo. Nos lo pasamos bien", aseguró el mandatario. "Los medios de comunicación mentirosos dijeron que la gente se rió. La gente se lo estaba pasando bien. Estábamos en ello juntos", agregó.
Los ya tradicionales ataques a la prensa aparecieron en la comparecencia, pero en verdión divertimento para Trump. Cuando dio la palabra a un periodista del “fracasado” New York Times, el reportero replicó que el periódico no estaba fracasando en absoluto estos días. Y Trump se apuntó el mérito: “Os va bien. Deberíais decir: ‘Gracias, presidente”, señaló, convencido de su tirón mediático. "¿Se imaginan que no me tuvieran?", dijo en otro momento. A un periodista kurdo lo llamó "sñor Kurdo". Y llegado un punto, confesó: "Podría hacer esto durante todo el día".
En la rueda de prensa también atacó a China, a Irán y al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, con quien ha rechazado reunirse en Nueva York para tratar de salvar un acuerdo a tres bandas que sustituya a su denostado Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que une los destinos económicos de EE UU, México y Canadá desde 1994. Por ahora -y el tiempo sigue corriendo- solo hay pacto con su vecino del sur.
Trump tuvo que responder varias preguntas sobre las acusaciones de abuso sexual que pesan sobre su nominado al Tribunal Supremo, el juez Brett Kavanaugh. Trump reconoció que el hecho de haber sido él mismo señalado de abusos le hacía ver el asunto con otra perspectiva. “A mí me han acusado varias veces sabiendo que era falso”, argumentó el republicano. No obstante, señaló que si la mujer que testifica este jueves ante el Senado sobre Kavanaugh le resulta “convincente”, podría retirar el apoyo a su candidato.
El presidente quiere estar pendiente de esa comparecencia, dijo. Por eso sopesa cancelar la reunión con el número dos de Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, que se encuentra en la cuerda floja después de que varios artículos en prensa señalaran que propuso grabar al presidente para mostrar su incapacidad y destituirle. Trump dijo este miércoles que no planea despedirle, lo que supondría un escándalo porque Rosenstein es responsable de supervisar la investigación de la trama rusa a cargo del fiscal especial Robert S. Mueller. Los rumores de destitución de Rosenstein se dispararon el lunes y Trump le convocó para verse este jueves y aclarar la situación. Pero la cita puede quedar anulada. El espectáculo está mañana en el Senado y Trump parece que no quiere contraprogramar.
ARTÍCULOS ESCRITOS POR GABRIEL MORALES Y AMANDA MARS
Gabriel Morales Sod es licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de México y candidato a doctor en Sociología por la Universidad de Nueva York.
Escribe sobre Medio Oriente, política estadounidense y política internacional.
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